De lunes a viernes a las 16:30 horas
No te podemos conceder el crédito.
Le pido que nos apoye y nos ayude a guardar el secreto.
Ojalá no tengamos que arrepentirnos.
Y ojalá mi madre tenga a bien no hacer nada.
No me suena de la ciudad.
-¿Don Miguel? No, vive en Bata.
Viene porque conoce a Inés desde hace muchos años.
"Miguel López, un librero de Bata,
en estado crítico tras recibir una paliza".
Quiero prestarte el dinero para tu negocio.
Lo que le ha hecho es muy gordo.
Le han denegado todos los créditos, ¿a quién se lo pide?
Alguien habrá.
Hay veces que es difícil asumir que alguien al que tienes en estima
le suceda algo tan cruel.
Pero ese hombre estaba con una mujer casada.
Y, quien juega con fuego, se termina quemando.
-¿Cloe te ha dicho que me molas?
A ver, que no quiero que os enfadéis por mí.
-¡Que tú no me molas!
-Llevo toda la semana detrás de ti, intentando pedirte perdón.
Y tú, escaqueándote, como siempre. -Creo que esto no tiene arreglo.
Así que lo mejor será que no nos hablemos nunca más.
¿Y vas a hacer algo?
¿Eso significa que me quieres volver a ver?
Esta semana lo ha pasado muy mal. Te ha echado en falta.
-"¿A mí?".
-"Creo que has sido muy severo con ella".
Vale, esto sí que no me lo esperaba.
Descuida, si quieres, te lo devuelvo.
La verdad es que me quedado desconcertado.
Tras la bofetada, pensaba que saldrías corriendo
y yo tendría que salir detrás de ti y disculparme...
Espera. Era un juego.
Pensaba que estábamos bailando al mismo ritmo.
¿Tú eres más de vals que de R&B?
¿Desde cuándo se piden los besos?
¿Qué puedo hacer para que me perdones?
¿Flores, dulces, ir de excursión por la selva?
Eres implacable.
Cuenta con ello.
Buenas noches.
Presiento que esto es el comienzo de una hermosa amistad.
(TARAREA)
(Sintonía de "Dos vidas")
¿Gafas de sol, Diana, en serio?
¿No te parece un poco exagerado?
No me he fijado, y tampoco es que me interese. ¿Cómo te ha ido?
Yo no lo tengo tan claro, Diana.
Es que la veo muy convencida.
Julia a veces es inconsciente, impulsiva, lo mismo sube que baja,
que te deja tirado en el altar.
Pero tira para adelante con lo que sea.
Es increíble que seas tan racional ante esta situación.
Claro que quiero, pero tengo miedo de que sea tarde.
¿Ahora?
No sé, Diana, no sé si es buena idea,
a ver si voy a fastidiarla del todo,
y ya serían dos de dos, y olvídate de recuperarla.
Hola, John.
Sí, sí. ¿Qué tal? Bien, bien. Cuánto tiempo.
Oye, tengo que hablar contigo. Es algo muy importante.
Bueno, Carmen, no nos tengas más en ascuas.
¿No vas a contarnos cómo fue tu cita?
Disculpa.
Entonces ¿cómo fue tu encuentro?
¿Y?
¿Y eso te parece poco?
Lo que quiero decir es que, Víctor,
además de ser un gran partido, evidentemente,
es muy divertido, como has podido comprobar,
y eso es una cualidad nada desdeñable en un hombre.
Sin duda, doña Patricia. -Claro.
Yo añoro de mi marido la pericia que tenía para sacarme una sonrisa.
(RÍE) El muy bandido.
Conseguía que me olvidara de todo.
Eso es muy difícil de encontrar, Carmencita.
No te preocupes, que llegará.
No te vas a quedar para vestir santos.
Ave María Purísima.
Sin que sirva de precedente,
estoy de acuerdo con usted, Agustina.
Víctor es un joven evidentemente extraordinario,
y se llevará una gran decepción cuando sepa que no quieres verle.
¿Y qué cosas son esas?
Si no es indiscreción, claro.
Eso de seguir adelante está muy bien,
siempre y cuando no se haga el loco. Que te veo venir.
Me alegra mucho que lo veas con buenos ojos.
Nuestras familias se tienen gran cariño y respeto.
Y ahora, si me disculpáis,
tengo que revisar la correspondencia.
Vaya con Dios, doña Patricia.
Y qué Él la vele.
Hija, cosas mías.
Bueno, ahora que estamos solas,
cuenta, que sé que te has quedado algo dentro, que te conozco.
Eso se lo dejas a tu amiga Linda. Yo solo quiero velar por ti.
Dime.
Si tú lo dices, yo lo creo.
Ahora que me doy cuenta. Estaba buscándote el chiquito.
El chiquito, ¿quién va a ser? El chiquito.
Pero son nombres difíciles de recordar para una mujer sin lenguas.
"Kirios".
Decía que estaba muy arrepentido de cómo se había comportado contigo.
Sí, cuando me he acordado.
Kiros.
Al salir del trabajo, los compañeros vamos a ir a la plaza
para charlar y estar un rato juntos.
¿Quieres venir? -No, gracias.
¿Va todo bien?
Sí.
Kiros, sé que echas en falta a Dayo,
y yo también,
pero sabes que tus problemas son mis problemas, hermano.
Puedes hablar conmigo.
Te lo agradezco, pero estoy bien, gracias.
Me tienes preocupado, Kiros.
¿Por qué?
Últimamente, tienes la cabeza en otro lugar.
Más o menos, desde que llegó la hija del patrón.
¿Y qué tiene que ver ella conmigo?
Todo lo que te ha pasado en estas semanas, pasa por esa mujer:
la huelga, la selva, la muerte de Dayo.
Y lo sé, sobre todo, porque eres hombre.
Hermano, la señorita es una blanca muy especial
y, entiendo que la tengas en tus pensamientos.
Pero pertenecemos a mundos distintos.
Vivimos en dos orillas enfrentadas.
Te entiendo, Mabale.
¿Pero...?
Pero hay algo dentro de mí que me dice que eso no debería ser así.
Que existe otra manera.
¿Eso crees realmente?
Sé lo que piensas sobre ella. Te trata bien, te sonríe al hablar,
y te ha hecho creer que sois iguales.
¿Y no lo somos? -Bueno,
ambos tenéis dos brazos, dos piernas,
un corazón que agita vuestra sangre.
Lo único que os diferencia es el color de vuestra piel.
Lo mismo sucede con el aceite y el agua.
No te comprendo.
Aunque aparentemente parezcan dos líquidos exactamente iguales,
cuando remueves el agua y el aceite, ¿qué pasa?
Que no se mezclan. -Ajá.
Lo mismo pasa entre nosotros y los colonos.
Podemos pisar el suelo que pisa.
Hay quien dice que...
algún día podremos vivir como iguales,
pero nunca podremos mezclarnos.
¿Entiendes?
Kiros, si no te centras, puedes acabar como Dayo.
Por favor, recuérdalo.
Gracias, hermano.
¿Qué haces así todavía? Ten.
¿Qué es esto? -Pues tu currículum, hija.
Hoy tienes una entrevista, ¿te acuerdas?
Venga, espabila.
Yo ya he hecho mi parte del trabajo, ahora te toca a ti.
Siento tanto trabajo para nada.
¿Cómo que para nada?
¿Y tú qué sabes si te van a escoger o no?
Anda que, así sí que vas a triunfar.
No estás pillando que no voy a ir. -¿Y por qué no?
Porque paso.
"Paso". Paso no es una razón.
Algo tiene que haber.
¿Para qué voy a ir, si no me van a coger?
¿Todo esto es por Cloe?
Entiendo que estés baja de moral,
pero tú tienes seguir adelante con lo tuyo.
Una cosa es que estés mal con tu amiga,
y otra, que eso te quite confianza.
No es solo eso.
Es que he recordado cuando Cloe y yo buscábamos trabajo
y me ha dado el bajón. -Normal.
Lo que no es normal es cómo me está tratando.
Parece otra persona, ¿no la has visto?
Bueno, igual que ha cambiado para mal,
de pronto puede cambiar para bien.
No creo que eso pase.
La verdadera amistad es mucho más resistente de lo que piensas.
Volveréis a ser lo que eráis, ya verás.
¿Lo dices de verdad o para animarme? -Lo digo de verdad.
Entonces ¿qué, vas a dejar que se cumpla la maldición de las Prieto
o no?
¿Qué dices?
Pues que, en nuestra familia,
hay una maldición que ha pasado de generación en generación,
que dice: que si nos rendimos, nos caen almohadas en la cabeza.
Qué chorradas dices.
Ah, ¿sí?
Pues toma. -¡Ah!
¡Para, para! -No soy yo, es la maldición.
¡Para! Me rindo, me rindo. -Venga.
Me rindo.
En serio, cariño.
Tu decisión fue no ir a Madrid y buscar trabajo aquí, ¿no?
Pues tienes que seguir adelante,
bajar los brazos no es una opción, hija.
Qué plasta eres. -Sí, ya. Yo también te quiero.
Suerte.
(EXHALA)
-"Venga, por aquí".
Nada.
Asun, no te me escapas sin coger una rosquilla.
Hasta luego, hasta luego.
Llegas justo a tiempo. Rosquillas caseras.
Enhorabuena. ¿Ves? Todo tenía una solución.
Ah. Le dije que no te contara nada.
Lo siento, pensé que...
Bueno, ¿y te ha dado todo el dinero que necesitabas?
Sorpréndeme.
Vaya.
Hombre, a ver, no preocuparte...
Tu madre te ha puesto en un brete que nadie querría.
A ver, yo veo bien que hayas cogido el dinero,
pero...
Me parece un poco raro.
Un día te deja el dinero sin más, al otro no...
Esa es la actitud.
Pero tienes que saber que un negocio es difícil de llevar.
Vas a necesitar ayuda, seguro.
Así que, ya sabes.
A ver, a lo que me refiero es que, si necesitas ayuda,
yo estoy disponible para ello.
Pero parece que no ha sonado muy bien.
Sí, claro.
Lo prometo.
Por ti.
(Pasos)
Buenas, Ángel. -Buenas, doña Inés. ¿Usted por aquí?
Alicia está colocando un pedido y he venido a leer en calma.
Pues no seré yo quien le moleste.
¿Has leído la prensa?
-Sí, pobre don Miguel.
Pero, Inés, ¿no te das cuenta?
Ventura cree que ha acabado todo...
Calla. ¿Cómo puedes pensar en eso ahora?
¿Por qué te pones así?
Hay un hombre que casi muere y, tú pareces estar contento.
Me preocupo por nuestro amor. -Esa actitud es egoísta.
Lo siento, es que esta situación es...
complicada para mí.
Para mí también lo es.
¿Has pensado en qué pasará ahora conmigo?
¿Cómo debo comportarme ante mi marido?
Estarás más tranquila.
Ventura no te estará atosigando con sus sospechas todo el día.
Pero hay una cosa que no entiendo.
¿Por qué Ventura ha creído que él era tu amante?
Tu madre estaba indagando, ¿recuerdas?
Estuvo en la librería el día de la visita de Miguel.
Solo pudo ser ella. Debió informar a Ventura.
Siento mucho que haya sido ella.
Tú no tienes culpa.
Pero creo que deberíamos distanciarnos un tiempo
hasta que todo se calme.
No, espera.
Quédate unos minutos más.
Tan solo unos minutos.
Necesito pasar todo el tiempo que sea posible contigo.
¿No quedamos en que no le dirías nada a María?
Cloe, tía, ponte un cascabel. ¿Me quieres matar?
Ahora mismo, sí. ¿Por qué te has ido de la lengua?
Espera, no te vengas tan arriba, que aquí hay otro temita,
María dice que yo no le molo, que es mentira.
Yo no dije eso.
Recuerdo lo que me dijiste, tal cual.
Pues quizás me entendiste mal.
Te entendí perfectamente, no me hagas el lío.
Vale, no te hago el lío. ¿Qué lees?
Un manual sobre cómo arreglar el tambor de una lavadora.
Ah, qué bueno. ¿Y qué es el tambor?
¿Qué haces?
Que no voy a dejar el tema, que me estás liando.
Es que no entiendo por qué me metiste esa bola.
Te pusiste muy pesado preguntando por María.
¿Y qué quieres que haga?
No me gusta que estés a la gresca con tu amiga.
Cuando no es una chorrada, es otra.
Y yo siempre estoy en medio, llevándome la peor parte.
Soy un pringado.
No, Ribe, no eres un pringado. No digas eso.
Cloe, ¿por qué no lo arregláis de una vez?
Empiezo a estar harto de vuestras peleas.
Seguro que estáis deseando que las cosas vuelvan a ser como antes.
No, eso es imposible.
Pero ¿por qué? -Porque sí.
Mira, no entiendo qué pasa aquí, de verdad.
Es que me gustaría explicártelo...
¡Ya está, paso! Ni te molestes. No quiero entenderlo ya.
¿Adónde vas? -A dar una vuelta.
Vale, voy contigo. -No. Voy yo solo.
Necesito que me dé el aire.
Ojalá la vida tuviera un manual de instrucciones,
como las lavadoras.
El envuelto de cacahuete estará bien, Enoa,
pero que no abusen del picante esta vez.
Sí, señora.
Y no te olvides de tener preparado el baño para don Francisco.
Por supuesto, señora.
Le vendrá bien distanciarse del trabajo,
ha estado muy cansado con los últimos acontecimientos.
El señor trabaja mucho. -¿Has sido tú?
Ante todo, buenas tardes, ¿no?
Que se demuestre la educación que te he dado.
No sé de qué me estás hablando.
Sabes perfectamente de qué estoy hablando.
Retírate, Enoa.
¿Y bien? ¿No vas a decir nada?
¿Qué importa quién haya sido? -Sí que importa.
Ha sido por tu culpa.
No dramatices.
El librero se está recuperando, apenas le quedarán secuelas.
No doy crédito.
Deja de escandalizarte, por favor.
Ese hombre se veía con una mujer casada,
debió pensar las consecuencias.
¿Por qué te has involucrado?
Te recuerdo que Ventura te hizo el encargo a ti
y tú te cruzaste de brazos.
¿Crees que iba a dejar que perdieras una oportunidad así?
Hijo, Ventura te puede abrir muchísimas puertas,
y para eso, no puedes limitarte a ser un trabajador ejemplar.
Mi cometido en su empresa se limita exclusivamente a asuntos laborales,
no personales. -Hijo mío, qué iluso.
Espero que sea un mal de juventud,
yo no estaré siempre para solucionar tus asuntos.
Eso tienes que hacer, mantenerte al margen.
Lo siento, Ángel, pero no puedo.
Una madre siempre debe velar por el bien de su hijo.
Siempre.
Y yo soy testigo de esto. No sabes la alegría que me da.
No sigas por ahí, que terminamos las dos llorando. Que nos conocemos.
Y, venga, enchufa ya eso, ¿no?
Adelante, amiga.
No sé.
¿No habrá que darle a algún botón?
Desenchufa y vuelve a enchufar,
es lo que hace María con mi ordenador.
Lo apaga, lo enciende y funciona.
Bueno, Julia, estos aparatos tienen casi 70 años.
Y el tiempo no pasa en balde ni siquiera para un cacharro.
Quizá deberías haberles hecho una revisión a fondo.
(RESOPLA) No sé.
Bueno, espera... Espera, que se me ocurre alguien.
No.
-Pero que Julia te va a pagar.
-Solo faltaba... -Pues entonces no veo el problema.
-Anda, por favor.
Por favor, por favor... -Ya está aquí el ladrillo.
-¿Perdona?
-No es por ti, es por la ficha:
el seis doble, que se le conoce así.
-Pues, hala, empiezo.
-Ribero, que no hay nadie
que sepa arreglar esas máquinas como tú.
-Toma, no hay nadie en el pueblo que sepa.
-¿Quieres poner de una vez?
-"Ribero, juega". "Ribero, arregla esto"...
Me estáis agobiando.
-Bueno, si tienes un mal día no lo pagues conmigo,
te estoy dando la oportunidad de ganarte un dinerito extra.
-Oye, ¿no sabes que, en el dominó, los mirones son de palo?
-Mario, por favor, un segundo.
Bueno, ¿qué me dices, vas a ir? -Es que no puedo.
Tengo lío.
-Pues, hala, a acostarse.
-¿Puedes parar ya?
-¿Qué pasa?
Solo he puesto una ficha doble.
Y la que debes parar eres tú, que me lo estás distrayendo.
-No te digo que vayas ahora mismo, pero luego puedes ir, ¿no?
-No, es que... he quedado.
-¿Con quién? ¿Con Cloe? Sé que habéis discutido.
El cartero os ha visto. -Ah, ¿que lo sabe el cartero?
-Chicos, vivimos en un pueblo, hay que saber lo que hay.
Anda, Ribero, por favor...
Venga, por favor. -Venga, vale.
Me paso en cuanto acabe esto.
¡Muchas gracias!
-Cloe y sus movidas con María, de verdad que me traen loco.
¿Qué hago?
¿Voy a por Cloe o me hago el digno?
-¿Tengo que contestarte?
-Eres todo humanidad, ¿eh, crac?
-¿Seguimos jugando
o vas a seguir hablando de mamarrachadas?
Señorita... No debería estar aquí.
Perdone, ¿quiere decir que...?
¿Yo?
Doña Agustina se habrá confundido.
Solo quería disculparme
por la actitud que tuve la semana pasada.
No fui justo.
La culpé sin ningún motivo,
y ahora sé que no tuvo nada que ver con lo ocurrido.
¿Que qué, señorita?
Le he pedido perdón porque es lo justo.
Pero será mejor para ambos que sigamos sin hablarnos.
La verdad es que vivimos en mundos diferentes,
mundos que no se pueden mezclar.
Yo también, pero ¿qué hemos conseguido?
Dolor...
Dolor... Más dolor.
No quiero volver a ir en contra de la realidad.
Hola, ya estoy aquí.
¿Cómo ha ido todo?
No ha ido bien.
-(MASCULLA)
-Perdona, hija, pero no te he entendido nada.
Si no te das la vuelta, estaremos igual.
-¡Que ha pasado una cosa horrible! -¿El qué?
-Pues he cogido el bus y he ido hasta allí supermotivada.
Entonces, he entrado y estaba Cloe en la sala de espera.
-Ay, madre...
-Me he puesto de los nervios,
me he ido y me he encerrado aquí.
No pienso salir nunca más.
-Entonces ¿no has hecho la entrevista?
-No, no he ido a la entrevista. -Anda, ven.
-Ven aquí.
Ay...
Lo necesitaba.
Y no, no he hecho la entrevista.
-No puedes hacer esto cada vez que tienes un tropiezo en el camino.
-Si la teoría me la sé muy bien, pero la práctica no me sale.
Solo de pensar que nos podrían haber cogido a las dos,
me entra ansiedad. -Tienes que espabilar.
-Es que yo no puedo, de verdad.
-Te recuerdo que aún me debes la fianza
del piso en Madrid al que no fuiste.
-Si es otra chorrada de las Prieto, te la puedes ahorrar.
-No, no, hablo completamente en serio.
-¿Que quieres que te pague? -Sí, claro.
Pero no te lo digo por el dinero.
Tú quieres ser una chica independiente, ¿no?
Pues todo empieza por asumir tus responsabilidades.
Y entre ellas está encontrar trabajo,
esté Cloe o no esté Cloe.
-Odio cuando tienes razón.
Mamá... -¿Qué?
-Nada.
-Venga, suéltalo, que te conozco.
-Que...
Que la próxima vez estés ahí para darme un empujoncito.
-Ahí estaré, mi amor.
Ya estoy aquí, señor. -Ángel...
Por fin. Te estaba esperando con mi mejor coñac.
-¿Tenemos algo que celebrar?
-¿Cómo lo sabes?
-Porque solo saca su mejor coñac cuando hay motivo de celebración.
-Qué bien me conoces.
-¿Se debe a la firma de algún importante contrato, quizá?
-La modestia es una gran virtud, no la pierdas nunca.
Yo soy algo tradicional, ya me conoces.
He sido educado en la rectitud y en la disciplina.
Soy más de castigar que de recompensar.
Así he hecho siempre en los mis negocios
y me ha ido muy bien.
-De eso no cabe la menor duda.
-Y en la vida también he sido bastante severo
y he dado poco lugar a las recompensas.
Pero tranquilo, que no quiero aburrirte
con mis problemas familiares.
-Puede hacerlo, señor. -No. En realidad,
creo que ha llegado el momento de ser generoso contigo.
-¿Qué es? -Ábrelo.
Ese reloj era de mi padre.
Debería de ser para Víctor,
pero, lamentablemente, no se lo ha ganado.
-¿Por qué me lo quiere regalar a mí? No me lo merezco, señor.
-Por supuesto que sí.
Es mi forma de agradecerte la información recibida
sobre el librero de Bata.
Ese hombre ya no volverá a molestar.
-Pero ¿usted está seguro de querer regalármelo a mí?
-Nunca lo he estado tanto.
Tú no eres sangre de mi sangre,
pero, a pesar de ello,
tienes más que ver conmigo que nadie.
¿Es que vas a negarme el placer de obsequiarte?
¿Vas a hacer ese gesto tan desagradable para ambos?
-Desde luego que no, señor.
Muchas gracias, don Ventura.
Ya se ha ido.
-¿Quién?
-Ribero. Te escondiste cuando llegó.
¿Crees que no te he visto?
-Eso no es verdad.
Lo que pasa es que hoy tenía una entrevista de trabajo.
-¿Y qué tal?
-No quiero hablar de ello.
La historia es que necesito encontrar
más entrevistas.
Y, para ellos, necesito buscarlas bien.
Y con Ribero no me puedo concentrar,
ya sabes que, cuando quiere, no se calla.
-Ahí tienes toda la razón.
Pues no ha parado de hablar de ti.
¿Y qué te ha dicho?
No es que me importe mucho,
es por saber. -Eso es secreto profesional.
Los camareros somos como los abogados,
lo que nos dicen nuestros clientes, se va a la tumba.
-No me vaciles.
-"Código deontológico", se llama. Búscalo en Internet.
-Bueno, mira, que me da igual.
Es que él estaba un poco rayado conmigo.
Pero ya se le terminará pasando.
Porque es más bueno que el pan y me lo perdona todo.
-Ya.
¿Y qué te tiene que perdonar?
-En realidad, nada.
Es que le conté una mentirijilla,
de esas que se cuentan para no hacer daño,
y ahora ha descubierto que le mentí
y está un poco enfadado. -Ya.
Pues, para no querer hacerle daño, está dolido.
-Pero eso es porque es muy sensible.
Ya verás como en dos días estamos como siempre.
-Ya.
Ojalá.
Bueno, tú eres la que mejor le conoce.
No.
A ver, Julia, es que tus máquinas tienen la edad de mis padres,
los dos juntos.
Claro, tengo que buscar los manuales
pedir las piezas, contratar gente. Todo eso es dinero.
Y, ojo, que podría haberme puesto a arreglar las cosas
y luego pasarte la factura.
Estoy siendo honrado contigo.
Nada, más lo siento yo, que no cobro.
Me alegro mucho.
Entonces, todo está en marcha, ¿no?
Pero, ¿estás bien?
¿Quieres que te traiga algo de la farmacia?
Por eso estoy aquí.
He venido para hablarte de algo importante.
Pero veo que no es buen momento. Puedo volver mañana.
(SUSPIRA)
A ver...
He estado pensando mucho estos días.
Lo que hice estuvo muy mal.
Y entiendo que no quieras perdonarme.
Por mucho que me duela, voy a respetarlo.
No. Hay más.
Eh...
Tú quieres hacer tu vida aquí, con tu taller, ¿no?
Y yo voy a estar allí, en Madrid,
trabajando y haciendo mi vida también.
Así que, si tú estás aquí y yo allí, no vamos a estar en el mismo sitio.
Y técnicamente imposible.
Qué tonterías digo. Bueno, a lo que voy.
Que he estado pensado..., en fin, ¿qué te parece si nos divorciamos?
Que si nos divorciamos.
¿Se puede saber qué haces aquí a oscuras?
Pero ¿qué sucede, Francisco? Me estás asustando.
¿Por eso llevas unos días tan nervioso?
¿Desde cuándo me lo ocultas, a ver?
Debemos pensar con calma y pensar con claridad.
Claro que lo sé, necesitamos tiempo.
La relación de Carmen y Víctor avanza,
quizá hay que forzar un poco las cosas.
¿Que qué?
Yo jamás voy a abandonar Guinea. Jamás voy a abandonar mi hogar,
Francisco, esta es la tierra donde yo nací.
Y mucho menos por culpa de una mala gestión tuya.
¿Y dónde quieres que vayamos?
¿A Madrid?
¿Y qué me espera a mí en Madrid?
¿Tus hijos, tu esposa?
O sea, ¿yo me convertiría en tu amante, Francisco?
Esto no es lo que yo tenía planeado para mí,
Eso no es lo que tú me habías prometido.
¿Verdad, Francisco?
Francisco...
¡Que funciona! -(RÍEN)
-¿Aunque no hueles a algo raro?
No soy un correveidile, nunca lo haría.
Y tampoco entiendo que se ponga en duda la honra de doña Inés.
Es una esposa intachable.
-Cloe está imposible.
Cuantas más vueltas le doy, más claro lo veo,
que no podemos seguir juntos.
Te miro... y no reconozco al hombre del que me enamoré.
El hombre al que yo admiraba tanto.
¿Me estás pidiendo ayuda?
Ha oído que la hija de Villanueva te tiene encandilado.
-Y, si fuera cierto, usted tendría que reprocharme algo.
-Muy al contrario, esa joven me gusta.
Pero me temo que echarás todo a perder.
-Has salido a tu madre.
No hagas nada a espaldas de tu padre.
-Uy, ¿y esas caras?
¿Algo que deba saber? -(AMBAS) No.
Te ha llamado a ti y después a mí, saca tus propias conclusiones.
-Sácalas tú, se te ve muy espabilado.
-No creo que hubieras podido arreglarlas.
¿O eres ingeniero?
-Ni falta que me hace.
-Yo sí.
Di una fiesta para lo más selecto de Río Muni.
¿Sabes quién fue la sensación de la noche?
-He hablado con John.
Dice que mañana mismo
puede tener listo un borrador de convenio.
Cuanto antes, mejor.
¿Qué ha tenido de especial esta cita
para que te hayas convertido en un modelo de discreción?
-A mí no me mires,
sueles ser tú la que respondes a tus propias preguntas.
La hay.
"Pero no está en tus manos, sino en las mías".
Padre.
Los problemas en el taller siguen poniendo a prueba a Julia, pero ella no está dispuesta a tirar la toalla. Tiene que demostrarle a su madre que el dinero que ha invertido en el negocio está en buenas manos. Lo que Julia desconoce es que el préstamo de Diana no sólo tiene condiciones, sino que también forma parte de un nuevo plan para ponerla contra las cuerdas. En Río Muni, Carmen y Kiros siguen distanciados mientras Víctor se esfuerza en conquistar a la joven. Pero Carmen tiene claro lo que quiere y Víctor no está entre sus planes. Carmen desea sobreponerse y seguir adelante tras el impacto de la muerte de Dayo, pero una inesperada noticia hará tambalear sus objetivos y los de toda la familia Villanueva.