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Sevilla, el feudo socialista que daría un color especial a una victoria del PP

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Que Mariano Rajoy abra su campaña electoral para las elecciones municipales y autonómicas en Sevilla no es casual. La cuarta ciudad del país se ha convertido en un símbolo de todo lo que el Partido Popular quiere conseguir en estos comicios.

Por un lado, arrebatar al PSOE uno de sus feudos tradicionales, en el que lleva gobernando más de una década y que ha visto nacer políticamente nada menos que a Alfonso Guerra y Felipe González.

Por otro, asentar la sensación de que su victoria en las próximas elecciones generales es inevitable ya que, con Sevilla en manos populares, prácticamente todo el poder municipal andaluz pasaría al centro-derecha y se acentuaría la caída en picado de los socialistas andaluces, divididos a nivel interno pero claves para sostener electoralmente a sus compañeros del resto de España.

Por ahora, los sondeos le dan la razón: su candidato, el exdelegado del Gobierno Aznar en Andalucía y mano derecha de Javier Arenas en el PP regional, Juan Ignacio Zoido, va por delante en las encuestas, que predicen que podría obtener incluso la mayoría absoluta.

Con un discurso desideologizado y presentándose desde hace meses como la opción ‘inevitable’ en una ciudad en la que la marca Partido Popular sigue cotizando a la baja, el candidato del centro-derecha sevillano tiene en sus manos lograr los concejales que le permitirían gobernar sin hipotecas.

En concreto, el último sondeo del CIS le coloca en una horquilla de entre 16 y 17 escaños -la cifra mágica para gobernar- mientras que su rival socialista se quedaría con 13 o 14 e IU repetiría sus tres ediles.

El PSOE, ante sus fantasmas

En el otro lado, el socialismo sevillano se presenta como un espejo casi perfecto de la decadencia interna que está empezando a experimentar el partido a nivel regional.

Los escándalos de corrupción, fundamentalmente el caso Mercasevilla, han ido desgastando a una dirección provincial que lleva enfrentada al grupo municipal casi toda la legislatura.

El resultado fue la renuncia del alcalde, Alfredo Sánchez Monteseirín, a presentarse a la reelección y la proclamación como candidato del senador y exconsejero Juan Espadas, un hombre de perfil técnico pero desconocido para los sevillanos (que, eso sí, rechazaban ya mayoritariamente a Monteseirín).

Espadas, al igual que Zoido, se ha rodeado de un buen puñado de independientes, haciendo una campaña en la que la marca PSOE y su gestión municipal ha pasado inteligentemente a un segundo plano.

Y eso que, pese a la impopularidad del equipo de Gobierno, Sevilla ha vivido una metamorfosis en los últimos años que se materializa en el carril bici que recorre casi toda la ciudad y la peatonalización del envidiable centro histórico hispalense.

El gran reto de Espadas es conseguir mantener el apoyo de su partido en los barrios populosos del este de la ciudad, verdadero pulmón en el que se asienta el PSOE frente al centro, que siempre ha votado de forma abrumadora a los populares.

Una ciudad de poder cambiante

Esta división muestra que el supuesto valor simbólico de Sevilla tiene algo de mito: la ciudad hispalense, al contrario que la provincia, no ha sido nunca un bastión absoluto del socialismo andaluz.

Desde las primeras elecciones en las que gobernó el Partido Andalucista, hasta la década de los 90 en la que el también andalucista Rojas Marcos enarboló el sueño olímpico y la popular Soledad Becerril le sustituyó, el bastón de alcalde ha pasado por muchos colores políticos.

De hecho, la última vez que ganó un candidato por mayoría absoluta fue en el año 87, cuando venció el socialista Manuel del Valle.

El otro alcalde socialista que ha tenido la localidad en democracia, Alfredo Sánchez Monteseirín, nunca ha ganado por mayoría absoluta y en dos de las tres elecciones de las que salió como alcalde no ha sido el más votado por los electores.

La clave entonces, se encuentra en los terceros en discordia, que han determinado la vida política sevillana durante décadas.

El papel de IU

De hecho, tanto Monteseirín como Zoido empataron a 15 concejales en las pasadas elecciones y fueron los tres ediles de IU los que inclinaron la balanza a favor de los socialistas.

En este sentido, la última ‘metástasis’ del caso Mercasevilla, que ha supuesto la imputación del candidato de IU, Antonio Rodrigo Torrijos -que se niega a renunciar a su candidatura- puede resultar letal para las aspiraciones de la izquierda en la localidad.

Una caída de apoyos de IU -que mantiene un suelo de unos 25.000 votos- puede hacer que el PP cierre su ansiada mayoría absoluta o provocar una resurrección con fuerza inusitada del Partido Andalucista (PA), que determinó la política de la ciudad entre 1991 y 2003.

¿Retorno andalucista?

Así, los andalucistas consiguieron desbancar al PSOE, que había ganado las elecciones de calle en 1991, gracias al apoyo del PP.

Ocho años después, decidieron cambiar de socios y apoyaron a Monteseirín pese a que perdió frente a la 'popular' Soledad Becerril.

Esta política errática de pactos y la caída en desgracia de varios de sus proyectos más queridos, fundamentalmente los ligados a la candidatura olímpica, provocaron un declive electoral que ya en 2003 permitió a Monteseirín aliarse con Izquierda Unida y que en 2007 les dejó fuera del ayuntamiento.

Ahora, el escaso carisma de los candidatos de los principales partidos y el descontento hacia ellos por la crisis económica puede hacer que su candidata, Pilar González, logre entrar de nuevo en el Consistorio y que incluso tenga la llave de la Alcaldía como en los tiempos de Rojas Marcos.