Pablo Álvarez, astronauta de la ESA: "Todo lo que pueda salir mal en una misión espacial se habrá ensayado antes"
- El astronauta e ingeniero leonés viajará antes de 2030 al espacio para pasar varios meses en la Estación Espacial Internacional
- En Cruce de cables habla de su entrenamiento, al que este año le sumará el uso de un "brazo robótico y el pilotaje de aviones"


Aunque 400 kilómetros no parezcan gran cosa, 2030 sí parece lejano. Sin embargo, todo es cuestión de perspectiva. En coche, esos 400 kilómetros te pueden llevar de Madrid a Santander, pero si el destino es hacia arriba la cosa cambia. Con esos mismos 400 kilómetros, un cohete te saca de la Tierra y te lleva hasta la Estación Espacial Internacional.
De la capital a la costa cántabra, el viaje puede durar entre dos y cuatro horas, en función de las paradas que decidas hacer. Pero al espacio, el "GPS" puede marcar que el destino se alcanza en unas horas, o hasta en 3 días. Y el plan de viaje, claro, no dura unas horas, sino años.
Bien lo sabe Pablo Álvarez, ingeniero y astronauta titular de la Agencia Espacial Europea quien viajará próximamente, puede que en 2030, al espacio para pasar varios meses en la ISS. Inmerso en su formación, ha charlado con David Sierra en el programa de RNE Cruce de cables sobre todo lo que conlleva este viaje que, para él, ya comenzó hace un par de años.
Concretamente lo inició en noviembre de 2022 cuando fue seleccionado como candidato a astronauta de la Agencia Espacial Europea (ESA). Y desde entonces no ha parado. En abril de 2023 comenzó también su programa de formación básica, que terminó en 2024, pero que no concluirá definitivamente, según se estima, hasta antes de 2030.
"Tenemos que conocer al dedillo todos los sistemas de la Estación Espacial y estar preparados para hacer caminatas espaciales", explica. Por eso, añade, "la formación es tan larga". De hecho, el primer astronauta de su generación en volar en una misión de larga duración, lo hará en 2026. Y tras él, habrá misiones en 2027, 2028 y 2029 por lo que "la idea es volar antes del 2030", asegura.
Suena lejano, pero no es así. "No es tanto tiempo porque necesitamos mínimo cuatro años de formación", admite. Se trata de estar listo para cualquier circunstancia que se pueda dar. Y hasta el más mínimo detalle tiene que estar cubierto y pensado. No hay nada que se deje al azar.
Antes de meterse por primera vez en el traje espacial, por ejemplo, en esa "nave espacial en miniatura que pesa cerca de 145 kilogramos", las lecciones teóricas son intestas y exigentes. "Previamente a tocarlo tienes que conocer cada sensor, cada sistema y cada modo de fallo que puede dar para para poder reaccionar e interpretar qué es lo que está pasando lo antes posible", apunta el astronauta.
Lo mismo sucede cuando se está dentro del traje. El rigor es extremo. En esas seis horas de entrenamientos bajo el agua de la piscina para simular la flotabilidad, se aprovecha hasta el último segundo y hasta el último recurso. "En ese poco tiempo tienes que aprender distintas técnicas y formas de moverte", indica. Por eso, añade, "nos graban absolutamente todo ya que al verlo en cámara se revisan los fallos y se estudian puntos de mejoras para que no vuelvan a suceder".
Todo suma. Cualquier mejora es siempre bienvenida, por pequeña que pueda parecer. "En un paseo espacial solo tienes unas ocho horas y hay que hacer el máximo número de tareas en el menor tiempo", indica un Álvarez que este año tiene como retos "entrenar con el brazo robótico de la Estación Espacial en Canadá y aprender a volar aviones" para así ir después, poco a poco, "enfocándome más en la estación y en volar".
"Cada caminata espacial lleva años de preparación y de trabajo por parte de los astronautas, y del equipo que ha estado preparando los procedimientos de seguridad y todo el material", subraya.
Y es que no es solo el destino, es todo el camino hasta llegar allí. Y sí, el viaje de Pablo Álvarez al espacio en 2030 será un hito, pero no se reduce al despegue. De todo se puede aprender y todo y todos pueden ser útiles a las futuras generaciones. Ya lo dijo Neil Armstrong al pisar la Luna por primera vez allá por 1969, "un pequeño paso para el hombre es un gran paso para la humanidad".
Ser astronauta no es solo flotar en gravedad cero, y cumplir un sueño que todo niño y niña han tenido alguna vez, es mucho más. Significa tener la capacidad de gestionar cada reto y dificultad para lograr aquello que solo unos pocos son capaces de conseguir.
"Todos mis compañeros que ya han estado fuera cuentan que el ver la Tierra desde fuera y ser consciente de su fragilidad es una experiencia vital impresionante de la que todavía creo que no soy muy consciente", comparte Álvarez convencido de que la preparación mental es tan determinante como la física y la técnica.
La salud mental, una de las grandes patas de la preparación de los astronautas
Durante el proceso de selección, las pruebas de salud mental son clave. "Es el mayor filtro para seleccionar a las personas adecuadas que puedan llevar más o menos bien el estar seis meses en la Estación Espacial y trabajar bajo presión en situaciones extremas", añade. Porque nada tiene porque salir mal, pero en caso de que algo falle, mantener la calma es vital. "Todo lo que pueda salir mal en una misión espacial se habrá ensayado antes, pero también tenemos apoyo psicológico desde el primer día para nosotros y para nuestras familias", explica Álvarez.
De hecho, para favorecer su estado psicológico, incluso se les permite llevar a alimentos que les gusten. Estar en el espacio puede ser duro y experimentar cierta normalidad puede reconfortar en los momentos de mayor debilidad. Porque los astronautas siguen siendo humanos. Y hasta el más fuerte de ellos, puede tener momentos de angustia o de miedo. "Arriba se escucha permanentemente un ruido blanco de máquinas, como el de los aviones, pero sí que hay alguno que asusta, como el crujido de la Estación cuando se dilata por los cambios de temperatura", explica Álvarez.
Y la comida evoca, sin duda, recuerdos y calma. "Podemos desarrollar un proyecto con algún cocinero local para llevar comida que te guste”, asegura el español que si bien aún no tiene claro su menú completo, sí que sabe que, como buen leonés que es, "subiré algo de cecina".
Una cecina que seguro se comerá acompañada de buena música y también, de un modo u otro, de su familia y amigos. "Solemos hacer una lista de reproducción antes de las misiones entre todos los astronautas y hay muchos que se suben distintos sonidos de la Tierra de ruidos de parques, o de bares con gente. También nos dejan llevar 1,8 kilogramos de equipaje personal. Yo supongo que llevaré alguna foto y cosas que luego les pueda repartir a modo souvenir a mi familia y amigos", admite.