2008-2010
Subtitulado por Teletexto-iRTVE.
¿Estás bien?
¿Cómo te atreves?
Han sido estos incompetentes.
¿Qué le ha pasado a Victoria?
¿Qué le ha pasado?
-¡Dios mío!
-¡Suéltame! Déjame ir con ella.
-Quieta o te disparo.
-Mátame porque te juro que voy a ir con ella.
-¡Ni la toques! -¡Vicenta, cálmate!
-¡Suéltame!
¿Y si nos lo matan?
-Lo que me preocupa no es que muera, sino que lo haga sin dignidad.
Por fin.
¿Qué se sabe?
-La zona está acordonada y no dejan pasar.
Hay heridos. Han llamado al médico.
Pero no se sabe quiénes.
-Todo esto por Victoria Márquez.
-Todo iba bien.
Dejaron pasar al padre Ángel para mediar.
No sé.
Algo ha ido mal.
-Yo no soporto esta incertidumbre. Debo saber qué tal está mi marido.
-No vas a ningún lado.
Allí solo estorbarás o te pegarán un tiro a ti también.
-Señora.
Podemos rezar el rosario para que Dios los proteja.
-Amalia, usted puede irse.
-Señor,...
...yo prefiero hacerle compañía a la señora.
Mi hijo está dentro y aquí sabrán lo que pasa antes que nadie.
Encarna, tienes que salvarla.
Sí.
No puedo hacerlo.
Ella es la única rehén que vale algo y lo sabes.
Eso no tienen por qué saberlo.
No te molestes.
Han ido a ver el espectáculo.
Invita la casa.
-¿Qué espectáculo es ese?
-Un grupo de anarquistas.
Han tomado una casa rica y se han atrincherado.
Había sed, ¿eh?
-Estoy de celebración.
Por el imbécil más grande del mundo.
Se ha dejado engañar por una puta, que le prometió otra vida en América.
-Por ti, amigo.
¿Y por qué no ha ido contigo ella?
-No lo sé.
Pero no soy capaz de preguntárselo.
-Pues vete sin ella.
El siguiente barco sale en dos semanas.
Yo me voy en ese.
-No tengo un real.
Me lo gasté en el pasaje para el que salía hoy.
-¿Quién ha hablado de pagar el pasaje?
(LATÍN)
Amén.
¡Victoria!
¡Victoria! ¡Victoria, no!
¡Victoria!
¡Eh!
-Es su vida o la de los demás. Entrarían a degüello cuando saliese.
Ojalá pudiésemos escapar de aquí, pero es imposible.
Aquí somos dos.
Y no dejaré a mis compañeros.
-Yo no llegaría lejos con esto. Nos cazarían a la primera.
-Si no responden, tendremos que resolver la situación.
Necesitamos saber que los rehenes están bien.
-Nos matarán como chinches.
Van a entrar, Ventura.
Lo van a hacer.
Esto no me gusta.
Tenemos que intervenir y lo sabes.
¡Llamen a un médico!
¿Y los asaltantes?
Ya lo han oído.
Tráiganlo vivo o muerto. Lo quiero delante de mí.
Y usted no va a ninguna parte. Tiene cosas que aclarar.
Llévenselo dentro.
¡Alto!
Disculpe, padre.
Lleve cuidado. Hay un grupo de anarquistas peligrosos por la zona.
-Gracias, hijo.
Que Dios te bendiga.
Gracias a su sotana, ese criminal ha huido.
Y puede quedar sin castigo.
¿No convenció a su amigo para entregarse?
Le dio trabajo.
¿Por qué? ¿Algo que ocultar?
¿Acaso le remuerde la conciencia, padre?
-Ángel, gracias a Dios que estás bien.
Y a las autoridades.
Su eminencia está muy preocupado.
Ha pedido hablar contigo.
Si usted no tiene inconveniente.
No por el momento.
Quizá necesitemos aclarar cosas en el futuro.
Gonzalo.
La trasfusión no garantiza su recuperación.
El problema es que está muy débil.
Ha perdido demasiada sangre.
-Doctor, tiene que salvarla.
-Si le trasfundo la sangre que necesita, arriesgo su vida, marqués.
Y el organismo de ella podría rechazarla.
¿Está seguro de que quiere hacerlo?
Tenías que haberla visto.
Allí tumbada en el suelo.
Con su cuerpecito lleno de sangre.
Si le pasa algo,...
...no me lo voy a perdonar en la vida.
No me lo voy a perdonar.
(PIENSA)
Y acógela en tu seno.
Llévatela de este mundo junto a los suyos...
...donde será más feliz que aquí.
Llévatela contigo.
¡Victoria!
¡Sh! ¡Quieta!
Quieta.
¡Sh!
Unos hombres entraron en la casa.
¿No te acuerdas?
Tienes que descansar para ponerte buena.
El marqués te trajo para ponerte a salvo.
Te dio su sangre a pesar de lo peligroso que era.
Te salvó la vida.
Victoria.
Evitó que te perdiera.
Voy a llamar a la enfermera.
Tú eres criada en la casa del marqués, ¿verdad?
Necesito saber si una niña se aloja allí o si has oído hablar de ella.
Estoy dispuesta a pagar si me dices dónde la tienen.
Nadie se enterará de que has sido tú.
Ayer mismo los escuché por la tarde.
Se quejaban de que no habíais cumplido.
Les preocupa lo que les da de comer.
No es el que parte el bacalao en el sindicato.
Ni pincha, ni corta.
Hay otros con los que deberías hablar.
Beben y la lengua se les afloja. En la taberna se tratan muchos asuntos.
Algo debes hacer, Encarna.
¿Cómo que no?
Tú eres la mujer de un Márquez. Tu hijo lleva su apellido.
Eres tan dueña de la mina como Victoria.
A ellos tampoco se les olvida.
Algunos quieren que se le dé al marqués la Gran Cruz del Mérito.
-Valentía e imprudencia son términos muy diferentes.
Muchos militares mostraron su arrojo en ese incidente.
No es de justicia... -Tú mejor no hables.
¡Dejar escapar así al cabecilla...!
Disculpadme.
-Señores.
Por el marqués de Castro.
Un valiente.
(TODOS) "Por el marqués".
-Camarero.
Otro coñac.
-Pareces nervioso.
¿Qué pasa?
¿Es por el marqués?
-No va a perdonarme.
Me tenía sentenciado antes y mucho más ahora.
-¿No exageras?
Si quisiera matarte, lo habría hecho.
-Eso es lo que me preocupa.
Que me prepare algo peor que la muerte.
-Ofrécele algo que quiera más que tu cabeza.
-¿Crees que no lo he pensado?
Pero solo al cura ese le tiene tantas ganas como a mí.
-Pues con la Iglesia hemos topado, Sancho.
El médico dice que necesita mucho reposo, pero se pondrá bien.
-La voy a alimentar tan bien que se recuperará enseguida.
-Claro.
-Me acabo de enterar de la noticia.
-Gracias por preocuparte.
Estamos muy contentos. Pasa.
-Parece que todo se pone de cara.
El mismo día que la señora Victoria se despierta, yo encuentro una casa.
La vida sigue.
-Pues qué bien.
¡Qué suerte! Bueno, yo voy a fregar.
-Te enseñaré la casa. -¡Ya está bien!
No va a ir contigo a ver nada.
-Justo, no empecemos.
-Déjalo, Vicenta.
No quiero causarte más problemas.
Pero me duele que celándola así es como si dudaras de su decencia.
-Yo no pongo en duda su decencia.
-Ya es suficiente.
¿No te da vergüenza ponerte en ridículo?
Él ya aclaró el tema de las cuentas pendientes.
-Yo no sé cómo ha pagado sus cuentas, pero no es un rico terrateniente.
-No sé cómo puedes inventar esas cosas para dejarme mal ante Vicenta.
¿No ves lo que sufre?
-No son inventos.
Un hombre te reconoció en la cantina como su compañero.
¿No te acuerdas?
-Se acabó.
Ya vendré en otro momento.
-No me lo puedo creer, Justo.
Te juro por Dios que no me lo puedo creer.
-Que no, Adelina. Que tengo razón.
-Y todo lo que quieras, Justo, pero la vas a fastidiar bien fastidiada.
¡Huy!
¿Dónde estabas? Te he estado buscando.
Monseñor Gracián está muy satisfecho de tus mediaciones con los obreros.
Y quiere que viajes a esa parroquia.
Los trabajadores quieren la huelga y la Guardia Civil, intervenir.
Tú vas a evitar que suceda lo uno y lo otro.
Gracias a tu buen oficio, aquí todo está en calma.
No quiero pensar que tus dudas tienen que ver con no separarte de ella.
Tienes que cumplir tu misión.
Saldrás hoy mismo.
En la mina hay nervios.
Con la marquesa herida, temen por su trabajo.
-Déjame pasar. -Sí, patrón.
-Quiero verlo. -Está en cama.
-Alicia Santibáñez. Viene todos los días.
Ha intentado sobornar a los criados por si teníamos aquí a su hija.
Mis hombres la tienen a buen recaudo, como ordenó.
No para de...
-¡Gonzalo!
Pasa.
Gracias, hija.
No tendrías que haberte preocupado. Ya habría pasado yo por la cantina.
-No, si no es ninguna molestia. De verdad.
Además, es mejor que no vaya por allí.
-¿Cómo está mi Salvador?
-Igual.
Ángel ha intentado que vuelva aquí, pero nada.
-Nunca pensé que diría esto. Pero ojalá hubiera cogido ese barco.
-Quizá se dé cuenta de la clase de mujer que es Alicia.
-No sé, hija.
Lo único que sé es que a mi hijo la vida se le ha echado encima.
-No se angustie, mujer.
-Me da miedo que cometa una locura.
Porque yo sé que él solo vive para esa mujer.
-Ya.
Tome. Beba un poco.
-Gracias, hija.
Prométeme que estarás pendiente de él.
Y que no dejarás que cometa una locura.
-Claro, mujer.
¿Dónde está mi hija?
Dímelo y olvidaré todo lo que ha pasado.
Te olvidas de algo.
Las pruebas que tengo que demuestran que mataste a Ricardo Márquez.
¿De qué te ríes?
La tuya tampoco.
Sin honor y sin Victoria.
¿Quién pierde más?
A mí no me importa mi vida. Soy una madre dispuesta a todo.
¿No me crees capaz?
¿Qué quieres?
¿Por qué se pone tan nerviosa?
Me aseguro de que no se les escapó nada.
Y tengo mi interés personal en esclarecer lo que ocurrió.
¿Usted no?
Bien.
Continuemos con la declaración.
¿Sabe algo que nos dé alguna pista de adónde iba el anarquista huido?
-Cuando los militares se despisten, saltaré al bosque.
-Ten cuidado.
-Tranquilo. Iré por Jaca hasta Barcelona.
Esa zona está menos vigilada.
-¡Venga, vete ya!
-Ni Dios, ni patria, ni amo, compañero.
Si me desprecias como dices, dile lo que has oído a la Guardia Civil.
Mi vida está en tus manos.
-Contésteme a la pregunta.
¿Recuerda algún dato que nos ayude a descubrir el paradero del anarquista?
No puedes hacerle eso. Tú no harías daño a un niño.
Haré lo que quieras.
Es así como querías verme, ¿no?
A tus pies.
Pues aquí me tienes. No me importa.
Pero no le hagas daño.
No puedes hacerlo porque es tuya.
Hace 13 años sí fue posible.
Es la edad que tiene.
¿Me crees incapaz de guardar un secreto tanto tiempo?
Es tu hija, Gonzalo.
Tu única hija.
¿Le harías daño solo por vengarte de mí?
Encarna ya no sabía cómo parar la hemorragia.
Pensábamos que se moría.
-Y fue cuando el anarquista decidió huir.
-Menos mal que al padre Ángel se le ocurrió lo de la sotana.
-¿El padre Ángel le dio la idea de huir?
-Consiguió que nos quedáramos libres.
-¿Ese criminal no le apuntó con un arma para que huyese?
-Bueno... No... No...
-¿Hizo todo lo posible para que huyese?
-Así un médico atendería a Victoria.
-Existía complicidad entre ellos.
-¿Complicidad?
No le entiendo.
-No hay más preguntas.
Gracias, Vicenta.
Nos ha ayudado.
Gracias por su colaboración.
¡Alicia!
No te lo vas a creer. Salvador está aquí.
-No cogió el barco para América.
-¿Qué le digo?
Quiere verte. Y está bebido.
-¡Vaya, la desaparecida!
Se te da bien escribir. Tienes una letra bonita.
-No me hiciste caso. ¿Por qué no te marchaste?
-A lo mejor me voy en el próximo barco.
Pero quiero saber qué pasó.
-Cambié de opinión. Ya te lo dije.
-Eso no me vale.
Tú deseabas tanto como yo una nueva vida.
Íbamos a formar una familia. ¡Maldita sea!
Teníamos planes.
Dime la verdad.
-No te quiero tanto como para vivir en la miseria con mi hija.
-Tenemos una oportunidad.
Yo podía trabajar allí.
-Cuando no estuvieras en la cantina.
Al final acabaría manteniéndote yo.
He luchado mucho por mi independencia.
-Vete.
Y no vuelvas nunca por aquí. ¡Vete!
-No le has contado lo de tu hija, ¿verdad?
¿Qué desean?
-Hablar con quien dirija la mina.
-No son horas de ir de visita a ninguna casa decente.
Hablen con el capataz.
-De aquí no nos vamos hasta que alguien dé la cara.
-Muy bien.
Rosalía, dile a Justo que venga.
Estos hombres quieren hablar con alguien de la mina.
Ya se encarga Justo.
Señor.
Sí, señor.
Está en juego nuestro pan.
Aunque tengas buena voluntad, no eres la dueña.
Sin ella, estamos vendidos. Y tú, también.
-Ponte en nuestro lugar.
No podemos echarnos atrás.
Pero lo que nos prometisteis...
¿Sin la señora Victoria?
¡Justo!
¡Por Dios!
Esto es una locura.
-No, Vicenta.
Yo quiero demostrarte que Julio es un farsante.
Ahí está el hombre del que te hablé. Ven.
Fortu.
Buenas noches. -Buenas noches.
-El otro día me fijé en que usted reconoció a Julio.
-¿De quién me hablas?
-De Julio, el que invitó a todos.
Usted le dio una botella.
Usted le dijo que habían vuelto a España en el mismo barco.
¿Le puede repetir eso a ella?
-Si me pagas un vino, amigo, te repito lo que tú quieras.
-No tiene que repetir nada. Solo contar la verdad.
-La verdad...
La verdad de la buena...
...por respeto a esta señora te lo digo.
Cuando bebo un pelín más de la cuenta,...
...digo tonterías.
-No estaba tan borracho, Vicenta.
-Mi compañero de viaje se murió.
-Eso no es verdad.
-Y tanto. La espichó nada más volver.
Lo atacaron unas fiebres.
-¿Te pagó Julio? ¡Dilo! -¿Qué haces?
-¿Qué haces? -Di que lo conoces.
-¡Está loco!
-Si querías que mintiera, haberme avisado.
-¡Ya no aguanto más! -¡Espera!
-Yo me iba a casar con un hombre bueno, generoso y cabal.
-Vicenta...
(RECUERDA) "Es tu hija, Gonzalo.".
"Tu única hija".
Lo prometido. Te lo has ganado.
Y ya sabes.
Punto en boca.
-Ha sido un gusto volver a verte.
Si tienes otro favorcito antes de que me vuelva a Montevideo,...
...ya sabes.
¡Eh, compañero!
¿Preparado para embarcar en dos días?
-¿Te vas otra vez?
-Eso es cosa mía.
Ponme un vino.
Rápido.
-No me da la gana. Estoy harta de fiar.
-No os preocupéis. Yo invito.
Dinerito fresco.
-¿Y va a pagar su cuenta pendiente?
Lo dicho. Que no hay vino.
-Es por lo de la feria.
-No sé cómo no te da vergüenza de estar siempre borracho.
Parece que no tienes casa.
-También tú con lo mismo.
-Quédate con tu vino peleón. Como si no pudiera pasar sin él.
-¿Sí?
Demuéstramelo.
A ver si tienes lo que hay que tener.
¿Sigues enfadada?
Vicenta.
Yo...
Lo siento de verdad.
Perdóname.
-¿Crees que con pedir perdón lo arreglas?
Has hecho cosas horribles para dañar a un hombre que no te ha hecho nada.
Lo he estado pensando toda la noche.
Y ya no sé quién eres, Justo.
Lo mejor es seguir para adelante como si nada hubiera pasado.
Es posible que no fuera una buena idea.
Que no estamos hechos el uno para el otro.
Nos equivocamos.
-Vicenta, si no hay más, tengo cosas que hacer.
Tenías razón.
No puedo pasar sin beber.
Soy un borracho.
Lo reconozco.
Es lo que querías, ¿no?
-Vete a tu casa.
Ponme un vino.
¡Ponme un vino!
¿No tienes compasión?
Mira.
No puedo más.
Esta mano...
Esta mano solo sirve...
-Salvador.
Suelta el cuchillo.
¡Suéltalo!
-¡No puedo más!
¡No puedo más!
¡No puedo más!
-¿Por qué haces esto?
-Necesito olvidar.
Olvidar a Alicia.
Soy un despojo.
Soy una deshonra. -No.
Eso no es verdad.
Tú eras un hombre valiente.
Ayudabas a los demás.
Puedes volver a serlo.
-¿Cómo?
-Tienes que dejarte ayudar. Confía en mí.
¡Encarna!
¡Qué madrugadora!
Te prepararé el desayuno.
¿A la mina?
¿Ocurre algo?
Y...
¿No necesitas el visto bueno de Victoria?
Muy bien.
-Señora Vicenta, alguien ha limpiado la plata por la noche.
La señora Encarna... -Hace lo que tiene que hacer.
Y ninguno tiene por qué opinar nada.
Búscate otra cosa que hay mucho que limpiar.
No sabes la alegría que me da verte tan recuperado.
A los dos.
Pero Victoria no se encuentra en disposición de recibirnos.
Entiendo.
No sé. No quería importunarla.
Aunque una amiga siempre viene bien.
Le daré recuerdos de tu parte.
No.
Te equivocas.
He venido a echarte una mano.
Lo del asedio fue un desafortunado incidente.
Y espero que lo que te ofrezco te haga olvidar.
¿Ni siquiera si te ofrecen la manera de acabar con el cura de forma legal?
Es doloroso, ¿verdad?
-¿El qué?
-Que te dejen.
-Más doloroso es que no te crean.
Que duden de tu palabra.
-Ayer vi a Pío.
Al vaquero.
-¿Y?
Me preguntó por el asedio y esas cosas, pero...
...no me dijo nada bonito.
-¡Anda! Todavía eres joven para preocuparte por esas cosas.
-A uno le llega el amor cuando le llega y yo no quiero dejarlo escapar.
-Ya.
¿Qué hago para que se fije en mí?
-Yo no entiendo de esas cosas.
-¿Qué te gusta de una mujer?
-Que sea mujer. Como las demás.
-No, como todas no.
Yo no soy así.
Todo el mundo igual.
He tomado declaración a todos los que estuvieron en el asedio.
He descubierto algo interesante.
Como quieras.
El anarquista huido y el curita...
...tenían relación.
Los dos estuvieron implicados en la agresión al hombre del somatén.
Si a estos antecedentes le añadimos...
...que el anarquista pidió que él entrase a mediar...
...y que, ahora viene lo interesante,...
...el cura le dio la sotana para que huyese,...
...podíamos acusarlo de conspiración para la comisión de delito.
Sin que tú te manches las manos y sin dañar tu imagen frente a Victoria.
Confía en mí.
Sé lo que tengo que hacer.
Vicenta.
¿Qué pasa?
-Encarna.
Lleva la mina sin consultar con nadie.
Como si fuera la dueña.
-Tendrá que velar por los intereses de su hijo.
-¿Qué sabe de negocios?
-Más que tú y que yo.
-Señora Vicenta, en el trastero hay ratones.
-Eso es imposible.
No picó ninguno en las trampas.
-Pues he visto las huellas al lado de la caja de ropa vieja de la señora.
-Como críen, se nos llena la casa. Hay que hablar con Justo.
-Claro.
Avisa a Justo y que se ocupe.
-Vale.
-Vicenta, lo siento.
-Pues no es para tanto, Adelina.
¡Venga! A trabajar, que para eso nos pagan.
¡Anda!
Cógelo.
¿No quieres comer?
¡Cógelo!
¡Señor marqués!
¿Así es como vigiláis?
¿Me llevas?
¿No tienes criadas para eso?
-Quiero hacerlo personalmente.
Don Álvaro no come hoy aquí y he preparado...
...una comida para Hugo y para mí.
-Así que la cosa va mejor entre vosotros.
-No te importará que no te invite.
Seguro que tienes planes más interesantes.
Tú siempre los tienes.
Ahí está Hugo.
-Era el alférez.
Ha traído esta noche de parte del señor.
No viene.
-Habrá surgido algún imprevisto.
Todo está muy revuelto.
-Retiraré un servicio.
-No te lo tomes así.
Me quedo yo a comer contigo.
-No, Alejandro. No te preocupes.
Estoy acostumbrada.
Insisto.
No voy a dejarte sola.
Y luego te vienes a jugar al tenis.
¿Cómo voy a ir sin mi pareja favorita?
-Un mozo ha traído esto para usted.
-¿Y no ha dicho nada?
-No, señora.
¡Justo!
¿Has visto a Vicenta?
Ha venido el carnicero a cobrar y no la encuentro.
¡Oh!
¿Para qué te preguntaré yo a ti nada de Vicenta?
¿Dónde vas con esa maleta? -¿Eh?
-Voy a llevar esto a...
Me marcho. Ya no aguanto más.
Le dejo una carta a Encarna.
-¿Cómo que te marchas?
¿Que te vas?
¿Qué dices? ¿Tú te has vuelto loco? ¿Qué dices?
-No puedo quedarme, Adelina,...
...con Vicenta dejándose engañar por ese marrullero.
-Deja de lamentarte y haz algo.
Con esa actitud de cordero degollado no la vas a recuperar.
Te tiene muy seguro.
-¿Y qué hago?
-No quiere verme ni escucharme.
-Demuéstrale que tienes carácter y que te puede perder para siempre.
Y te quedas aquí.
¡Ay, Dios!
Pero, señor, son mis mejores hombres.
Y leales a usted.
El plan era...
Entonces, ¿qué hago con la niña?
¿La suelto?
No podemos esperar.
Una lisiada en una hospedería no pasa inadvertida.
Señor, no le entiendo.
¿Por qué le importan tanto?
¿Le vas a contar a Victoria lo de la mina?
Si se entera Encarna, te larga con viento fresco.
-Si Encarna arruina la mina, Victoria no me lo perdonará.
-El que faltaba.
-Tranquila. Vengo en son de paz.
Vicenta...
Voy a hacer el trato de la casa.
Así que ya no te molestaré más.
Y sobre Justo...
-No tiene nada que opinar.
Hemos roto el compromiso.
-¡Vaya! No sabes cuánto lo siento.
-¿Y no se puede arreglar?
No quiero que por mi culpa... -Adelina.
¿Qué le pasa al fregadero?
-Que gotea.
-Paso a visitar a Victoria y luego te acompaño a ver esa casa.
No te engañarán. -Te espero fuera.
-Vicenta...
-Justo, no empecemos.
No tienes ningún derecho sobre mí. -No es eso.
-Voy a estar un par de horas fuera.
-Con una mujer.
-Si has revisado que no haya ratones muertos, no tengo inconveniente.
-Bueno.
Ahora vuelvo.
-¡Qué pronto se le ha pasado! -Voy a por el abrigo.
-¡Vaya con Justo!
¿Qué te estás haciendo, hijo?
-Amalia, si no lo ayuda...
-Pero ¿qué hacemos?
Habrá que avisar a un médico.
-No hace falta.
Yo sé cómo hacerlo.
Mi padre pasó por esto muchas veces.
Tranquilícese.
¿Cómo me voy a tranquilizar?
Soy su madre.
-Lo sé.
Pero, Amalia, Salvador se va a poner mucho peor.
Es mejor que no lo vea así.
Váyase tranquila.
Por favor.
Cuídalo, hija.
-¡No puedo!
Necesito vino para soportarlo.
Solo un poco.
Solo un poco. -Salvador...
Ahora tienes que ser fuerte.
¿Eh?
Quizá Alicia te hizo creer que no vales nada.
Pero es mentira. ¿Me oyes?
Volverás a enamorarte.
Buenas tardes, señor marqués.
Disculpe. He venido a ver a Victoria, pero si está descansando.
No.
Cosas de la casa, señor marqués.
¿Cómo lo sabe?
Le agradezco su interés.
Pero no se preocupe. Victoria se encargará de ello.
Mire.
No quiero inmiscuirme en los asuntos de los patronos.
Llegaron a la casa muy farrucos.
La señora Encarna insistió en atenderles.
Les ha hecho promesas.
Pues algo de que ellos participen en la organización de los horarios.
Yo no entiendo de negocios.
Pero don Ricardo levantó la mina y no quiero...
Gracias, señor marqués.
Buenas tardes.
Contratad más gente.
¿Y si contratáis gente, no ganáis nada?
Está todo hablado.
-Te has aprovechado de que fuimos compañeros en el pasado.
Pero ya sabemos de qué lado estás.
¡Ay!
Ya nada es lo que era.
Antes esta mesa se llenaba de gente a la hora de la cena.
Y ahora...
-¿Qué es ese ruido, Adelina?
¡Ay! Que parecen... -Ratones.
No me lo puedo creer.
Justo puso veneno en el trastero.
-Es en la habitación de Encarna.
-¡Madre mía!
-Un momentiño.
A ver.
Ese ruido es muy fuerte.
-Sí.
-¡Que no van a ser ratones!
-¿Qué dices? -Anarquistas.
Y vienen a esconderse.
-¡Virgen santísima!
-¡Ay!
-No me pillan como la otra vez. Toma.
-¿Avisamos al cuartelillo?
-¿Y dejar que desvalijen la casa? No, de eso nada.
Tranquila.
¡Vamos!
¡Da la cara, malnacido, o te rajo como a los puercos!
-Adelina, me estás dando miedo.
-¡No!
-¡Rosalía!
-¡Qué susto nos has dado!
¿Qué has hecho?
-La señora Encarna me dio permiso...
...para coger los vestidos viejos de la señora Victoria.
-Mira.
Aquí tienes a los anarquistas.
-¿Para qué te pones así?
-Quería aprender a ser como las demás chicas.
Pero no me sale.
-¿Y por qué no me pediste ayuda?
-Me daba vergüenza.
No me he portado bien contigo.
¿Me perdonas?
-Pues claro que te perdona.
Y te va a ayudar encantada. ¿Verdad?
-Pero a mí no me pongas esas cosas cursis que tú llevas.
-¡Ay, "filliña".
¿Por qué no cierras la boquiña en vez de estropearlo más?
¿Adelina?
¿Dónde se ha metido?
Se ha dejado la luz encendida.
-Entonces...
...se acabó lo nuestro, ¿no?
Me refiero a que me ayudes en la búsqueda de la casa.
-Julio.
Yo quería agradecerte...
...que no me hayas reprochado el comportamiento de Justo.
Te has portado como un caballero.
-No se lo tengas en cuenta.
Tú no tienes la culpa de desatar esas pasiones en un hombre.
-Buenas noches.
¿Sabes por qué quería tu opinión sobre la casa que iba a comprar?
Siempre tuve la esperanza de volver a recuperarte.
Y que esa casa...
...sería nuestra casa.
-¡Por Dios!
Pero ¿qué dices?
-Es demasiado pronto para que pienses en volver a ocupar tu corazón.
Pero quiero que me tengas en cuenta.
No quiero volver a llegar tarde otra vez.
Ya aprendí la lección.
Buenas noches.
Está más tranquilo.
Pero necesita más tiempo.
No me importa.
Alicia, déjalo. Ya lo hacemos nosotras.
-Debo mantenerme ocupada.
Me estoy volviendo loca de esperar de brazos cruzados.
Luisa.
Gonzalo...
¿Qué vas a hacer con ella?
Con Victoria gravemente herida, Ángel busca una solución desesperada para que Ventura pueda salir de casa Márquez y que Victoria sea atendida por un médico. Victoria se recupera en palacio, donde la lleva Gonzalo inconsciente.
Histórico de emisiones: 07/09/2009
Añadir comentario ↓
¡Me encanta! No puedo dejar de mirarla. Los capítulos se ven perfectos desde mi IPad. ¡Gracias!!