Enlaces accesibilidad

Las belugas valoran la cultura y los lazos familiares, igual que los humanos

  • Regresan a las mismas ubicaciones generación tras generación
  • Esa herencia intergeneracional implica aprendizaje social
  • Es la conclusión de un estudio genético de parentesco

Por
Algunos ejemplares de beluga incluso viajan hasta 6.000 kilómetros al año.
Algunos ejemplares de beluga incluso viajan hasta 6.000 kilómetros al año.

Las belugas parecen valorar la cultura, sus raíces ancestrales y sus vínculos familiares al igual que las sociedades humanas, según asegura un estudio internacional de once investigadores de Canadá, Estados Unidos y Rusia.

A través de un detallado y pionero estudio genético de parentesco publicado en la revista PLOS ONE, los investigadores demuestran que las belugas (Delphinapterus leucas) regresan a las mismas ubicaciones año tras año e incluso generación tras generación.

Esa herencia intergeneracional de hacia dónde y cuándo ir implica algún tipo de aprendizaje social de miembros de la misma especie, muy probablemente de la madre a la cría. El estudio establece firmemente la filopatría (es decir, la tendencia de muchas especies animales a permanecer en el mismo territorio en el que nacieron o a volver a él para reproducirse o nidificar) y circuitos migratorios completos como comportamientos característicos de las belugas.

El estudio indica que la cultura migratoria es heredada en estos cetáceos odontocetos (esto es, que tienen dientes en lugar de barbas) y ayuda a mantener demográficamente poblaciones discretas de belugas que pueden coincidir en el tiempo y el espacio. Las belugas no sólo saben a dónde ir y no ir, sino que también transmiten esa información de una generación a otra.

Aguas árticas y subárticas

La beluga (que significa "blanco" en ruso, de ahí que erróneamente se la llame "ballena blanca", puesto que las ballenas no son cetáceos dentados) habita en aguas árticas y subárticas y pasa los veranos y los inviernos en lugares diferentes, donde comen, se reproducen, mudan y crían. Algunos individuos incluso viajan hasta 6.000 kilómetros al año. A estos animales altamente sociables a menudo les gusta pasar el tiempo en lugares cercanos a la costa cuando el hielo se derrite en la época veraniega.

Su serie sofisticada de repertorios vocales y sistemas acústicos sugiere que son capaces de formar relaciones y grupos muy complejos.  Sin embargo, la cuestión de si estos animales y otros no primates pueden desarrollar cultura ha sido debatida mucho tiempo, en parte debido a cómo se define la cultura y porque son muy difíciles de estudiar en el medio natural.

“Lo que más nos intrigó fue si determinadas ballenas volvieron al lugar donde nacieron o crecieron y si esto fue un comportamiento heredado”, apunta Greg O’Corry-Crowe, profesor en el Instituto Oceanográfico Harbor Branch de la Universidad Atlántica de Florida (Estados Unidos), quien añade: “La única forma de que pudiéramos responder definitivamente a estas preguntas era encontrar y rastrear a parientes ceranos de un año a otro y de una década a otra”.

Antes de este estudio, las rutas de migración heredadas culturalmente y los destinos se dedujeron de investigaciones de diferencias genéticas entre grupos y poblaciones de ballenas, donde las diferencias en el patrón del ADN mitocondrial heredado por la madre sugerían una gran fidelidad al grupo y/o lugar de nacimiento de un individuo.  Hasta ahora, la evidencia directa de dicha filopatría era escasa.

Estudio genético

El nuevo estudio analiza ballenas de las principales áreas de concentración costera en el Pacífico norte, concretamente en tres áreas geográficas: el golfo de Alaska;, los mares de Bering, Chukchi y Beaufort, y el mar de Ojotsk.

Los investigadores utilizaron una muestra mucho más amplia y un conjunto de marcadores genéticos que comprendía 1.647 belugas a lo largo de más de tres décadas (entre 1978 y 2010) y abarcando todos los principales conglomerados costeros de verano en estas áreas geográficas.

Analizaron 1.444 muestras para el ADN mitocondrial y ocho ‘loci microsatélites’, y examinaron, además, 203 ballenas rusas del Lejano Oriente en la literatura científica. Descubrieron que los animales estrechamente relacionados entre sí se juntaban en las zonas costeras de veraneo cada año, hasta el punto de que se han documentado los mismos lugares hasta con 20 años de diferencia.

O-Corry-Crowe señala que el aprendizaje social, el parentesco y el uso tradicional de las áreas de las beluga proporcionarán a los científicos y administradores una mejor idea de cómo esta especie percibe su entorno y cómo van a responder a los cambios en él.

"Los hallazgos de nuestro estudio están ampliando nuestra comprensión de cómo de sofisticadas pueden ser las sociedades sin primates y qué importante es la cultura para la supervivencia de estas especies", apunta O'Corry-Crowe, quien concluye: "Nuestros hallazgos también influirán en nuestro pensamiento en términos de cómo las poblaciones y las especies se adaptarán a los dramáticos cambios ambientales. Hay pocos lugares donde esto sea más urgente que en las regiones polares que cambian rápidamente".