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Tzipi Livni: "No hay que elegir entre paz y seguridad, hay que elegir las dos"

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La Ministra israelí de Exteriores, Tzipi Livni, durante un mitin en Tel Aviv el 14 de septiembre de 2008.
La Ministra israelí de Exteriores, Tzipi Livni.

Tzipi Livni, en segundo lugar en los sondeos, se juega en las elecciones del martes en Israel su futuro político, tras renunciar a formar gobierno hace sólo tres meses con el argumento de querer "hacer otro tipo de política".

De 50 años y ministra de Exteriores desde 2006, Livni puede verse en apuros si pierde unos comicios forzados por ella misma cuando en octubre, al dimitir el actual primer ministro, Ehud Olmert, por sospechas de corrupción, devolvió el mandato presidencial de armar una nueva coalición parlamentaria sin recurrir a las urnas.

Un mes antes, se había hecho con el liderazgo del centrista Kadima por la exigua diferencia de 431 votos sobre el otro candidato, Shaul Mofaz.

Y es que Israel acude a estas elecciones anticipadas por una "pataleta" de política novata -según observadores locales-, como fue la de no claudicar a las demandas económicas del partido ultraortodoxo Shas, ahora aliado de su más directo rival y líder del Likud, Benjamín Netanyahu, que los sondeos sitúan como favorito.

"Estoy harta de extorsiones. Veremos a todos estos héroes dentro de 90 días", dijo Livni al rechazar las exigencias del Shas.

La decisión de ir a elecciones la tomó Livni en el impulso de unas encuestas que le daban entonces la victoria frente al Likud y en un gesto de compromiso indeleble con la imagen de "política intachable" que tanto defiende.

Tres meses después, y tras la guerra de Gaza, su integridad política ha sido desplazada de la agenda de la campaña electoral por problemas más acuciantes.

A Livni se le cuestiona su capacidad para gobernar en un mundo de hombres y militares, afrontar la crisis económica global y conducir el proceso de paz con los palestinos.

Livni, abogada y madre de dos hijos, es una pragmática que readaptó sus raíces nacionalistas en pro de una paz factible con los palestinos, siguiendo los pasos del ex primer ministro Ariel Sharón al Kadima, en el dramático cisma del Likud tras la evacuación de Gaza en 2005.

Hija de Eitán Livni -un comandante del Irgún, grupo independentista que practicó la lucha armada y en el que también militaba su madre-, la jefa de la diplomacia israelí nació y creció en el seno de una familia impregnada de ideología ultranacionalista del "Gran Israel".

Hoy, de boca de Livni no es extraño escuchar palabras como "retirada de Judea y Samaria (Cisjordania)", ni la devolución de partes de Jerusalén, una ciudad que ella considera, no obstante, el "corazón" de la identidad del pueblo judío.

Sus rivales le recuerdan en la campaña la "traición de vender Jerusalén", pero está claro que lejos ha quedado aquella niña de Tel Aviv curtida en las filas del Likud, partido con el que entró al Parlamento por primera vez en 1999.

Frente a sus detractores ella argumenta que es momento de elegir "qué Estado queremos, uno de mayoría judía o uno binacional" con los palestinos, y defiende que "la paz es nuestro interés" porque "no hay que elegir entre paz y seguridad, hay que elegir las dos".

Un argumento también con el que trata de rebatir las acusaciones de que una mujer no puede hacer el trabajo de un hombre en un país donde la agenda política la dominan los asuntos militares.

Si en un principio Livni sacó a relucir su pasado como "agente" del Mosad -que esta organización minimizó al confirmar que sólo cumplió funciones logísticas muy básicas-, ahora traza un paralelismo con la histórica "dama de hierro" de Israel, la ex primer ministra Golda Meir.

Para ello se ha fotografiado públicamente en la cocina de su casa, el mismo lugar donde Meir tomaba las decisiones cruciales de su gobierno -incluidas las relacionas con la seguridad de Israel- los sábados por la noche, en debate con sus asesores y ministros más cercanos y horas antes de la reunión semanal del gobierno.