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'Napoleón', la épica elemental y directa de Ridley Scott

  • Se estrena el biopic del emperador francés protagonizado por Joaquin Phoenix y Vanessa Kirby

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Joaquin Phoenix, en 'Napoleon'.
Joaquin Phoenix, en 'Napoleon'.

A Napoleón Bonaparte le atormentaba tanto su imagen que cuando llegó al poder en 1799 ordenó el cierre de las publicaciones satíricas parisinas para guardarse de los caricaturistas y que prevaleciese la imagen heroica que encargaba al pintor Jacques-Louis David. No pudo, evidentemente, hacer lo mismo con los dibujantes británicos, pero lo intentó: al negociar el Tratado de Amiens con Inglaterra quiso incluir una cláusula para que quien le retratase con mofa fuera extraditado y juzgado en Francia.

Han pasado 200 años y otro inglés, Ridley Scott, asume el enésimo retrato del general, cónsul y emperador, que de todos modos en cine no ha sido tan tratado como pueda intuirse. Scott, de 85 años, debutó en el cine en 1977 con Los duelistas, obra maestra ambientada en la era napoleónica donde ya recreó la retirada francesa en Rusia y demostró su soltura para la gran producción y las atmósferas históricas. "Napoleón no aparecía en la película, pero desde entonces está conmigo", ha contado Scott a TVE.

Han pasado 46 años desde Los duelistas y Scott es tan obsesivo con el cine como Gabriel Feraud (Harvey Keitel) lo era con los duelos: 28 películas no precisamente baratas y con Gladiator 2 a la vista para el año que viene. “Para mí las vacaciones duran tres días”, explica.

Los restos de Bonaparte (o di Buonaparte en el nombre italiano con el que nació) no se revolverán de ira en Los Inválidos con la versión Scott. Su Napoleón es un acercamiento elemental cubierto de épica y centrado, una vez más, en su relación con Josefina, que va desde el advenimiento de la revolución con la decapitación de María Antonieta hasta el fallecimiento de derrotado emperador en Santa Elena, pasando por los hitos más conocidos de su biografía: toma de Tolón, expedición a Egipto, consulado, coronación, triunfo en Austerlitz, catástrofe en Rusia, exilio en Elba, vuelta al poder y derrota en Waterloo.

El guion de David Scarpa repasa en orden los principales epígrafes de la Wikipedia porque el Napoleón de Scott carece de cualquier ambición napoleónica de pasar a la historia del cine como la versión de Abel Gance de 1927 (o ambición kubrickiana, al que Scott no ha parado de citar en la promoción). Napoleón, con una narración rápida y directa, funciona en lo que propone, pero sus cañones no apuntan muy lejos.

Joaquin Phoenix no podía sino destacar recubriendo de vulnerabilidad la magnificencia de Napoléon, con destellos como su miedo antes de la osada estrategia de Tolón, y especialmente frágil en su devoción con Josefina (una no menos brillante Vanessa Kirby). Son centelleos de lo que podría haber sido un estudio de personajes, definición que Scott no deja de aplicar a su película en la promoción, pero lo cierto es que su película parece en sus explicaciones una atrevida versión apócrifa de la Historia y en pantalla se asemeja más a un biopic estándar -salvo por la magnitudes- bien resuelto.

"El 80% de los espectadores van a pensar que es una lección de historia, así que tenía que pensar en que los elementos funcionasen para el mundo de 2023", dice Scott, que dice que las batallas y las escenas de cama por sí solas son "aburridas" si no acompañan a un conflicto que define así: "Napoleón fue todo como líder, incluido dictador, político, burócrata. Creó su leyenda. ¿Por qué se sentía tan necesitado (respecto a Josefina)? Nos centramos en esa pequeña debilidad".

Vanessa Kirby, como Josefina.

Vanessa Kirby, como Josefina. Aidan Monaghan

En Francia ya han sepultado la película por sus aberraciones históricas, que Scott está contratacando ferozmente. ¿Qué se critica la apócrifa imagen de los cañones franceses destrozando las pirámides de Gizah? “Me pareció un modo rápido de contar que Napoleón tomó Egipto”. ¿Qué hay más quejas? “Los franceses no se gustan ni a sí mismos”, remata.

Para entender la disonancia francesa hay que señalar que escuchar a Napoleón hablar en inglés americano, a Josefina en inglés británico y a Wellington en ese mismo inglés debe ser especialmente chocante para un francófono, pero no tiene mucha justificación exigir al cine una precisión histórica, como también recuerda Scott: “Había una voz que me recordaba que hay 2.500 libros sobre Napoleón, pero nadie sabe realmente cómo era”. E, igualmente, recuerda mientras levanta su dedo índice señalándose: "Solo hay un crítico que importa".

RIdley Scott: "Había una voz que me decía que ya se habían escrito 2.500 biografías de Napoleón"

El Napoleón civil tampoco es objeto de la película. Ni está su obsesión por la meritocracia, por la abolición de los principios feudales, por el poder evangelizador de los ideales republicanos. Robespierre, Fouché o Tayllerand son fugaces apariciones que dejarán al profano igualmente confuso. En Napoleón solo importa el militar -brillante y suicida-, y el amador de Josefina: no hay enganche novedoso para una figura archiconocida, aunque la película vuelva una vez más a justificar lo que Chateaubriand dijo del corso: “Vivo, se perdió el mundo; muerto, lo posee”.