Música, baile, naturaleza y literatura, museos...Desde Hemingway a Antonio Gades, pasando por el Guggenheim o el Palau de les Arts de València. Aquí podrás disfrutar de los mejores documentales.
Este campo de Hadjerat M'Guil, le llamábamos "el valle de la muerte"
No son tumbas de judíos,
son tumbas de militares coloniales franceses.
Teníamos la experiencia de lo que habían hecho.
Y lo que habían hecho,
no ya con personas que hubiesen tenido una gran actividad...
que hubiesen podido acusar de cosas,
como ellos tenían la costumbre de acusar,
de crímenes que no habían existido,
sino pobres, inocentes, que pagaron las consecuencias
simplemente por tener un carnet sindical,
o por tener una opinión, un poco, de izquierdas.
Pues, yo tenía un historial, aunque era un crío,
porque yo tenía 16 años cuando estalló la guerra,
pero era voluntario, durante la guerra,
pues claro... todo eso... eran...
pues, qué digo yo... puntos para que te machacaran.
Franco traía la tropa esta Real, que decía él,
que era todo de los árabes, de los moros...
Pues oye, para contentarlos,
el señor Franco les daba campo abierto.
En los primeros momentos,
estoy de acuerdo que tanto en una zona como en otra,
se hizo... se hizo mal.
Pero es que, los otros fue en los primeros momentos...
y en las primeras esas...
Pero es que ellos, cada vez que iban avanzando,
iban entrando en un sitio,
se iban cargando a la gente así, a punta pala.
Mi padre había llegado diciendo que, rápidamente,
preparásemos unas cuantas cosas en una maleta,
que venía a buscarnos.
Él sabía perfectamente que, a pesar de que él
no... no se había manchado las manos de sangre, como decían,
sabía muy bien que no... que no convenía que nos quedáramos.
Mi madre dice: "pero bueno, ¿dónde vamos?"
Sacarnos así de casa.
Nos dijo que nos teníamos que descalzar para bajar la escalera,
que nadie nos oyera, como si estuviéramos...
yo que sé, haciendo un crimen.
-Precisamente, cuando nos vieron que íbamos hacia la estación,
pues... la estación se llenó de gente que no se iba a ir tampoco.
Es decir, eran curiosos, se habían enterado que nos íbamos.
Uno de los señores que nos encontró, dijo, en valenciano:
(Habla en valenciano).
"Como no he hecho nada, no tengo porqué irme".
Mi madre decía: "Pero bueno, pero, ¿dónde vamos?".
Entonces, mi padre dice: "No lo sé, no lo sé,
donde podamos, vamos a quitarnos de en medio,
porque vienen como hienas".
-Luego, mi madre cuenta, en su libro,
que cuando llegaron a Orán y consiguieron un periódico,
que se llama... se llamaba "La Republique d'Oran",
allí pudo leer...
que uno de los primeros ajusticiados fue este señor.
Entonces, afluyeron de lo que quedaba de la geografía republicana,
desde Valencia, desde Castilla-La Mancha,
hasta Alicante..., los últimos días, miles y miles de personas,
que se fueron concentrando en la zona del puerto de Alicante.
Estaba negro de gente.
Lo pienso y lo veo, todavía.
Era increíble.
Íbamos vestidas con dos vestidos, dos faldas y dos jerseys...
Todo lo llevábamos encima.
Y... llovía, llovía, no podíamos... bueno, los paraguas no se abrían,
porque la gente no podía abrir paraguas y...
Fue una mañana muy... muy fuerte.
Yo sentía la tristeza.
Pero, mi hermana era más pequeñita y todo era:
"y qué infame, y qué infame, y qué infame"...
pero... no podíamos darle ni de comer.
Y lloviendo y lloviendo, sin parar;
la gente, ya empezó a insultarse, a... decirse, en fin.
Ya empezó a moverse... nerviosa.
Entonces ya, oímos las cadenas del barco,
cuando se... se pone en marcha,
se mueve, se...
en fin, todo eso...
"Ya se va, ya se va, ya nos vamos, ya nos vamos..."
de uno a otro, de unos a otros.
Y había... yo me acuerdo que había muchos chicos... jóvenes y chicas,
y se pusieron a cantar: "Ya se va el vapor".
Ya no me acuerdo, pero la canción era esa.
Y todo el mundo se puso... a entonar la canción de esos jóvenes
que estaban cantando,
y fue... fue una tristeza... todo el mundo llorando,
en fin, fue muy fuerte.
Fue muy, muy, muy fuerte.
Primero nos dieron la orden que teníamos que subir solo un bulto.
Llevábamos una maleta y una manta.
Tuvimos que tirar la manta al mar.
Llegamos y pasamos al pie de la escalera que subía al barco.
Ahí fue cuando era muy difícil subir,
entonces, ahí fue cuando nos empujaron,
los que venían con nosotros y así...
o sea, subimos como ya, empujadas por la masa;
por todo lo que venía detrás.
Nosotros ya no éramos dueños de nosotros mismos.
-Y allá, arriba del barco, estaba el capitán.
Ese, yo me acordaré toda mi vida,
toda mi vida, porque...
daba la mano...,
te daba la mano y te tiraba para dentro...
y a otro y a otro...
Fue una avalancha que... te empujó, así... y...
Es que, se metieron más gente de lo que podía...
nadie imaginar allí, porque un carguero, carbonero,
no tenía tanta capacidad.
No nos dábamos cuenta;
eso fue una cosa... no puedo explicarlo.
Y, me acuerdo que, nos quedamos en proa...
Con la avalancha empujándonos, llegamos hasta el puente de mando.
Ya, muy cerca de la chimenea...
-...uno al lado del otro, muy hacinados...
-...allí fue donde nos quedamos acurrucadas,
porque ya, en el otro lado, también estaba todo ocupado.
(Locutor radio:
Rotas las débiles fronteras que separaban
lo que se llamaba "zona roja" y lo que era "zona nacional",
Madrid, como enseguida, España entera,
queda libre de la criminal opresión marxista.
La falange clandestina y el pueblo
salen al encuentro de nuestros soldados.
Los brazos, con la mano alzada al cielo,
saludan a las banderas
con los colores de nuestra gloriosa enseña,
y a las tropas de Franco que anuncian,
con su triunfal aparición, el fin de la espantosa pesadilla.
Mucho miliciano, mucho soldado, pues pobres...,
venían todos corriendo,
pues de los frentes... llegaban allí corriendo.
Y las familias, pues también había allí familias que ya,
cuando nosotros subimos al buque, que eran las diez y media o algo así,
que ya el buque estaba lleno, hasta arriba.
Estábamos tan apelotonados que, de verdad, que levantabas un píe,
y al ponerle otra vez en la cubierta, ya te había ocupado el sitio otro.
Las bodegas estaban llenas;
pero estaba todo lleno de mujeres y niños.
Nosotros, entonces, eso no lo sabíamos.
No podemos olvidar el gesto noble y digno que tuvo el comandante,
porque, cada vez que veía un grupo en el puerto,
bajaba la escala para que subiésemos.
Y yo subí, casi en el último momento,
y después de mí, todavía..., subieron otros.
Igual que el barco, parecía que se ensanchaba;
el corazón del capitán Dickson, también.
-Que yo, tenía una imagen,
como si estuviera, ahora mismo, delante de mí;
de simpatía y de fuerza...
Porque esa mano en la mía se quedó para siempre, ¿sabes?
Esa fuerza.
Algunos decían que se lo habían llevado de juerga
para trazar la salida del barco,
y dar lugar a que llegaran personas que estaban esperando...
Sea como sea, este señor estuvo todo el tiempo,
todo el tiempo estuvo pendiente de todo.
Se hace un llamamiento, en primer lugar,
que no nos movamos,
que estemos quietos,
que hay un peligro,
porque dicen que la carga humana es la peor que había,
debido a esto,
al desplazamiento,
y que esto podía contribuir, pues... a otras... catástrofes,
a lo mejor.
Entonces, de verdad, bueno... hubo un silencio enorme,
nada de... fumar.
Casi el barco despegando, casi...
Algunos gatearon, ¿eh? por el barco, para subir al barco.
Y les tiraron, una cuerda, de estas, de maroma, porque eso lo he visto yo,
por la punta esta que sale ahí, en las fotografías...
les tiraron la "esa" y..., trepando como pudieron, subieron.
Pero es que en el barco ya no cabían más.
No cabía más gente.
Esos fueron los últimos.
Llegó la aviación...
y bombardeó...
justo... vamos, la apreciación que nosotros hacíamos desde el barco,
es que había bombardeado, justo, donde estábamos nosotros.
Fue, pues imagínate, un... unas escenas de pánico tremendas.
Algunos se querían volver.
Un militar... de las brigadas...
internacionales,
un chico inglés, se tiró desde la chimenea,
desde la parte de la chimenea; nosotros estábamos debajo.
Sí, se tiró y se suicidó.
Este chico le dio, con su bota, en el hombro a mi madre.
Mi madre acababa, en ese momento, por segundos...,
de cambiarse a mi hermanita de hombro porque estaba cansada por la postura,
y la acababa de salvar la vida a mi hermana,
porque si le da la bota, desde luego, no... no se salva.
Ese dolor de hombro le ha durado a mi madre toda la vida.
Porque, se decía que, la Armada de Franco,
los barcos de guerra de Franco, estaban a la caza nuestra.
El capitán fue desviando la ruta para que no nos pudieran seguir
y pudieran pensar que íbamos a Orán.
Entonces, alguien que entendía del rumbo, dijo:
"Nos han traicionado, nos llevan a Baleares".
Aquello fue..., bueno... tremendo.
Era una verdadera revolución en el barco,
sin poderse casi mover del sitio.
Es que, el peligro era total.
Podíamos dar la vuelta.
Y entonces, mucha gente tiró por la borda documentos...
comprometedores del Gobierno, documentos propios,
carnets de afiliación...
por si acaso, cuando llegáramos a Baleares,
pues... nos iban a investigar.
Él, entonces, nos tranquilizó, el capitán nos tranquilizó,
y nos mandó estar quietos,
que no pusiéramos en peligro la estabilidad del barco,
que no íbamos a Baleares,
que nos estaba... y nos contó lo que era, claro.
Eso lo refiere mi madre y...
y eso fue una de las escenas más trágicas, una de ellas,
porque hubieron varias.
No... no del todo.
Había un algo en nuestro interior que nos incitaba...
con esas perspectivas de... de la justeza...,
de la lucha que mantenías,
el reconquistar, precisamente, ese... grado que habías tenido,
pequeño pero importante,
grado de libertad que habías tenido durante el periodo de la República.
Sí, de muchas escenas...
las cosas son muy claras, muy claras.
Recuerdo, perfectamente,
personas que estaban al lado nuestro, en el "Stanbrook".
Esas personas, hay rostros, que no se me han borrado.
Me dicen: ¿Cómo es posible que puedas contar algo de ese viaje?
Pues, es posible.
Hay cosas que no se pueden olvidar.
No nos dejaron entrar porque, parece ser que, bueno...
de eso me he enterado yo después, parece ser que ya, el día antes,
ya había habido dos o tres barcos llenos de gente, también,
de mujeres y niños y no nos quisieron entrar;
y allí nos quedamos.
Para que no saliera del puerto,
la gente que estaba en el barco,
cogió una pieza esencial del barco,
para que ese barco no pudiese zarpar hacia Inglaterra.
El "Stanbrook" fue... bueno,
el penúltimo barco que salió.
El único que salió con más de 2000 pasajeros a bordo,
porque el último salió pocas horas después,
y ya solo fueron, aproximadamente, unas 30 autoridades republicanas,
los que el capitán del barco dejó embarcar;
dejando ya una multitud de miles de personas
sobre los muelles de Alicante.
A la ratonera, ¿eh?
Que aquello de puerto tenía poco.
Era una ratonera, como yo la he calificado siempre.
No había esperanza de barco pues ya habíamos visto
que el "Canarias", el "Vulcano" y el "Júpiter",
ya estaban a las órdenes de Franco,
y este había bloqueado la llegada de los barcos,
y aquí, el consulado británico y el francés,
habían propiciado para evacuar a los que estábamos aquí.
Allí estuvieron hasta que, realmente,
la ciudad de Alicante cayó.
Los barcos... nunca llegaron.
Y el ambiente de desesperación, por supuesto, porque claro,
esta fue la muerte de la esperanza.
Aquí, se terminó ya la esperanza.
Protagonizaron sobre los muelles,
durante, aproximadamente, tres días, un episodio, realmente,
como he dicho antes, de lo más trágico;
donde llegaron a haber hasta suicidios...
bastantes suicidios.
La cuantía no la puedo dar, porque... indudablemente,
antes de llegar nosotros, ya...
ya había habido algún que otro suicidio,
y mucha desesperación.
(Continúan los suicidios.
En la parte exterior del muelle,
dos cadáveres flotan junto al rompeolas.
Un individuo, que se pasea por el muelle,
con aparente tranquilidad, se pega un tiro en la cabeza.
Un muchacho se pega un tiro en la cabeza,
y la bala, después de atravesar su cuerpo,
hiere mortalmente a un viejo de pelo blanco.
Dos días más y el fascismo no tendrá nada que hacer,
porque nos habremos matados todos.)
Venían muchas barcazas,
de Murcia, de Almería...
en una de esas vino mi cuñada.
Y venían en grandes barcazas,
la gente también, huyendo.
Y llegaban, pues al puerto, que, se conoce que era más próximo.
Iban llegando y llegando y llegando.
Me acuerdo solamente de dos barcos que vi.
Algunos que eran bastante grandes y otros que eran pequeños.
Yo recuerdo que mi madre me decía: ¿Cómo son?
Yo decía: Mamá, si parecen...
Yo, es que, miraba eso,
y parecía que todos se estaban hundiéndose,
todos los que se estaban hundiendo.
Si es que vino mucha gente,
si no se ve la gente, de tanta que viene.
Y parece que todos se están hundiendo.
Como no los saquen de ahí, se van a hundir.
Que menos mal, a la población de Orán,
que es la que respondió,
solidariamente, se portaron estupendamente,
y con barcas,
burlando inclusive la vigilancia de las autoridades,
que no lo permitían,
se acercaban al barco,
y nos llevaban... nos llevaban alimentos y agua.
Que inclusive el agua... no teníamos en el barco.
Entonces, subimos los niños.
Subimos niños, entre esos niños, pues, iba yo también.
Y entonces, cuando empezaron a echarnos... atados con cuerdas,
pues... con papeles.
Luego, nosotros llevábamos cestas, que atábamos las cestas,
que era dónde les subíamos... lo que nos pedían.
Lo primero que nos pedían fueron medicamentos,
porque había mucha gente que estaba enferma,
y nos pedían cosas para aliviar los dolores... todas esas cosas,
que fuimos de farmacia en farmacia a recoger, también.
Y a eso de la... por la tarde, me parece que fue,
empezó a llover;
se levantó un poco de tempestad.
Entonces, cuando los...
los milicianos que llevábamos al lado nos taparon con sus capotes,
para no mojarnos.
Y aquello, lo que sirvió fue, que nos infectaron de piojos.
Ya, conforme iba, podíamos decir: "Bueno, hemos perdido la guerra,
ahora que nos machaquen".
Que es lo que sabíamos que iba a ocurrir.
Pues, realmente, una resignación tremenda, diciendo:
"Me entrego en los brazos del "de arriba",
y que pase lo que pase.
Así fue, así fue.
¡Ah, eso sí!
La impresión no podía ser más dramática.
Exactamente, finalizó cuando los últimos republicanos
salieron del puerto de Alicante en la madrugada y en la mañana
del 1 de abril de 1939.
El último parte de guerra se emite hacia las 9 de la mañana
del 1 de abril de 1939.
Y es el celebérrimo parte que dice:
"Cautivo y desarmado el ejercito rojo,
las tropas nacionales han alcanzado los últimos objetivos".
"La guerra ha terminado".
Pues, allí vinieron unas camionetas, con unos senegaleses,
y entonces, estos senegaleses nos impusieron mucho,
porque aquellos hombres, que entonces,
nosotros a aquella gente no la conocíamos para nada,
se pusieron en dos filas,
y entre esa fila que ellos formaban,
teníamos que pasar los niños y las mujeres.
Y no dejaban que los niños que podían andar,
que los cogieran las madres.
Entonces, los niños lloraban mucho, chillaban...
y las madres, también lo estaban pasando mal.
Y yo también tenía miedo,
ver a aquellos hombres con aquellas caras,
que estaban todas marcadas,
y luego... habían puesto "bayoneta calada".
Entonces claro, por ahí tuvimos que pasar entre ellos.
(Hablan en francés).
Lo que más nos llamó la atención,
lo que más se me queda,
es el aroma... que hacía el pan,
cuando bajamos del "Stanbrook",
y nos encontramos con que había unas tablas
llenas de panes.
Nosotros, durante toda la guerra de... de España,
¡no habíamos olido a pan!
Y a mí, ese aroma del pan, es que ¡no se me ha ido nunca!
Me acuerdo, lo bonito que era, ver la gente bien vestida,
las calles tan limpias, comercios...,
y llevar ramos..., era un Domingo de Ramos,
y veía las palmeras de los ramos, eso se te queda,
porque claro, vienes de un sitio de guerra, donde todo esta oscuro,
y de noche y veías la ciudad tan iluminada.
Eso es lo que más llama la atención, ¿sabes?, se te queda para siempre.
Aquello era inmensamente grande,
y había un "water" en el centro,
y tenía unas ventanitas pequeñas,
pero en lo alto, pegando ya con el techo,
muy lóbrego, muy húmedo...,
y allí nos metieron.
Nos hicieron pasar a las duchas,
nos quitamos la ropa.
Lo pasamos muy mal,
porque, a pesar de que íbamos a ducharnos,
pues había hombres por allí, que se paseaban,
que ellos deberían tener costumbre
de verse duchar a las mujeres desnudas,
pero para nosotros no era tan normal.
Mi madre se negó a pasar desnuda por allí.
Y entonces, acababan de pasar a una chica que, por cierto,
estaba en las bodegas y del miedo que pasó, se quedó paralizada,
entonces a esa chica, la desnudaron y la pasaron, en una silla,
hacia las duchas.
Claro..., pues...
mi madre dijo que eso era una barbaridad,
pasearla por allí, delante de todo el mundo, desnuda.
La madre, toda eufórica ella, dijo:
"Esa desnudez es la muestra de la democracia
que vamos a vivir desde ahora".
Menos mal que todavía tenía humor para pensar en...
en una democracia que, verdaderamente,
lo que vivimos... fue tremendo, cuando llegamos allí.
Y allí, luego, nos llamaron, otra vez,
para que fuéramos a recoger la ropa limpia.
Ya, nos pudimos poner la ropa nuestra.
Pues...
No, miedo no.
Humillada, sí.
El puerto de Orán fue muy duro.
Estuvimos un mes en él,
sin casi comida, sin agua,
sin higiene de ninguna clase.
Bueno, cuando empezaron a darnos algo de comer,
era un pan para 20 y una lata de sardinas para cuatro.
Hay que tener en cuenta que era un barco pequeño
y que las posibilidades que tenían, era para la pequeña tripulación.
Ni había aseo, no había aseo para 3000 personas;
yo no sé cómo teníamos que hacerlo.
-Del estreñimiento que teníamos por la falta de alimentación y tal,
salían de... los wáteres estos,
salía el personal, pero que daba pena verlo, aquello.
Llorando y con las manos llenas de excrementos, estamos, los dedos,
porque los metían en el... precisamente,
en el recto, los metían para poder hacer de vientre,
de ¡cómo estaban!
Pero bueno, es que había gente ya,
que... bueno gente y yo, era uno de ellos,
que hacíamos nuestras necesidades en la... en la esta del barco,
en la cubierta del barco, pero de espaldas al mar;
agarrados allí, a la barandilla del barco, ¿estamos?
y debido a los esfuerzos que hacíamos,
la debilidad que teníamos por la falta de alimentación, también
nos caíamos al mar.
Y allí tenían que echar un salvavidas o un cabo para traerte.
En un momento dado, se declaró un brote de tifus,
y entonces fue cuando se alarmó la prefectura.
Se alarmó y entonces, hizo salir a la gente...,
a toda la gente.
Pero cuando pensaba que el asunto estaba ya acabado,
la prefectura...
forzó la vuelta al barco de 40 personas.
("No necesitábamos esta invasión").
("Entonces, ¿los mandamos de vuelta a casa?").
Después estaba la intervención de un diputado de extrema derecha,
que en pleno Parlamento pidió
que Francia se librara de todos los republi...
rojos españoles que habíamos entrado en Francia en el 39;
porque éramos portadores de un virus revolucionario,
contra el cual no había antídoto.
("El peligro que ha hecho correr al país
la presencia en suelo francés...").
Había habido un interés muy marcado
en hacer pasar que éramos una especie de...
lobos que nos comíamos a los seres humanos.
La gente se creía que teníamos rabo.
Asábamos a la gente,
violábamos a las monjas
y matábamos a los frailes cada dos segundos...
("El diputado Albert Sarraut dijo, el otro día, en el Parlamento:
Había que mandar a estos indeseables al fondo del Pacífico.
Quiere decir a una isla, al fondo del Pacífico".)
Qué noticias y cómo les habrían llegado.
Que éramos unos criminales.
Esta gente que había luchado durante tres años,
por la libertad, por la democracia,
y que después lucharía en la resistencia francesa,
para que los franceses para que Francia lograse la libertad,
en el 39, esa gente es la mugre.
Es lo peor.
Mucha gente hablaba español.
Yo llegué a oír eso: "no tienen rabo".
Eran el diablo.
Inmediatamente, se organizaron escuelas allí,
se organizaron coros,
se organizaron campeonatos de ajedrez...
Y aquella escuela nos sirvió,
a mí, personalmente, me salvó de muchas cosas;
porque éramos demasiado jóvenes y yo pasaba la vida en la escuela,
más tiempo que en la barraca donde vivía.
En fin, toda una serie de actividades
que chocaban, precisamente, con la...
con la sintonía que habían comunicado las autoridades de allí, de Orán.
En el último momento, nos hicieron trabajar,
ciertos trabajos... tonterías,
cosas propias de pasar más el tiempo que otra cosa.
Sí, eran trabajos forzados,
porque nos hacían transportar...
piedras...
de un extremo del campo de concentración
hasta el otro extremo.
Allí se tiraban, se descargaban,
y cuando se habían acabado las piedras, 15 días después,
se copian, otra vez las mismas,
y las llevabas a donde las habías cogido.
O sea, que además, vejación de decir: "Lo que hacéis no vale para nada".
Mi mamá no podía contestarnos.
Mi mamá todo lo pagaba llorando.
Todo lo pagaba llorando.
Había muchos policías que venían y nos consolaban a todos,
había muchas mujeres,
había..., todas estaban igual, estaban... deshechas, las pobres.
Deshechas.
Pues, no teníamos para comer.
Para lo único que daba el dinero, el primero que ganó mi padre,
lo que daba, pues era para comer pan y plátanos.
Que era lo más barato.
Hemos vivido muy malamente,
de lo que nos daban...
y hasta..., ya le digo, hemos comido... hasta...
de limosna de un chico que tocaba la música en la calle,
y su mamá nos daba la limosna de su hijo.
Es que los plátanos, además, no eran plátanos, de decir:
los cojo de un racimo, no;
eran plátanos que los vendían por lote.
Que habían quitado
lo que se estaba empezando a estropear,
y eso estaba puesto por lotes,
y eso valía muy baratito.
Alquilamos una habitación,
que es lo único que había;
habitación con cocina y punto.
-Hemos dormido por el suelo.
Hemos tenido frío y hemos tenido hambre.
Nos han dado, luego, una cama, un somier...
no teníamos ni colchón, ni nada.
Y nos prestaban, cuando hacía frío, una manta de noche.
Nos la prestaban y...
para dormir encima del somier.
Entonces, mi padre,
para dormir, arrimaba la cama al fogón,
y hacía ahí su cama,
y nosotras, las tres mujeres,
dormíamos en la cama que no tenía colchón;
dormíamos en el somier.
Hemos pasado cinco años,
pero muy, muy, muy mal.
En la primera Navidad que pasamos
y que mi hermana, pues lloró,
porque no tuvo su regalo,
y... lloró y... yo... me dio mucha pena.
Entonces, me "revolté"...
contra mi padre,
y les dije que era culpa de ellos,
si nosotros estábamos allí, si no teníamos la familia cerca,
si padecíamos, si... si no teníamos de comer... si...,
en fin, lo dije todo con mucha rabia.
Con mucha rabia.
Y mis padres no me contestaron,
porque era verdad que...
se sentían culpables, ¿eh?
Mi papá, sobre todo, se sentía muy culpable,
de todo lo que nos pasó.
Mi hermana y yo no teníamos zapatos.
Estábamos con unas zapatillas, todas rotas...
Entonces, mi madre, durante la guerra,
aquí, el Gobierno, pidió el oro que la gente tuviese,
y mi madre entregó todo, menos los pendientes que llevaba puestos.
Con eso fue con lo que pudo comprarnos los zapatos.
Ya no eran españoles,
socialmente eran franceses,
y a nosotros nos recibieron con bastante... xenofobia, un poco.
Porque, encima, nos decían que habíamos llegado
a quitarles el pan de la boca,
nos veían como rivales,
y además... eran los adultos que llegaban allí, los refugiados,
eran idealistas y no comprendían su idealismo.
No comprendían el porqué habían luchado en España,
y muchos decían: "Hemos luchado por eso,
porque vosotros vinisteis,
porque no teníais medio para encontrar trabajo,
y hemos luchado para eso,
para una sociedad que de el trabajo a todos y...,
pero..., no se entendían, difícilmente, ¿no?,
no estaban preparados para ese discurso.
Como era tiempo ya de guerra,
pues el jabón en Orán no se veía.
Eran tiempos de guerra europea.
El jabón, empezaron unos cuantos, a hacer,
y todo eso, al mercado negro,
porque comercio no había nada, era ya guerra.
Entonces, tenías que buscar la sosa, mercado negro;
la grasa, mercado negro;
eh... todo, todo con lo que se hace un jabón, al mercado negro.
En total, había muchos que lo hacían, ¡muchos!
Allí, en unos ladrillos...
en una "esa" grande de zinc...
Era una lucha continua,
de llegar antes que otro para encontrar la grasa,
o de cordero o de buey... hasta...
bueno, hasta de pollo, si quieres.
Le poníamos perejil, para que... era jabón verde.
Porque decían las señoras que querían jabón verde.
Entonces le poníamos la alfalfa, ¿sabes?... y hacíamos el jabón verde.
Y bueno..., y luego a salir a venderlo.
A escondidas.
Que no..., que no se podía...
nadie podía saber que allí se estaba haciendo... el jabón.
A mí me detuvieron dos veces los "cabrones".
Porque es que, encima, se lo quedaban ellos.
Y te ponían una multa.
El ferrocarril ese, parecía ser que los franceses
tenían un interés máximo en construirlo,
y pararon la construcción del ferrocarril en el 1918,
que los alemanes lo dejaron allí.
Y desde entonces..., o 18 ó 22, no me acuerdo exactamente.
Desde entonces, ese ferrocarril, que tanta prisa tenían,
lo habían dejado completamente abandonado.
Y hasta que llegaron los otros esclavos...
y emprendieron el trabajo.
Le llamábamos "boca negra", al teniente Santucci.
Este aprovechaba la última formación diaria
y nos decía:
"yo se que no lo pasáis bien,
pero es la consigna, nadie saldrá vivo de aquí".
(Habla en árabe).
El único rencor que siento es que los franceses...
se portaran tan mal con nosotros.
Se portaron muy mal.
Muy mal.
Siendo que nosotros,
lo único que habíamos hecho es... defender la libertad.
(Locutor: Desde Lou-Arfa a Colom Béchar
el raíl se ha extendido, a través de la arena,
hasta el kilómetro 89.
Con la ayuda de una llave labrada en un hueso de camello,
el secretario de Estado
aprieta el último perno de 200 kilómetros de vía férrea.
Pronto será puesto en marcha un segundo tramo:
Colom Béchar-Beni Abbés.
Los equipos trabajan sin cesar para realizar esta conexión
que afirmará el empeño de Francia en forjar,
por la voluntad y el trabajo,
una nueva organización de sus riquezas.)
Y yo vi que allí había muchos españoles, sobre todo.
Había alemanes, había franceses, había judíos...
en fin, por lo visto era gente que habían sido represaliadas
por el gobierno de Vichy.
Aunque no estábamos concentrados en un campo,
sino que estábamos en campo abierto, porque...
las barreras nuestras eran el desierto.
Eran cientos de kilómetros de desierto
que... ¿quién se escapaba de allí?
Un día normal en el transahariano
ya sabe usted lo que era: pico y pala.
Pico y pala, un poco de comida y mucha sed.
No había otra solución.
Allí no había más que arena y... y cielo.
El trabajo consistía en darnos unos "equis",
no me acuerdo exactamente,
de metros cuadrados de tierra,
de remover, por ejemplo, si estábamos haciendo una zanja,
sacar esa tierra y nos medían la tierra
que habíamos sacado o no habíamos sacado.
Era un destajo.
Es lo que querían ahí.
-Había que picar piedra.
Y te ofrecían,
no se si era un metro y pico cúbico, diario.
Vamos, diario, las horas que teníamos de trabajo.
Y mucha gente que no podía o no quería o no lo hacía,
que hubo de todo...
-Lo que pasa que nosotros no hacíamos al destajo.
Nosotros procurábamos que nos durara todo el día.
Y, a veces, ni lo hacíamos.
Y, de aquí, venía luego la represión.
Pues..., efectivamente, a la disciplinaria.
Y en la disciplinaria, se quedaron mucha gente.
Nos metíamos piedras en la boca.
Y eso... hacia que la... las glándulas salivares funcionaran,
y amortiguabas un poco la sed, ¿sabes lo que te digo?
Pero, no obstante, no podías aguantar mucho.
Porque, es que, el sol es implacable.
Había un moro con cinco soldados árabes.
Generalmente, era marroquí.
Los que nosotros teníamos eran marroquíes,
pero claro, los desgraciados, eran como nosotros.
Estaban allí..., comían y vivían...
Y uno de ellos me pidió un vaso de agua.
Estábamos allí, yo cogí, estaba el depósito cerca,
y le di un vaso de agua.
Y tuve la desgracia de que el sargento... me vio.
Me armó la bronca padre.
Y me amenazó que si me veía otra vez, que me mandaba al quinto bidón.
Eso era estúpido.
Era ya, casi inhumano.
Yo considero que es una estupidez, a parte de lo inmoral que era,
significa que por darle un vaso de agua a un ser humano,
se le quiera enviar al quinto bidón.
-La comida era... era una pasta, no era comida aquello.
La alimentación, mezclada con arena...
Era agua con lentejas y... piedras y todo revuelto.
Era una comida muy mala, muy mala.
Y además, con 50 grados de calor y todo era... era horrible.
Una vez a la semana, nos daban carne de camello.
Una vez a la semana.
Allí, las moscas, había a millones, no a miles, a millones, a millones.
Teníamos los aseos, vamos los aseos,
los agujeros donde íbamos a hacer nuestras necesidades,
estaban en la parte sur del campo
y como era tan desagradable de... ir a hacer sus necesidades,
un día, yo... me dio la idea y digo:
"Bueno, en vez de ir hacia el sur, me voy hacia el norte".
Y giro, en dirección del norte,
y cuando ya llegó el momento en que yo consideré que podía...
hacer lo que necesitaba,
me vuelvo y me encontré con un espectáculo inesperado,
que me dejó completamente anonadado.
Como si hubiese sido una columna de 30, 35 centímetros, redonda,
de unos tres o cuatro metros de longitud, de moscas.
Algo inimaginable.
Y a mí, lo que me sorprendió,
no fue la cantidad,
sino la intuición de aquellos animales,
que comprendieron donde yo iba y por qué iba.
Iba avanzando,
pero que iba avanzando de esta forma.
Formándote..., es decir, primero... recto, perpendicular a la tierra,
pero luego te hacía una especie de arco,
te arroyaba todo lo que levantaba,
todo lo que pillaba, te lo iba levantando.
Matojos, ramas, árboles..., lo que fuera.
Ellos llevaban gafas.
Todos los franceses;
ellos... y africanos, llevaban gafas,
pero a nosotros no nos dieron ni gafas ni nada.
Y la gente se perdía.
Cuando había una tempestad de arena,
la gente se perdía.
Aquello era... era infernal.
Allí, muchas noches, nos teníamos que levantar
para coger las cuerdas de la tienda para que no se llevara el aire.
Nos agarrábamos al palo,
al palo central.
A pesar de todo, cuando pasaba el siroco,
te había tirado...
pero bastantes tiendas, allí,
de los que éramos allí.
Yo era joven, tenía mucho dinamismo, pero había momentos que... que yo,
me veía que no salía de allí.
Yo, a España no me atrevía a venir, porque había sido voluntario,
y todo mi historial, digo: "Cualquiera vuelve a España".
Y en Francia, pues allí lo pasé muy mal.
Hubo un momento que estuve en... en el...en Boarfa,
estuve completamente desesperado y creía que no... que no lo contaría.
Por la cabeza pasan muchas cosas.
Pasan muchas cosas:
Hay la indignación, hay la rabia, hay la impotencia,
hay el no derecho, hay la inmoralidad,
hay una cantidad de factores enorme.
Nosotros, sobretodo, que habíamos tenido...
aquellos principios de orden ético, de orden filosófico y moral y humano,
nos parecía aquello una monstruosidad.
El por qué no podíamos encontrar nosotros una explicación moral,
el por qué teníamos que estar nosotros
en esa situación que estábamos.
Ese por qué, yo no le he encontrado nunca respuesta,
y es mi eterna interrogación: ¿Por qué?
Ya, la... el ánimo se regeneró.
Entonces, nos atrevíamos más a hacer más, a hacer más cosas,
a presentar más lucha, en la comida, en todo.
De todo protestábamos, claro.
Estropeábamos carretillas.
A veces, de partir los picos... los astiles de los picos...,
las palas...,
en fin, cosas de estas, las que podíamos hacer,
no podíamos hacer otra cosa.
-Consistía en que se retrasase, lo máximo posible, la vía férrea.
Porque considerábamos nosotros, o se consideraba,
que era sabotear al ejercito fascista
o sea, al ejercito de Hitler.
Cuando hemos tenido castigos,
pero no uno, sino en general, en la compañía,
ellos nos han cerrado los grifos.
Y allí te bañaban hasta a los perros y eso, de ellos, que tenían.
Y no te daban agua a ti.
Que cuando llegó el jefe del... del médico, el capitán médico,
cuando llegó allí, bueno,
les echó una bronca, bárbara.
Pues decían eso: "Es que, estaba prohibido".
Que era sagrado, el agua allí, en el desierto;
que no se podía castigar a nadie...
El tombó era...
Hacían un boquete,
en el suelo...
a pleno sol, que hay que notar que allí a 50 grados era normal,
que hubiera 50 grados.
Era como... hacerte un...
un hueco en la tierra, a lo largo de todo tu cuerpo.
Con una profundidad de un metro, una cosa así.
La profundidad que había... de un metro.
Pero este, rodeado de cuatro estacas, en los cuatro ángulos,
y alambre, de este de espino, que hay lleno de púas.
¡Hombre!, le pegaban un tiro.
Es decir, que eso no...
Ahí tenían orden de eso.
Es que era una situación de muerte, aquello, ¿eh?
Era algo terrible, porque ten en cuenta
que estabas por la noche, allí metido, también, ¿eh?
Y que no había nada,
de que te daban ahí, mantas para taparte y cosas de esas.
¿Estamos?
Estabas en unas condiciones que "p'a qué".
Se hace una redada.
Y a mi me detienen.
Y conmigo, pues... ahí caen otros.
Nos detuvieron a sesenta y pico.
Entre ellos, yo.
Allí empiezan las palizas...
y tal y cual y bueno.
Me colgaron del techo,
y con una vara me pegaban en la planta de los pies,
para que dijera si fulano era comunista,
si no era comunista, si lo que fuera.
Yo claro, yo no conocía a nadie y me decían: ¿Este?
y yo: "no lo conozco".
Pero nosotros no soltamos prenda.
¿Cómo que no lo conoces, si duerme aquí al lado?
Pues nada, no... hasta que me dijeron:
"Bueno, pues detenido, y ya está".
Me llevaron...
me tuvieron allí un día,
allí hubo uno de los compañeros que intentó escaparse y lo mataron,
un tal Sintes, que era gallego,
y al cogerlo los "mohasnis", o sea, la policía,
se escapó, por en medio del campo, le pegaron un tiro y lo mataron.
Fue un simulacro, aquello.
Hicimos una defensa, grande, en el ese...
lo que pasa que no te permitían hablar,
te machaban,
incluso a los defensores, que eran de oficio;
algunos se portaron muy bien y fueron coaccionados también.
Y bueno... allí, nada.
¡Eh! Cantamos allí La Marsellesa.
Te prohibían el que durmieras.
Y digo el que te pro... no te lo decían,
pero estabas obligado
a que cuando el guardián se asomaba por el cliché que había,
el chivato, le llamábamos nosotros,
que es para vigilarte..., que estaba,
tenías que contestar: "¡Presente!".
Es decir, que si estabas dormido,
entraban y con un garrote, te machacaban.
Y te pasaban al recuento, el guardián,
que normalmente llevaba un astil de pico, como bastón,
porque había al lado tuyo o más allá, un preso que no estaba firme.
Y le daban... y nada,
y le daban... ya machacándole... y es que estaba muerto.
Y así, diariamente.
Estas gamelas, que eran para la comida,
luego, las dejabas allí,
donde estaban..., al lado de los wáteres,
las fuentes que estaban allí enfrente, es decir, al fondo.
La galería... y al fondo estaban los wáteres y tal.
Y las gamelas se quedaban allí.
Tú ibas al water...
y como no tenías papel, porque no te lo admitían,
tenías que lavarte con agua que cogías en las gamelas,
¡en las que comías!
que no te la daban, la gamela, para ti...
Esta la cogían y la metían entre todas, luego.
¡Tú fíjate...!, qué condiciones era aquello.
Y yo pesaba 43 kilos,
cuando... pasamos del régimen común al político,
después de la liberación de África del Norte.
Cuando llegaron los americanos
fue la gran alegría nuestra,
¡enorme alegría!, porque ya eso representaba que estábamos libres.
Creyendo que pronto volveríamos.
Ese día que entraron,
para mí fue como el día de la República, que lo vi nacer.
Una alegría inmensa, de ver las banderitas,
la gente abrazando a los soldados subiéndose en los tanques...
Donde todo se hacía a base de guantazos, patadas
y duros castigos.
Así estuve algo menos de tres meses.
Gracias a mi juventud,
mis intenciones de vivir y volver a mi familia,
pude salir vivo de aquel infierno.
El ayudante jefe, Dauphin,
que llevaba los bolsillos llenos de sal,
echaba, cuando se le antojaba, un puñado de sal,
en la sopa de los... de los presos.
Y el tío, se divertía echando sal en la sopa de los...
para que no pudieran comérsela.
O si se la comían, les entrara una disentería que se murieran.
Trajeron al campo a un tal Moreno.
En cuanto llego encadenado, al campo, lo llevaron al pequeño cementerio.
Le acercaron a una fosa.
"¿Ves esa tumba?, es para ti", le dijeron.
Ocho días más tarde, Moreno fue enterrado en ella.
"Morirás como un perro", le decían.
Más justo hubiese sido de un tiro en la cabeza,
pero había que maltratarlo, hacerle sufrir.
Lo sometieron a los más bárbaros e infernales suplicios.
Murió el octavo día, como habían decidido sus verdugos.
Hubo otros casos de muertos a palos o de enfermedad,
abandonados en las celdas de castigo, que morían ya sin fuerzas.
Como es un tal Pozas, Álvarez, Jarava y otros más.
Pues, era un poco, las ganas
de enfrentarnos con los alemanes
sin persona interpuesta.
Ya no con los franquistas y los italianos, ni los moros delante
sino los alemanes,
con los que teníamos...
como principales responsables de la victoria de Franco.
-Yo quería desquitarme.
Yo siempre lo he dicho.
Yo dije: "A mi me ha ganado, al hierro que tenían los franquistas"
Eran muy buenos combatientes porque tenían mucha experiencia de guerra.
Eran mayores que la mayoría de los franceses.
Los jóvenes franceses
que se engancharon en la Francia libre,
en el ejército de De Gaulle, digamos,
y tenían experiencia,
compartían esa experiencia con los jóvenes soldados franceses,
pero eran muy buenos combatientes.
Decouché fue la primera gran batalla de la División Leclerc,
o sea, de la parte de la División Leclerc
donde estaban los españoles,
y fue..., pues... primero tomaron el pueblo,
y luego tuvieron que defender al pueblo
contra los contraataques alemanes durante cinco o seis días.
Yo he visto a los alemanes "caga'os" de miedo y estaban en los tanques...
Yo creo que lo hicimos bien,
porque cuando tú veías que los alemanes venían allí
y les "caput, caput, caga'os de miedo"
y decías: "¿y esto lo hemos hecho nosotros?"
Yo nunca me he "caga'o" por, por...
por el terreno con...
con la retirada y todo.
Bebían un poco, ¿eh?
Ten en cuenta que yo tenía 35 ó 36, 40 años y bebían,
bebían más que yo, que yo bebía agua.
Y esta gente...,
pues cogían y se...
se pimplaban un poco e iban.
Pero iban a buscar...
a los alemanes, ¿eh?
En donde fuera.
Y a los que encontraban, los traían.
Hicimos una cantidad de presos que metía miedo.
Cuando termine usted este jaleo que hay por aquí,
(en francés),
es decir, "rápido hacia Paris",
"no se pare usted por caminos, nada, que no lo detenga nada",
"usted, (en francés)",
tire usted a tope hacia Paris".
Llegó Leclerc y dice: "Ahora vamos a Paris".
Lo dijo bien claro, ¿eh?
Estábamos locos, de contentos.
"La plaza se había llenado de gente,
se cantaba, se daban vivas estentóreas,
se bailaba, nos besaban, lloraban de alegría,
era la libertad.
Jamás me he sentido tan emocionado"
Se entonó una Marsellessa.
Yo quise cantarla pero no pude, se me puso un nudo en la garganta.
No quería pestañear,
para que las lágrimas que se me agolpaban en los ojos,
no se me derramaran sobre las mejillas.
¡París liberado!
¡Qué alegría!
Y yo, sin poderlo evitar, pensaba en Madrid y en España.
En el "Teruel" es donde se ve más bien, en la foto,
que está detrás, en un palo,
a lo mejor en el palo de una escoba.
Hay escobas que son heroicas, a veces..., históricas, vamos.
Ellos siguen fieles a su ideal.
Continúan pensando en Madrid, en España.
Los soldados no dejan de pensar en la liberación del pueblo español.
Vivíamos, aquellos momentos,
con una esperanza loca,
con la esperanza de lo que había sido prometido.
Ya, cuando estuviera liberada Europa,
nosotros volveríamos a España.
En vez de quedarse, como se quedaron,
en Francia, que la liberaron,
pensando siempre que la podían... haber liberado a un país fascista,
como era España.
Decíamos:
"Un poco más...
bajan a la frontera de los Pirineos,
y... este señor se va".
Franco siguió en el poder
porque, sencillamente, no le interesó
a las potencias aliadas que hubiese otro régimen.
Porque Franco...
lo que comentaba ya,
era un oasis de paz...,
entre comillas.
Porque hay que partir del principio moral.
Ellos prometieron,
se supieron aprovechar de nuestros sacrificio,
nos hicieron muchas promesas...
promesas que todas fueron traicionadas.
Después de la guerra había que reconstruir Europa,
y no se podía abrir otro frente,
incluso si en ese frente
había habido colaboradores de los nazis
y de los fascistas italianos.
El concepto de libertad era universal en aquellos momentos,
se prometía la libertad para todos los pueblos,
y a nosotros, que habíamos sido el primer pueblo sacrificado,
se nos aceptó, cuando había que hacer el sacrificio.
Cuando había que eso...
aunque fuesen los "maquis", en el maqui francés,
como que fuese en las compañías y en la legión francesa,
y en todos los estamentos militares y en la resistencia en Francia,
había españoles por todos los lados.
Claro, hubo las promesas,
pero se quedaron en promesas.
Yo creo que fueron como Don Quijotes, estos españoles.
En luchar por la libertad y al final,
dejados de lado.
Porque se impusieron, digamos, los intereses nacionales...
de las democracias.
Y esto, la verdad, que es tremendo para estas personas,
que lucharon,
contra el fascismo y por la democracia.
Él tenía... tenían todos, durante varios años,
un sentimiento de derrotados,
de acabados, de...
y el sentido... pues que era un hombre,
el que se había convertido en una...
que la guerra de España iba a ser ganada inmediatamente,
que Franco, empujado por los aliados, por las fuerzas aliadas,
iba a dejar el poder,
y que iban a regresar a su país, a su tierra,
que no habían visto y que la añoraban, tremendamente,
y eso..., esa ilusión, pues duró...
duró bastante tiempo.
Duró un par de años.
Poquito a poquito, se dio cuenta de que España... estaba perdida.
Que Franco no se iba... y que no se iría.
Y bueno, pues... adaptarse a meterse a...
encontrar un medio de vivir en Francia,
y... a esperar.
A esperar y a...
Y hacer una cruz sobre... sus recuerdos, sobre España,
sobre la añoranza que tenía,
había que rehacer su vida.
A mí me detuvieron, ahí en donde "La Casa de las maletas"
aquí en San Bernardo.
Levante los brazos, baje los brazos...
y yo así, "po, po",
digo: "póngase de acuerdo, a ver".
Total, allí me montaron... "bruuu"
A Gobernación.
En Gobernación, allí, pues...
los careos, las palizas, en fin... y cosas de estas, así.
Hasta que ya, me hacen el juicio.
Y me condenan a 28 años de cárcel.
En principio, por eso no.
A ver si se entiende,
por eso no crea que... ni me arrepiento ni nada,
al contrario, estoy muy contento de lo que he hecho.
Y lo que siento es que no... no pude hacer más.
Hombre, yo considero...
yo considero...,que sí,
que están en deuda,
pero no están considerados de una forma personal;
sino, precisamente, están en deuda con una generación
que participó,
denodadamente,
y... sin interés ninguno,
sin interés personal ninguno,
precisamente participó en ese combate por la democracia.
Me siento víctima de una... de muchas cosas.
De una guerra... injusta,
de un genocidio, porque lo nuestro ha sido un genocidio,
lo que han hecho,
tanto dentro como fuera;
porque claro, lo de fuera no se cuenta,
o no se quiere contar.
Pero fuera han muerto muchísimos españoles.
Yo creo que ha habido, a mi manera de ver,
una política de silencio, es decir, bueno, vamos a no tocarlo,
que no haya más sangre, que no haya más...
De acuerdo, yo no quiero más sangre,
pero lo que quiero es que se reconozca lo que hemos hecho,
que se reconozca que hay gente que, si hemos sufrido,
ha sido por culpa de otras gentes, que nosotros no lo hemos provocado.
Se ha creado un ambiente de condescendencia
de...no de reconocimiento.
Para mí, no hay reconocimiento.
Se nos acepta,
se nos perdona,
se nos recibe...
y... democracia y todo bien.
Pero yo no estoy de acuerdo.
Yo no lo veo.
Lo peor que puede hacer una colectividad
es olvidar la historia;
porque la historia es la escuela más grande que se tiene.
El que se olvida de la historia, se olvida de sus raíces.
Y sufre las consecuencias posteriormente.
Subtítulos realizados por Chus Suárez Liaño.
Últimos días de la Guerra Civil. El 29 de marzo de 1939, el carguero británico Stanbrook parte del puerto de Alicante con 2.600 republicanos a bordo. Hacinados, viajan rumbo al puerto de Orán, en Argelia. Los hombres fueron llevados a campos de concentración y las mujeres y niños a una antigua cárcel. Fueron mirados como enemigos y muchos de ellos obligados a construir un ferrocarril, como esclavos, durante los años de la Segunda Guerra Mundial. Se incluyen testimonios de algunos supervivientes.
Histórico de emisiones:
30/03/2012
Últimos días de la Guerra Civil. El 29 de marzo de 1939, el carguero británico Stanbrook parte del puerto de Alicante con 2.600 republicanos a bordo. Hacinados, viajan rumbo al puerto de Orán, en Argelia. Los hombres fueron llevados a campos de concentración y las mujeres y niños a una antigua cárcel. Fueron mirados como enemigos y muchos de ellos obligados a construir un ferrocarril, como esclavos, durante los años de la Segunda Guerra Mundial. Se incluyen testimonios de algunos supervivientes.
Histórico de emisiones:
30/03/2012
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