Muchas veces me pregunto por el sentido de tanta escenificación mediática, de tanto sensacionalismo como nos rodea impidiendo que nuestra relación con el mundo tenga unos perfiles razonablemente sensatos. Pero hay ocasiones en que esa escenificación llega a extremos que son difíciles de justificar porque, tras ella, se oculta una voluntad de manipulación demasiado evidente como para que la audiencia no se sienta agredida por el burdo intento de mistificación. El “Todo por la audiencia” se repite como un mantra, pero el caso es que la audiencia televisiva sufre un atropello tras otro. Levantaremos cabeza?
El pasado domingo asistimos a dos horas de vacío y dudosa intención pomposamente teatralizados por Jordi Évole y Macarena Olona y me pregunto cuál de los dos tuvo más responsabilidad en la orquestación de aquel paripé donde todo eran estudiados silencios, actitudes victimistas y una comparación sugerida por la abogada del Estado y suscrita por Évole, presentándose Olona como el personaje que interpreta Edward Norton en American History X, un hombre que sufre cruelmente el acoso de una banda de nazis estadounidenses cuando decide abandonarla en busca de la reconciliación racial. ¿Qué tendrá que ver aquella espléndida película, tan bien trabada, con la rencorosa historia de Olona? ¿Y hasta dónde llega la responsabilidad de un periodista que, pudiendo hacer algo a favor de un diálogo que nos acerque a la verdad - la que sea que interese- opta por el espectáculo fácil, ridículo y lleno de contradicciones que nos ofrece una mujer dominada por el resentimiento?.
La firma de Anna Caballé.
