1980
-Aquello pudo haber sido una equivocación,
pero no una calumnia,
el difunto Moreno estaba loco por ella,
falta saber si ella le correspondía o no.
-Sí, pero te lo dije como una suposición, nada más,
y tú fuiste corriendo a contárselo. Hay que tener más tacto, amiga mía,
y no herir el amor propio de los hombres.
-No lo sé, si Moreno hubiera vivido, no sé a dónde
habrían llegado las cosas.
Él hacía el trovador de la manera más infantil del mundo,
un hombre tan corrido...
Ella se reía de él, quizá, o le miraba con simpatía,
¿qué sé yo?
Lo único que debe importarte es que él te quiera más que a ella.
-Te agradezco la ayuda, la de Reoyos estará encamino
y la pruebo en un voleo.
Vete a casa y espérame allí, anda, hablaremos luego.
-Está bien, hablaremos mañana entonces.
-Hasta mañana.
Y gracias por tu ayuda.
-No ha vuelto por aquí desde el último día que estuvo
pero de todas formas, voy a preguntar al patrón,
por si acaso, espere.
-Me había equivocado, él no ha estado aquí,
pero mandó esto con alguien, para usted.
¿No lo va a abrir?
-Bueno...
-¡No, ay, ay!
-¡Ay, me quiere matar, ay! ¡Que me mata!
-¡Maxi!
-¡Ah! -¡¿Maxi, qué haces?! ¡Maxi!
-¡Ay!
¡Señora, señora! ¡Ay! -¡Fortunata!
¡Fortunata!
-¿Qué le hiciste? -Yo no le hice nada, señora.
-No te vas de aquí sin que me lo digas.
-¡Déjeme! -¿Que le hiciste?
-Señora, yo no le hice nada, él empezó, porque yo ni chisté.
Yo estaba recogiendo el servicio y él saltó sobre mí
diciéndome si para arriba y que si para abajo,
entonces me eché a reír porque no le entendía nada
y luego saltó con unos disparates muy gordos y dijo
que la señorita Fortunata estaba esperando un niño
y yo qué sé qué más,
entonces me empecé a reír otra vez y luego cogió el cuchillo y...
y me siguió a mí y, entonces, si no me retiro
me parte por la mitad. -Venga, ¡vete a la cocina
y aprende para otra vez, a todo lo que él diga
tú dices "amén" y nada más que "amén", anda, largo de aquí!
-Te estás luciendo, ¿a qué vienen esas reservas
cuando más indicada estaba la confianza?
¿Por qué sabe Maximiliano que está demente antes que yo
que estoy en mi juicio? ¿A qué escondites juegas?
-Y al él menos.
Me pasma que tengas pachorra para seguir aquí todavía,
si es por el dinero que te guardo, las cuentas están al día,
ahora mismo te preparo todo.
-Toma.
-¿Tienes dónde ir?
-¡Fortunata!
El cuarto lo tengo ahora en el piso de arriba,
tiene la llave puesta.
-En el piso de arriba, acuérdate.
(MAÚLLAN)
-No se esté mucho tiempo.
-Ese es el más tunante, el que más picardías tiene.
¿Que hay, chulita? Cuéntame,
¿qué tal está?
-¿Al manicomio?
-¿Y doña Lupe?
-¿Habéis reñido?
(SE RÍE) Qué cosas, doña Lupe,
la muy lagarta.
(MAÚLLA)
-No te vayas, chulita,
ven, ven.
-¿Te acuerdas qué días más felices?
Lástima que yo no tuviera 20 años menos,
entonces sí que podríamos haber sido verdaderamente dichosos.
¿Has roto con ese bendito?
-Me llamo Encarnación.
-¿Tenemos que seguir viniendo durante mucho tiempo, doctor?
-El paciente mejora, ¿no es así? -Absolutamente.
-Con este sistema de bromuro de sodio y las duchas escocesas
diarias puede arreglarse definitivamente en un par de meses.
Lo que ya no veo es la necesidad de que lo acompañe usted cada día.
-Pero es que mi tía insistió en que no le dejara.
-Qué tonterías, no lo creo necesario.
-Me ha dicho el doctor que puedes venir solo,
que con una semana más de tratamiento te pondrás bien,
eso ha dicho.
¿Quieres que cojamos un coche?
-Pues mira, hazte cuenta de que ha muerto, ¿a ti
qué más te da, para qué quieres tú mujer?
No sirven más que para dar disgustos, chico.
todos tenemos que morir?
prohibiendo el luto? Acaba de promulgarse.
(TOSE)
(TOCA LA CAMPANILLA)
-El recibo del mes.
no tengo ganas de conversación.
-Pues mudarse.
-Eso es otra cosa, siempre que se haga
con mi vigilancia.
-No se pueden hacer obras cada vez que lo pide un inquilino
porque sería el cuento de nunca acabar, no podemos,
el mes pasado me gasté más de 20 000 reales
en reparaciones, conque despácheme que tengo prisa.
la casa es de su amo,
¿o es que quiere usted comprarla?
-De su amo, está tasada en 35 000 duros, sólo
el pedernal de los cimientos y la berroqueña de la escalera
valen un dineral,
cuando se abrió el testamento de don Manuel Moreno Isla
se encontró que dejaba esta casa a su tía doña Guillermina Pacheco,
ella la ha hipotecado para acabar el asilo,
lo acabarán este año, con que venga, venga.
-¿Qué ha de ser amiga suya? Y si quiere usted verla furiosa
no tiene más que hablarle de otras obras
que no sean las del asilo.
Adiós, que haya salud.
Cuidado con los tiestos, como yo vea rezumos de agua
la echo a usted a la calle, cuente que la echo.
-Al rey Luis XVI y a la reina doña María Antonieta
les cortaron la cabeza, naturalmente, porque no querían
darle libertad al pueblo, naturalmente,
por eso hubo aquel pronunciamiento
y todo lo variaron, hasta los nombres de los meses.
Pusieron el metro y quitaron la vara de medir
y la religión fue abolida y se celebraban misas
a la diosa razón.
-Le contaba a mi amigo, el señor Izquierdo,
cómo los mismos que piden libertad, al poco tiempo
ya están pidiendo orden,
por consiguiente, salta el dictador,
así llegó Napoleón a meter en cintura a toda aquella gente,
y yo le aplaudo, sí señor.
-Yo le aplaudo.
¿Quiere esto decir que yo sea partidario
de la tiranía? No señor,
yo soy amigo de la libertad, pero respetando a todo el mundo,
y que cada uno piense lo que quiera.
Muchos creen que el ser liberal consiste en pegar gritos,
insultar a los curas, pedir aboliciones, no trabajar
y decir que mueran las autoridades, no señor.
¿Qué se desprende de todo esto? Que cuando hay libertad
mal entendida y muchas aboliciones, los ricos se asustan
y mandan el dinero al extranjero, no corriendo el dinero,
la plaza está mal,
no se vende y el bracero que tanto chillaba,
no tiene para comer,
es lo que yo siempre digo: "Lógica, lógica, hombre, lógica"
y de ahí no me saca nadie.
-¡Castañas calentitas! ¡Castañas calentitas, calentitas,
que ahora queman!
¡Castañas! -Segunda.
-¿Cuánto te han costado? -Real y medio.
-Toma.
-Vamos, José.
-¡Castañas!
-¿Todavía está aquí? Mi marido le espera,
ha ido a reconocerla y contaba con tenerle
a usted a su lado... (SUSURRA) -Hable bajo.
-A usted venía a buscar.
-Sí, a usted, su tía está empeñada en que le enseñe
nuestras últimas criaturas,
le van a gustar, de verdad, venga.
-Iré enseguida, no se preocupe. -Bien.
-Padilla, vuelvo enseguida.
-¿Qué, los ha visto todos?
-¿Qué le parecen?
-¿Quién, ellos?
-No hay problema, los dejamos a oscuras y no cantan.
-Perdone.
-¿Qué tal está?
-¿Qué quieres?
-Eso tendrá que decirlo el médico.
-Aunque así sea, será el médico quién decida cuando debes dejar
el tratamiento.
-No dudo que estés bien, y me alegra infinito verte así,
y le doy gracias a Dios de que estés bien.
-No tienes que demostrarme nada, hablaré con el médico.
-Verás...
Ven aquí, ven.
Tú no tienes que ocuparte de nada, es cierto que vive,
pero no sé dónde,
y en cuanto al embarazo, es un error tuyo
y de tu maldita lógica.
-¿Quieres dejar las duchas de las mañanas?
(SUSPIRA)
-¿Se puede?
-Cuidado que es bonito.
-Bueno, yo he venido a recordarle que seré el padrino
de su excelencia, usted lo prometió.
-Y después del primer nombre que le ponga usted llevará el mío,
Segismundo, ¿qué le parece?
-En fin, transigiré con el tercer lugar del escalafón,
pero más atrás no, por favor.
-Doña Lupe, con toda su fiereza, no se olvida de usted,
todos los días nos pide noticias, a mí o a Quevedo,
y pregunta por el muchacho, si es robusto, si mama bien,
si tiene algún defecto físico...
-Pero lo que le pasmará saber es que el amigo Maxi está tan mejorado
que si lo ve no lo conoce.
-Toda la verdad, como si fuera otra persona.
-Eso no podrá ser, lo sabe todo.
Le digo que ha cambiado, está razonable, tranquilo,
habla poco,
y respecto a usted, creo que el sentimiento que tiene
es el de indiferencia, si es que la indiferencia
se puede llamar sentimiento.
-Bueno... Me tengo que ir, pero antes me gustaría ver
a su excelencia desnudo para poder contar a doña Lupe.
(RESOPLA)
-¿Señora, señora?
-Dígame. -Llévese eso para arriba,
su sobrina estará necesitada de buenos caldos.
-Lo que usted diga y gracias.
¿Podría verlo? -¿A quién?
-Al pequeño, he oído de él a los que suben y bajan,
pero me gustaría verlo.
-Deje que pregunte.
-Es clavado,
totalmente clavado.
sólo quería verle, no molesto más.
-Juan Evaristo Segismundo... (HABLA EN LATÍN)
(EL BEBÉ LLORA)
(HABLA EN LATÍN)
(HABLAN EN LATÍN)
(HABLA EN LATÍN)
-¿Me oye, a dónde va?
-Bajó a la calle, dijo que subía enseguida,
pero si quiere bajo a buscarle.
-Bien, como usted diga haré.
-Eso es un disparate imposible.
-¿Va a salir?
-Fortunata, tanto tiempo.
Dispense, estoy ocupada, vuelve más tarde mejor.
Que cara te vendes, ¿has estado mala?
pero una no tiene tiempo para hacer visitas.
Siéntate.
-De verdad que pensaba ir a verte, pero entre una cosa
y otra no puede.
¿Por qué no te sientas?
-¿Una cosa, a mí?
¡Ah, ah, déjame, ah!
¡Ah!
¡Déjame!
-¡Ah, ah!
¡No!
-¡Ah! ¡Suelta, suelta!
¡No! (AHOGÁNDOSE) ¡Suéltame!
¡Ah, ah, ah!
¡Ah, ay, no!
Se recuperó lo justo para atender al niño,
desde entonces ha dormido.
y la encontré tirada en la escalera.
-Usted no tiene buena la cabeza, tiene que criar a un niño
y se va de pelea, se desangra por la calle, se desmaya.
le pondremos un ama,
y en último caso, hasta lo recogeremos
para tenerle con nostras.
-El médico Quevedo se ha asustado un poco,
has perdido sangre, quiere que descanses
que no hables, que no veas a nadie.
-Yo me voy a ir, tú tía y esa niña
estarán cerca de ti.
Duerme, descansa.
-Descansa.
(EL BEBÉ PROTESTA)
-Si te empeñas en meter la cuchara lo vas a echar todo a perder,
no te voy a dejar subir, si acaso al piso de Estupiñá.
-Es repugnante que dos mujeres se peguen.
-Perdonen que las haya hecho esperar,
he estado buscando amas. -¿Amas?
-Sí, amas de cría, encontré tres muy buenas, una pasiega,
otra asturiana y la tercera de Santa María de Nieva,
cualquiera de las tres vale, las tengo habladas y vendrá una
en cuanto esa loca quiera. -¿Pero qué ha pasado?
-Que el niño no encuentra el alimento o la madre
lo ha perdido,
durante la noche no paró de llorar
y bajó la vieja a llamarme, he estado de acá para allá y...
Ya no llora.
Esa mujer no se lo quita del pecho, tuvimos que llamar al boticario
amigo suyo para que la convenciera.
-Yo voy a subir, no te muevas tú de aquí, espérame.
-¿Qué pasa? (LLORA) -Está muy mal.
-¿Quién?
-La señora, se muere. -No digas tonterías.
¿Cómo está? -Mal, pero se ha tomado
las medicinas y es muy fuerte, se recuperará.
-¿Y el niño?
¿Qué está haciendo? -Esa burra de sobrina
ni se daba cuenta que la leche se había ido
y el pobrecito se moría de hambre. Al principio le hacía ascos a esta,
pero ahora se está hartando. -Mandaremos una mujer.
-Lo que diga mi sobrina. -¿Cada cuántas horas le daba?
-Cada cuatro.
-Vendrá una mujer cada cuatro horas,
no se hable más.
-Está muy débil, hay que dejarla descansar,
quitarle el niño. -Ya le he dicho a Segunda.
-Y confiad en que se recupere.
-¿Sabes una cosa? Tienes calentura,
por ponerte a pensar en lo que no debes.
Ah... (SE RÍE) Vas a ser la reina del mundo,
levanta la cabeza, ¡aire!
¿No ves que esos señorones te hacen la rueda,
no lo ves?
Estaremos en grande, hasta coche vamos a tener.
Se están muriendo de ganas de chiquillo
y mientras, nosotras, a poner el cazo, sobrina,
ya he empezado yo a sacudirme las pulgas.
Tú date tono,
no seas boba.
Si sabemos aprovecharnos,
iremos para arriba.
(EL NIÑO PROTESTA)
-Vamos a ver, ¿qué se le ofrece?
-No bromee usted.
-Intentaré hacerlo.
-¿Qué digo en la carta?
(EL BEBÉ LLORA)
(EL BEBÉ LLORA)
(EL BEBÉ LLORA)
-¡Sandías, tomates!
¡Cebollas!
¡Naranjas, peras, piñas!
-Se ha encerrado ahí dentro, ha cerrado la puerta
y le damos la comida por el montante.
(LLORA) Da unos aullidos terribles por la noche,
por eso le he llamado a usted, porque no nos atrevemos a entrar.
(LLORA)
-Maximiliano,
ábreme, soy Ballester.
-¿No me conoces?
-El mismo.
¿Quiere que le de noticias del mundo?
-Su mujer de usted ya no existe, es verdad,
hace ocho días que murió.
(EL BEBÉ LLORA)
-¿Qué dice ahí?
-Este es un monasterio retirado y hermoso,
donde vas a estar como en la gloria,
los monjes que lo mandan no hacen más que pensar en Dios
y en las cosas divinas.
(SUSPIRA)
La situación en casa de Doña Lupe, entre esta y el matrimonio Rubin se va haciendo insoportable. Maxi, con la razón perdida, intuye que su mujer espera un hijo y así lo dice. Fortunata sabe que es verdad y tiene que abandonar la casa. Va a vivir con su tía segunda a la Cava de San Miguel.
Contenido disponible hasta el 29 de abril de 2030.
Histórico de emisiones:
22/05/1980
11/03/2009
31/08/2017
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ME ENCANTO POR FAVOR NO QUITEN ESTAS OBRAS DE ARTE