La Roma del siglo XVI se había convertido en el lugar de producción artística más importante de todo el continente, con maestros como Bramante, Rafael y Miguel Ángel.
El papa Julio II era en un papa enérgico que retomó los proyectos de Renovatio dell'Urbe, con el fin de restaurar la grandeza de Roma y la autoridad papal. Su pontificado no fue brillante a nivel político ni financiero, pero tenía una destacada intuición para elegir a los artistas que decorarían y embellecerían su entorno.
La capilla Sixtina fue construida por el papa Sixto IV, entonces era conocida como la Capilla Magna. Está situada dentro del complejo palaciego del Vaticano y se convirtió en la sede del cónclave que elige un nuevo papa. En sí, es un edificio rectangular y alto. No tiene fachada principal y carecía de decoración.
El papa encargó a Miguel Ángel Buonarroti la decoración de la bóveda. Tendría que representar a los doce Apóstoles con alguna decoración. Pero, el artista destruyó lo que había pintado y comenzó, él solo, una obra maestra que sorprendió al propio Julio II.
Luis Alberto Pérez Velarde, profesor de Historia del Arte en la Universidad Complutense, nos hablará de la tormentosa relación que mantuvieron el papa y Miguel Ángel durante la ejecución de la obra.
