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Iván Ferreiro construye su paraíso particular en la calurosa noche de Madrid

  • Ferreiro ha interpretado temas propios, prestados y heredados
  • El cantante ha cerrado Madgarden, un festival al aire libre en Madrid
  • Con referencias a la cultura pop, su música está entre lo indie y lo mainstream

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Iván Ferreiro, durante su actuación en el El cantante y compositor gallego Iván Ferreiro durante su actuación en el Real Jardín Botánico Alfonso XIII de la Universidad Complutense de Madrid
Iván Ferreiro, durante su actuación en el El cantante y compositor gallego Iván Ferreiro durante su actuación en el Real Jardín Botánico Alfonso XIII de la Universidad Complutense de Madrid

Construir un mundo lleva su tiempo. Sin embargo, Iván Ferreiro ha levantado un microcosmos esta noche en tan solo dos horas de concierto en Madgarden, un festival que celebra su primera edición en el Real Jardín Botánico Alfonso XIII de la Universidad Complutense de Madrid.

Acompañado por su inseparable hermano, Amaro, y por una banda soberbia, Ferreiro ha interpretado temas propios, con un momento brillante al teclado en “Chinatown”; prestados, como el “Insurrección” de Manolo García que ha cantado a capella con el público; y heredados de su anterior formación, Piratas.

En definitiva, todo un cambio de energías a través de canciones, de historias, que más que de “paraísos perdidos” e imaginados nos hablan de que el paraíso está aquí y ahora y que solo hay que saber mirar para encontrarlo. El objetivo, dice Ferreiro, es cantar con confianza. “Que alguien se lo ponga y le alegre el día”.

"Vamos a tomárnoslo con calma"

Recién aterrizado tras su paso por el Low Festival de Benidorm, este “artista de mierda” ha sido prudente y, aunque el concierto empezaba a las 21:30, él ha prolongado la espera hasta casi las 22:00.

El gesto ha servido para que muchos rezagados saliesen de casa y aprovechasen la tregua del calor capitalino para acercarse a comprar la entrada directamente en la taquilla y buscar un poco de descanso y música entre los árboles y plantas del jardín.

Vamos a tomárnoslo con calma”, ha dicho el cantante a un público que no completaba el aforo del recinto pero que era el justo y necesario para disfrutar del concierto y del entorno.

Con calma, pero sin pausa. Ferreiro sabe manejar a la perfección los tiempos, musicales y escénicos, y se nota en cómo ha intercalado temas más intimistas y melódicos con grandes armonías como la de “Bambi Ramone”, que ha hecho al público corear la letra antes incluso de que empezase a cantarla.

Una enciclopedia pop del mundo

“La historia de la cronología del mundo es lo que uno vive”, explica el cantante. Por eso ya cuatro álbumes construyendo un universo que ha pasado del lamento al optimismo letrístico y melódico. Un mundo como su último trabajo: a caballo entre Madrid y Valmiñor en el que faltan partes y abrazos pero sobran las buenas vibraciones.

Sentado ante su teclado rojo y ataviado con chaleco y pantalón negros, camisa blanca y una corbata de lunares diminutos el músico ha puesto acordes a esa gran enciclopedia que es Historia y cronología del mundo.

Un compendio de la realidad marcado por múltiples referencias a la cultura pop, desde “Cómo conocí a vuestra madre” a “El viaje de Chihiro”, que retratan a la perfección la naturaleza de este artista que se mueve entre lo indie y lo mainstream sin llegar a situarse en ninguno de los dos polos.

Agradable en su conversación con el público, llegando incluso a quitarse el pinganillo de escucha para oír las sugerencias del gentío o dándole la nota al teclado para que no desafinase al cantar, Ferreiro ha interpretado dos “duetos consigo mismo”. Primero una hilarante versión de “Jet Lag” a lo Pimpinela y luego un desmesurado “Alien vs. Predator” sin Julieta Vengas.

Amor y música, ciencia inexacta

En muchas de sus canciones, Ferreiro canta a las ciencias exactas. A la química, a la metafísica, a la biología… Pero lo cierto es que su mejor amante es la música y él le devuelve el amor con creces.

De movimientos pequeños pero gran presencia sobre el escenario, el cantante deambula por las tablas apocado y agarrado al cable del micrófono. No es un músico de grandes gestos pero sí de grandes canciones. Temas en los que, desordenada, está escondida la historia de su mundo salpicada de toques de folk, psicodelia, soul y mucho pop para invitar a pensar y a bailar por partes iguales.

“En el mundo pasan muchas cosas pero yo te voy a contar lo que me pasa a mí”, esa ha sido la premisa que pedía y se ha cumplido. Pese al periodo estival y al calor, el público ha respondido muy bien, coreando de principio a fin canciones sin apenas estribillos y la banda lo ha agradecido con un tremendo cierre instrumental más propio de un concierto de rock.

Versión original encadenada

Tras una hora tocando, los músicos y el cantante, que no paraba de beber de un vaso con un contenido similar a un refresco (al menos en el color), han cantado el “adiós, adiós, adiós” de “Pandelirios” y ha abandonado el escenario por un momento provocando los silbidos de la pista.

Acto seguido, Ferreiro ha reaparecido solo ante el teclado para deleitar a los presentes con las versiones de “M” y “Promesas”, de Piratas, “1999” (elegida por votación popular), de sus amigos Love of Lesbian, e “Insurrección” de Manolo García, encadenada al final de “Promesas”.

Después de esto, la formación con el productor Ricky Falkner al bajo y Pablo Novoa a los teclados, ha regresado al escenario para cantar alguno de los temas más famosos del artista. “Años 80”, “El dormilón”, single de su último trabajo, “El bosón de Higgs” y “Turnedo”.

Luminoso y bienhumorado, así ha sido el broche de oro a un festival que apuesta por los conciertos al aire libre en la capital por el que han pasado desde el Dúo Dinámico a los Beach Boys y que apunta convertirse en un clásico del sofocante verano madrileño.