Martes a las 20.00 horas
Mi infancia en Torrijos, en este pueblo en el que crecí,
fue una infancia feliz.
Fui un niño de pueblo haciendo cosas de niños del pueblo.
Siempre en el campo, subiéndome a los árboles, persiguiendo perdices.
Y en esta misma plaza, cuando era una plaza de ladrillo,
con un templete musical en el centro,
debajo del cuál había una mujer que vendía chucherías,
la señora Felisa, un personaje muy conocido en el pueblo.
Y el resto de los hermanos estamos repartidos por España,
muchos cerca de aquí, pero otros como yo viviendo en Sevilla,
ya bastante lejos para disgusto de mi madre.
Sin duda, no puedo negarlo.
La novela está ambientada parcialmente aquí, en Torrijos,
también en este pueblo, en esta plaza,
en algunas de sus calles, en sus campos.
Y también hay otro polo, Edimburgo en Escocia,
donde yo he vivido tres años recientemente,
donde ya viví en el 96,
cuando fui después de la Universidad a fregar platos y aprender inglés.
Y luego hay otra serie de elementos que también son autobiográficos.
Toda novela familiar debe tener algo de la familia del autor,
porque digamos, es un material primario.
Porque vas a hablar de una familia que has leído
cuando ya tienes tu propia familia con sus propios conflictos,
con sus sombras y luces.
También hay cosas de mi relación con mi familia,
incluso algunos episodios familiares que yo he ido diseminando
y que prefiero no revelar
porque están escritos para los ojos de mi familia.
Sí, ese es uno de los ejes de la novela,
que también es el eje del agua, diría yo,
hay una distancia geográfica, son 2.400 kilómetros,
hay una distancia en cuanto a la latitud, la cultura,
pero también en cuanto a la presencia del agua.
El personaje, entre otras cosas,
se siente fascinado por la humedad del norte
en contraposición con la sequedad del sur del que procede.
En cierto modo hay una escapada de su tierra
y una búsqueda de un mundo exterior que él cree que es mejor
y que también es falso, en cierto modo.
Pero ese eje está muy marcado, como en otras novelas mías,
por la presencia o ausencia del agua.
Escocia, verde patria dónde se erigen castillos de ensueño,
tierra de gaitas y tartanes, whisky y alegría.
El país con más pelirrojos del mundo, rica en mitos y folclore,
aunque su gastronomía, no tanto.
Qué decir que no sepamos de Escocia.
Su capital, Edimburgo es un paraíso para los lectores
y sus increíbles librerías dan fe.
Cada año se celebra en la ciudad
el festival de libros más grande del mundo,
e incluso tiene un museo dedicado a los escritores.
Por todo eso, y más,
en 2004 la Unesco la declaró la primera ciudad literaria.
Y es que Edimburgo es la cuna y hogar de ilustres autores,
como el padre de Peter Pan, Jaime Barry, Walter Scott,
Sir Arthur Conan Doyle y Robert Louis Stevenson.
Los rincones de esta ciudad han dado lugar a todo tipo de historias.
J.K. Rowling se inspiró en el colegio George Eliot School
para crear su mítica Awards.
Ian Rankin convirtió sus calles en un escenario de crimen.
Irvine Welsh elevó su suburbios a la fama.
Hay tantos Edimburgo como lecturas,
solo tienes que elegir por dónde empezar.
y que las familias son viscosas, podríamos es decir,
hay una cosa adherente en las familias
que le va a impedir seguir con sus planes.
Y su plan básicamente era venir para el entierro de su padre,
dejar un poco arreglada la vida de su madre junto con su hermana
y en una semana o así volverse a Edimburgo, a su pequeño paraíso,
a la vida distante en la que se está desenvolviendo.
Pero la familia pues le va a plantear una serie de necesidades
y de compromisos con los que no contaban.
Y ahí arranca la novela,
también la transformación del personaje,
saber como Juan va a hacer frente a un compromiso
que es el cuidado, en este caso, de su madre.
Ya veremos si con la ayuda o no de su hermana Isabel,
pero va a tener que asumir un papel que no estaba asumiendo.
Desde luego, a base de coscorrones,
porque se lo reprocha y con toda la razón.
Ella ha descubierto también a través de este conflicto,
que estaba haciendo un trabajo que excedía sus posibilidades, es decir,
asumiendo una responsabilidad que iba mucho más allá de lo necesario
porque tiene un hermano que es corresponsable,
en este caso del cuidado de los padres.
Ella lo estaba asumiendo sin pedirle casi cuentas a él,
él se estaba yendo por las ramas,
disfrutando de una especie de privilegio masculino,
y en la novela van a encontrarse todos estos frentes
y van a tener que llegar un acuerdo.
Yo creo que la actitud de Isabel va a ayudar a Juan a crecer mucho.
Por supuesto,
creo que la muerte del padre es un acontecimiento tan radical
que no me queda más remedio que mirar hacia ese lugar y ver lo que sentí.
Y también las preguntas que me dejó, más bien esa gran pregunta
que es por qué no pregunte más a mi padre.
Yo tengo conciencia de clase,
soy hijo de una familia de clase media o baja, no lo sé.
Mi padre era un maestro de escuela en los años 60,
con seis hijos y también con el cuidado de los padres.
Y yo siempre he vivido con esa precariedad,
aunque nunca nos faltó de nada, pero siempre con cierta escasez
porque el sueldo de un maestro ya se sabe cómo era.
Entonces, nos hemos educado en la escuela pública, por supuesto,
siendo mi padre maestro de escuela pública, con becas
y teniendo muy claro qué era lo que nuestra sociedad hacia por nosotros,
cómo contribuía a nuestra a nuestro crecimiento y a nuestra formación.
Sí que tengo una una conciencia muy clara de dónde procedo
y es algo que aparece en mis novelas, aunque yo no lo quiera.
Es algo que es parte fundamental de mi identidad, no lo puedo evitar.
porque como soy un niño de campo he jugado subirme a los árboles,
he jugado a meterme entre los sembrados
cuando las espigas estarán altas...
He tenido siempre mucho contacto con la naturaleza, con el campo
y también a través de mi madre que adora a las plantas
y que es una excelente cuidadora de plantas.
Mariposas de invierno es la historia de una familia
que a causa de la enfermedad de la mujer,
se pasan tres años que no pueden ir a la montaña.
Están inmersos en una larguísima rehabilitación
después de un derrame cerebral,
en una casa adaptada que no es su casa.
Y entonces reviven todo lo que habían vivido en la montaña
en sus tiempos felices.
La naturaleza vive un momento dulce en la literatura,
llenando páginas de muchas de las novedades de los últimos años.
La nación de las plantas es uno de los muchos libros de Stefano Mancuso
sobre las plantas.
Es un investigador italiano que ha desarrollado su labor
en el laboratorio con experimentos con plantas.
Y eso le ha permitido transformar completamente
el conocimiento de las plantas
y elaborar una teoría filosófica en torno a las plantas,
lo poco que sabemos de ellas
y cómo pueden cambiar nuestra manera de relacionarnos con el mundo.
Joan Perucho tiene un libro fantástico, la Botánica oculta
y es un libro de plantas casi todas inventadas.
Esto es una larga tradición, inventarse plantas.
Inventa muchas plantas antropomórficas,
una que es espía, otra que trabaja en un circo...
Y es un libro fantástico.
El jardín de los senderos que se bifurcan es un clásico.
Aunque es un jardín en muchos aspectos,
es al mismo tiempo una novela,
es al mismo tiempo una idea del universo y de la creación literaria.
Es un cuento fantástico de Jorge Luis Borges.
Ahora cada vez más la gente se quiere ir de la ciudad al campo.
Yo pienso mucho en El barón rampante de Italo Calvino,
que es un personaje pionero ya que en el siglo XVIII,
toma la decisión de marcharse y este es un caso extremo,
porque decide vivir siempre en los árboles
y hace toda su vida hasta la muerte de los árboles,
incluso sus aventuras sentimentales y sexuales.
La dificultad principal de un novelista que desvirtúa la naturaleza
es cómo le explicas a alguien que no sabe lo que tú estás viendo,
como es la planta.
Tú tienes que hacer una descripción
que sea fiel desde el punto de vista biológico,
porque va a haber gente que lo sabe
y al mismo tiempo que sea envolvente para gente que no tiene porqué saber
cómo es una determinada flor o rama,
o cómo es el musgo en una determinada época del año.
A mí, particularmente es un reto que como escritor, me excita mucho.
Sí, desde luego lo ves.
Es una forma que tiene el personaje que yo tenía también,
porque hacía tiempo que no estoy en buena forma en la que estaba.
Es una forma que tiene el personaje de relacionarse con su tierra,
es una forma también de reconciliarse con la tierra.
Él disfruta de lo que le rodea,
de una tierra de la que escapó a través de la carrera,
de la sensación de plenitud que le produce el bienestar físico
de correr y a la velocidad que quiera por los campos
que fueron su tierra de la infancia, su niñez.
Creo que esa es la gran virtud del espacio cotidiano
y de la novela familiar.
El escenario para los acontecimientos dramáticos o para las emociones
no son grandes paisajes como este,
sino más bien, pequeños objetos que son al mismo tiempo códigos.
En la novela, por ejemplo, hay un vaso de Nocilla,
que es un objeto absolutamente anodino,
pero que para la familia tiene un gran significado
porque forma parte del ajuar de toda la vida.
Es una escenografía también en la que yo voy depositando
fundamentalmente las emociones y la identidad de esa familia.
Si de una forma, no sé si premeditada o no,
se ha constituido como uno de los temas centrales del libro.
En el momento en el que en esa escenografía doméstica cotidiana,
hay una madre necesitada de ayuda, que empieza a ser dependiente
y unos hijos que tiene sus propias disputas y sus propias vidas,
automáticamente el tema de los cuidados emerge sobretodo,
cuando la novela se desarrolla en el espacio doméstico,
donde esos cuidados son ineludibles,
es necesario que la madre esté atendida
y que lo hagan quienes están más cerca, que son sus hijos.
Decía Oscar Wilde que el recuerdo es un diario que todos cargamos.
Lo que no dijo es que a veces las abuelas y abuelos lo pierden
y no saben dónde lo dejarán.
Nubes en la cabeza de Elena Val es una manera poética de explicar
que es el alzhéimer a través de la mirada de una niña.
Marta Juliá cuenta a la demencia a través de una novela de aventuras
con las evocadoras acuarelas de Gemma Capdevila.
Una abuela y su nieta se embarca en mar adentro,
esperando recuperar la memoria en La isla de los recuerdos.
En la novela juvenil, Lo que el río lleva,
el recuerdo también tiene un gran peso.
Su protagonista desentierra una caja metálica
con una historia que nadie quiere recordar.
Quién si quiere recordar es el pequeño elefante Pomelo,
que intenta evocar todas las sensaciones, sentimientos
y personajes que ha vivido a lo largo de su vida.
Los pequeños lectores le ayudarán a conseguirlo en este divertido libro.
Si es un momento clave en la novela porque es un acto muy cotidiano,
pero que en el contexto de esa familia es revelador para Juan
en el sentido de que comprende que su madre
tiene una vida emocional aparte de la familia.
Entonces esa cápsula en el que él tenía metido a su madre
se comportaba de determinada manera, de repente salta por los aires
y se da cuenta de que apenas la conoce.
Y a partir de ahí comienza una transformación del personaje
que va desembocando hacia el final de la novela.
Me parece un punto de vista interesante
y que también a mí y a muchas personas,
en algún momento se le aproxima.
Cuando vemos que nuestros mayores empiezan a necesitarnos,
creo que a todos se nos hace una pregunta existencial
que requiere una respuesta que nos involucra por completo,
es yo creo que es la llamada de la responsabilidad,
hay que resolver esa pregunta, y cada uno lo hace a su manera.
Lo que yo planteo en la novela es una de esas posibilidades
en ese contexto de esa familia que es única como todas las familias.
Si acaso hay un poco de cierto remordimiento,
porque siempre tienes la sensación de que podrías haber hecho más
o haber hecho las cosas de otra manera.
Entonces el personaje si vive su regreso con cierto remordimiento,
repasa su vida repasarlo y se pregunta dónde estaba yo,
por ejemplo, cuando mi padre murió,
y donde estoy ahora que mi madre me necesita.
Bueno era un punto de partida.
Viniendo de dos novelas que me hicieron sufrir mucho
porque eran, entre otras cosas oscuras,
que quería aproximarme a un terreno un poco más amplio, luminoso...
Y en cierto modo, los personajes van avanzando en la novela
desde cierta oscuridad hacia una apertura en todos los sentidos,
hacia el territorio pero también hacia las emociones.
La publicidad, no particularmente.
El trabajo en publicidad, al menos cuando yo ejerciera,
era bastante estresante.
Y tampoco te voy a negar que no me interesaba particularmente
aquello que me tocaba a vender.
Me entregaba a ello con plenitud
pero prefiero trabajo de escritor de ficción.
Yo empecé y acabé como freelance, tenía una empresa de comunicación,
luego la dejé porque quería hacer otras cosas
y me llamaba más la creatividad.
Y empecé mis pinitos haciendo cosas de creatividad
para agencias de publicidad, marketing, multinacionales...
Lo bueno es que siempre ha ido relacionada con la escritura,
porque yo me vendía como guionista creativo.
Entonces me pedían sobre todo textos, me pedían frases
y entonces, al final, viene a ser lo mismo,
siempre he tenido que conquistar a través de la palabra.
En el tema de la publicidad lo hacía más cortito
porque al final te dan muy poco margen,
tienes poco tiempo para conquistar
y en un libro pues tengo una libertad total.
Mi primera novela surgió de una manera muy rara,
porque yo estaba estudiando el guión de cine
y tenía otra película en mente sobre un anciano que lo desahucian
y se iba a vivir con unos universitarios.
Y como ejercicio de clase me preguntaron qué querían saber
quién era ese anciano, que había hecho con su vida.
A la semana siguiente, aparecí con un fragmento,
que es lo que me he abierto todas las puertas
desde que empecé a escribirlo, que sale en la solapa del libro
y que resume un poco toda la vida este anciano.
"Mi nombre es Homero, he cruzado los Pirineos a pie,
he conocido a Hemingway, he hecho el amor en el coche de Franco,
me ha besado la bella Dorita, he conocido a genios
y acaba cerrándolo de una manera muy bonita que es
me he enamorado tres veces, las tres de la misma mujer.
Me resultaría difícil para mí mismo que ha trabajado en publicidad
centrarme en algo en concreto,
pero creo que cogería lo más importante en esta historia,
que es a mi abuelo.
Con él nació estas anécdotas y el principio de estas aventuras.
Y me gustaría cogerlo y recorrernos la ciudad
y pasear por las zonas que se describen y hacerlo con mi abuelo,
que tengo la suerte de que a sus 95 años aún está más sano que yo,
me recorrería todas esas zonas, iríamos comentando cosillas.
Cuando acabé el colegio quería estudiar Bellas Artes,
pero me suspendieron.
Entonces me quedé un poco sin saber qué hacer.
Y, finalmente no sé porqué, pensé en hacer publicidad.
Entonces empecé a hacer anuncios
y descubrí que me fascinaba hacer anuncios.
Ha sido una experiencia muy bonita trabajar en publicidad
pero llegó un momento que dije, yo quiero hacer más.
Yo siempre digo que la publicidad es como un cursillo intensivo
para una persona joven para aprender un poco de todo.
Con la publicidad aprendes a crear historias,
tratas con directores de cine, creas personajes,
tienes que vender lo que haces.
También tienes que vender el proyecto.
Y creo que va muy bien, sobre todo en este mundo que vivimos,
que todo se tiende a sintetizar.
Los publicitarios nunca se enrollan, siempre van al grano.
Yo creo que esto, en principio, incluso para literatura es bueno.
El asesino de los ositos de peluche es una novela de misterio
en la que seis niños apasionados por la filosofía,
se dedican a resolver misterios.
Una de las formas que entendía de publicitar el libro
sería hacer una dedicatoria de las mías.
En cada libro busco un eslogan particular
e intento firmar siempre a mis lectores
con todo el cariño del mundo.
Entonces, en este caso,
como el que escribe la novela es Descartes niño,
mi eslogan es, Pienso luego dedico.
Sigo siendo un muchacho de pueblo.
Yo creo que parte una parte muy importante de mi identidad
tiene que ver con mi crecimiento en un pueblo,
en una comunidad pequeña, muy próximo al campo.
Y una cierta sensación de libertad que se fraguó en el campo,
haciendo lo que me apetecía,
llegando a lugares como este corriendo en bicicleta,
llegando al confín que nunca parecía tener un límite, era el campo.
Le costaba trabajo entender que no es ella la madre de la novela,
mi madre no es la protagonista de la novela,
pero también ha reconocido ciertos aspectos de nuestra vida
y algunas cosas le han hecho mucha gracia
y es una novela que le ha gustado y a mí me hace sentir muy bien.
Página Dos visita Torrijos (Toledo) para charlar con Jesús Carrasco sobre Llévame a casa, una novela con tintes autobiográficos. Repasa clásicos literarios de Edimburgo. Albert Bertran Bas y Cuca Canals recuerdan su pasado como publicistas. Y Julià Guillamon responde a un cuestionario de botánica.