El Premio Cervantes 1990 fue a parar a manos de Adolfo Bioy Casares (Buenos Aires, 1914-1999).
El escritor argentino leyó un breve discurso en el que, desde su primera línea, confiesa que quiso ser escritor tras leer “el inolvidable comienzo y todo aquel primer capítulo que nos refiere cómo era Don Quijote, dónde y con quiénes vivía”. Supo, entonces, que quería dedicarse a “contar, en tono despreocupado, historias de héroes que dejan la seguridad de su casa o de su patria y el afecto de su gente para aventurarse por mundos desconocidos”.
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