Ars sonora   Olga Neuwirth / Elfriede Jelinek (II) 06/11/2021 01:00:02

Concluimos nuestro doble monográfico dedicado a la fértil relación creativa entre dos artistas procedentes de Austria: la compositora Olga Neuwirth, nacida en Graz en 1968, y la escritora Elfriede Jelinek, nacida en Estiria, en el sureste del país, el 20 de octubre de 1946 -acaba de cumplir, por tanto 75 años-.

En este segundo programa centramos nuestra atención en "Der Tod und das Mädchen II" (“La muerte y la doncella II”), una obra compuesta en el año 2000 como música electroacústica inicialmente concebida para la danza, pero que en disco adopta la forma específica de una pieza radiofónica ("Hörspiel", en idioma alemán). El punto de partida es un texto de Jelinek inspirado en el cuento de "La bella durmiente", pero teñido de sátira, así como de exploraciones psicoanalíticas basadas en la idea de sueño -se combinan aquí, pues, elementos genuinamente austriacos-. Recaban un papel protagonista, dentro de estos ambientes fantasmagóricos, las conocidas actrices Hanna Schygulla y Anne Bennent, así como las manipulaciones electrónicas de sus voces realizadas por Gottfried Hüngsberg (pareja de la escritora Elfriede Jelinek).

Tal y como escribe Ana Giménez, profesora de la Universidad de Valencia, en su análisis de la obra de esta autora galardonada con el Premio Nobel de Literatura en 2004, "Jelinek recupera el final del cuento, en el que la princesa abandona el estadio de tránsito entre la vida y la muerte de forma mágica, gracias al beso de su salvador. Lo que es asumido con total naturalidad en el mágico cuento de hadas es, sin embargo, motivo de sorpresa para la princesa de Jelinek, que recupera la voz que no tuvo en los cuentos populares para preguntarse por su existencia, antes, durante y después del sueño. La Bella Durmiente también quiere ser, vivir una vida no marcada por el sueño al que le condena su historia: 'Me gustaría experimentar algo, pero estoy paralizada por la capacidad de despertarme'. Sin embargo, tal y como constata, su vida está marcada por ese estado de semiinconsciencia, así como por el beso del príncipe, que es el que le devuelve a la vida. Para el personaje femenino, los límites entre el sueño y la vida quedan realmente difusos. Por ello, la protagonista define su existencia como sueño; su existencia no es vida, es un no ser, como mucho, 'el tiempo muerto del ser'. La muerte ha sido durante largo tiempo 'la constante de su existencia', desde la que poder trabajar 'la posibilidad de SER'. Sin embargo, prosigue lamentándose, ella tampoco ha tenido una muerte como el resto, pues no se le ha permitido diluirse 'en la muerte hasta convertirse en nada'. Además de recuperar el motivo de la mujer como bello cadáver, que, también en el cuento popular de 'La bella durmiente', ensalza la belleza y la pasividad absoluta como ideales femeninos, Jelinek problematiza la representación de la mujer como creación del hombre".

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