Un programa que centra su mirada en los aspectos humanos inherentes a la arquitectura, el urbanismo y el diseño. Todos ellos forman parte de nuestra vida cotidiana y generan historias que merece la pena ser contadas.
En 'Escala humana' mostraremos lo que se esconde detrás de las fachadas, de los paisajes, de los edificios, de los objetos. Explicaremos cómo piensan, a veces cómo sueñan, tanto los creadores de grandes estructuras arquitectónicas y urbanísticas de nuestro país como los profesionales que realizan pequeños proyectos con el objetivo de hacer un mundo mejor. Reflexionaremos, en definitiva, sobre nuestra relación con el entorno natural y social.
El programa estará presentado por Núria Moliner, arquitecta, compositora y cantante del grupo musical Intana, que nos aportará sus conocimientos sobre arquitectura desde una sensibilidad especial hacia los aspectos humanos que hacen que la técnica cobre sentido.
En trece capítulos de media hora, 'Escala humana' descubrirá muchas maneras de entender la vida a partir de historias particulares tan diversas como la de una vivienda enterrada cuyas ventanas miran al cielo, edificios que son verdaderos pulmones de la ciudad, ecosistemas que se desarrollan en las paredes o materiales para el diseño que se auto-generan de forma natural.
Esto no lo hemos empezado por capricho,
lo empezamos porque veíamos una necesidad.
Queríamos nosotros disponer
de nuestro futuro, o sea de nuestra vida.
Esto es la crónica de una muerte anunciada.
Y, de alguna manera, tienes que tomar las medidas
para poder soportar lo que se te viene encima.
Hay que ser un poco previsor.
Redactamos los estatutos. Bueno, los redactó un abogado.
Directamente dijimos:
"Sí, pero que no haya división horizontal".
Es decir, no va a ser nadie propietario de su apartamento,
sino que es la cooperativa la propietaria de todo.
Los problemas se resuelven mejor cooperando que compitiendo.
Yo creo que el éxito de Trabensol
es que se combinen bien dos aspectos.
Uno: la vida independiente,
donde tú estás en tu casa, donde tú sales, entras
y, luego, una vida comunitaria intensa también,
una vida de relación importante,
una vida donde sabes qué le pasa al otro,
qué necesita, si no te necesita, todo eso.
Bueno, los arquitectos que han hecho este edificio
se creyeron eso.
Este patio es interesante
porque alrededor de él
está construido el edificio.
Es decir, es el punto central.
Si pusiéramos una brújula,
está perfectamente orientado el edificio.
Es una de las características que tiene
porque cuando los arquitectos empezamos a hablar con ellos
tenía que ser un edificio bioclimático...
Y, por orientación, ya lo hicieron.
Pues mira, que fuera cómodo,
que fuera económico
y que, al mismo tiempo,
no nos diera muchas dificultades a la hora de mantenerlo, ¿sabes?
Porque hay veces que haces algo muy sofisticado
y luego es muy costoso el poderlo mantener.
Es decir, los espacios comunes...
el diseño que se hizo era lo más importante.
Sabíamos que el espacio íntimo,
podemos decir ese espacio de 50 metros cuadrados,
todos los espacios son iguales de estos apartamentos,
pero que donde íbamos a desarrollar la vida
era en espacios comunes
y en esos espacios comunes pues se hace de todo.
Esto es la crónica de una muerte anunciada.
Y, de alguna manera, tienes que tomar las medidas
para poder soportar lo que se te viene encima.
Hay que ser un poco previsor.
Es verdad que a uno no le apetece ver eso, pero...
Cuesta cerrar la casa familiar.
Nos empujó fundamentalmente
el pensar
en nuestros padres, los de ella y los míos,
que tuvieron una vejez
muy dependiente
y nosotros no quisimos
repetir el ejemplo, ¿verdad?
Y, además, vimos que era un proyecto
en el cual no solamente viene uno aquí
a vivir y a esperar morirse,
sino al revés.
La idea es venir aquí
no tanto a añadir
años a nuestra vida,
cuando a añadir vida a nuestros años.
A eso hay que añadir
una gran satisfacción,
que es ver los cuatro hijos que tenemos, cuatro.
Los ves felices
de vernos aquí, de vernos bien.
Sí.
Y ese es un cambio que se ve reflejado en muchísimos aspectos.
A mí a veces me gusta llamarlo el movimiento compartido.
Y en este movimiento compartido
lo que está sucediendo es que estamos replanteando
muchísimas cosas.
Nos damos cuenta que, en realidad,
dentro de una sociedad que se siente mucho más sola,
que quizá somos capaces de articular
que está enseguida dentro de unas estructuras de trabajo
o de unas estructuras de poder y de relación
que no nos sirven a nivel emocional.
Hay muchos colectivos que están empezando
a cuestionar esas viviendas,
esas estructuras de ocupar el espacio
que nos perpetúan dentro de esos espacios individuales
o de núcleos familiares
y están empezando a producir espacios compartidos.
Nuevas colectividades y nuevas formas de vivir.
La libertad quizá no sé si es la palabra.
Y quizá es esa...
transversalidad, ¿no?
Transversalidad cultural.
Cómo hacemos que los espacios no se vuelvan genéricos.
Tenemos que ir muy con cuidado
porque esa arquitectura que se presenta como neutral
y blanca a veces
no lo es tanto.
En realidad, está llena de ideologías
que nos impresionan con ese sueño de libertad.
Las estructuras que hemos heredado a través de tipologías arquitectónicas
o a través de tecnologías
tienen ciertas ideologías que, en cierta manera,
representan una forma de pensar.
Esa forma de pensar, esa ideología, a veces es vigente
y a veces es obsoleta.
Pero a veces nos quedamos con esas tipologías,
con esos edificios, con esas estructuras,
y es muy importante ser capaz
de pausar,
reflexionar y entender
si esas estructuras todavía son vigentes,
todavía son válidas
en relación a la vida
que deseamos construir.
No es que haya que hacer
una arquitectura revolucionaria para cambiar la sociedad.
Eso se ha intentado en algunas ocasiones
y es difícil.
En este caso, me temo que la arquitectura va detrás
y lo que tenemos que intentar es que haya una arquitectura
para esa sociedad que ya ha cambiado.
Se llama la Casa Inestable
porque está pensada para poder transformarse
a medida que cambian las necesidades en la vida.
Hay cambios que se pueden hacer muy rápido
y cambios que cuestan un poco más,
pero se puede transformar todo en la casa.
Y esa una estrategia para mí fundamental,
pero hay otras.
Por ejemplo, si hay distintas formas de vivir,
tú puedes tener distintas tipologías,
muy específicas para las formas de vivir,
y los que cambiamos somos nosotros.
Es otra actitud completamente diferente.
En este caso, había una vivienda de ladrillo baja,
probablemente del siglo XIX,
y lógicamente teníamos que mantenerla,
aunque se pudiese subir en altura, nos permitían subir en altura.
Entonces, lo que hemos hecho ha sido mantener esa casa
en la parte de abajo
y construir una estructura ligera de acero encima
para podernos apoyar en la estructura antigua.
Concretamente, esta parte de atrás está apoyada
sobre los muros de ladrillo gruesos.
Mientras que esta parte de aquí delante
no está apoyada sobre nada
porque lo que hay encima está volando,
sujeto por lo que hay detrás.
La casa es inestable también en ese sentido.
Al menos, teóricamente.
Los paneles pueden componerse según la gravedad,
que es el siglo XIX, ¿no?
O sea, que los que son sillares están unos encima de otros,
unos encima de otros,
y en medio quedan los balcones largos típicos de Madrid,
pero esos mismos paneles los podemos combinar en damero.
Y, al combinarse en damero,
lo que estamos haciendo es una fachada del siglo XX.
La fachada es una piel autónoma
que tiene una geometría propia
y que no depende del interior ni del exterior.
Pero lo que en realidad ocurre cotidianamente en esta casa
es que mueves los paneles en función de tus necesidades
y, entonces, la fachada se autocompone
como un equilibrio entre las necesidades de privacidad,
las necesidades de ventilación
y las necesidades de temperatura o de sol.
Se compone según ese equilibrio y, por tanto,
es una fachada del siglo XXI.
Hemos pensado esta casa
para que los dos espacios que tiene cada planta
puedan utilizarse para cualquier función.
Puedes hacer un montón de dormitorios con baño
o hacer oficinas, como estamos haciendo en este caso,
o hacer una cocina aquí, una cocina allá...
Puedes enganchar cualquier instalación
en cualquier sitio
sin tener que rehacer mucho.
Para mí, la arquitectura se hace en metros cúbicos,
no se hace en metros cuadrados.
Y aquí se ve muy bien.
Y, de hecho, la percepción del espacio
con estas diagonales que aparecen, con estos vidrios,
es tridimensional.
O sea, tú estás en una planta pero en diagonal ves la otra.
Casi que las conversaciones cotidianas
se pueden hacer en diagonal casi más que en horizontal.
Esto es una casa en metros cúbicos, efectivamente.
Sí.
Pero, más importante que una arquitectura valiente,
necesitamos una sociedad valiente
porque en realidad los arquitectos
son individuos que en realidad siempre están
buscando los límites,
e intentar redefinir y expandir los límites de lo posible, creo.
Eh... pero lo más importante
es encontrar esa sociedad, esos individuos,
esos colectivos
que quieran
establecer los...
la situación ideal para que esa arquitectura valiente
sea posible.
Entonces, no es...
no es tan fácil ser valiente, ¿no?
Porque uno nunca es valiente de una forma solitaria.
Para mí, la responsabilidad del arquitecto y de la arquitecta
es ser capaz de dar respuestas
a una sociedad que pide ciertas respuestas,
que tiene ciertos deseos,
pero también, de vez en cuando, pausar y reflexionar
y hacer a la gente entender que, a veces, aquello que queremos
o aquello que creemos que queremos
no es necesariamente lo que necesitamos como sociedad
o como individuos.
Y es ahí donde el diseño, es ahí donde el acto creativo
se convierte también en acto de responsabilidad social.
Lo que a mí me interesa muchísimo es entender cuándo la forma tiene
la capacidad de transformar.
Y eso es algo que es increíble.
Cuando uno cambia el espacio,
uno empieza a pensar de formas distintas.
Que, en realidad, ciertas geometrías,
ciertas estructuras,
vienen asociadas con ciertos comportamientos,
con ciertas figuras, con ciertos valores.
Cuando algo nuevo aparece,
que todavía no hay una ideología asociada a ello,
ahí es donde en realidad hay una oportunidad.
Estando ahora en la escuela que dirijo en Londres,
en la Architectural Association,
ahí hay unos edificios
que son domésticos.
Esos edificios solían ser casas georgianas,
pero, en realidad, hoy en día han sido una escuela
durante los últimos 100 años.
Es un espacio pedagógico
donde, en realidad, el espacio donde se aprende más
son las escaleras, ¿no?
Ya no es ni una clase.
Porque en realidad las clases
se han convertido en espacios casi obsoletos.
Ya no aprendemos en una pizarra,
ahí sentados en un banco, en fila, uno al lado del otro,
sino que aprendemos de formas muy distintas.
Y es ese espacio de rediseñar y de pensar
cómo aprendemos, cómo nos interaccionamos,
cómo nos relacionamos unos con los otros
y cómo queremos relacionarnos
donde la arquitectura y el espacio tiene ahí
una responsabilidad.
Los ambientes que tenemos en la escuela
son los espacios de referencia.
En otro centro les podrían llamar clases.
Nosotros les llamamos ambientes
porque es un espacio que está ambientado
alrededor de todo lo que crees que puede ayudar
a desarrollar unas determinadas competencias
dentro de lo que son los ámbitos que define el currículum.
Nosotros disponemos de siete ambientes de aprendizaje
que, en momentos,
son el espacio de referencia de cada uno de los alumnos,
pero que, en otros momentos,
se transforma en un espacio abierto
con todas las puertas comunicadas entre los distintos ambientes
que permite lo que llamamos la libre circulación del pensamiento
y donde los niños pueden escoger
qué es lo que desean hacer, con quién quieren hacerlo
y durante cuánto tiempo.
El hecho de no tener un buen espacio
no es motivo sine qua non
para no poder tener un buen proyecto educativo.
Ahora, los espacios ayudan
a que puedas desarrollar
de forma más eficaz los proyectos.
Yo conocí a mi socia, Angela Müller,
en el momento de nuestros procesos de embarazo y de parto.
Yo tengo tres hijos
y ella tiene otros tres hijos,
con lo cual tenemos seis experiencias de parto
en las que nos dimos cuenta como arquitectas
que algo no funcionaba.
No funcionaban muchas cosas,
pero tampoco el entorno arquitectónico
en el que las mujeres dábamos a luz.
Una mujer, para encontrarse a gusto, para dar a luz,
necesita intimidad,
privacidad y tranquilidad.
Y el entorno, el diseño del espacio,
puede favorecer que eso ocurra o lo contrario.
Buscamos un ambiente
que la mujer no identifique como hospitalario,
sino que identifique como un lugar seguro.
Por ello, nuestros entornos ocultan
todo lo que tiene que ver con equipamiento médico,
quirúrgico y hospitalario.
Se trata de que esté todo, pero que no se vea.
Lo que te ofrecemos son puertas,
ventanas donde
eh...
si uno quiere abrirlas
e ir viendo el programa existencial que tenemos,
cuál de ellas te ayudan a mejorar
tu bienestar y tu calidad de vida, que es el objetivo de la fundación.
Para una persona que se encuentra en proceso oncológico,
tanto si es el paciente como si es un familiar o un cuidador,
poder encontrar espacios
cerca de los lugares donde tiene que pasar muchas horas,
porque va de analítica a oncólogo
a visita a radioterapia, etc, etc,
y poderse sentir como en casa, encontrarse tranquilo,
relajado,
en un entorno mucho más acogedor,
eso sería una de las definiciones que podría encontrar.
Y por eso se configura
como un espacio arquitectónico singular.
Este ha sido uno de los primeros edificios
que me enseñó Enric cuando yo llegué a Barcelona.
Enric Miralles.
Entonces, es un edificio que siempre he amado mucho.
Entonces, aquí, digamos,
hacer un pequeño pabellón nuevo
era realmente como relacionarse con el edificio antiguo
y también el edificio nuevo.
Hacer como un pequeño pabellón más de recinto modernista.
La verdad es que nosotros
vivimos un centro similar con Enric Miralles,
eh... claro, y vivimos la enfermedad.
Fue un momento muy duro
e inesperado,
como pasa, yo creo, a casi todas las personas
que les diagnostican el cáncer
y fue muy importante.
Yo tenía muy vivo en la memoria
un espacio de este tipo.
Es importante que este lugar
sea percibido como la propia casa,
un lugar donde uno se encuentra finalmente en casa.
Y, entonces, llamamos a Patricia Urquiola,
que es una amiga
y, además, una interiorista arquitecta fantástica.
Y Patricia, con generosidad,
ha llevado sus muebles, sus alfombras,
sus elementos de interiorismo,
y ha sido un diálogo divertido.
Es un edificio
que puedes percibir como un espacio único
abierto al jardín.
Pero, al mismo tiempo, está hecho de una manera
que puedes cerrar una puerta o la otra
o puedes encontrar un rincón,
y realmente tienes posibilidad, en ese espacio único,
de encontrar un lugar tuyo
y, a veces, como muy privado y muy secreto.
Entras, encuentras la cocina,
pero la mesa de la cocina
está en el espacio más alto,
más luminoso, más bonito, en el real centro del edificio.
Realmente, lo que quería hacer Domenech i Montaner
era lo mismo que se quiere hacer en este edificio.
Hacer un hospital
que solo cura con la belleza que regala.
Yo creo que no hay una fórmula que te diga:
"Si haces arquitectura así,
seguro que sale un lugar
que te hace sentir bien".
Pues no,
pero sí que tienes que hacer una arquitectura
como cuidada, como atenta
y, seguramente, de esta manera es más fácil
que la arquitectura que salga sea una arquitectura
que pueda ayudar a curar.
Cada colectivo y cada momento de nuestras vidas requiere necesidades específicas que la arquitectura debe ser capaz de satisfacer. En lo referente al diseño de espacios, ya sean para la privacidad o para la convivencia, las personas están en el centro de las decisiones.
Cada colectivo y cada momento de nuestras vidas requiere necesidades específicas que la arquitectura debe ser capaz de satisfacer. En lo referente al diseño de espacios, ya sean para la privacidad o para la convivencia, las personas están en el centro de las decisiones.