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El Prado vuelve la mirada a los paisajes de Roma con vocación de "asombrar y enseñar"

  • Del 5 de julio al 25 de septiembre expone un centenar de obras del XVII
  • Tras pasar por París, en Madrid habrá interesantes novedades

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'Ulises devolviendo a Criseida a su padre', 1644, obra de Claudio de Lorena que puede verse en la exposición del Prado.
'Ulises devolviendo a Criseida a su padre', 1644, obra de Claudio de Lorena que puede verse en la exposición del Prado.

Tras su exitoso paso por el Grand Palais de París, los paisajes de Roma han llegado al Museo del Prado para pasar el verano con vocación de "asombrar, por el encuentro con lo desconocido, y de enseñar una lección de historia del arte" para mostrar el nacimiento del paisaje como género artístico, según el director de la pinacoteca, Miguel Zugaza.

"Roma. Naturaleza e Ideal. Paisajes 1600-1650", organizada entre el Prado y el Louvre, reúne del 5 de julio al 25 de septiembre un centenar de obras (84 pinturas y 19 dibujos) de 34 artistas europeos que se citaron en Roma en la primera mitad del siglo XVII para culminar el paso del paisaje de un género menor a una pintura de prestigio reconocido.

Según el Prado, se trata de uno de sus proyectos "más ambiciosos" que presenta obras maestras de artistas cumbre del paisaje como Claudio de Lorena y Poussin, aunque también permite ver uno de los dos únicos paisajes individuales que pintó VelázquezVista del jardín de la Villa Medici en Roma.

Además, como elemento diferenciador de la exposición que pudo verse en París entre marzo y junio, en Madrid tiene un especial protagonismo la sección dedicada a la decoración pictórica del Palacio del Buen Retiro, con cuadros normalmente no expuestos, y que fue vital en la trascendencia del devenir del paisaje. También la del Prado tiene otro aliciente, un montaje que relaciona dibujos y pinturas y muestra "la tensión narrativa entre la impresión que ejerció la experiencia del paisaje al natural y el trabajo de estudio".

Roma, laboratorio artístico

La exhibición muestra cómo Roma, a donde acudían artistas de toda Europa a completar su formación, se convirtió en la primera mitad del siglo XVII en un "gran laboratorio del paisaje internacional", con pintores italianos, franceses, holandeses, alemanes o españoles, en palabras del director adjunto de Conservación del Museo del Prado, Gabriele Finaldi.

La muestra se divide en seis secciones, la primera de las cuales, "Annibale Carracci, Paul Bril, Adam Elsheimer", arranca con el que se considera el "cuadro fundamental de la pintura de paisaje en Italia", Paisaje fluvial, de Carracci, que aporta una visión "radicalmente nueva" en el que la figura humana queda relegada y el paisaje se convierte en el auténtico protagonista, en palabras del comisario español de la exposición, Andrés Úbeda, jefe de Conservación de Pintura Italiana y Francesa del Prado.

También en este primer apartado puede verse una obra del museo Staatliche de Berlín, que no viajó a París pero sí lo ha hecho a MadridAurora, de Adam Elsheimer, una obra maestra de un paisaje casi puro donde la figura apenas tiene importancia.

La sección "La evolución del paisaje boloñés" recoge a discípulos de Carraci como Domenichino y Francesco Albani y también obras sorprendentes como Paisaje con bañistas, de un artista habitual de otros géneros como es Guercino y que tiene una parte erótica no muy habitual para la época. Otra obra importante es el Paisaje con la Huida a Egipto, de Domenichino, en donde los elementos arquitectónicos antiguos salpican el paisaje y ofrecen un marco natural.

El tercer apartado, "El paisaje nórdico y su proyección europea", es la parte más extensa y tiene 29 obras de artistas italianos, del norte Europa y dos españoles, Martínez del Mazo y Velázquez, que fueron clave en la modernización y desarrollo del género. Aquí puede apreciarse la obra de un pintor exquisito y desconocido no sólo para el gran público, sino para historiadores del arte, el alemán Goffredo Wals, que en su Casa en un camino rural da una nueva visión al paisaje, casi fotográfica, con relevancia antes inimaginable de suelos o muros y con las figuras reducidas a escala ridícula.

En esta sección también se puede contemplar Vista del jardín de la Villa Medici en Romauno de los dos que Velázquez pintó en su primera visita a Italia y que suponen una "aportación increíble" a la historia del paisaje, según Úbeda, al suponer "una forma distinta de mirar y plasmar la naturaleza", tomada del natural, y que prácticamente nació y murió con el pintor sevillano, pues solo tuvo seguimiento en Martínez del Mazo.

Los paisajes del Buen Retiro y Lorena y Poussin

La cuarta sección de la muestra, apoyada por la Comunidad de Madrid, está dedicada a la Galería de paisajes del Palacio del Buen Retiro, encargada por Felipe IV que tuvo supuso "una absoluta revolución" en la concepción del paisaje y en el desarrollo del género al obligar a los artistas a trabajar con unos tamaños y formatos inéditos.

Para estas obras encargadas en Roma a partir de 1635, el monarca exigió que debían adaptarse a los huecos de las ventanas del Palacio, por lo que las obras tuvieron que adquirir un formato vertical y medir más de dos metros. Ante estas exigencias, el maestro Claudio de Lorena "hizo de la necesidad virtud" y dio soluciones inéditas a sus obras, con un extraordinario desarrollo de los elementos arquitectónicos.

Precisamente a Lorena está dedicada la penúltima sección de la muestra, que incluye un cuadro que viaja por primera vez a España desde el Metropolitan de Nueva York, Vista de Crescenza, y donde puede verse el extraordinario valor de la luz que el artista daba a sus pinturas y que demuestra que iniciaba sus pinturas en el exterior aunque las terminara en el estudio.

La exposición se cierra con una sección dedicada a Nicolas Poussin, que es quien solemniza el paisaje y le confiere un carácter teatral, más filosófico e intelectual. Sus figuras son más grandes y representa el paisaje clasicista por antonomasia, además de incorporar en su obra, como en Paisaje con los funerales de Foción, mensajes de carácter moral y ético, tendencia que perdurará durante dos o tres siglos después.

El Prado abre así una puerta a la naturaleza este verano y reivindica el género del paisaje, tema de moda estos meses en los grandes museos europeos, como demuestra también la exposición de la National Gallery sobre paisajes nórdicos y suizos.