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Los trastornos alimentarios masculinos, entre el estigma y el desconocimiento: "Me veía como un monstruo"

  • Un 10% de los pacientes son varones, aunque expertos cree que muchos no piden ayuda y elevan la cifra a uno de cada cuatro
  • "Los profesionales no detectan conductas que si las hiciera una mujer saltarían todas las alarmas", alertan los especialistas

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El ejercicio compulsivo se relaciona con los TCA en hombres
El ejercicio compulsivo se relaciona con los TCA en hombres

"Yo tenía 14 años y era muy tímido. En el colegio me hacían bullying, se metían con mi orientación sexual. Como me costaba mucho pedir ayuda, la manera que encontré fue dejar de comer". Jordi Figuerola, de 38 años, rememora cómo empezó a sufrir anorexia, un trastorno que hasta hace apenas dos años no sabía que padecía. "Yo buscaba información sobre lo que me pasaba, y veía que todos mis síntomas coincidían con la anorexia, pero todo estaba dirigido a la mujer, así que decía 'no puede ser eso'".

Su caso es el de muchos hombres con trastornos de la conducta alimentaria y ni siquiera cuando pidió ayuda profesional encontró una solución. "Cuando empezó todo me llevaron al psiquiatra, pero no sirvió de nada porque había muy poca información, mucho desconocimiento. Si ya pasa eso ahora imagínate hace 20 años", explica en una conversación con RTVE.es. "Ojalá haber encontrado la terapia en el momento de inicio", reflexiona.

Ahora está detrás de la cuenta de Instagram Anorexia Masculina, en la que divulga información sobre la enfermedad y el tratamiento para que chicos jóvenes se den cuenta antes de su problema y puedan buscar ayuda a tiempo.

Desde hace unos años, cuando empezó a hablarse de los trastornos de la conducta alimentaria como la anorexia o la bulimia, la atención social y mediática se ha concentrado en las chicas que lo sufren. Y no es para menos: los TCA afectan en un 90% a mujeres, según datos de la Confederación de Salud Mental de España. La proporción, sin embargo, podría no estar tan desequilibrada si afloraran todos los casos, según apuntan varios expertos. A los varones les cuesta más llegar a pedir ayuda y más aún cuando sufren una enfermedad "considerada de chicas", según explica a RTVE.es Robin Rica, psicólogo especializado en estos trastornos. Él cree que hay un hombre con TCA por cada cuatro mujeres.

A los varones les cuesta más llegar a pedir ayuda y más aún cuando sufren una enfermedad "considerada de chicas"

Una vez llegan a las consultas, y lo hacen cuando el trastorno suele estar más avanzado que en el caso de las chicas, "los profesionales no detectan conductas que si las hiciera una mujer saltarían todas las alarmas", asegura. En los cuestionarios para determinar si una persona sufre un TCA se pregunta, por ejemplo, "¿tienes un deseo de tener la tripa plana?", lo que choca con la ambición de muchos chicos por tener unos abdominales marcados.

"La gente me decía 'de qué te quejas, si estás muy bien'"

Esta falta de conocimiento ha llevado a que los trastornos alimenticios que afectan a hombres sean menos estudiados, menos tratados y que quienes lo sufran se sientan más solos. "La gente me decía 'de qué te quejas, si estás muy bien'. Era como que nadie me entendía, pensaba 'soy un raro', me veía como un monstruo", relata Figuerola. A pesar de ello, en consultas como la de Rica están aumentando los casos en los últimos años.

La razón, para el sociólogo Manuel Romero, es que si bien "las exigencias corporales para las mujeres ha existido siempre, en los hombres cada vez son mayores". Cita, por ejemplo, el aumento en los últimos años de gimnasios en las ciudades o de productos masculinos orientados a estar en forma. Coincide Rica, que cree que "la presión estética" entre los hombres va a más, lo que crea "un caldo de cultivo peligroso" para los trastornos relacionados con la imagen corporal, especialmente en la "subcultura del culturismo".

"En los ambientes de gimnasio no hay nadie que haga una crítica, tienes que estar muy mal para que alguien te diga 'te estás pasando'. Si ves a una chica delgada que va dos horas por la mañana y dos por la tarde todos los días, hasta los propios monitores se preocupan y le dicen que está pasando allí demasiado tiempo. En cambio, si lo hace un hombre se le dice 'le estás dando duro', y se refuerza ese comportamiento", resume el terapeuta.

"En los ambientes de gimnasio no hay nadie que haga una crítica, tienes que estar muy mal para que alguien te diga 'te estás pasando'.

La "mirada masculina", detrás de la presión estética también en hombres

En su investigación sobre el origen de los trastornos de este tipo en hombres, Manuel Romero apunta a que, contra lo que pudiera parecer, la búsqueda de cierto ideal corporal en los hombres heterosexuales no está orientado a resultar atractivos a las mujeres, sino que "está orientada también por la mirada masculina".

"Esto ocurre con las mujeres, que siempre han sido objeto de deseo de la mirada masculina, y en los hombres porque al final tú con quien te mides es con tus iguales", afirma. "Es lo que sucede cuando nos exponemos, por ejemplo, en el vestuario de un gimnasio entre otros muchos hombres. Ahí se ve cómo el resto me mira, cómo los demás piensan que soy y si tengo un cuerpo correcto o válido", apunta el sociólogo, coordinador del Instituto de Estudios Culturales y de Cambio Social (IECCS).

Lo mismo ocurre en la playa o en la piscina, donde se expone el cuerpo a la "fiscalización" de los demás. "Cuando se acerca el verano la ansiedad aumenta muchísimo", asegura, lo que lleva a una "ocultación para evitar situaciones incómodas". Pone el ejemplo de uno de los chicos a los que entrevistó para su investigación: "Cuando empezaba el verano, se encerraba en una habitación, se ponía el aire y jugaba al ordenador hasta que se acababa".

El propio Romero reconoce que él ha tenido muchos problemas con su imagen corporal y ha sufrido ansiedad y depresión, aunque nunca lo haya llegado a relacionar con un TCA. El problema empezó en el colegio, cuando en clase de educación física pesaron a todos los alumnos en público y a él le dijeron que tenía sobrepeso. "Yo estaba sano y esa era la primera vez que me decían eso. Ese verano fue un infierno, yo siempre tenía excusas para no ir a la piscina", relata.

Más tarde aquello derivó en una relación obsesiva con el ejercicio físico, una restricción alimentaria y atracones. "Yo lo veía como un problema personal, entendía que había un cuerpo correcto al que yo tenía que aspirar y yo no llegaba. Ahora estoy mejor gracias a mi psicóloga, pero eso no significa que el problema haya desaparecido ni mucho menos".

"Yo lo veía como un problema personal, entendía que había un cuerpo correcto al que yo tenía que aspirar y yo no llegaba.

Una edad más tardía de inicio y obsesión por el ejercicio

La falta de estudios sobre los trastornos en hombres ha provocado que se pasen por alto muchas particularidades. En varones, la enfermedad despunta más tarde, explica Rica, entre los 16 y los 19 años, mientras que muchas chicas ya muestran sintomatología a los 12.

Hay diferencias también respecto al ideal de cuerpo al que aspiran. A diferencia de las mujeres, "el varón no busca tanto la delgadez" y padecen más "trastornos alimentarios orientados a la musculatura", lo que se conoce como dismorfia muscular o, más popularmente, vigorexia. Aquí aparece el componente del ejercicio compulsivo y alteraciones en la conducta alimentaria que van por fases: para ganar volumen, consumen grandes cantidades de comida aunque no tengan hambre, mientras que cuando buscan definición en los músculos vuelven a alterar toda la conducta para que se noten más.

El extremo "más grave" de la dismorfia muscular es el uso de esteroides y otras sustancias, muchas de ellas prohibidas en nuestro país y que se compran a través de internet. "Son chutes importantes de hormonas que causan un daño importante a nivel renal, hepático o cardiaco", advierte Rica, que cree que su consumo está demasiado normalizado en ambientes de gimnasio.

En redes sociales es además fácil encontrar información sobre el consumo de productos de este tipo, contenidos que no están vetados como los que fomentan, por ejemplo, la bulimia. "Si tú buscas por ejemplo en YouTube 'cómo vomitar sin que se enteren', entonces te saltan políticas de moderación del contenido y te ofrecen teléfonos de ayuda. Pero si buscas cómo hacer un ciclo de esteroides ves vídeos de gente explicándolo explícitamente", señala.

"En el colectivo gay las exigencias corporales son muy fuertes"

Cuando Figerola empezó a sufrir anorexia no tenía un problema con su físico, era más bien una forma de pedir ayuda, explica. Sin embargo, hacia los 18 años, cuando empezó a entrar en aplicaciones para ligar entre hombres, se desencadenaron todos los problemas con su imagen corporal. "Hay una gran presión estética en el colectivo LGTB, un juicio constante del cuerpo que tienes, y para mí eso fue lo que hizo que explotara la bomba". Ahora vive "tranquilamente" sin aplicaciones.

Hay pocos estudios con conclusiones claras sobre si la orientación sexual es un factor de riesgo para desarrollar TCA en hombres, debido sobre todo a las reducidas muestras de población de estos análisis. "En anorexia o bulimia siempre se ha dicho que la orientación homosexual parecía ser un factor de riesgo, pero las explicaciones al respecto son más bien hipótesis", dice Rica. Una de ellas apunta precisamente a la mirada masculina que comentaba Romero, ya que entre las mujeres la homosexualidad es un "factor protector" de estos trastornos.

Entre los entrevistados por Romero para su investigación, un chico gay contaba que dentro de la comunidad "las exigencias corporales son muy fuertes". Según Figerola, el colectivo LGTB recibe muchos ataques y discriminación, pero incluso el propio colectivo "discrimina y etiqueta, se juzga a él mismo, y de esto no se habla".

"Cuando con 18 años entran en terapia les digo 'aprovechad'"

A la hora de iniciar un tratamiento, también hay diferencias respecto a las chicas. Rica apunta a que, si bien las estrategias motivacionales son transversales a ambos sexos, en hombres hay que tener en cuenta que "a los hombres les cuesta hablar en clave emocional".

También señala la dificultad de afrontar el ejercicio compulsivo, ya que "no es recomendable reducir la actividad física a cero", como sí que ocurre con otras adicciones como el alcohol o las drogas. "Hay que generar una relación con el ejercicio físico, no desde la compulsividad, sino desde la salud, el juego. No es lo mismo ir al gimnasio a contar series de pesas que apuntarte a un equipo de básquet", ejemplifica.

Para Figerola fue fundamental entrar en un grupo de apoyo de chicos en la unidad de trastornos. Llegó allí hace unos dos años, tras ser ingresado en el hospital por una pérdida extrema de peso. "Ahí veo que no soy el único. Cuando entra un chico nuevo yo siempre les digo 'todo lo que tú vayas a contar yo lo he vivido, así que aquí nadie te va a juzgar'".

"Cuando con 18 o 19 años ya entran en terapia les digo también 'aprovechad', no dejéis pasar 20 años, más la mitad de la vida como yo, para pedir ayuda'". Ahora Jordi es profesor de instituto, vive con naturalidad su trastorno y aprovecha que ha vencido el miedo que antes tenía para contarlo y así ayudar a chavales que no lo tienen tan fácil. Muchos le escriben por Instagram, otros le preguntan en el grupo de apoyo.

"Cuesta mucho, pero no pasa nada por hablarlo. Yo he encontrado la naturalidad de poder decirlo y no sentirme mal: tengo un trastorno que me está enseñando muchas cosas y me está haciendo crecer de otra manera. No me siento orgulloso, pero no tiene nada malo que yo diga que tengo un trastorno", defiende.