'Héroes invisibles' es una serie documental cuyo protagonista es un español que abandonó su cómoda vida en España para intentar mejorar las condiciones de los más desfavorecidos en el extranjero. Violencia, narcotráfico, inmigración, terrorismo o pobreza extrema son algunos de los temas que se retratan en los diferentes destinos: Kenia, Camboya, Honduras, Mauritania, México, Costa Rica, Jordania, Nepal, India, Mediterráneo Central, el Líbano, Etiopía, Ecuador, Estados Unidos, República Dominicana y Zambia.
La serie de documentales está dirigida por Víctor Cerdán y cuenta con los reporteros, Merche Forner, Omar Razzak y Tábata Peregrín, y con los operadores de cámara, Elena Fernández y Alberto González. Un equipo con larga experiencia en la elaboración de este tipo de documentales bajo la dirección de producción de Marta Manzano y la producción ejecutiva del periodista y escritor Manuel Cerdán.
tranquilidad de poder estar... son cosas muy pequeñas, ¿no?
Llegan familias que han dejado miembros atrás,
que no saben si viven o mueren. Eso es doloroso.
Si yo no le mataba, me mataban a mí.
Ocho de cada diez mujeres han sufrido violencia. Es brutal.
Para nosotros es imposible regresar a Colombia,
porque la amenaza que hay contra nosotros es amenaza de muerte.
(Disparos)
Un, dos, tres.
(Disparos)
Me la están complicando más.
Viviendo aquí de posada en esta casita que nos han dejado.
Y, bueno, ahí, tratando de salir adelante.
Solamente, para que la cuidemos y para que tratemos de no dejar
que el monte siga avanzando.
Aquí no había servicios de ninguna especie.
No había luz, no había agua potable,
no hay servicio de alcantarillado.
Todo lo hemos ido adecuando nosotros
en la medida que hemos podido.
Aquí, en esta parte, está el primer piso,
el primer apartamento.
Aquí vive mi yerno con mi hija.
Esa es la habitación y ahí está la cocinita.
La hemos ido adecuando poco a poco.
Aquí están los baños que sí son compartidos.
Hemos invertido en chanchos y, finalmente, en pollos.
Últimamente, lo que nos ha ido llegando,
lo vamos invirtiendo en pollos.
Venderlos y tratar de aumentar el recurso.
Porque, dentro de poquito tiempo, nosotros no vamos a tener la ayuda.
Tenemos que ir pensando desde ya cómo vamos a hacer
para poder ganar el sustento diario. Esa es la idea.
apenas estamos comenzando.
Sí. Apenas estamos comenzando.
Acá tenemos 50 ya listos para salir.
Usted viene y pide trabajo y es muy difícil,
por no decir que imposible, que le den trabajo.
Si usted va a pedir trabajo, lo primero que le dicen es:
"¿Usted es colombiano?" "Sí, señor".
"¿Pero usted viene en calidad de refugiado?" "Sí, señor".
"Ah, no, para usted no hay trabajo".
Engordarlos y venderlos.
Nada más, en los cuatro grandes,
creo que tengo unos 2500 dólares.
Esta chancha me costó 210 dólares.
La idea es esa, seguir invirtiendo para seguir produciendo.
Es difícil tener uno que volver a vivir...
estas cosas, porque son situaciones duras,
son situaciones difíciles que uno ha vivido,
que ha tenido que soportar humillaciones, maltratos,
tanto verbales como físicos.
Ha habido fuerzas armadas al margen de la ley
de diferentes bandos: paramilitares, la guerrilla.
Todos ellos lo hostigan a uno.
Nos asedian y nos quitan lo que tenemos.
Y, a veces, tratan de... Una de las razones
para ellos molestarnos, era... Perdón.
Por quitarme los hijos,
para que se fueran con ellos a las filas.
No nos dejaban tranquilos. De hecho, una prueba
de que no nos dejaban tranquilos, es que hoy estamos aquí,
viviendo esta situación no tan cómoda.
Perderlo todo y volver a iniciar de nuevo, es duro.
El 10 de noviembre de 2016 nos llegaron a la casa
como a las diez de la noche.
Y tan pronto como salí y abrí la puerta de la habitación,
me cogieron de la camisa y me tiraron al piso
y ahí me patearon y me insultaron.
Hicieron lo que quisieron conmigo.
Me dijeron que teníamos que desaparecernos del mapa,
que no querían volvernos a ver,
si nos volvían a encontrar,
ahí sí ya no nos la perdonaban, que nos mataban.
Entonces, ahí ya no le queda a usted tiempo de pensar
en qué hago, para dónde me voy, qué me pongo a hacer.
Si ellos le dijeron: "Se van ya", es ya.
Y si usted se pone a parpadear y a pensar: "¿Será que sí?
¿Será que no?", ellos se van y voltean a mirar
y si lo ven ahí parado pensando, le disparan.
Y allá nos tocó dejar todo y salir.
Por aquí les mostramos la forma cómo nos hemos organizado.
Sí, señora. Como yo les contaba,
la casa aquí era solamente las cuatro paredes.
Nos tocó ir acomodando, ir acondicionando la cosa.
Aquí vive la otra hija.
Estas cositas las hemos ido adquiriendo con esfuerzo. Nevera.
Las cositas que ven.
No podemos regresar a Colombia.
Para nosotros es imposible regresar a Colombia,
porque la amenaza que hay contra nosotros, es amenaza de muerte.
Para mí, yo lo veo imposible regresar a Colombia.
Imposible porque no se puede uno confiar.
Así se hayan hecho acuerdos de paz y cantidad de cosas en el país,
eso es una farsa. Eso no es verdad.
Esto es el albergue Kawsarina Huasi
aquí en Lago Agrio, es un albergue para personas
que llegan, fundamentalmente, de Colombia solicitando
refugio en Ecuador.
El nombre albergue Kawsarina Huasi significa en quichua
'casa para una nueva vida'.
Es el único albergue que ACNUR tiene en Ecuador
y lo ejecuta el proyecto del albergue una ONG local,
nuestra ONG, Fundación Tarabita.
Yo soy de Málaga, soy la coordinadora
y mi misión es hacer que todo funcione.
Se intenta brindarles una atención cálida, tranquila,
sencilla, confortable.
Es agradable escuchar a las familias cuando pasan
por aquí y dicen que hacía mucho tiempo que no podían dormir,
los niños vienen que cuando escuchan cohetes
de feria en seguida piensan que son ametralladoras,
es decir, y tienen que pasar esa transición, entonces,
esto es un espacio en el que se busca la tranquilidad.
Son personas que han tenido su empleo, de repente
han venido también campesinos
que tienen sus vidas hechas y que lo tienen que dejar.
Llegan familias que han dejado miembros atrás que no saben
si viven o mueren, eso es doloroso.
O familias que saben... algunos no saben si viven o mueren,
pero otros que han muerto.
Buenas, cómo están. -Buenas tardes.
-Cómo van. -Qué tal.
Qué tal, Lidia cómo van los toldillos.
-Muy bien, estamos empezando a confeccionarlos.
-A confeccionar.
Los talleres que tenemos son de confección de toldo
y hubo una época en que también se hacían extensiones de cable
de manera que las familias
se podían llevar cuatro metros de cable.
También se hacen almohadas.
Exacto, sí.
Sí, mucho porque es una espacio...
Primero que la mente la tiene distraída en algo manual,
eso es superterapéutico, ¿no?
Luego, la relación entre el resto de las personas,
no estás sola, lo que me ha pasado no solo es a mí,
estás con otras personas.
También intentamos tener presente el tema de género,
es decir, hay familias que llegan y el señor decide
no hacer nada y la mujer asume la cocina, la limpieza...
Es decir, aquí no hay tareas de varón ni de mujeres,
aquí toca arrimar el hombro, ¿no?
A ver, la situaciones allá son muy duras, es porque
hay grupos...
que andan observando qué hacen la personas,
más o menos es como el que tiene un negocito
por pequeño que sea empiezan a hacerles seguimiento.
Qué hace uno, qué horario tienes para entrar y salir
quién, más o menos, maneja...
Esa vigilancia, el saber,
más o menos qué le pueden pedir a uno
y en qué momento no estás solo para que no hayan testigos
que llegan a hablarle a uno
y le dicen: "Bueno, necesito que me pagues un impuesto".
Simplemente, le dicen: "Si no puedes, empezamos a actuar".
Y actuar es de pronto empezar a matarle a uno a la gente,
la familia, entonces ellos saben que si uno se niega,
le matan el primero y ya uno cómo va a dejar matar el segundo.
Es una presión muy tenaz
que tienes que pagar o tienes que pagar.
son muy agradecidas, realmente, a veces, es un poco exigir
un sacrificio de vivir todas juntas, ¿no?
Cada una vive en su casa, pues tener que convivir
y en un espacio tan pequeño.
Como sabes, tenemos aquí las nueve habitaciones
que hacen un total de 35 colchones.
Son colchones que casi caben dos personas, entonces,
siempre hablamos de una capacidad de 50 personas.
La habitación así un poco mayor es esta.
Aquí tenemos una familia, buenas tardes.
Es gratificante en el sentido de que alguna manera
puedes hacer algo por alguien,
eso ya te merece todo el tiempo que estás aquí.
O la sonrisa de un niño de repente de que siente
tranquilidad de poder estar... son cosas muy pequeñas, ¿no?
Pero merece la pena estar aquí haciendo esto.
Dos.
Tres.
Cuatro.
Ciudad Don Bosco se encuentra en Medellín, es una institución
de los Salesianos, lo llevan los Salesianos.
Trabajamos con muchachos en medida de protección
y se les da servicio tanto en la escuela
como con los talleres profesionales.
Ciudad Don Bosco, diariamente, atiende a 900 muchachos
en protección, entonces, estos muchachos llegan aquí
por diferentes situaciones.
O porque están en adoptabilidad y no tienen a nadie,
por maltrato intrafamiliar,
por amenazas.
(REZAN)
Trabajamos con chicos que salen del conflicto armado,
pueden venir de las FARC, del ELN o, incluso,
llegan de las bandas criminales.
Tienen el hándicap ese
de que pasan de portar un arma a tener un lapicero.
Llegan con muchos traumas, hay maltrato, hay abusos,
son unos muchachos que al principio son muy cerrados
que les cuesta el abrirse.
Pero una vez que ya consiguen superar eso
son encantadores, son niños.
Si ves las habitaciones,
las habitaciones de las niñas están llenas de peluches,
en la de los niños siempre tienen algún cochecito.
¿Sabes? Es como recuperar esa infancia que ellos han perdido.
(Truenos)
Yo pertenecí al grupo armado FARC,
la fuerza revolucionaria de Colombia.
Yo ingresé a la edad de los 16 años
porque tenía muchas ganas
de regalarle una casa a mi mamá.
Cuando ingresé, no le dije a mi mamá.
Ella se dio cuenta de que yo pertenecía a las FARC
a los seis meses, que me encontró una pistola.
Entonces, llorando me decía que le dijera la verdad.
Uno no ingresa por dinero, sino porque no quiere ver
a más personas por la calle pidiendo...
O que lo humillen por unos pesos.
Ya me empezaron a instruir.
¿Por qué están las personas allá en el monte?
¿Por qué están peleando en contra del ejército
o del gobierno o de la desigualdad del país?
Estos chicos muchas veces no tienen nada,
y llega el Grupo Armado y les ven que tienen plata,
que llevan cosas, que tienen comida...
Entonces eso atrae.
Dices: "Yo me voy con ellos, que voy a conseguir todo eso".
O incluso la Guerrilla les exige que los entreguen
a las familias como pago. "¿Tienes tres hijos?
Uno me lo tienes que entregar".
Te toca.
Alegría es un gran referente.
Es un muchacho que las ha pasado muy mal,
que ha sabido salir como un campeón,
que se ha ganado una beca universitaria
y va a empezar a estudiar en la universidad el mes que viene.
Es un niño muy abierto, que no tiene problema de contar
su historia, es más, lo necesita.
Me tocó un hostigamiento. Fue corto, pero fue demasiada bala.
Fue algo muy duro. Dejar que otros caigan a mi lado,
y yo también a punto de caer... La rabia que llevaba interna
contra los que estaban enfrente de mí disparando...
Vi caer a muchos compañeros míos...
Eso fue algo muy... muy duro. Que yo los haya visto caer...
Los vi caer.
Que yo los haya... les haya disparado para que cayeran...
También los vi caer.
También les disparé.
Pero es que, si no eran ellos, era yo.
Digamos que hay un vaso de agua, y hay dos sedientos por él.
Y no lo quieren compartir. Te lo tomas tú o me lo tomo yo.
Y entonces... si yo no le mataba, me mataban a mí.
Es muy duro. Uno... trae recuerdos del pasado
y, ciertamente, a uno le toca superar eso,
pero el hombre... Yo lo intento superar día a día.
Pero lo bueno es que aquí me han instruido
fundamentos, cosas buenas.
El hombre que ignora su pasado está condenado a repetirlo.
Y, entonces, yo no ignoro lo que viví,
sino que con ello me hago más fuerte
para salir adelante.
Yo soy la líder de pedagogía, la que se preocupa
de que todos los pedagogos de la institución
lleven la misma línea.
Yo soy de Baracaldo.
Llevo vinculada a Ciudad Don Bosco desde hace 16 años.
Tuve la suerte de ser la beneficiaria de una beca
de cooperación que saca el Gobierno vasco
todos los veranos.
He encontrado aquí un trabajo maravilloso,
una forma de aprender diariamente. Estos muchachos son
lo que echo de menos cuando me voy de vacaciones.
Para mí es un trabajo que me permite
aprender y disfrutar.
Yo creo que mi madre tenía muy asumido
que algún día yo iba a coger mi maleta
y me iba a ir al otro lado del mundo a trabajar.
Aquí tienen la posibilidad de hacer
diferentes talleres profesionales, desde mecánica automotriz,
peluquería, mecánica industrial, artes gráficas, electricidad...
Un poco dependiendo de sus gustos.
Para ellos, el aprender un oficio, un taller, es importante.
Pasan de portar un arma a ser capaz de hacer, no sé,
una caja de madera. O sea, hacer algo con tus manos
que no sea solo portar un arma.
Espera, aún no he empezado yo.
Una vez que terminan, se les buscan
las prácticas profesionales, y esa es la máxima motivación
con la que llegan. Poder hacer un taller profesional
y de ahí irse a unas prácticas a una empresa.
Hay que recuperar esa infancia para poder seguir adelante.
Es un proceso complicado. A la sociedad colombiana
todavía le cuesta... Una de las frases
que cuando empezaron los procesos de paz
de nuestros muchachos fue:
"¿Nos van a dejar de llamar malditos guerrilleros?".
Y eso equivale a lo que la sociedad
todavía le cuesta... Y va a tardar mucho tiempo
en asumirlo. Son 50 años de guerra.
Aquí lo encontramos.
¿Y qué son? ¿Este también eres tú?
Esas fotos fueron tomadas por el ejército
en el momento en el que me entregué.
Este que está aquí soy yo,
en el momento en el que me vinculé, entregando las armas,
con la camisa morada. Eran armas lo que entregábamos.
Llevan unas pocas de armas.
-Aquí estoy en esta más amplia,
entregando el arma. Aquí tenía... 16 años.
Son imágenes para mí muy significativas.
Una experiencia aterradora. Fueron tres días caminando
para lograr salir de donde estaba... el ejército.
William es un muchacho que llegó a la institución.
Estudió su taller de mecánica industrial.
Nosotros le dimos la oportunidad de que se quedara como educador.
Es un educador muy valioso, y los muchachos
le tienen como referente.
Él entra a formar parte de las filas del ELN,
y él entra con 14 años.
Está ahí dos años, no lo pasa bien.
Entonces se entregó, después de estar tres días
caminando hasta decidir qué hacer. Una vez que salen,
él y otro compañero se entregan al ejército.
Al ver estas fotos... Llevaba cuatro años sin verlas,
y cuando las vi... me transporté otra vez
como a pequeños momentos, se te vienen pensamientos críticos
frente a esto, ver las armas que uno portó...
También el daño que pudo causar, aunque en el momento
no me di cuenta. No solamente con dispararla
sino con hacer presencia, tener un arma en la mano.
Eso también genera mucho pánico y mucho temor.
No me arrepiento de haber estado en el grupo, aprendí mucho.
Aprendí a valorar más la vida, a querer más a mi familia...
Feliz... Sí, me da un poco de... Pero sí, bien.
Lleno de muchas energías.
Empecé en la oficina del Estado
haciendo entrevistas para determinar
quiénes eran refugiados, y al año siguiente cambié, ¿no?
Y vine a vivir a Quito.
Ahí empezamos a salir.
Y se cae.
(GRITA Y RÍE)
por las noches, por ejemplo, le canta una canción
para que se duerma Claudia, y se la pongo todas las noches.
Bueno, un poco de estar a distancia,
pero no romper la familia, la pareja...
Estamos en la Federación de Mujeres de Sucumbíos.
Es una organización que tiene 30 años de vida,
y hoy en día son unas mil socias en total.
Son mujeres que se organizaron ante la problemática
que existe en la provincia de desigualdad y violencia
contra la mujer, dificultad de acceso al empleo...
Y formaron la federación para luchar por sus derechos.
Son mujeres que vienen sufriendo violencia
por parte de sus convivientes, de algún familiar...
Violencia machista. Y aquí se les brinda un espacio
para que puedan recuperarse.
La idea es que tengan tranquilidad y se les pueda apoyar
para forjar las herramientas que ellas necesitan
para poder emprender un proyecto de vida
libre de violencia y por sus propios medios.
Cuando llega una mujer, lo primero que hacemos
es hacerle la entrevista, valorarla, ver sus necesidades...
No podemos profundizar mucho porque normalmente
vienen en estado de crisis. Vemos lo que necesita,
y de ahí se va al espacio de habitación.
A partir de ahí, cuando empiezan la vida
en la casa de acogida, ya pueden disfrutar
de los demás espacios, que son la guardería...
Luego también tenemos más orientado
a la cuestión de emprendimiento lo que llamamos
la fabriquita costureras y resurgentes.
Allí se le da formación a las mujeres
para que aprendan el oficio de la costura.
Pero, paralelamente, se hacen prendas para venderlas.
Y las prendas se hacen a partir de ropa reciclada.
Todas las mujeres que llegan aquí es por situaciones de violencia
que están viviendo en su entorno, ya sea por el marido,
por el padre, por el abuelo... Pero siempre con la voluntad
de la mujer de querer salir de esa situación de violencia.
Según los datos que manejamos, ochos de cada diez mujeres
han sufrido violencia dentro de su entorno.
Es brutal.
Entonces, la necesidad de que exista una casa de acogida
es para hacerle frente a todo eso, que hay un espacio
donde se le brinde credibilidad a la mujer
y donde se le apoye para que ella misma
se cree esas herramientas para enfrentarse al mundo
que al final es hostil contra las mujeres.
Por un lado está el tema de la violencia
que han sufrido allá en su país, ¿no?
Con los grupos armados,
que quizá han perdido familiares, ¿no?
Que ellas mismas están amenazadas.
Pero además ellas tienen la dificultad añadida
de que están en un país extraño.
No por voluntad propia, sino que vienen huyendo.
Y que además el tema muchas veces
de la xenofobia y los prejuicios que hay
por parte del país acogiente;
sobre todo a la hora de la inclusión laboral.
Las mujeres refugiadas lo tienen mucho más difícil
a la hora de encontrar trabajo.
Coger un huerto para ponerlo a producir
no es fácil para mí como mujer, ¿no?
Porque soy enseñada a hacer otras cosas.
Gracias a Dios me han dado la oportunidad
para trabajar aquí,
para poder sostener a mi familia
con lo que me pagan aquí.
El trabajo en el huerto
para mí es como que me ayuda a despejarme.
Todas las preocupaciones que yo tengo
vengo y las descargo ahí en una matica arreglando y eso.
Mi esposo me maltrataba mucho.
Entonces yo decidí salirme de allá.
Y aquí pues estoy recuperándome ahorita.
Vivimos con él tres años, pero fue como siglos.
Siempre estaba con los celos,
maltratándome a mí, maltratando a los niños.
Lo que pensaba que era mi solución
era quitarme la vida.
Pero como tenía cinco hijos
ellos eran los que me ayudaban a...
Se venían en mi mente, yo decía:
"No, es que no puedo hacer eso, porque tengo mis niños.
Y si yo los dejo con él va a ser peor."
Él siempre estaba amenazándome que si yo salía
me iba a perseguir hasta matarme.
Pero sí hubo una noche que trató de forzarme sexualmente.
Me pegó bien feo hasta que yo de la rabia que tenía
me desahogué así y grité.
Y en lo que grité todos se dieron cuenta
que él me estaba maltratando.
Entonces había un vecino que decía que hacía
mucho tiempo que sí se había dado cuenta que me estaba maltratando.
Entonces él me ayudó a salir de ahí.
Ya pasó dos días y el día lunes me salí,
dejando todas mis cosas, mi casa, todo.
Con la ayuda de aquí como que volvió a revivir
mi esperanza y ahí voy, saliendo adelante.
Gracias a Dios y gracias a ellos también.
Somos 17 familias.
Treinta o cuarenta personas.
Seremos como 17.
Pero somos cinco hermanos de padre y madre.
Claro, todos los otros ya.
El único que no tengo hijos soy yo.
La gente se ocupa así de todo el trabajo.
Y de cultivar así los productos para el consumo mismo.
A tres horas está.
Y aquí en la comunidad no cuenta
con un botiquín ni nada de eso.
Bueno, aquí vive mi mamá, mi papá y un sobrino.
Pues tenemos allá un yacimiento ahí enseguidita.
Y la lluvia también la recogemos
para lo que son las cocciones de cocina y todo eso.
va para dos meses que no tenemos energía.
Ya he terminado el bachillerato.
Estaba ahí bregando, porque no tenía la facilidad
de poder ingresar a la universidad porque no tenía recurso económico.
Y gracias a Dios se dio la oportunidad.
Entonces presenté la prueba de admisión y pasé.
Y aquí estoy.
Lo fines de semana estudio y en la semana pues trabajar.
Bueno, pues me levanto a las 4 de la mañana.
Y llego a las 2 de la tarde al lago.
Y hay veces que también es complicado por el río.
Porque a veces cuando el río está demasiado crecido
entonces me toca esperar a que cruce algún bote
para poderme cruzar.
Y si no pues me cortaría un balse y ahí...
Sí, me cruzo. Sí.
No... yo sé que a pesar de que es pesadito.
Pero como así de ya echar la toalla no.
Por el momento no.
No, porque yo sé que el esfuerzo... algún día está la recompensa.
La verdad lo que me gusta es el estudio como tal.
Así contándolo pues no es como mi papá,
mis otros hermanos, digamos mi familia,
que no tuvieron, como decía,
oportunidad también de poder estudiar.
Soy el único que estoy dando la lucha aquí en el estudio.
Y sí, yo sé que con la ayuda de Dios lo voy a lograr.
Pues también mi anhelo es tener mi propia finca;
montarlo en la comunidad donde vivo
e implementar todo lo que yo he adquirido aquí.
Algo que me ayude a generar ingresos,
tanto para mí como para mi familia.
Y también mi comunidad.
Bañarse, muy bien. El de al lado.
Go to school.
(TODOS) Go to school.
Aquí sí tenemos el "to", ¿verdad?
Eso nos tenemos que fijar muy atentos.
La siguiente, la de al lado.
Su historia, la verdad, es que siempre
me ha llamado mucho la atención desde el principio.
Él es como... un ejemplo de "supervivienting" a lo real.
Y también un ejemplo de superación.
Le cuesta, pero él se esfuerza y se esfuerza.
Y trae todo hecho, y el primero en preguntar
en clase, el que trata de participar,
traer todo preparado...
Que luego él regresa y vuelve con el trabajo.
Apenas descansa, pero él quiere estudiar y trabajar.
También es una lección para ti que siempre buscas
algún día de descanso de tu trabajo, ¿no?
Breakfast.
Breakfast. ¿Y el de al lado?
Brush my teeth.
Brush my teeth. Muy bien.
Sonia Aguilar, una española que vive en Colombia y ayuda a refugiados que huyen del conflicto armado. Ella nos introduce la historia de Leyre Sanz, una psicóloga española que trabaja en la reinserción de niños soldado que formaron parte de la guerrilla y otros grupos armados.
Sonia Aguilar, una española que vive en Colombia y ayuda a refugiados que huyen del conflicto armado. Ella nos introduce la historia de Leyre Sanz, una psicóloga española que trabaja en la reinserción de niños soldado que formaron parte de la guerrilla y otros grupos armados.