La curva de Angrois: claves del juicio

El juicio por el accidente del Alvia cerca de Santiago de Compostela, hace casi una década, está finalizando su fase de responsabilidad penal y, en breve, entrará en la fase civil, la de las víctimas: 80 personas perdieron la vida y 144 resultaron heridas. Fue uno de los mayores siniestros ferroviarios de nuestro país. Las familias reclaman casi 58 millones de euros, pero piden, sobre todo, que se repita una investigación en la que, de acuerdo a un informe de la Agencia Ferroviaria Europea, faltaron informes de riesgos y careció de independencia.

Asunción Ferreiro, madre de Laura Naveiras, fallecida aquel fatídico 24 de julio de 2013, insiste en que "las víctimas lo que quieren es que se sepa la verdad porque la justicia ya llega tarde".

El reportaje repasa la tragedia ocurrida a la altura del municipio gallego de Angrois, en la curva de A Grandeira, a tan solo 3 kilómetros de la capital compostelana y detalla una instrucción prolongada durante 9 años. Dos son los acusados: el maquinista del siniestrado Alvia y el director de seguridad en la circulación de Adif de entonces, imputado precisamente por no haber considerado los riesgos que conllevó la supresión del sistema automático de frenado.

La velocidad, la llamada que respondió el conductor minutos antes del accidente y la señalización en la vía son algunas de las claves del proceso. "Nuestra verdadera batalla está en que la opinión pública al final no haya comulgado con la rueda de molino de que el único responsable del accidente es el maquinista", dice Carlos Vázquez, hijo de Blanca Padín, fallecida. “Yo creo que esa batalla, que en realidad es la que nosotros hemos dado, ya la hemos ganado".