2016
(Sintonía de la serie)
(Gentío)
(Sintonía de la serie)
-Marta.
¿Lo ves? A muchos padres no les ha importado
traer a sus hijos a la recepción.
(Música swing)
-Pero si es por tu padre.
Está loco por ver a su nieta.
Y yo también, claro.
Oh, estoy deseando
que vengáis a vernos.
Antonio vendrá, espero.
-Me comentó que en la embajada de España era usted...
-Agregado cultural. -Ah, sí.
Pues salude a mi amigo Madariaga cuando regreses a París.
-Señor embajador.
-Ah.
-Le presento a nuestra hija, Marta.
Vous parle français?
-Comme vous, même.
-Conoce ya a su marido, Antonio Montejano.
-Sí. -El mejor anticuario de Madrid,
por cierto.
Si su mujer decide redecorar la embajada,
llámelo, no se arrepentirá.
(Aplausos)
-Celebramos la Fête National Française,
mientras las espadas vuelven a estar en alto.
-Nuestros socios alemanes están inquietos
con las últimas noticias. -Normal, tras lo sucedido.
-Ajá.
La... La... La Noche de los Cuchillos Largos.
El canciller mandó ejecutar a un centenar de traidores,
sin ningún tipo de juicio.
-¿El... Canciller?
-Ajá, Hitler.
Adolfo Hitler. -Adolf Hitler, sí.
Dará mucho que hablar.
-Está muy informado de todo lo que sucede por Europa.
-Ajá. -Más lo que se calla.
-Se avecinan tiempos difíciles, querida señora.
-Sí, muy difíciles.
-Bah, tú tocas igual de bien.
-Marta, hija.
Una fiesta maravillosa.
Gracias por invitarnos.
(Apertura y cierre de compuertas)
-Esto es una cárcel, no un hospital, señora.
-Pero no es la primera vez. Siempre nos equivocamos por arriba.
Un momento, Fermín.
Señora, aquí no se puede entrar
si no tiene cita.
(MUJER, GRITA) ¡Ah!
¡Ah! (LLORA)
-¡Asesino! ¡Asesino!
(HOMBRE) ¡Alto ahí!
(VECINA) ¡Llamen a la Policía!
(Campanadas)
-¿Y qué vas a hacer?
-¿Qué vas a hacer, Rafael?
-¿Pediste ayuda al juez?
A mí me escuchará.
-Yo hay veces que no sé si quiero a Dionisio.
-Bueno, mi padre lo ayuda a preparar las oposiciones.
Y mi madre le ha cogido un cariño...
-De la cara que pondría mi madre si supiese que el Dioni es un pulpo.
Tengo que tener cuidado con él.
Pero como siga así, yo no sé qué va a pasar.
Cuando me besa, me sube algo por el cuerpo.
-Bueno, mis padres no están locos de amor y andan tan felices.
-Anda, y a mí.
Pero no se puede tener todo.
El que te quiere, no tiene, y al que tiene no lo quieres.
¿Sabes que tienes un aspecto horrible?
Anoche no viniste a dormir.
-Vengo de estudiar en... en casa de un compañero, hermanita.
-Ya.
Desde luego... Te dejan hacer lo que quieres.
-Me duele la cabeza, envidiosa.
Me esfuerzo mucho por labrarme un buen futuro.
Es lo único que os importa a las mujeres.
¿A que sí?
-Mi madre dice que sale demasiado.
Llega cuando quiere y bebido.
-Es un hombre.
Al final siempre hacen lo que les da la gana.
(Puerta cerrándose)
-Antonio Montejano.
Ya veo dónde quiere ir, padre, y no voy a poder ayudarlo.
-No le pido nada que un buen cristiano no haría.
No solo es mi amigo.
También le aseguro que es inocente,
pero ahí dentro no puede demostrar nada.
Lleva meses pudriéndose en la cárcel esperando un juicio que no llega.
-Llegará a su debido tiempo.
El juez instructor no piensa eso del caso.
-Sé que esto es un asunto muy engorroso.
No se lo pediría si no fuera porque lo conozco.
Sé lo que pasó de primera mano, con testigos,
y pondría la mano en el fuego por su inocencia.
-Usted lo ha dicho.
Es engorroso,
y entienda que nadie quiera meter las manos en el fango.
-Su esposa.
-Ajá.
(SUSPIRA) Sí.
-¿Cuánto tiempo hace que falta?
(SUSPIRA) Me dejó hace ya dos años.
Ay, Teresa...
Sin posibilidad de hijos. -Ya.
¿Me permite una pregunta indiscreta?
La esposa de don Rafael, doña Virtudes,
me confesó el otro día que...
estaba convencida de que usted había puesto la vista en su hija mayor.
-¿En Virtuditas?
-Sí. Quizá haya malinterpretado algún gesto,
algún detalle hacia esa pobre muchacha,
que usted... usted, sin duda, sin segunda intención,
haya podido... -Yo, con Virtuditas, por favor.
No.
Es muy mayor.
-Bueno, hay que comprenderla.
Lleva años guardando luto por su prometido.
-Yo también por mi esposa. -Pero usted es un hombre, Mauricio.
Y no es bueno que el hombre esté solo, ¿verdad?
-¿Lo dice por experiencia, padre?
-Bueno, en cierto sentido.
Entiéndame, hablo con muchos feligreses.
Mauricio, es usted un hombre muy joven para quedarse viudo.
Antonio tiene una hija encantadora.
Elena. -Sin duda.
-Quiero decir... -No pasa nada por decirlo.
Es muy guapa. Sí, muy guapa.
Y está en una edad
en la que cualquier consejo y apoyo de un padre
puede resultar decisivo a la hora de tomar compromiso.
(Campanilla de tranvía)
-Buenos días.
-Volvía del juzgado y quería unos zapatos del escaparate.
-No seas impertinente, niña, y atiende al señor.
-Los segundos de la primera fila.
-Un 43, ¿verdad?
-Sí.
-Descuida, no pasa nada.
-Toma, hija.
(Latidos de corazón)
-Sí.
Justo lo que buscaba.
Me los llevo puestos.
(Tintineo de carrillón)
(Campanilla de tranvía)
-¿Le pongo más, don Próculo?
-No, no, gracias, Virtuditas. No conviene abusar.
(VIRTUDITAS) ¿Y tú, papá?
-Ya me encargo yo, hija.
¡Venancia!
a cambio de la mano de Elena.
hasta que llegue el momento.
Si es sensata, lo apoyará.
Se trata de la libertad de su marido.
-Qué barbaridad.
Tenéis muy clara su inocencia, pero yo no lo tengo tan claro.
-Antonio sale de la cárcel y recuperan su respetabilidad
casando a su hija con un juez.
¿Tan mal te parece?
-Pero ¿qué te importa a ti la voluntad de Elena?
A ver.
Si el juez quiere casarse,
que lo haga con alguien digno de su posición.
Virtuditas.
Sería la mujer ideal para un juez.
-Mauricio quiere a Elena.
-Pues don Mauricio se equivoca.
Se equivoca.
-Se trata de tu hija Elena.
(Sirena de cárcel)
-Bueno.
Pues eso. ¿Falta algo?
-¡Doña Marta!
Espere.
Un poco de carbón,
que el invierno viene duro.
-A mandar.
(Música en la gramola)
(Finaliza la música)
(RADIO) "Señores, como ustedes saben,
estamos en la era de los niños superdotados...".
-Te compro la gramola, pero con una condición.
-Que vengas a oír música siempre que quieras.
Anda, toma.
Toma, cuéntalo.
Juana, ¿vienes a recoger la gramola, por favor?
(RADIO) "Don Vito Parra es la auténtica revelación en el...".
¿Qué haces aquí?
-¡Chico!
-Chico.
-Sí, yo lo ayudo a recogerla.
Solo que tenía ya repartido todo el trabajo del día.
-Julita, hija, pregúntale a tu padre qué quiere almorzar,
si pescado o carne empanada. -Ajá.
Buenos días, señor juez. -Buenos días.
Buenos días, doña Virtudes. -Buenos, don Mauricio.
-Su hija está hecha una mujercita, y bien guapa que es.
-Es más guapa la mayor, y más mujer.
El que la lleve al altar no sabe lo que se lleva.
-El hombre que se case con ella será muy afortunado.
-Y la mujer que se case con usted también.
Es usted un hombre de bien.
Siempre mirando por el bien de los demás.
Anda, que lo que ha hecho con Antonio sacándolo de la cárcel...
-Soy juez, he de velar por la justicia.
-A ver si ayuda a esa pobre familia, que levante cabeza.
Últimamente van de mal en peor.
No sé si sabe que ahora... -Perdón, tengo un poco de prisa.
-Sí, no lo entretengo más.
Eh... Disculpe.
Bonitos zapatos. ¿Son nuevos? -Sí.
-¿Dónde los ha comprado? Mi marido necesita y...
-En la zapatería de don Críspulo.
-Ahí es donde trabaja Elenita, ¿no?
-Sí.
Que tenga un buen día.
-Lo siento, don Rafael. Disculpe.
Es que esto no puede seguir así.
Tengo al personal atemorizado
de contagiarse con lo que sea que ha traído este.
-Es usted el jefe.
Se lo dice y punto, ¿eh?
-Los justos y necesarios.
Mire, don Rafael,
si Antonio es tan... tan amigo suyo,
lo mejor que puede hacer por él es mandarlo a casa,
que se meta en la cama y que llame a un médico, ¿no le parece?
¿Mejor, Antonio?
(Latidos de corazón)
-Coge aire, todo el que puedas.
-Te he dicho que respires, no que me sueltes la filípica de siempre.
Vamos.
-Suelta lentamente el aire.
Otra vez.
-Neumonía, Marta.
La infección está muy avanzada.
Necesitas quedarte en cama y un tratamiento con penicilina.
-Háblalo con Rafael.
-Me ha dicho que tiene buenos contactos, de confianza.
Te pueden conseguir las ampollas para el tratamiento de una semana.
Diez gramos durante cinco días.
Eso sería suficiente, al menos por el momento.
-La próxima vez que venga a esta casa
será para escribir un parte de defunción.
Antonio, hazme caso.
-Creo que con este largo ya vale.
-Más arriba.
-¿Y el luto?
-¿De qué color es la falda?
-Negra. -¿Entonces?
-Mamá, que se me van a ver las rodillas en cuanto me siente.
-Mejor.
Así, a lo mejor se fija en ti quien se tiene que fijar.
(Timbre)
-Será don Próculo.
-Virgen Santísima. Ese hombre empieza a hablar y no calla.
-Es la señora Marta. ¿Le digo que pase o que están ocupadas?
(VIRTUDES) No, que pase, que pase.
A ver qué quiere. Vendrá a pedir algo.
No sabe hacer otra cosa.
Pedir, pedir y pedir. Parece que no sabe
que los tiempos han cambiado. -Mamá, que te va a oír.
-Pasa, pasa.
¿Qué tal está Antonio?
Ya me ha dicho Julita esta mañana que no podía parar de toser.
-Virtuditas, hija, déjanos solas un momento.
Ojalá pudieras llevártelo.
Aquí solo molesta y coge polvo.
-¿Qué quieres?
-Ah. ¿Quieres que hable con Rafael para que le pida dinero?
-Bien sabe Dios que te lo ofrecí, Marta,
y no una, sino varias veces.
Y tú cabezota que nada.
Con ese orgullo tuyo que está matando a tu marido.
-Pues mira, no.
Hace un mes vino de Betanzos la prima de Venancia
y ya le he dado el trabajo a ella.
¿Quieres que ahora le diga que no para darte el trabajo a ti?
-Venga, anda, no seas ingenua.
¿Adónde vas a ir? Siéntate.
Que parece mentira que no sepas cómo están las cosas.
Algo se nos ocurrirá, mujer, para que te ganes un dinerito.
(Música en la gramola)
# Y espero que un día
# todo sea como fue.
# Y yo sigo esperando ese día
# en que tú regreses
# para amarte con locura
# y olvidar aquel error. #
(Timbre)
(HOMBRE) Mamá, por favor, a estas horas no llega el correo.
Cariño.
¿Qué necesitas?
-Faltaría más. Pasa, pasa.
-Un poquito más.
(Puerta cerrándose) -A la oreja.
Ajá.
# Ahora me pregunto... # -Ya está.
-Ahí va bien.
Pasa, pasa.
Es que me voy al teatro, ¿sabes?
Si quieres animarte...
Me ha dicho Camilo que es una función muy divertida,
Los... -Los Vieneses.
-Los Vieneses.
Oye, que si quieres, te consigo entradas para ti también,
que veo que tú también necesitas una alegría, mujer.
-Ya, hija, ya lo sé.
¿Necesitas algo?
-¿Penicilina?
Ay, Marta, que eso ya son palabras mayores.
En Madrid solo se puede conseguir en Chicote.
Imagínate qué lujo.
No. Lo siento, pero yo ya no llego a ese nivel.
-Lo siento, de verdad.
-Mama, dile lo de Juanillo.
-Marta.
Marta, espera.
Un momentito.
Mira.
Te vas a ir aquí de mi parte.
-Sí, hija, sí, es de un amigo de mi hijo.
-Bueno, un conocido. -Tiene muchos.
-Venga.
-Marta, por favor.
¿Cómo...? ¿Cómo se te ocurre?
Mira, todavía llevo yo la del mío.
No te consentiré que te deshagas de la de Antonio,
no mientras él esté vivo.
-Pero venga, quita.
Anda, quita, quita.
Me vas a hacer llorar también
y voy a llegar al teatro hecha una María Magdalena.
(JULITA) Que nos van a ver. -Solo un poco más.
-No, que nos van a ver. -Vale, vale.
Solo te pido una cosa. -¿Qué?
Muéstrame los pechos.
Así sueño contigo esta noche.
Que no.
Por favor.
Ay... Ay, Julita.
(Se cierra una puerta)
-Buenas noches, Marta.
Nunca más en el portal, Dioni. Que no.
-Nunca más en el portal.
-Alto ahí, ¿quién anda?
(Portazo)
(Crujidos metálicos)
(HOMBRE) Dame un cigarro, anda.
¿Qué haces con rubio americano? -De la última redada.
El sargento repartió algunos.
-Joder, me pierdo todas las fiestas. (RÍE)
-Vamos, chaval.
Quiero irme a la piltra antes de que toque.
-Buena idea.
-Perdone, perdone que la haya asustado.
(CHISTA)
(Voces en piso superior)
-Tenga.
No puedo sacar más de la enfermería. Me juego el cuello.
Así que dígale a Fermina que con esto estamos en paz.
Salga, salga por allí.
Eh, y dele recuerdos a Camilo.
Gracias.
Corra, vaya por allí.
-Bien.
-¿No vas a decir nada, Elenita?
¿Se te ha comido la lengua el gato?
-Hablo con él.
Le digo que te deje salir antes y nos vamos a tomar algo.
-Venga, no te resistas, que lo estás pidiendo a gritos.
Ven aquí.
-Buenos días, Elena.
-No diga tonterías, señora.
Mi hijo no le ha hecho nada a Elena. -La de mentiras que hay que oír.
Su hija es una ladrona.
(CRÍSPULO) Eso es. Ha robado 100 pesetas de la caja.
Mi hijo la pilló con las manos en la masa y salió corriendo.
-Hágalo, será su palabra contra la mía.
¿A quién cree que escucharán? ¿A un policía municipal
o a la hija de alguien que acaba de salir de la cárcel?
-Su hija va provocando, me extraña que no le haya pasado más veces.
No quiero volver a verla.
-Ni muerto. Váyase ahora mismo
o el que va a poner una denuncia contra su hija seré yo.
Fuera.
-Padre.
-Don Mauricio.
-Tengo que hablar con usted. -¿Algún problema?
-¿Usted qué cree? No se está cumpliendo lo pactado.
Muevo cielo y tierra para sacar a Antonio de la cárcel
y ahora nadie se da por aludido. -Paciencia, paciencia.
Lo primero es que Antonio se cure. Está muy grave, ¿no lo sabía?
-Sé que bien no está, pero grave... -Lo está.
Y mucho.
-Tendré que hablar con Marta. -No, escuche.
Las cosas de hombres se arreglan entre hombres.
Además, no es conveniente molestar a Marta.
Bastante tiene ya con lo que tiene.
Y más ahora
que a Elena la ha despedido don Críspulo de la zapatería.
-¿La han despedido? -Sí.
-¿Por qué? -Bueno, su hijo dice
que la pilló robando.
-¿Mi prometida es una ladrona? -Por supuesto que no.
-¿Entonces?
-Verá, no es algo muy agradable de contar.
-No importa, cuéntemelo sea lo que sea.
-¿Señor?
-Me he estado informando.
Un gramo de penicilina se consigue sin problema de hoy para mañana.
-Para esa cantidad necesito tiempo.
-También saldrá más caro.
-Déjeme hablar con mi contacto y lo informo.
-No digas eso, Marta. No te dejes vencer por el desánimo, mujer.
-Antonio se recuperará, ya verás.
-No juzgues si no quieres ser juzgada.
-No, no, gracias.
Gracias.
Creo que tengo la solución.
Verás, quien dirige hoy el hotel Ritz es un conocido mío.
Sé que buscan a alguien preparado como tú para un trabajo.
Haré que te reciban mañana mismo.
Esto lo arreglará todo, Marta.
(RÍE)
(Rasguido)
(Campanilla del tranvía)
(RECEPCIONISTA) No se preocupe. En dos minutos estará listo.
-La entrada para aspirantes a camareras
es por el otro lado del edificio.
Salga, por favor.
-¿Está usted sorda o qué?
Buenos días, señor Benítez. ¿Desea algo?
-Estoy esperando a doña Marta Ribas.
En cuanto llegue, la acompaña personalmente a mi despacho.
-Sí, descuide.
¡Señora Ribas!
¡Espere, por favor!
Perdone, pero ha habido una confusión.
El señor Benítez la espera.
-Eso se lo comentaría personalmente la señora Moretti.
¿Quiere beber algo?
-Lo que sí quería comentarle es que estoy encantado con la entrevista.
Buena presencia, una educación exquisita.
Un excelente italiano, mejor que el mío y eso que he vivido en Roma.
-¿Le parece bien el trabajo?
Si algo le sobra a la señora Moretti es clase y dinero.
Siempre trata bien a sus empleados.
Ah, un último tema.
Me comentó el padre Próculo que estaba usted casada.
una autorización de su marido. Nos la exigen.
-¿Como siempre?
-Hoy con un poco más de brillo.
-Si es mucho brillo, te costará más caro.
¿Penicilina?
-Vaya, ¿qué eres, adivino?
-La penicilina está de moda.
Miseria más heladas igual a pulmonía.
Por eso te costará más que esto. -¿Cuánto?
-El otro billete que llevas por si te pedía más dinero.
-Eso es mucha pasta. -Es lo que hay.
¿Lo tomas o lo dejas?
Ve a las 11:00.
-Oye.
¿Qué hace aquí el pimpollo de mi jefe?
-¿Basilio? Es un fijo ya.
-¿Está metido en algo? -El Káiser lo tiene más agarrado
que si bailara un chotis.
Como al chaval le van las putas y el polvito blanco, imagínate.
-Ese alemán se lo va a comer vivo. -Eso pienso yo.
El nazi ese tiene que tener contactos hasta en El Pardo.
Mira que es cabrón y nunca le pasa nada.
-Vigílamelo y dime lo que hace.
-Si me pagas.
-¿Cuándo he dejado de pagarte, eh?
Dime dónde se mete y lo que hace.
-¿Para avisar al padre?
(Golpes en la puerta)
Querría hablar contigo un momento.
-Ven conmigo.
Pasa.
Por ahí.
Siéntate.
(RESPIRA HONDO)
300 pesetas.
-Llegó a mis oídos y fui a exigir que te lo pagasen.
Bueno, el doble, por el mal trago que te hicieron pasar.
Iba a subírtelo, pero...
como tu padre está enfermo, no me atreví.
-Es mi obligación.
Siempre voy a ser bueno contigo.
Siempre.
Todos los días, te lo juro.
Ya se lo he jurado a tu padre.
Estoy deseando que seas mi esposa.
(VIRTUDITAS) ¡Un médico!
¡Un médico!
¡Un médico!
¡Un médico!
¡Un médico!
¡Marta!
¡Marta!
¡Marta!
-¡Antonio!
-Antonio!
¡Antonio!
¡Una ambulancia! ¡Llamad a una ambulancia!
¡Antonio!
¡Antonio!
-No he robado su dinero, se lo juro.
Me pegaron una paliza.
-¿Creías que me acostaría contigo así, sin más?
-Me lo dijiste el otro día: "Nunca más en el portal".
-¿Estás loco o qué? -Loco por ti, Julita.
-¿Quieres que guarde tu secreto?
O sales conmigo o lo cuento todo.
-Eso son recibos, ¿no?
-¿Con qué dinero?
-¿Quieres ganarte 100 duros en cinco minutos?
Madrid, años 40. Marta y su marido Antonio viven con su hija Elena en la buhardilla de una edificio de clase alta. Antes tenían muy buena posición, pero la han perdido. En el mismo edifico viven Rafael, su mujer y sus hijos. La antigua amistad se ha deteriorado.
Histórico de emisiones:
13/09/2016