Enlaces accesibilidad

La esposa y los hijos de Chillida: el verdadero aire caliente que impulsó al escultor del viento

Por

En 2024 se celebra el centenario del nacimiento de Chillida
El escultor Eduardo Chillida EFE

A los 19 años, Eduardo Chillida (1924-2002) era un atleta superdotado encaminado a convertirse en leyenda del fútbol. Pero una lesión brutal durante un partido le apartó para siempre del deporte profesional. Nadie, excepto Pilar Belzunce, su compañera de vida, sospechaba en aquel momento que el joven portero de Hernani se disponía a reescribir su destino y a morir unas décadas más tarde como uno de los mayores escultores del siglo XX. Comenzó su actividad artística en torno a 1948, cuando se traslada a París. Allí entabla amistad con Pablo Palazuelo, quien más adelante le recomendaría realizar su primera exposición individual. En 1950, se casa con Pilar Belzunce de Carlos, instalándose ambos en Villaines-sous-Bois, un pueblecito francés en la región de Isla de Francia, departamento de Valle del Oise. Al nacer su primer hijo, la pareja regresó definitivamente a San Sebastián y Chillida empezó a trabajar en una fragua de Hernani, donde el hierro jugó un papel fundamental en su trayectoria. Pero para que el escultor del viento pudiera volar, necesitó antes una corriente de aire caliente que lo impulsase: su esposa e hijos.

Pilar Belzunce, la esposa de Chillida

Pilar Belzunce de Carlos, más conocida como Pilar Belzunce, nació en Filipinas, en el seno de una familia numerosa originaria de Navarra, regresó a España cuando su padre dejó las plantaciones de azúcar en Filipinas. Una vez asentada en San Sebastián, frente a la casa de la familia Chillida, Pilar conoció al que sería su marido cuando él tenía 16 años y ella, 14. Desde entonces se convirtieron en inseparables y ella, en su mecenas. Se comprometieron cuando ella tenía 18 años y ocho después, contrajeron matrimonio con un acuerdo: él se dedicaría por completo a desarrollar su faceta artística y ella se ocuparía de todos los asuntos prácticos. Así fue durante los 60 años de convivencia, hasta la muerte del escultor en 2002.

A lo largo de su vida, Belzunce fue uno de los pilares de Chillida tanto a nivel personal como laboral. Mantuvo siempre un carácter resolutivo y una fe completa en el talento de Chillida, liberándolo de cualquier actividad que lo distrajese de su faceta artística. Lo apoyó, le dio seguridad, allanó las dificultades que ambos se encontraron por el camino, lo acompañó en todos sus viajes y, por supuesto, cuidó de sus ocho hijos en común. Pilar Belzunce fue, sin duda alguna, la calidez del aire que llevó el viento de Chillida a los cielos. De hecho, Belzunce guardó todos los trabajos y dibujos de Chillida, incluso aquellos que él desechaba en la papelera, por lo que es gracias a ella que existe el museo tan único dedicado al escultor, el Chillida Leku, del cual fue cofundadora junto al artista. De hecho, ¿sabías que el museo es el antiguo caserío de Zabalaga que el matrimonio compró en 1984? Lo reformaron juntos durante 17 años para albergar todas las obras del escultor. Se inauguró el 16 de septiembre de 2000, para albergar las esculturas de Chillida al aire libre y difundir y exhibir su trabajo, dos años antes de la muerte de Chillida. Cuando Pilar falleció en 2015, sus cenizas se enterraron en este museo junto a las de su marido.

¿Quiénes son los hijos de Eduardo Chillida? Todo sobre su numerosa descendencia

Los hijos de Eduardo Chillida y Pilar Belzunce son Susana, Ignacio Góngora, Luis, María, Carmen, Eduardo, Guiomar y Pedro. Todos ellos crecieron alrededor del taller de su padre, viendo cómo entregaba su cuerpo y alma a la fundición del hierro. Sin embargo, el estudio del escultor estaba vetado para todo el mundo y nadie podía entrar en aquel templo de creaciones. De todos ellos, el que heredó su nombre, Eduardo, es también quien heredó su pasión por esculpir hierro. Es el menor de la familia, pero desde pequeño mostró su interés por el arte, llegando a realizar su primera escultura con tan solo cuatro años: una mujer sentada en una silla con los brazos posados detrás de su cabeza y las piernas cruzadas. Era de tierra y la hizo junto a su padre. El resto de sus hermanos no siguieron los pasos de su padre, pero se dedican a divulgar y mantener viva su figura a través del Chillida Leku.