Biblioteca Pública - Julio Llamazares narra en Primavera extremeña, entre la desolación y la esperanza, su confinamiento en el campo durante la pandemia
(Entrevista de Manuel Sollo). En pocas ocasiones se han aliado con tanta destreza y consuelo el arte, la escritura y la naturaleza para sobrellevar la amenaza de la pandemia causada por el coronavirus desde el primer trimestre de 2020. Julio Llamazares ha narrado su experiencia en Primavera extremeña (Alfaguara). El 13 de marzo de ese año, el escritor salió con su familia de Madrid buscando refugio en una casa de campo de Extremadura. Sólo dos días después, el Gobierno decretaba el estado de alarma para intentar detener la expansión de la Covid-19. Lo que iba a ser un aislamiento de un par de semanas se convirtió en una reclusión de tres meses, hasta junio, en los que el protagonista y su gente vivieron una estación tan bella como cruel e inolvidable. Junto a los textos, el volumen reproduce una serie de evocadoras acuarelas de Konrad Laudenbacher, amigo y vecino del autor, que fue conservador jefe y restaurador de la Pinacoteca Nueva de Múnich, Alemania. La visión de una de esas pinturas alumbró el camino literario que iba de la muerte desoladora en un mundo aparentemente lejano al vitalismo explosivo de aquel esplendor primaveral, con ecos de la infancia. La luz, los colores, la lluvia, los animales, los olores reflejaban una vida bulliciosa e incluso esperanzada, pese a la triste negrura de las noticias exteriores. La escritura fue entonces el arca de Noé que ahora nos devuelve el sueño que perdimos.
