Lunes a viernes a las 17.15 horas
Lunes a viernes a las 17.15 horas
El cargamento ha salido de Algeciras.
Aduana superada.
-¿Qué crees que le pasa?
-Ni se te ocurra mover un solo músculo
si no quieres que te pegue un tiro para reventarte la cabeza.
Quiero el nombre de ese contable y su número.
El de la persona que maneja sus cuentas.
-Dani, debo mover ficha. Solo así tendré tranquilo a tu novio.
-Sabes que poner una denuncia falsa es un delito, ¿no?
-Si lo pueden comprobar. Pero así será imposible.
-¿No ves que siente algo por Salgado?
Va a volver a suceder si se ven todos los días.
No te he llamado para darle más vueltas.
Te llamé para gestionar la separación.
(Música emocionante)
Una advertencia en toda regla.
"Te perdono que me hayas traicionado, pero a ellos no".
Lejos de ponerse nervioso, nos lanza un órdago.
Cualquier otro se habría replegado un tiempo.
¿Y si está planeando que su siguiente víctima seamos tú o yo?
Ya, lo sé, pero no puedo evitar sentir un escalofrío
solo con imaginar que pueda hacerte algo.
Claudia...
Sé que estás evitando a toda costa hablar de nuestros sentimientos,
pero eso no hará que desaparezcan.
¿Cómo está la situación con Antonio?
¿En qué punto estáis? Necesito saber qué pasa.
No intento presionarte para que digas lo que no quieres.
Tienes razón.
Toda la razón.
Claro.
Igual se nos pasó por alto algún detalle importante.
(EVA) -"A ver, Montes".
Que son cajas y cajas. No puede haberse volatilizado.
¡Me da exactamente igual! Es que...
¿Cómo que "no ha habido suerte, jefa"?
Llevo toda la noche sin dormir, por favor.
Montes, que aparezcan. ¡Que aparezcan, me da igual!
(Puerta)
-Hola. -Hola.
-¿Llevas aquí desde anoche? (SUSPIRA) -Sí.
Bueno, pasé por casa a ducharme y cambiarme. Tú dormías.
-Se te oye desde fuera. ¿Quién era?
-El imbécil de Montes.
-Vale. O sea, que el cargamento no aparece, ¿no?
-Es que no lo entiendo. He subestimado a este tío.
Maldito Quintero.
-Bueno, siendo como es, igual se las ha revendido a alguien.
-No. -¿Seguro?
-Seguro. Que no las quiere para vender, Bea.
Que quiere información.
-Vale, ¿y no te has replanteado el hecho de darle esa información?
-Sí, me lo he replanteado. Como última opción.
-A ver, este tío no tiene por qué enterarse.
Y si no le das a Quintero lo que quiere, ¿qué vas a hacer?
-No lo sé.
Es que no lo sé. No sé.
He buscado por tierra, mar y aire, y no aparece.
Igual la gente todavía teme a Quintero.
-¿Y si fue el conductor de la furgo el que le dio el soplo?
-No. Qué va.
Montes le ha interrogado a fondo, y no fue él.
-Vale.
¿Y cómo narices lograron que se bajara de la furgo?
-El viejo truco: una chica mona con un coche averiado.
-No se lo curró mucho Quintero.
-No, nada, pero le ha funcionado. Yo creo que era Hanna.
-¿Tu ex, la del Moonlight?
-Mi ex, la del Moonlight. -Vaya "personaja" también.
De todas formas, a mí lo que me mosquea
es cómo Quintero dio con la ruta de la furgoneta.
¿No sospechas de nadie?
-Pues había pensado en Carlos. Carlos Peinado, el aduanero.
-¿Le conoces hace mucho?
-No, qué va. Y el contacto me lo dio Quintero.
-Eva, Quintero. Está clarísimo. -Que no.
No es él. -¿Hablaste con él?
-Sí, y lo niega todo.
-Claro. Este tío no te lo va a reconocer de buenas.
-No, pero es que...
Solo le ha podido decir la hora a la que llegaba.
Nada más. No sabía de la ruta.
Lo habrá sacado de otro sitio.
-A mí no me mires, que yo no he hablado con nadie del negocio.
-Seguro, ¿no?
-Segurísimo.
Ni con Bruno, que te conozco y sé lo que piensas.
-No sé. Bueno, da igual.
El soplón aparecerá. Pero que aparezcan las armas.
-Oye, ¿y Muller se ha creído toda esta historieta
de que había muchos controles y que por eso se demora?
-Pues por ahora sí.
Pero... puede saltar la liebre, y va a venir a por mí.
-¿En qué piensas?
(CHASQUEA LA LENGUA) -Que me quedo sin opciones.
Eso debe salir hacia Alemania hoy.
Me quedo sin opciones.
-Pues bien, está bastante tranquila.
Mucho mejor que yo,
que me cuesta pillarle la postura al sofá del hospital.
Madre mía.
-Y... -A ver si me espabilo.
-¿Y no tuvo más visitas anoche? -No.
No.
-¿Qué pasa, que la visita de Iván no cuenta?
-Bueno, es que llegó tarde, ya estaba dormida.
Así que técnicamente no fue una visita.
-Ya. Para ella no, pero para ti sí.
Cuéntame. ¿Qué tal la cenita?
-¿La cenita? ¿Y tú cómo sabes lo de la cenita?
(RÍE INCRÉDULA) No me digas que le fuiste con el cuento a Iván
y le dijiste que me quedé en el hospital cuidando a Lidia.
-Bueno, a ver...
Yo solo le dije que a lo mejor te venía bien un poco de compañía.
Así que merezco que me cuentes qué pasó.
-Nada, no pasó nada.
-Os lo pasaríais bien, al menos.
-Todo lo bien que lo puedes pasar en la sala de espera del hospital.
-Con el chico que te gusta que está colado por ti,
vale cualquier sitio.
-Pero mira que te gusta enredar.
-Me dirás que no te hizo ilusión.
-Sí, me hizo mucha ilusión.
-¿Necesitas más pruebas de que Iván está colado por ti?
-¡Chis! Baja la voz, hombre.
Además, que no lo tengo yo muy claro eso, ¿eh?
No, porque le pregunté que por qué hacía eso por mí
y la respuesta me dejó un poco cortada, la verdad.
-¿Qué te dijo?
-Pues que lo haría por cualquier otro compañero
que pasara por un mal momento.
-Ya, y tú vas y te lo crees. -Pues sí.
Si sintiera algo por mí, me lo diría, ¿no?
-Bueno, tú también sientes algo por él y no se lo has dicho, ¿no?
Así que creo que estáis en la misma situación.
-Ya, eso sí, puede ser.
Pero se puso a salir con Ainhoa y yo me aparté.
Y lo llevaba bastante bien... hasta que pasó lo de África.
Claro... -Ahí él se preocupó mucho por ti.
-Sí. Hizo todo lo que pudo para hacerme ver
que mi actitud en el trabajo era enfermiza.
Y no paró hasta abrirme los ojos.
-Ha surgido el amor entre estas paredes tan grises, oye.
-No seas payasa.
No es el momento para ninguno de los dos.
Él acaba de dejarlo con Ainhoa,
yo aún no he superado lo de África...
Y ya está. No es sitio para hablar de esto.
A currar. Aire.
-Vale, venga.
Yo solo digo que las penas en buena compañía
se superan antes. -¡Anda!
(Puerta)
(SUSPIRA)
-Bruno. -Morena. No te esperaba por aquí.
-Escucha, necesito que hablemos antes de que vayas a currar.
-¿Qué ha pasado? -Hay un problema con un envío.
-No me digas. -Sí.
-¿La lie, perdí algo?
-No. No es ese tipo de envío.
-¿A qué te refieres?
-A ver, necesito que seas muy sincero conmigo, ¿vale?
¿Tú has hablado de Hariri o de las armas con alguien?
-¿Cómo? ¿A qué viene esto? -Contéstame. ¿Sí o no?
-No. Por supuesto que no, Bea. Me parece fatal que dudes de mí.
-Vale, ¿y ninguna noche le has dicho, ni por encima, nada a Quintero,
el dueño del Moonlight? -Pero ¿estamos locos, Bea?
No. A ese tío solo le pido una birra. Punto.
-Sí, pero ese tío, cuando ni te conocía,
intentó sacarte información de la mensajería.
-Bea, desde que me dijiste que ese tío era quien era
y que a tu hermana no le molaba, ya está.
Es una relación de cliente.
-Vale, pero igual algún día tenías dos copas de más
y se te fue la lengua. Este tío es muy listo.
Y si quiere sacarte algo, igual te invitó a seis birras.
-Basta ya. No me eches la culpa por algo que ni siquiera sé qué es.
-El tema es muy "heavy".
-Vale, pues todo lo que tú quieras.
Nos tranquilizamos, nos dejamos de secretos y me cuentas.
¿Qué ha pasado? -Que hemos sufrido un vuelco.
Nos han robado un cargamento de armas que le compramos a Hariri.
-¿Y sospecháis de Quintero?
-No, es que ese es el tema: no sospechamos.
El desgraciado se lo ha reconocido a mi hermana.
-Pero el primer culpable que piensas soy yo.
-No, Bruno. O sí. Quiero decir: estando sobrio, no.
Pero quizá un día en el Moonlight... -Ni sobrio ni borracho.
¡Que no le he contado nada a nadie! Además, yo eso no lo sé.
Solo sé que manejáis armas, que habláis con un tal Hariri,
pero no sé ni de dónde vienen, ni adónde van ni por dónde.
-Que sí, que tienes razón.
Con lo que tú sabes, no podría haber pillado la furgo.
-Claro.
-Lo siento. No es que dude de ti.
Siento tanta pregunta, pero estoy nerviosa.
-Y lo entiendo. (BEA SUSPIRA)
-No sé, si puedo hacer algo, lo que sea, dímelo.
-No, qué va.
La única que nos puede sacar de este marrón es mi hermana.
Pues nada, he venido a traerte esto.
Ya, bueno. Como no fuiste a desayunar...
¿Y de mi hermano, qué avance hay?
Ya.
Ya.
Pero nadie más, ¿no?
Yo creo que esta gente tiene calculado dónde hay cámaras,
dónde no...
¿Qué?
Bueno, pero... con lo que le pasó, yo creo que corrió como loco.
Bueno, mi hermano hace ejercicio, tiene condición,
y antes de entrar en casa respiraría un poco,
porque no quería que lo notáramos.
No quería que yo me preocupara, así que...
¿Y no has investigado nada más?
Bueno, pues la verdad es que...
sí te has tomado bastantes molestias.
(SUSURRA) Ya...
Bueno, pues pinches Discípulos.
Pero con lo que me dices, yo creo que no hay nada más que hacer.
No, bueno, pero eso nos pondría en riesgo, ¿no?
Es peligroso. Nos pondría en riesgo a los dos.
Pues al parecer ya no hay nada más que hacer entonces.
Pues... regresa al resto de tu trabajo.
Bueno, lo que quiero decir
es que no quiero que te frustres con este tema de no encontrar nada.
Sí. Bueno, pues me voy.
(Sirena)
-¿Me puedes echar un chorraco, en lugar de gotita a gotita?
Quiero irme ya de aquí. (RESOPLA)
Bueno, bueno...
Si ha llegado el doctor House.
(AMBOS RÍEN)
-¿Qué, cómo estás? -Bien.
-¿Bien? -Sí.
-Oye, que conste que ayer vine, pero estabas dormida.
-Ya lo sé, majo. Ya lo sé. Pero no te lo perdono.
-Bueno, es que estabas...
dormidita, tranquila... Desprendías un aura de paz...
que no parecías tú.
-Ay... -Cuidado.
-¿Sabes qué no te perdono? -¿El qué?
-Que ayer Lara y tú os hincharais a sushi
mientras yo me como aquí una comida basura.
-Vaya, pues sí que está informada la oficial Alonso.
-Yo desde aquí lo veo todo.
-Pues sí que se te ve bien, ¿eh?
Para haber sufrido lo que has sufrido y una operación a vida o muerte...
Eres una campeona.
-No. Los campeones son los médicos. -Bueno...
Tranquila, que enseguida estás fuera.
-Eso espero. Aquí me muero del asco.
Mira lo que estoy haciendo. Me lo ha traído Néstor.
-¿Néstor? -Esto es una pérdida de tiempo.
-Si lo sé, te traigo folios y haces papiroflexia como Salgado.
-Sí. Quita, quita.
Oye, ¿tú qué haces aquí? ¿No deberías estar en comisaría?
-Bueno, tengo la mañana libre, y Abarca me debía unas horas.
-Ah, bueno. Y has aprovechado
para hacer recados y visitar enfermos.
-Eso es: he ido al banco y luego unas compras,
que me estoy comiendo la comida de Carlos.
-Con él bien, ¿no?
-¿Con Carlos? Sí. Bien.
A ver, sigue dándome la chapa con sus rollos sentimentales,
pero es buen tío y me río mucho con él.
-Imagino que tú también le darás la chapa a él con tus movidas.
-¿Yo? Yo no tengo movidas, Lidia.
-Ya, claro. Tú solo comes sushi.
-Sushi y lo que me dejan. (LIDIA RÍE)
-¡Vaya! Qué sorpresa, no te esperaba.
Si vienes a tomar algo, todavía tenemos cerrado.
-Ya. Pues como los dos sabemos que no vengo a tomar nada,
acabemos ya con las chorradas.
-Me parece muy bien, me pareces estupendo.
Dejémonos de chorradas y vayamos al grano.
Ya está bien de jueguecitos, ¿no?
¿Qué quieres? -Mis armas. ¿Dónde están?
(QUINTERO RÍE)
Antes de decirte dónde está esa furgoneta con tus armas,
ya te he dicho que lo que quiero es saber
quién es el contable de Khan y su número de teléfono.
Y yo de ti no me retrasaría mucho en dármelo,
porque ahora que eres intermediaria en el tráfico de armas,
no creo que ni tus socios ni tus clientes
estén muy contentos si se pierde ese cargamento, ¿no?
-Estás contento, ¿verdad?
Te gusta tener la sartén por el mango.
-No te voy a negar que me estoy divirtiendo. Solo un poco.
Pero no entiendo por qué estás siendo tan reticente
para darme ese teléfono y ese nombre.
Deberías tomártelo como algo indispensable para cerrar un negocio.
-No, qué va. Esto no es un negocio.
En un negocio ganan las dos partes, y aquí solo ganas tú.
No hace falta ser licenciada para saberlo.
-Bueno, tú también sales ganando.
De entrada, salvarás el pellejo.
Por lo que tengo entendido, ese socio que te has echado ahora
y esos clientes que esperan esas armas
se pueden poner un poco nerviosos si no llega su cargamento.
Y sabemos que son gente de armas tomar, nunca mejor dicho.
-Estás hoy fino, fino.
-Sí, será el café. -Sí.
Ganar una batalla es solo eso: ganar una batalla, no la guerra.
-Bueno, ¿qué tal si nos dejamos de filosofías
sobre la guerra, bushido, códigos samuráis y esas cosas
y vamos al grano? ¿Me vas a dar ese teléfono o no?
-Sí.
Claro, qué remedio.
(CARRASPEA) Pero te explico.
Esto es quedar en deuda.
Y me la voy a cobrar.
Habrá una próxima vez.
-Entre tú y yo no tiene por qué haber una próxima vez ni nada parecido.
Yo ya te he dicho varias veces
que lo que hagas con tu vida o con tu empresa
me importa un carajo.
Yo solo quiero a Vlado Khan.
Nada más. Y cuando me des ese contacto,
entre tú y yo no tenemos nada más que hablar.
No hay guerra que valga.
-Sí. Sí la hay. La que empezaste tú.
Yo esto no lo voy a olvidar.
Ni que has usado a Hanna como cebo.
-Cuidado, porque Hanna no tiene nada que ver con todo esto.
Y si tratas de hacerle algo, cualquier cosa,
tendrás un serio problema conmigo.
¿Me vas a dar ese teléfono o no? -Sí.
Pero a Hanna la has metido en esto tú.
Aquí lo tienes.
(SUSPIRA) Su número de teléfono.
Es todo lo que tengo.
Me lo dio Vlado por si tenía problemas con las transferencias.
No sé mucho más.
-Pero ¿ya está, así?
¿Un número de teléfono y nada más?
¿Ningún nombre ni nada?
-Nunca tuve que utilizarlo.
-Bueno, no es que sea mucho, pero servirá de algo.
-¿Cómo que "no es que sea mucho"?
Que es todo lo que tengo, Quintero.
No sé más de Khan. No puedo decirte más.
-¿Y?
-Dime dónde están mis armas. (QUINTERO RÍE)
No te voy a decir dónde está esa furgoneta todavía,
hasta que compruebe que este teléfono es correcto.
Que la información es buena.
No sería la primera vez que me mientes, ¿verdad?
-¿Y te llevará mucho tiempo?
-El que sea necesario, Eva. El que sea necesario.
-Pues empieza cuanto antes.
(SUSPIRA)
Lily. Sí, soy yo, Fernando.
Necesito hacerte un encargo muy urgente,
y es muy importante. ¿Cómo lo tienes?
-Pues me voy a ir. ¿No quieres que te suba nada?
-Si no es un Bitter, ni te molestes.
-¿Bitter? Llevo aquí uno.
(LIDIA CHASQUEA LA LENGUA) -Nos lo tomamos cuando salgas.
-Vale. Que sea pronto.
-Nada, te dejo aquí con el entretenimiento.
-Con la diversión. -Venga, recupérate.
Hasta luego. Chao. -Gracias, chao.
(Móvil)
Hombre, Alba. Qué sorpresa.
-"Me enteré de lo que pasó en el vivero.
¿Cómo estás?". -Pues bien. Bien.
Bueno, al menos puedo contarlo.
-"No quería creer que se había convertido en un asesino.
Pero ya veo que no hay duda. Lo siento, de verdad.
Ojalá hubiera podido aportar un poco más".
-Alba, tú no tienes culpa de nada. Al contrario.
Nos ayudaste mucho con la pista de la flor.
Gracias a eso casi lo cogemos. Pero al final se nos escapó.
-"Es que no entiendo por qué tiene tanta rabia dentro.
Tú sabes qué le pasó a su familia, ¿no?
Tuvo que ser una desgracia".
-Estamos empezando a meternos ya en terrenos pantanosos.
Tú ya sabes todo lo que debes saber de Lucas.
No puedo contarte más.
Pasó una tragedia familiar y ya está, hasta aquí.
No puedo darte más detalles.
-"Ojalá algún día pueda preguntárselo yo misma.
Por qué no pudo superarlo.
Con las ganas que tenía de que nos alejáramos de todo.
No lo entiendo.
Él quería que nos fuéramos a vivir al Pirineo de Huesca,
criar a nuestro hijo ahí, en mitad de la naturaleza".
-¿Y te dijo algún sitio concreto?
-Antonio, rey, ¿no te ha gustado?
¿Te hago un par de huevos y unas patatas?
-No es culpa tuya.
Estoy desganado, ya está. Cóbrame.
-¿Cómo te voy a cobrar, si no has pegado bocado?
-Tú ya has hecho el gasto. Esta comida va a la basura.
-Bueno, pues te cobraré el plato y el agua. Ocho euros.
¿Cómo está Olga?
-Bueno, ayer se llevó un pequeño disgusto.
-¿Y eso? ¿Qué pasó?
-Claudia y yo quedamos para hablar con ella
y contarle nuestra situación.
-Ya... Y le pilló por sorpresa, ¿no?
-Teníamos que contárselo y no andar con paños calientes.
Es una mujer adulta. Debe entender que sus padres...
necesitan un tiempo.
-¿Y cómo se lo ha tomado?
-Regular. Es natural. Pero estas cosas, cuando te las cuentan, duelen.
-Ya. Imagino que os preguntaría los motivos y todo eso.
-Sí, insistió mucho en ello, pero no dimos detalles.
-¿Qué le habéis dicho?
-Las cosas que se dicen en estos casos:
el tiempo, la rutina... Cosas así.
-Ya... Bueno, mejor así, ¿no?
-No habría servido de nada contárselo.
Y más estando lejos.
Pero no me sentí nada bien mintiéndole.
-Tampoco le habéis mentido.
No le habéis contado todo, pero lo fundamental sí:
que os habéis dado un tiempo, que ha habido cambios...
-Yo estaba bien.
Es Claudia quien está en otra cosa. Por eso pasó esto.
-Antonio, a lo mejor no te sirve de consuelo, pero...
las parejas que llevan tanto tiempo como vosotros
no es porque no hayan tenido situaciones difíciles.
Es porque han sabido superarlas todas.
-Tienes razón. Claudia y yo las pasamos de todos los colores.
Pero esta vez no sé si lo superaremos.
Cóbrame. -Bueno, ya verás cómo sí.
¿No tienes nada más pequeño? Me quedo sin cambio.
-No. Tenía diez euros, pero no sé, debí gastármelos. No sé.
-María, Antonio. -Buenas.
-No los encuentro.
-Bueno, déjalo. Que no me quede sin cambio.
-Bueno, anda. Gracias.
-Antonio, que tengas buen día.
(Pasos alejándose)
¿Qué te pongo?
-Una tónica, por favor.
Esto se le ha olvidado a Antonio.
-Pues no sé, la guardaré, por si alguien pregunta.
-Iba con mucha prisa, ¿no? -Sí.
Tenía que irse al centro de salud ya.
-¿Antonio se ha ido a un hotel?
-Pues no lo sé. Ya te digo que no sé si la llave es suya.
-Gracias.
-¿Otra vez de mensajitos con tu amiga la policía?
-Bueno, estoy preocupada por ella.
Aunque se está recuperando, no le dan el alta.
-Que sí, Hanna. Que yo lo entiendo.
Entiendo lo que te está pasando y toda esa preocupación.
Pero si te soy sincero, creo que cuando salga del hospital
debes volver a marcar distancias con ella.
Sobre todo por todos los líos en los que estamos metidos.
-Bueno, eso ya lo veremos.
-A ver, Hanna.
Todo esto en lo que estamos metidos no es ninguna tontería.
Te lo pido por favor, reconsidéralo.
Esto es algo muy serio.
(HANNA SUSPIRA)
-Hanna. Hanna, escúchame.
En cuanto Lily nos llame para decirnos quién es
ese maldito contable de Vlado Khan,
la cosa se va a poner muy pero que muy seria.
¿Me oyes? -¿Seria?
Y hasta ahora ¿qué era, una broma?
Los robos, los secuestros,
los asesinatos...
-A ver, Hanna, es que me parece todo muy extraño.
¿Hace falta que tenga que volver a explicarte otra vez
quién es Vlado Khan?
-No. No tienes que volver a explicármelo.
¿Debo volver a explicarte yo que lo que yo tengo con Lidia
no interfiere con mis ganas de matarlo?
(Móvil)
-Mira, precisamente es Lily.
Lily, ¿qué tal? ¿Qué tienes?
Espera. No me digas nada todavía. Estoy aquí con Hanna.
Voy a poner el altavoz para que lo escuche de primera mano.
Venga.
(CARRASPEA) (LILY) -"Hola, Hanna".
-Hola, Lily. ¿Qué tienes para nosotros?
-"El dato era bueno. Se trata del contacto de un fiscalista
que podría ser el de Vlado Khan.
Ha montado más de una 'off-shore'. Es un experto blanqueador".
-¿Y cómo se llama? -"Cristóbal Larrea".
-Cristóbal Larrea. Muy bien.
Muchas gracias, Lily.
Si me envías un mensaje con el dinero que te tengo que ingresar,
te hago la transferencia en un rato.
-"En cuanto cuelgue. 'Arrivederci'".
-Verás, está claro que hemos tenido que robar, que espiar
y que mancharnos las manos de sangre también.
Pero ¿sabes qué? Todo habrá valido la pena
si logramos llegar a Khan.
Y este nombre que nos ha dado Lily, este tal Cristóbal Larrea,
será el que nos lleve hasta él
para que yo me enfrente cara a cara y consiga matarlo de una maldita vez.
-Larrea... Es que me suena el nombre de algo,
pero no sé de qué.
Seguramente se lo habrás escuchado nombrar a Khan
en cualquier momento cuando estabas con él, no lo sé.
-Puede ser.
Bueno, pues ya sabemos qué tenemos que hacer.
-Pero ¿qué haces?
¿Te vas a ver a tu amiga al hospital otra vez?
-Exacto.
Hasta mañana.
-Hola. -¿Qué tal el día?
-Bien.
-Oye... (SUSURRA) -¿Qué pasa?
-¿Pudiste hablar con Carlos?
-Sí, sí.
Fui a llevarle el desayuno y luego vino a comer.
-¿Y qué te dijo? ¿Cómo va la investigación?
-No, pues nada, que efectivamente...
donde supuestamente te golpearon no había cámaras.
-¿Ves? Bien ahí.
-Oye, esta situación es muy incómoda para mí.
-Lo sé, Dani. Lo sé.
Pero no tienes nada que temer.
O sea, mientras no sepa que es una declaración falsa,
no habrá ningún problema.
-No. Pues no. No lo piensa, porque él cree que efectivamente
los Discípulos escogieron esa calle estratégicamente
para golpearte y que no hubiera cámaras.
-¿Y sabes si está haciendo más comprobaciones?
-Pues sí. Le preguntó a algunos vecinos,
pero no le dijeron nada.
Y no va a preguntar a los Discípulos porque sería peligroso para nosotros.
-Bien. Ya está.
Ya está, mi Dani. Caso cerrado.
-Pues no. No lo sé.
No lo dijo con esas palabras, pero... espero que sí.
De todas formas, debo estar pendiente de sus movimientos.
-No. Tú no tienes que estar pendiente de nada.
Tú ya te olvidas del tema, y lo mismo debería hacer él.
-Pues sí, pero no lo creo.
Carlos es muy profesional, y no se va a dar por vencido.
Y menos si sabe que puede ser algo peligroso
para ti y para mí.
-Cómo chinga este cabrón. -Oye, ya. No digas eso.
Es que aparte de policía es necio. Es la persona más necia que conozco.
-Ángel, de verdad...
-A ver.
Tendremos que seguir haciéndonos los preocupados.
Y cuando vea que no hay de dónde tirar, dejará la investigación.
(SUSPIRA) -A lo mejor es muy fácil para ti, pero para mí no.
-¿Por qué no?
-¿Cómo por qué no? Porque no me gusta mentir a Carlos.
-Ya lo sé. Te entiendo perfecto. De verdad.
Pero en cuanto se cierre la investigación,
no habrá problema, y te juro...
Te juro que no me meteré en ningún problema.
-Tú no puedes jurarme nada.
No puedes hacerlo mientras trabajes en esas timbas ilegales.
¿Por qué no lo dejas ya de una vez?
-¿Recuerdas que tenemos un crédito? Bueno, tengo.
-Sí. Maldita la hora en la que acepté tu ayuda.
Me siento entre la espada y la pared.
-¿A qué te refieres? -¿Cómo que a qué me refiero?
Pues que él es mi novio y lo quiero mucho.
Pero tú eres mi hermano.
No sé cuánto podré aguantar esta situación, de verdad.
-¿Qué piensas hacer?
-Pues no lo sé.
Pero no puedo vivir con este estrés y este sentimiento de culpa.
(Música de pub)
(QUINTERO) -Muy bien. Pues aquí tenéis.
Hasta ahora.
¡Bruno! Qué sorpresa, hombre.
No te esperaba. ¿Quieres tomar algo? -No quiero tomar nada.
Ya sé lo de tu vuelco a Eva.
-Chis.
-Vale. Así que para eso querías la información, ¿no?
Para robarle el cargamento.
-Eso no es asunto tuyo.
Ni te importa en absoluto.
-Pues sí que me importa.
Me dijiste que las armas no te interesaban.
-Y no me interesan. A mí las armas no me interesan.
Pero esa información me venía bien por otro tipo de asuntos...
que a ti no tienen por qué importarte nada.
Tú quédate con que lo que yo debía resolver ya está resuelto.
Así que ya está.
-¿Has pagado la deuda? -Claro que sí, hombre.
Ya he pagado la deuda.
No tienes que preocuparte nunca más de ese gallego.
-¿A Eva y a Bea no tengo que espiarlas más?
-De momento no. -¿De momento?
-Sí, de momento.
Tampoco nos ha ido tan mal trabajando juntos.
Hemos colaborado bien.
Hemos hecho un buen equipo, y desde ahora, si quieres,
podríamos seguir así
y te sacas una buena pasta de vez en cuando.
Eso sí, tendrás que tener la boca bien cerrada
y no contarle a nadie que tú y yo estábamos trabajando juntos.
-Vale. Tranquilo, que la tendré cerrada.
Pero no quiero saber nada más de ti.
Ni una llamada ni que me pidas un favor.
Yo ya he cumplido.
Hasta luego.
(Pasos alejándose)
-Eso ya lo veremos, amigo. Ya lo veremos.
Eva. Sí, soy yo, Fernando.
Sí, mujer. Ya he comprobado todo lo que debía.
¿Tienes para apuntar?
Venga, vale, espero. Así te digo dónde tienes... lo tuyo.
(Conversación inaudible)
-No hace falta que me esperes. Todavía me queda un rato.
No hace falta, en serio.
¡Que no, Carlos! ¡Te estoy diciendo que no!
¡Ya párale con tanta preocupación!
Es que a veces te comportas como si fueses mi guardaespaldas.
No, no eres controlador.
Pero... no sé, a veces pareces mi papá.
Me agobias.
No eres cargante.
Pues no sé, que últimamente todo hay que negociarlo,
que estamos discutiendo mucho.
Si lo digo es porque no estamos bien, Carlos.
Pero si te digo esto no es solo por lo que acaba de pasar ahora.
No me gusta que siempre dudes de mi hermano.
Además, sé que siempre será así.
A lo mejor él no quería denunciar la paliza que le dieron.
A lo mejor necesitaba estar tranquilo y ya.
Sí. Creo que lo entiendo.
Si quizá ese es el problema.
Pero tú eres como eres y este es tu trabajo.
Lo sé.
Y no te lo reprocho, y tampoco puedo pedirte que cambies.
Pero...
Tengo dudas sobre nosotros.
No lo sé.
No lo sé.
Ahora mismo lo único que tengo claro es que...
necesito pensar.
Es que estoy muy saturada, Carlos.
Y...
no sé.
(IVÁN SILBA)
(Timbre)
¡Voy!
-Hola. -¡Hola!
¿Qué haces aquí, pasa algo? -No.
Por una vez, no vengo a contarte ninguna desgracia.
-Bueno, pasa. -Vale.
He venido a devolverte el favor. -¿Qué favor?
-Te traigo la cena.
Me he pasado por el japo y he pillado un palé de sushi.
No sé, yo creo que ayer los dos nos quedamos con ganas de más, ¿no?
-Pues sí, puede ser. Puede ser, sí.
-Oye, igual debí avisarte. Estabas con algo, te interrumpo...
-Estaba planchando, pero no te preocupes.
Que... me sirve de excusa.
Así dejo de planchar.
Mira, voy a apagar esto.
Esto lo dejo aquí. Pues genial que hayas traído cena.
Estoy muerto de hambre.
Y la verdad, me daba pereza prepararme cena.
-¿Y qué pensabas cenar?
-Cualquier cosilla que hubiera en la nevera.
Como no está Carlos, que es el cocinillas oficial...
-Luego va diciendo por ahí que le explotas.
-¿Yo? Pero bueno, si... Y él a mí.
Vamos, que hago de psicólogo particular todos los días.
-¿Te cuenta muchas historias?
-Pues sí, la verdad.
Desde el mínimo detalle a los detalles más gordos.
Pero si te soy sincero,
yo también le cuento mis movidas, claro.
-Hombre, claro. Supongo que últimamente, con lo de Ainhoa,
habréis hablado bastante.
-Sí, bueno.
Sí, últimamente ese tema ha salido,
pero también... hay otros.
-Hombre, claro. Tu vida, el curro... ¿no?
-Sí, bueno. Sobre todo le hablo...
de una compañera.
Vamos, que le hablo... mucho de ti.
-¿De mí? -Sí.
-De mí ¿por qué?
-Bueno, según Carlos...
Carlos saca el tema, porque dice que...
-¿Qué? ¿Qué dice?
-Pues Carlos está un poco obsesionado con que...
con que estoy por ti.
-¡Vaya!
Pues me interesa el tema.
Pero vamos, que me interesa más... tu opinión al respecto.
-Pues no te cortes. Pregunta lo que quieras.
-Venga, va.
Tu ruptura con Ainhoa. ¿Tuve yo algo que ver?
-Pues mira, la respuesta es sí.
-Sí. Sí ¿qué?
-Pues que sí que me gustas,
y que por eso lo mío con Ainhoa no puede funcionar.
¿Tú qué sientes por mí?
-¿Yo?
Iván, ¿no tienes claro a estas alturas lo que siento por ti?
O sea... -Bueno, pero me gustaría oírlo.
-¿No me lo ves en los ojos? -En los ojazos.
(LARA RÍE)
¿No decías que tenías mucha hambre?
-Se me ha quitado el hambre. Vamos, de golpe.
-A mí también. Si eso luego, ¿no? -Sí.
-Vale. -Como eso no se enfría...
-Claro. Es verdad.
-Mira, si quieres te enseño el cuarto. Lo tengo ordenado y todo.
-Ah, vale. Fenomenal. -Sí, mira.
Está divino. -Es verdad.
-Oye, lo hiciste genial para ser tu primer día.
-Venga, mujer. Parecía un pato mareado.
Muevo los brazos para que no miren los pies.
-Pues lo hacías con mucho arte.
-Eso será por los vídeos que veo.
-¿Tú estás escuchando lo que está diciendo?
Aquí la jefa es una cajita de sorpresas, ¿eh?
-Bueno, no tanto.
Dani, podrías apuntarte con nosotras a clases de flamenco.
-¡Ay, sí! -No. Gracias, María.
Como que no va conmigo.
-Eso pensaba yo al principio, y mira ahora,
que tengo yo un duende...
-¿Qué te pasa, cariño? -A mí nada.
-¿Cómo que nada? Date la vuelta.
¿Qué pasa? ¿Es por tu hermano? Ayer estuvo aquí.
Le dije que se portara bien contigo. ¿Qué te ha hecho?
-No, si no me ha hecho nada.
-Entonces Carlos.
(ASIENTE)
Las cosas no están bien con él.
-Pero ¿ha pasado algo?
-Es muy largo de explicar, pero... estoy pensando en darme un tiempo.
-Mujer, pues desde fuera se os ve fenomenal.
Vamos, con vuestros momentos rarunos, como cualquier pareja,
pero se nota que os queréis mucho.
-Sí, pero bueno, ahorita eso es lo de menos.
-¿Cómo va a ser lo de menos?
-Yo la entiendo.
A veces con quererse no es suficiente.
-No, si Carlos es increíble, pero...
No sé, ahora mismo siento que no encajamos.
(MARÍA CHASQUEA LA LENGUA)
(SUSPIRA)
Bueno, cariño...
Tú no tomes decisiones importantes sin antes meditarlo, ¿vale?
-Vale.
Bueno, voy un momento al baño. Ya vengo.
(SUSPIRA)
(Timbre)
-Hola.
Me gustaría hablar un momento sobre nosotros.
Pensé que te referías a que la comisaría no era el lugar.
Bueno, me iré en cuanto me contestes a un par de preguntas.
¿En qué situación estoy ahora mismo?
Si quieres que renuncie a ti,
dímelo y sabré a qué atenerme.
¿De verdad?
Antonio se ha ido a un hotel.
Me he enterado de casualidad.
Pues lo siento por él, pero tampoco voy a ser un hipócrita.
Y me alegro, porque eso significa...
Mírame a los ojos...
y dime que no sientes nada por mí.
Solo necesito eso para dejarte en paz.
Entonces, ¿por qué debemos negar la evidencia?
¿No es el momento de dar el paso adelante?
Porque sientes cariño por él, no amor.
Lo siento, me he pasado de frenada.
Solo quería decirte que no te niegues lo que sientes por mí.
Está bien.
Mensaje recibido.
Hola.
No tienes que darme explicaciones. Debí llamar antes.
Venía a por unos informes.
-Os dejo a solas.
Hasta mañana, Claudia.
-No, no.
Soy yo el que me voy. Aquí sobro. Vendré otro día.
Lo siento. Ha sido culpa mía.
Me ha dicho que Lucas quería vivir en un pueblo con ella y con el bebé.
Tordal se llama.
-Es un hilo interesante del que tirar.
Seguro que todos se conocen.
-Eva no perdona ni olvida, ¿eh? Seguro que está tramando algo.
-Necesito que escribas todo lo que recuerdes.
-¿Y si los interrogatorios no dan resultados?
-Seguiré por los mensajeros. -¿Incluido Bruno?
-Incluido Bruno.
-Aquí lo tienes. Este es nuestro hombre: Cristóbal Larrea.
-Este tipo venía a uno de los prostíbulos de Khan.
Entonces vete a La Parra para que te mande a la mierda para siempre.
(QUINTERO) -¿Qué pasa? Con esa sonrisa...
¿Es algún mensaje nuevo de tu amiga policía?
-¿Algún problema?
¿De qué?
La situación se prestaba a que pensaras algo equivocado.
-Supongo que pasabas por casualidad y dijiste:
"Voy a darle las buenas noches a Claudia". ¿No?
-Quiero que sepas que no me invitó.
Fui sin avisar. Necesitaba hablar con ella.
Eva, incapaz de encontrar el escondite donde Quintero ha guardado su cargamento, le facilita la información que necesita. Por otra parte, Salgado descubre que Antonio se ha mudado a un hotel y decide mover ficha con Claudia. En el caso del Vigilante, Alba visita a Lidia en el hospital y recuerda un dato importante sobre Lucas.