Subtitulado por Accesibilidad TVE.
En el norte de la provincia
de Palencia,
en las estribaciones sur
de la cordillera Cantábrica,
se yergue una de las cadenas
montañosas más espectacular
y desconocida.
Sus cumbres,
de algo más de 2500 metros
forman parte del Parque Natural
de Fuentes Carrionas y Fuente Cobre.
En medio de un circo glaciar,
la Laguna de Fuentes Carrionas,
en esta ocasión helada,
es considerada el nacimiento
de un río, el Carrión.
Su agua se vierte
en otra laguna más pequeña
de la que brota con discreción
un pequeño arroyo de agua fría.
Aquí comienza su viaje,
que a lo largo de casi 200 km
atraviesa la provincia de Palencia
hasta su generosa entrega
en el Pisuerga,
no sin antes bañar
el amplio valle de Pineda.
Las aguas del pozo de Curavacas
son las primeras
en sumarse al Carrión
y más abajo las del río Arauz.
A la salida del valle se encuentra
con la primera localidad.
Se trata de Vidrieros, presidida
por la cara sur del Curavacas,
es una pequeña pedanía dependiente
del pueblo de Triollo.
Parece que esta zona fue escenario
de las campañas militares
de la Roma de Augusto
contra los cántabros
durante el siglo I a. C.
El Carrión desciende
por la montaña palentina
hasta ser retenido
por los embalses de Camporredondo,
inaugurado en 1930
por el rey Alfonso XIII,
y el de Compuerto
abierto 30 años más tarde.
Nada más dejar los embalses,
atraviesa el pueblo palentino
de Velilla del río Carrión.
El único arco del viejo puente
arrasado por la riada de 1918
se mantiene como testigo mudo
de la furia del río.
Más abajo alimenta
la caprichosa fuente de la Reana
de la que mana agua
de manera intermitente
sin obedecer a patrón alguno.
Esta fuente se ha identificado
como una de Las Fuentes Tamáricas
descritas por Plinio el Viejo
y consideradas sagradas
por los pobladores prerromanos.
El río Carrión ha sido
desde siempre fuente de riqueza
para los territorios
que bañan sus aguas,
sin embargo sus frecuentes crecidas
también han supuesto
una constante causa de problemas
para las poblaciones de su curso.
Precisamente aquí,
en la villa palentina de Saldaña,
a las propias crecidas se le sumó
un extraordinario proceso erosivo
de su margen izquierda.
Para recuperar las cárcavas
generadas por la erosión
se acometió entre los años 20 y 30
del siglo XX
uno de los proyectos más singulares
de restauración forestal en España.
En este capítulo mostramos
cómo se han logrado fijar,
tras casi un siglo,
las laderas baldías de Saldaña.
Después el Carrión atraviesa
la tierra de páramos y valles
escoltado por cultivos y choperas.
Tras dejar atrás
Carrión de los Condes,
parada del Camino de Santiago,
ejecuta pronunciados meandros
hasta llegar a Palencia,
entrando en la comarca
de Tierra de Campos.
Finalmente, se aleja de la capital
y se dirige a Dueñas
donde sus aguas se vierten
en el río Pisuerga.
A pesar del apacible panorama
que presenta su curso,
en unas ocasiones las lluvias,
a veces torrenciales,
y en otras el deshielo
de la cabecera de su cuenca
y del propio páramo,
hacen que el Carrión se desborde
con suma facilidad,
anegando de manera intermitente
las localidades
y cultivos de su margen.
Hay vestigios en nuestra villa
que atestiguan
las inundaciones catastróficas
que se producían en Saldaña
no por las avenidas del río Carrión,
que siempre miramos al río
con prevención,
aquí el peligro venía de las cárcavas
que al estar desnudas
y sin vegetación
los días de tormenta fuerte,
que caen en septiembre,
se producen auténticas avalanchas
de agua, barro, piedras
y que en un caso está atestiguado
que despareció un barrio entero
y de eso queda el testigo de una cruz
en la calle Espíritu Santo.
El problema de las inundaciones
recurrentes se ve agravado
por las conocidas
como "turbias del Carrión"
o el arrastre
de materiales erosionados
causado por las lluvias torrenciales
que anegan canalizaciones
y empeoran la calidad del agua
en todo su curso.
Ya en el siglo XVII
el teniente corregidor de Palencia,
Agustín Marcos de Losada y Angulo
nos proporciona un claro testimonio
de esta situación, indicando:
"Es poca el agua
que trae el río Carrión
y la que viene está infeccionada
con los riegos de los linos
y en invierno
con las avenidas y turbias".
Como averiguaron los ingenieros
siglos más tarde,
el origen de este problema
se encuentra
en las inmediaciones
de la localidad de Saldaña.
Aquí, un secular proceso
de deforestación
causado por la acción del hombre,
ha agravado los procesos erosivos
naturales.
Aunque este territorio está poblado
desde el Neolítico,
Saldaña comenzó a cobrar importancia
tras la conquista romana
como punto de acceso
a los territorios
del norte de la península.
La villa romana de la Olmeda,
originaria del siglo I d. C
y refundada tres siglos más tarde,
atestigua la antigua
presencia humana
y el valor agrícola de la fértil
vega del río Carrión.
En sus mosaicos encontramos
un testimonio idealizado
de algunas cacerías,
como las de un oso y un jabalí,
ambos lanceados.
Tras un periodo de decadencia
y despoblamiento,
el territorio volverá a recuperar
su importancia en la Edad Media,
cuando los reinos cristianos
comienzan a repoblar
los territorios del sur.
En la primera mitad del siglo X,
bajo el mando de Diego Muñoz,
Saldaña se convierte
en uno de los centros de poder
más importantes del Reino de León,
llegando a desafiar
al rey Ramiro II.
En el año 995, como otras muchas
ciudades de Castilla,
sufrió las iras
de las campañas de Almanzor,
que arrasaron la fortaleza,
reconstruida una y otra vez
y de la que hoy sólo quedan
sus ruinas.
Durante los siglos XV y XVI
se produce un importante
crecimiento demográfico
que va acompañado de roturaciones
de tierras
y del desarrollo
de la industria del lino.
Es en esta época
cuando comienzan a aparecer
los primeros testimonios
de deforestación
y terrenos erosionados.
Tras la conquista de Granada,
la villa fue entregada
a la familia Mendoza
que le concedió privilegio
de mercado en 1502.
La Plaza Vieja,
serena y sobria espectadora
de la historia de la localidad,
alberga espacios porticados
para la venta,
así como las casas solariegas
de las viejas familias
de la aristocracia,
que orgullosas exhiben sus blasones.
La casa del marqués de la Valdavia
es un claro ejemplo
de la arquitectura castellana
de época renacentista.
En una viga del alero del tejado
sobre el balcón
se encuentra clavada
una garra de oso,
a buen seguro,
más abundantes que ahora,
que según se cuenta cazó
algún antepasado del marqués.
El Puente Viejo
es uno de los ejemplos
de la relación de Saldaña
con el río Carrión.
Derribado en sucesivas ocasiones
por las riadas,
no fue hasta el siglo XVIII
cuando se consigue construir
una estructura duradera
que permitiera atravesar su curso
con seguridad.
El Carrión no sólo ha destruido
las construcciones levantadas
por el hombre
sino que ha ido desmenuzando
el terreno que rodea Saldaña.
Las laderas del entorno
se encuadran
en una unidad morfo estructural
denominada páramos detríticos
o rañas,
de edad miocénica a pliocuaternaria,
que se extienden unos 9 km cuadrados
alrededor de la localidad.
Representan un conjunto
de abanicos aluviales
procedentes de la erosión
de los sistemas montañosos del norte
y anteriores a la existencia
del río.
El Carrión excavó estos materiales
y en su margen izquierda generó
un talud de pendiente pronunciada
que sin la adecuada protección
de la vegetación
quedó sometido
a fuertes procesos erosivos.
Como consecuencia de la pérdida
de la vegetación,
la erosión fue eliminando la capa
de materiales no consolidados,
e hizo aflorar la roca
arcillo-arenosa del sustrato
que se mezcló
con cantos semicuarcíticos.
El proyecto de Ayerbe de 1930,
Ayerbe aporta un dato curioso
y habla de una emisión
de unos 11 metros cúbicos por segundo
de caudal hacia el río Carrión
durante episodios tormentosos,
los cuales iban de arrastre
unos 200 gramos por litro,
que es una cantidad pues,
muy significativa.
Respecto a las tasas de erosión
en los propios terrenos
de las cárcavas
no hay estudios en la época,
pero sí que podemos pensar
que en esos momentos
estarían produciendo en torno
al orden de 60, 70 toneladas
por hectárea y año
de movimiento de tierra
con los terrenos totalmente desnudos,
incluso podría llegar a valores
de superar las 100 toneladas
por hectárea y año.
Hemos medido los sedimentos
acumulados en las cuñas de los diques
mediante métodos topográficos
precisos
y hemos estimado contabilizando
los sedimentos retenidos
y a lo largo del periodo
desde que se construyeron los diques
hasta que la vegetación
empezó a tener efecto
en el control de la erosión,
sale una tasa media de erosión
en ese periodo
que puede ser unos 50 años
de unas 11 toneladas
por hectárea y año,
que es un valor medio,
que evidentemente
en los primeros años
antes del efecto de la vegetación
estaría en torno a esas 70,
100 toneladas hectárea y año
y luego en el momento que se produce
la recuperación del bosque
pues prácticamente las tasas
se reducen a valores muy pequeños
de 1 a 2 toneladas
por hectárea y año.
Las lluvias y las crecidas
fueron arrastrando estos materiales
y moldeando un imponente paisaje
de torrentes y cárcavas baldías.
Las fotografías de principios
del siglo XX
nos muestran el calamitoso estado
de las laderas.
Este panorama se repetía por toda
la margen izquierda del río Carrión.
Las lluvias provocaban avenidas
de barro y sedimentos
que se abalanzaban sobre las casas,
cortando las canalizaciones
de regadío
y las vías de comunicación.
Por otro lado, los materiales
arcillosos del río
enturbiaban gravemente las aguas
con el perjuicio que esto suponía
para las localidades afectadas.
La última gran inundación que yo vi
fue en el 1978.
Cogió toda la zona esa
del polígono industrial
que ya existía parte de ello
y hay una finca grande
de 10 hectáreas
que la partió por medio,
los viveros se inundaron todos,
tuvo que salir la gente de aquello
y una inundación grande
en los pueblos esos de abajo,
todos inundados.
Los antiguos me llegaron a contar
que habían visto otra mayor
en el año 1918,
pero que entonces no existía
alguno de los embalses
que hay hoy en día.
Para enfrentarse a este panorama,
en 1928 la Confederación
Hidrográfica del Duero
comenzó a elaborar un plan
de fijación y restauración
de las laderas
que se ejecutó a cargo
del ingeniero de Montes, José Ayerbe
El objetivo principal de estos
trabajos era corregir los torrentes
y consolidar las laderas
para después iniciar un proceso
de reforestación
que permitiese fijar
y regenerar el suelo.
En esta ocasión tenemos la suerte
de contar con una grabación
encargada por la Confederación
Hidrográfica del Duero
en torno a 1934.
Para detener la escorrentía
y la erosión
se construyeron empalizadas
de vegetación,
tanto siguiendo las curvas de nivel
como colocándolas
de manera transversal
a las líneas de máxima pendiente.
La técnica de construcción
consistía en clavar
unas estacas en el suelo.
Una estaca puntiaguda
a golpe de mazo
servía para hacer el agujero.
Después se sacaba con ayuda
de un hierro a modo de barrena,
para finalmente clavar
la estaca definitiva.
Por último,
se entrelazaba vegetación,
normalmente a base de ramas
de sauce o aliso.
Para detener el arrastre
de materiales
y compensar la inclinación
de los torrentes
se recurrió a la construcción
de una red de diques
de los que en la actualidad
existen inventariados 108.
Mientras que los diques
de principio de siglo
se realizaban exclusivamente
con mampostería en seco,
en la restauración de Saldaña
se emplearon por primera vez
gaviones metálicos.
Se fabricaban
con alambradas metálicas
rellenadas una a una
con cantos rodados
en jornadas durísimas de extracción,
transporte con esportones y vertido.
Una obra de ingeniería realizada
por hombres de otro tiempo.
La construcción de diques
se prolongó en el Carrión
hasta los años 80 del siglo pasado.
El servicio forestal
empezó a trabajar
yo creo que allá sobre el año 25
y yo nací en el 33,
empecé a trabajar aquí sobre el 56.
Sobre todo esta zona
estaba totalmente desierta,
no había más que algún matorral
de poca importancia,
prueba de ello que desde ese sitio
de la Morterona donde se había hecho
se veía en muchas ocasiones el río,
lo que hoy no se ve.
Lo primero que hacíamos era cubrir
el nivel del agua con cilíndricos,
con mucho cuidado les lanzabas
al ríohasta salir a la superficie
y una vez en la superficie
les montábamos los gaviones
que dentro del arca del gavión
montábamos unos vientos de sujeción
para que al quitar el encofrado
no se deshiciera
y en eso consistía
para luego después cerrar.
¿Qué pasaba?
Que la medida del gavión
solía ser de 50 cm
y le subíamos un 5 o un 10 % más
porque nos daba de sí la tela.
Un metro lineal 1 x 1 x 0,50 o de 2
acaso media hora con 4 o 5 operarios.
Cuando estábamos haciendo la base,
intentando hacer la base
que era el peligro,
siempre estaba muy encima de la gente
y con mucha precaución,
y no tuve nunca ningún accidente
que era peligroso, que había peligro,
porque si las barras para lanzar
los cilíndricos al fondo
se enredaba alguno
podía marchar el que lo estaba
intentando tirar.
Una vez finalizada la red
de diques y gaviones
se iniciaba la repoblación,
sin la cual todos los trabajos
de corrección habrían sido en balde.
Por su versatilidad
y escasos requisitos,
las especies elegidas fueron
el pino marítimo y el pino silvestre
aunque puntualmente se usaron otras.
Cultivados en viveros,
a principios de otoño
los plantones se colocaban
en pequeños hoyos en el suelo
y se protegían con rocas
para evitar la evaporación del agua.
Con el paso del tiempo
y los cuidados de la guardería,
los árboles se fueron afianzando.
Donde antes sólo existían
cárcavas baldías,
se comenzaba a generar bosque.
Cuando se realiza la actuación
en las laderas en los años 30
que promueve Ricardo Cortés Villasana
como político y alto cargo
de la Confederación
y ejecuta el ingeniero
José María Ayerbe
que digamos tenían
una gran compenetración,
pues entonces sabemos,
que a menudo se cortaba
la comunicación
entre Saldaña y Osorno,
porque esos desprendimientos
de arcilla cortaban la carretera
que conduce a Osorno.
Ya estamos hablando en salvar
vidas humanas, comunicaciones, etc.
Otras cosas no menos importantes
nos remite a los puestos de trabajo
que dio en su época
cuando se hicieron esas labores,
la ampliación también
del casco urbano
si ya pensamos en términos
municipales o municipalistas
se ha producido una ampliación
del casco urbano hacia esas zonas
que antes estaban vetadas
para cualquier tipo
de actividad y población.
Estoy pensando a la vez que hablo
en la labor de los promotores
de Ricardo Cortés y José María Ayerbe
y sé lo que les costaron,
he repasado casi toda
la documentación,
la correspondencia
que tenían entre ambos
y uno se encargaba de buscar
los dineros
y otro de hacer los proyectos
y convencer a los directivos
de la Confederación Hidrográfica
de entonces, de los años 30,
para hacer estas obras,
dada la necesidad que tenía.
Hoy los diques están colmatados
y el musgo crece reflejando la falta
de vertidos.
Casi cien años después
la alambrada de los diques
sigue sujetando los cantos rodados
de los gaviones.
Erguidos a pesar del paso del tiempo
han conseguido fijar la tierra
para crear suelo.
Desgraciadamente
quienes trabajaron aquí
no han podido ver
el fruto de su esfuerzo.
Sin duda,
estamos en deuda con ellos.
Hoy podemos disfrutar de un bosque
que aunque sea artificial
ha devuelto a Saldaña y a su río
lo que siempre les perteneció.
Bajo las copas de los árboles
el suelo evoluciona
y recupera su vigor.
Se han detectado lombrices,
micelios y moluscos
que no aparecen
en los suelos degradados
y que demuestran
el proceso de regeneración.
Tenemos una acumulación
de madera muerta importante,
debido a que todavía
aunque los fenómenos erosivos
están corregidos
dentro de la masa todavía
se producen algunos deslizamientos
porque el suelo es poco profundo
y el efecto del viento
sobre los árboles
y la dificultad
de enraizamiento que tienen
pues hace que algunos
no estén estabilizados totalmente,
entonces estos árboles
que caen de las laderas
y que quedan ahí acumulando
material muerto
pues generan un problema grave
respecto a posibles plagas
que pueden propagarse a otras masas
forestales de arriba del páramo
que son muy productivas,
o pueden ser un foco
de incendios importantes
más en estas cárcavas
que funcionan como chimeneas
en propagar el fuego
a una velocidad muy rápida.
Realmente hace falta hacer
un tratamiento en la masa
y retirar los ejemplares
que están en mal estado
y la mayor parte de la madera muerta
que tenemos.
Además como valor en capital natural,
nosotros hemos hecho
un pequeño estudio
analizando algunas variables
como son paisaje,
la estabilidad de las laderas,
el valor de la madera
y el valor paisajístico
que tiene la zona
y se cuantifican
en los siete millones de euros
el valor de esta masa
para la población de Saldaña,
lo cual es un valor nada desdeñable
y es un tesoro que hay que conservar.
Desde las inclinadas laderas,
el pinar contempla
la vieja localidad de Saldaña.
Lo que antes era un desierto,
hoy está cubierto por una vegetación
que trepa por las laderas
abrazando las cicatrices
de las cárcavas en su día desnudas.
Las crestas afiladas
esculpidas por el agua
permanecerán todavía por muchos años
sin vegetación
debido a la falta de suelo,
como testigos mudos
de no hace mucho tiempo.
La historia de Saldaña muestra
las terribles consecuencias
de la erosión
tanto para el medio ambiente
como para el bienestar de sus gentes
Los trabajos realizados
por Ayerbe en Saldaña
fueron pioneros para su época
y marcaron el camino a seguir.
Casi cien años después
las cárcavas están estabilizadas
gracias a la acción conjunta
de los diques y el pinar,
un pinar que con sus raíces y copas
fija el suelo
y regula la escorrentía.
Con el paso del tiempo
se creará un suelo
capaz de albergar
especies más exigentes,
hasta que esto ocurra
y ajeno a su misión,
el pinar, aquí como en otros muchos
lugares de nuestra geografía,
desarrollará su papel
de bosque protector.
Estamos obligados a mimar
este bosque tan frágil
para que la vegetación y sus raíces
devuelvan a este territorio
su antiguo patrimonio natural.
Subtitulación realizada por:
Rosa M. Romero Ayuso.