Sinopsis
El que fuera motor económico de Europa y que ya arrastra dos años consecutivos de recesión, una crisis que va más allá de las cifras, acude este domingo a las urnas para dirimir hasta qué punto pesan los discursos extremos que han protagonizado la campaña, con la inmigración en la diana. "Nos hemos acostumbrado a tener que escuchar discursos populistas que ofrecen soluciones fáciles a problemas complejos, sin entrar en la vivienda, la educación, las pensiones... ¡No, la culpa de todo la tienen los extranjeros!", dice Anabel Bermejo, alemana de Friburgo, hija de padres españoles que llegaron en los 60. Ella misma cuenta las diferencias que sigue habiendo entre el este y el oeste del país 35 años después de la caída del muro.
Es una herencia que tiene mucho que ver con la actual situación y que, en la antigua Alemania Oriental, ya se vislumbró en las elecciones de Sajonia, Turingia y Brandeburgo, donde la ultraderechista AfD dio en septiembre pasos de gigante. Allí, en los tres casos, se mantiene el cordón sanitario, pero ahora ese partido está en el segundo lugar de las encuestas, por detrás de la CDU, y los partidos tradicionales, para algunos, corren el riesgo de contagiarse de sus propuestas migratorias.
La desinformación y los bulos propagan el odio y hay miedo. Lo corroboran en la Asociación de Familias Binacionales de Leipzig. Anna Sabel, su directora, cuenta que quienes suelen acudir en busca de ayuda "temen como mínimo que haya deportaciones". "Vienen con muchos interrogantes: cómo me van a acoger, qué significa integrarme en Alemania...", añade Cristina Faraco, directora de 'La Red' de Berlín. En sus oficinas, el programa entrevista a Bara Sharbaji, que llegó en 2015 desde Siria y que hoy tiene pasaporte alemán: "Un país sin migrantes es un completo error. Un país sin diversidad no tiene ningún sentido".
