Domingos a las 10.25 h.
Hola, soy Tiscar Espigares,
responsable de la Comunidad de Sant Egidio en España.
Bienvenidos a la Iglesia de Nuestra Señora de las Maravillas
que es dónde tiene la sede la comunidad de Sant Egidio
para la escucha del Evangelio, para la liturgia y la oración
y es el alma de la vida de esta comunidad
que se dedica a trabajar por los más desfavorecidos,
a trabajar por la paz, por el diálogo inter religioso
y por construir un mundo más humano para todos.
Os quiero hablar de la última encíclica del papa Francisco
porque se trata de un texto muy necesario para nuestro mundo,
dónde la globalización de la indiferencia
parece que domina todas las relaciones.
Un mundo, como dice el Papa, que ha perdido la fraternidad,
hoy más que nunca necesitamos, con la pandemia lo hemos podido vivir
todos estamos en una misma barca, tenemos un mismo destino
y para salvarnos necesitamos estar juntos y vivir como hermanos.
La fraternidad es posible, creo que es absolutamente necesaria.
La fraternidad significa que no me resulta indiferente
lo que le ocurre a la persona que encuentro.
En este mundo con la globalización de los medios de comunicación,
la persona que encuentro no es solo la que encuentro por la calle,
es la persona de cuyo sufrimiento contemplo a miles de kilómetros
como los refugiados, o los que pierden la vida en el mar.
Son muchos los colectivos a los que el Papa se refiere explícitamente
En primer lugar de los refugiados cuando habla de un mundo
que tiene qué estar abierto, que tiene que vivir la hospitalidad,
se refiere también a los pobres, a la gente que no tiene casa,
al mundo de los ancianos, especialmente descartado por nosotros
que gracias a la medicina multiplica los años de vida
pero, por otra parte, parece que esos años son una condena
porque las personas tienen que vivir aisladas en los asilos.
El Papa aboga por un mundo dónde nadie quede excluido,
por un mundo dónde vivamos una cercanía
dónde todos palpemos y sintamos en nuestra vida concreta
el sabor bueno de la fraternidad.
Es una encíclica que yo creo que también nace
no por casualidad en esta época de pandemia,
dónde hemos visto que el "sálvese quién pueda"
que ha sido la respuesta a nivel de los países e individual,
no funciona.
Es una falsedad porque todos estamos en esta misma barca.
Podrá haber cabinas de primera y de segunda clase
pero si el barco se hunde, nos hundimos todos.
Nuestra experiencia durante los días más duros de la pandemia
ha sido que no hemos cerrado las puertas,
esta iglesia ha permanecido abierta aunque no se pudiera hacer nada
pero abierta para la oración personal
y ha sido muy bonito contemplar como ayudábamos a los pobres
dándoles alimentos, geles hidro alcohólicos, mascarillas,
y también necesitaban venir a la iglesia
y cruzar su mirada con la mirada serena del rostro de Dios
que mira a todos con cariño.
Aquí tenéis el rostro de Dios que preside todas las ceremonias.
Cuando uno entra, la mirada se dirige al rostro de Dios
y esta bandeja lleva desde el inicio de la pandemia.
Es un lugar dónde las personas en un papel escriben los nombres
de aquellos seres queridos, amigos,
personas enfermas para las que piden la curación.
Es muy bonito porque presentarlas delante del rostro de Dios
es como lo que describe el Evangelio de aquel paralítico
cuyos amigos hicieron que descendiera a esa casa llena de gente
y que el pobre paralítico pudiera encontrarse con el Señor.
De alguna manera, somos como esos amigos de esa paralítico
que traemos delante del Señor a las personas
para las que pedimos la curación.
La invitación que nos hace el Papa con esta encíclica
es que no vivamos en la indiferencia, a que nos duela, a que sintamos,
a que pensemos como una persona vinculada a mi como un hermano
a cualquier persona que encontremos por la calle, por las redes sociales
o por la televisión.
No podemos resignarnos a un mundo inhumano,
tenemos que construir un mundo fraterno, de hermanos
y esto está en las manos de cada uno de nosotros.
Tíscar Espigares, responsable nacional de la Comunidad de San Egidio, nos ayuda a entender las claves de la última encíclica del Papa Francisco, "Fratelli Tutti".