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Bertrand Tavernier: "Hay pocas series que me provoquen la emoción de las mejores películas"

  • Estrena el documental Las películas de mi vida
  • Un repaso sentimental a los cineastas franceses que le han marcado

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El cineasta francés Bertrand Tavernier.
El cineasta francés Bertrand Tavernier.

Bertrand Tavernier (Lyon, 1941) no es solo uno de los cineastas franceses más importantes de los últimos 40 años, sino también uno de los grandes cinéfilos del mundo. A sus 22 largometrajes de ficción y trabajos documentales, hay que sumarle sus enciclopédicos libros sobre cine estadounidense y francés, y su labor para conservar el patrimonio fílmico (actualmente preside el Instituto Lumière).

Todo Tavernier confluye en Las películas de mi vida, un documental que se estrena en salas el 12 de mayo, en el que el gigante francés hace un repaso personal a los directores, actores y compositores de bandas sonoras que le educaron sentimentalmente.

Su pasión comienza con Jaques Becker, autor de la primera película que impresionó al niño Tavernier, antes de que siquiera sospechase que existían los directores de cine. No es difícil advertir que el cine de Tavernier ha aspirado de algún modo a seguir su estela.

“No te puedes hacer idea de hasta qué punto me gusta lo que me dices. Es un cineasta que me ha marcado muchísimo, compartimos muchas cosas: el amor por el jazz, el gusto por mostrar personajes trabajando. Me llega muchísimo, lo que realmente lamento, como murió a los 48 años, es no haberle conocido”, dice Tavernier en una entrevista para RTVE.es

Porque la gran virtud de su documental es la semblanza de primera mano que hace de Jean Renoir, Jean Gabin o Jean Pierre-Melville, a los que trató personalmente.

“Todos me han impresionado. Es difícil imaginarse a alguien más cálido que Renoir, te hacía sentir que eras un genio”, define antes de matizar. “Mucha gente que trabajó con él decía que era un cálculo, que podía aplastarte con afecto y olvidarte instantáneamente”. Y pone como ejemplo su correspondencia con Jaques Becker, asistente suyo antes de dirigir, en las que jamás felicita por sus películas a su ‘querido amigo’.

El gran actor de los años 30, Jean Gabin, es aún más duro. Tavernier recuerda en el documental que el intérprete definía a Renoir como un ‘genio’ como cineasta, pero una ‘puta’ como persona. “Jean Gabin es tal vez el que más me ha impresionado. Era alguien muy inventivo y cálido, y que hablaba de una manera extraordinaria, tenía un francés formidable”.

Antes de debutar en el largometraje El relojero de Saint Paul (1974), Tavernier fue el chico para todo de la Nouvelle Vague, movimiento para el que ejerció de jefe de prensa en muchas de sus películas. “Era un movimiento con gente de un talento increíble, algunos, como Claude Chabrol y Èric Rohmer me encantaron: Chabrol era un delicia por su inteligencia y astucia”, dice para responder a la ausencia del movimiento en su película.

Amamantado por tanto en el apogeo de la teoría del autor, Tavernier asiste ahora a la eclosión de las series, en las que la autoría se diluye entre equipos de guionistas y directores. “Las series obligan a volver a pensar las cosas, aunque hay excepciones de grandes series que llevan siempre la marca de su creador, como las de David Simon”, dice.

Y añade: “Por otro lado, incluso en las series muy buenas, según avanzan todas tienen trucos de guionistas, lo que hace que no tengan el rigor de películas de dos horas. Reconozco que muchas series me cansan después del tercer capítulo porque empiezo a ver el proceso narrativo y ya no me sorprendo. Por el momento existe una moda de las series y creo que el péndulo volverá otra vez al otro sentido. Hay pocas series que me provoquen la emoción de las mejores películas de Kiarostami, Kaurismäki, Mungiu, Soderbergh o Tarantino”.

Por último, hace un llamamiento a la urgencia de conservar el patrimonio cinematográfico mundial. “Tomé conciencia muy pronto de ese problema. Fuimos los primeros en comprar películas para salvarlas. Más tarde, gente importante como Martin Scorsese (a través de su fundación The film fundation) se ha movilizado y eso ha servido para que la prensa, que jamás se había interesado en la problemática, comience a hacerlo”.