Martes a la 1.30 En 24 horas y domingos a las 6.30 en La1 y 24 horas.
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(Música)
Bueno, eso lo que significa, nada más es que soy muy trabajador.
Y muy tozudo.
Mis inclinaciones como escritor y como estudioso.
Me da igual.
La "r" minúscula es la letra de mi sillón de la Academia.
Antes que lo ocupara yo, solo ha habido un habitante,
un ocupante de ese sillón en los 300 años,
porque es una silla de nueva fundación,
es la "r" minúscula que ocupó Antonio Mingote
y en su muerte me eligieron a mí.
No tenemos nada que ver uno con otro,
somos personajes completamente distintos.
Es un hombre con una capacidad, una inteligencia,
y una imaginación extraordinaria.
Y yo soy más bien seco, y tirando a serio.
De modo que no soy un sucesor desde el punto de vista del carácter
muy idóneo.
Pero, en fin,
muy orgulloso de ocupar un sitio que estuvo...
En el que estuvo antes un genio.
Algo se me pegará, espero.
A dirigir nunca, a poder ser académico tampoco.
La verdad es que estas cosas ocurren un poco por casualidad,
pues un buen día,
algunos amigos de la Academia forjados en otras lides,
pues me dijeron que por qué no me presentaban,
porque la Academia no se presenta el interesado,
lo presentan algunos académicos.
Tres académicos me lo sugirieron,
me resultó un grandísimo honor que se les hubiera ocurrido
mi persona,
lo hicieron y aquí me tiene.
Salí elegido.
Al poco tiempo, me eligieron secretario de la Academia,
estuve tres años ejerciendo ese papel,
me aprendí la Academia por dentro, sus problemas y demás,
cesé un año y al siguiente me eligieron director.
Ya va a hacer dos años y estoy muy orgulloso de serlo.
Yo creo que no se puede ser director
de nada más importante en este mundo que de la Academia Española.
Ese es el cogollo de nuestra cultura,
lo más importante que tenemos.
Por lo tanto, servirla es un honor realmente inmenso.
Bueno,
esto de que los directores de la Academia no lingüistas
llamemos tanto la atención,
es una cosa que no es del todo justa.
Realmente, la Real Academia Española
se fundó 1713 y participaron durante muchos años del siglo VXIII
en ella gentes de los consejos, de los consejos de la monarquía,
normalmente personas con formación jurídica.
Nuestras primeras obras,
como el diccionario llamado De Autoridades,
que se hizo entre 1713 1739,
está plagado de fuentes jurídicas.
Se utilizaron mucho las leyes como recursos, como nidos,
como almacenes de palabras para desarrollarlas.
Y juristas ha habido siempre, luego, algunos como directores...
En el siglo XX ha habido dos directores juristas muy notables.
El primero, don Antonio Maura, que lo fue entre 1913 y 1926.
Simultaneando, incluso,
esa función con la del presidente del Gobierno.
Y luego lo fue Rodríguez Marín,
que ha sido uno de los grandes cervantistas de toda la historia,
pero al mismo tiempo jurista y con despacho abierto en Sevilla.
Desde el punto de vista material,
ese era el problema cuando yo llegué,
un problema de financiación
porque teníamos pocos recursos, tenemos mucha gente en la Academia,
más de 80 personas que colaboran con nosotros de modo fijo.
Los académicos también participan y tenemos a América,
a la que tenemos que atender
algunas veces también financiando algunos proyectos comunes.
Esto es muy importante y los recursos
vienen fundamentalmente del presupuesto del Estado
y tenemos una asignación muy pequeña que, afortunadamente,
yo conseguí que el presidente del Gobierno
comprendiera y ayudara mucho a la Academia a fijar
una nueva cantidad más acorde con los gastos que tenemos.
Ahora tenemos recursos presupuestarios públicos suficientes
para nuestros gastos corrientes.
No tenemos, sin embargo,
dinero suficiente para tantos proyectos como tenemos entre manos.
Eso lo tenemos que conseguir
y lo conseguimos de los patrocinios privados, de ayudas de empresas
y de benefactores particulares.
Bueno, tenemos muchos proyectos.
La verdad es que sería difícil jerarquizarlos, pero diré,
el más antiguo
y más característico de la Academia es el Diccionario de la Lengua
y estamos en el trabajo de hacer la 24 edición,
contando desde 1780 la 24,
que va a ser absolutamente digital, nativa digital.
Por tanto,
va a ser revolucionario y va a transformar
los 23 diccionarios anteriores.
Y va a ser otra cosa que no se va a parecer mucho,
en las apariencias procuraremos no asustar a los usuarios
y mantenerlos fieles al libro.
Pero también va a cambiar mucho.
Este es un proyecto que me ilusiona terminar lo antes posible.
Tenemos entre manos ediciones nuevas de algunas obras clásicas,
la gramática tan importante que hizo
la Academia hace más de diez años,
el nuevo Diccionario Panhispánico de dudas.
Tenemos proyectos Panhispánicos
como el Diccionario del Español Jurídico.
Para mí, es una obra muy significativa
porque me he ocupado yo de la dirección
y está teniendo una penetración en América extraordinaria.
Y esto es fundamental
para el mantenimiento de nuestra cultura común.
Tenemos un proyecto de...
intervenir más directamente
en la lengua de la inteligencia artificial.
No sé si ha oído enunciar este proyecto,
pero yo creo que es bonito.
Nos hemos dado cuenta de que las máquinas
que utilizan en inteligencia artificial cada vez hablan más.
Decimos que somos 580 millones de hablantes,
pero hombres, personas,
máquinas son muchas más las que hablan.
Y cada día ese número crece y esas máquinas hablan
como Dios les da a entender,
o mejor, su Dios particular, que es el fabricante.
Hace cada uno...
Uno puede utilizar un idioma diversificado,
necesitamos que no se nos rompa la lengua por esa vía y, por tanto,
convencer a los fabricantes, a las empresas globales,
que se atengan a las reglas, que se vengan ateniendo
a los humanos desde hace 300 años de la mano de la Academia.
Entonces estamos firmando convenios
con casi todas las empresas globales
para que utilicen el español según la doctrina de la Academia.
Y vamos a procurar que así se haga en los diccionarios,
en las traducciones,
las máquinas parlantes
con las que se educan nuestros hijos.
Y va a ser un idioma, el idioma más hablado en casa,
el de tu interlocutor nevera, tu interlocutor horno,
tu interlocutor máquina de juegos, etcétera.
Tú, traductor.
Tenemos que procurar que acepten certificaciones de la Academia
de que su español es correcto.
No nos fragmenten la lengua,
mantengan la unidad que hemos conseguido sostener
desde la Academia a lo largo de 300 años.
Pues esto ha sido muy fácil hasta ahora,
gracias a una...
prerrogativa de la Academia que es absolutamente insustituible
y única.
A la Academia Española, se le hace caso por su autoridad.
No tenemos ningún poder público, no podemos imponer nada,
pero la autoridad ganada por la Academia en 300 años de vida
es tal, que cuando se pronuncia, todo el mundo dice:
"De acuerdo".
Convencer a los humanos
ha sido bastante fácil porque los humanos son sensibles
y nos otorgan esa autoridad, son ellos.
Con las máquinas es un poco más complicado
porque no nos entienden.
¿Cómo hacerlo con las máquinas?
Pues, hablando con los fabricantes de las máquinas,
hablando con Google,
Microsoft, Amazon, con todos estos, con Telefónica en España,
para que se atenga a nuestras instrucciones y para que acepten
que lo que nosotros decimos
que es un español de calidad, es español de calidad.
Y, en fin, no nos ha hecho mucha necesidad,
mucho esfuerzo para persuadirlos están de acuerdo en que esto es así.
Es muy importante ese papel.
El idioma español no es de España, nació en España.
España lo expandió por el mundo, pero no es de España.
Es el idioma también de tantos otros países
que lo tienen como lengua nacional.
Por tanto,
tenemos que tratar el español como lengua colectiva
de un conjunto de naciones y tenemos que trabajar en él,
Por tanto, también, cooperativamente.
La Asociación de Academias se creó en 1952
para agrupar a todas las academias y hacerlos trabajar en común.
Ahora hacemos con ellos proyectos que llamamos panhispánicos,
cuya característica es: primero, es una manera de trabajar,
tenemos que hacerlo en común;
segundo, empleamos un método cooperativo,
de modo que todas las grandes decisiones de regulación
de la lengua están consensuadas,
consensuadas por todas y cada una de las academias.
Las modificaciones del diccionario, por ejemplo,
que llaman mucho la atención,
¿cómo entra una palabra nueva en el diccionario?
¿Quién decide eso?
"La Academia es caprichosa porque ha incorporado", se dice a veces
que, en fin, no debería, que son políticamente incorrectas.
Ahora, incluso con la pandemia, nos han acusado de aceptar palabras,
palabras que son efímeras.
Bueno, pues es muy complicado el procedimiento.
Alguien nos tiene que sugerir que hace falta
en el diccionario una palabra nueva o cambiar alguna que ya tenemos.
Podemos ser cualquiera de los académicos,
pero también cualquier ciudadano que la ha visto
y nos avisa, nos advierte que tal palabra está en desuso,
hay que cambiarla, está incorrectamente definida.
La estudiamos, vemos cómo está,
qué dice la gente,
cómo la utiliza la gente en la práctica,
tenemos series documentales, estudios ordinarios,
capacidad de volumen donde podemos saber cómo se usa la palabra,
en la realidad y en cada parte del territorio hispanohablante.
Bueno, es que tenemos ese estudio hecho,
la definimos en la Academia
o cambiamos la definición en la Academia,
cuando hemos hecho esto en comisiones del Pleno,
las mandamos a América para que la vean
nuestros colegas americanos y las enmienden,
nos corrijan o nos aplaudan si es el caso,
o estén conformes con nosotros.
Y al término de todo ese período,
se aprueba y se incorpora al diccionario.
O sea, que el periplo
es el que sigue cualquier modificación,
muy largo y muy importante, muy serio, por tanto.
No es una frivolidad ni es un capricho.
Bueno, a la Academia siempre dice que no es,
no es instancia que enseñe cómo deben hablar los ciudadanos,
sino más bien una institución que está atenta
a cómo hablan los ciudadanos
y recoge los datos de la calle, de las prácticas y los acumula,
los codifica,
los estudia y, al final, certifica con sus obras
que esto se dice de una determinada manera,
esta palabra tiene tal significado,
porque la mayor parte de los hispanohablantes
una parte muy significativa de los hispanohablantes,
la usa así o tal criterio.
Bueno, lo mismo pasa con el lenguaje inclusivo.
La Academia no tiene ni que aprobar ni que denunciar
o prohibir determinadas formas de hablar.
Lo que dice es que la mayoría no habla así.
Y no vale ninguno, ningún argumento,
ninguno en absoluto para imponer formas de hablar
que no sean las que la gente emplea por su propia iniciativa.
Ni el Gobierno, ni la Academia, ni nadie puede decir cómo
tienen los ciudadanos que hablar.
Como usted quiera, señor mío.
Y si usted habla de una manera distinta de los demás,
no se le entenderá.
Nosotros decimos cómo hablan los demás
para que quien quiera seguir esas reglas
pues lo haga, lo haga, pero sin imposiciones.
Lo del lenguaje inclusivo es que es particularmente polémico.
Claro, cada vez que la Academia dice algo,
pues suele ser criticado o aplaudido.
Depende de los casos.
El informe que hemos hecho este año
sobre lenguaje inclusivo ha sido general muy aplaudido.
Sí, eso quizá no lo hubiéramos hecho
de no ser porque nos lo pidió
la señora vicepresidenta del Gobierno,
no lo hubiéramos hecho porque, en fin,
es un asunto muy polémico,
la Academia no quiere estar en el centro de las polémicas,
no tenemos por qué, pero en fin.
La autoridad pública no lo pidió. El asunto es importante.
Lo hemos hecho con el mayor afecto,
con el mayor cuidado...
No los tengo contados.
Por ahí.
Bueno, ese es un libro que hace un recorrido sobre por qué,
sobre la pregunta: por qué hablan español los americanos.
Por tanto, arranca de cómo se entendían
nuestros colonizadores, nuestros conquistadores,
cómo se entendían,
y qué hubo de aquello que se ha generalizado
y que los españoles impusieron el habla española,
la lengua española a martillazos,
obligaron a todo el mundo a hablar español,
bueno, esa es una aseveración absolutamente falsa,
la reina Isabel, el rey Fernando,
fueron los primeros que estuvieron muy lejos de imponer
obligatoriamente que se hablara español.
Los reyes estuvieron preocupados siempre
porque se enseñara en América la doctrina cristiana
y para hacerlo mandaron allí muchos frailes, muchas ordenes,
ordenes mendicantes,
para que explicaran la doctrina de la Iglesia.
Esa fue la misión principal.
Y, para desarrollarla,
a los religiosos les pareció que más que utilizar el español,
lo que tenían que utilizar son las lenguas propias
de los indios.
Por tanto... Y eso hicieron.
Por tanto,
no solo no impusieron el español, sino que hicieron posible
la conservación de lenguas que no eran lenguas escritas
ni tenían reglas establecidas,
que hicieron nuestros misioneros, los franciscanos, los dominicos,
los jesuitas, de una manera realmente portentosa.
Aprendieron ellos a hablar las diferentes lenguas que eran,
que eran muchísimas, y el español quedaba un poco arreado, digamos,
fuera de las políticas educativas.
No es que no se quisiera enseñar español,
sino que, preferentemente,
las políticas que se desarrollaron fueron las que digo.
Ya en el siglo XVIII,
con la Ilustración
y con los roles más preocupados por la cultura,
se hizo una reflexión y se empezó
a constatar que América no hablaba español o hablaba muy poco español,
tan es así que en la época de las independencias, es decir,
a primeros del siglo XIX, hablaban español en América
solo tres millones de personas de una población
de los 13 millones que tenía entonces América
y quienes se aplicaron a utilizar la lengua española,
no fueron realmente los conquistadores,
sino los criollos que tomaron el poder con las independencias,
los gobiernos, los gobiernos independientes,
que se dieron cuenta de que una nación necesita
una lengua y pensaron qué lengua iban a imponer.
Acababan de ganar la batalla política
y muchos de aquellos decidieron que no era posible
utilizar el español,
la lengua de la nación vencida de la nación imperial
que había sometido a los pobres americanos,
no se podía utilizar esa lengua, sino otras.
Algunos en Argentina, por ejemplo,
pensaron en utilizar el francés porque era
una nación independiente nueva,
donde había habido mucha mezcla de culturas europeas.
Pero se consiguió.
Al final, cayeron en la cuenta de que no era posible desplazar
el español y con la ayuda vigorosísima
de la Real Academia Española,
la unidad del español se mantuvo en América
y desarrollada por los gobiernos independientes,
curiosamente, los gobiernos independientes,
que también aceptaron la "Auctoritas", la autoridad,
no el poder, la autoridad de la Academia Española.
Es un relato este,
no sé si yo he conseguido expresarlo bien,
pero es prodigioso realmente lo que hicimos
en América con la cultura española,
sobre todo, con la implantación y desarrollo del español.
Sin pretenderlo mucho, con una generosidad extraordinaria,
dando primacía a las lenguas locales sin destruirlas.
En fin, ejemplar desde el punto de vista.
No hay quien pare realmente la expansión de una lengua
cuando hay gente que la cultiva como lengua materna,
no hay políticas que se puedan oponer a esto.
Podemos...
La Academia no hace política de expansión de la lengua.
Lo nuestro es cuidar de ella, cuidar de su buena utilización,
de que se cumpla con unas determinadas reglas,
de la unidad nos ocupamos.
La expansión no es cosa nuestra,
pero se produce también en nuestro ámbito de un modo,
de un modo natural, de un modo natural.
En América nos estamos excediendo mucho, ya hay más de 40 millones
de hispanohablantes en Estados Unidos,
quiero decir, es una cifra portentosa.
A pesar de que, en fin, el inglés tiene una fuerza expansiva
también extraordinaria, que procuramos no combatir,
combatir es una palabra bélica excesivamente fuerte.
Procuramos hacerle competencia enseñando las virtudes
y los valores que tiene la nuestra.
Que no son menores.
Sí, a mí me ha fastidiado siempre bastante
y ya atendí ese ese problema en un libro
que escribí sobre Juan Ginés de Sepúlveda,
quizá nuestros televidentes
no tengan todos buena idea de quién es Juan Ginés de Sepúlveda,
pero fue un clérigo filósofo humanista muy muy criticado
en general.
Porque nosotros,
las cosas que tenemos importantes solemos criticarlas muy severamente
por sus posiciones en relación con la colonización de América.
Juan Ginés de Sepúlveda representa el criterio
del Imperio frente a Bartolomé de las Casas,
mucho más conocido, que representa la posición de los indígenas,
de los indígenas americanos.
Bien, ese personaje,
Ginés de Sepúlveda, no hizo otra cosa que establecer,
aclarar que realmente los españoles no se comportaban como salvajes,
utilizaban una doctrina que procedía nada menos
que de Aristóteles respecto de qué debe hacerse con los pueblos,
con los pueblos que a los que se llega mediante
una colonización.
Con ocasión de aquello,
ya se le hacía algunas comparaciones sobre la colonización británica
y la colonización española.
Siempre se ha dicho que nosotros hemos sido los bárbaros
que matábamos a mansalva,
que hemos producido no sé cuántos millones de muertes sin ninguna,
sin ninguna... Sin ningún matiz.
Bueno, hay que aclarar todo eso un poco.
Pensé,
los millones de muertes fueron en general muertes por enfermedad,
por las grandes pandemias que el contacto
con los europeos produjeron en América.
Hay que descontar esto.
Hay que descontar también mucha gente que murió,
muchos indios que murieron,
indígenas que murieron como consecuencia
del cambio de régimen de vida,
absolutamente libres
y pasar a unas economías de subsistencia sirviendo a otros
o trabajando en minas, produjo también mucha cantidad de muertes.
La barbarie de los conquistadores también produjo las suyas.
Claro, se hicieron cosas muy...
muy poco ajustadas y muy crueles, ciertamente.
Pero más allá de esto,
España se empeñó en culturizar, llevar nuestra cultura,
empezando por la cultura religiosa
que ahora le damos menos importancia,
pero entonces era la más importante.
Llevar la cultura española,
llevar los principios de europeos y trasladarlos a América
y esforzarse en una educación que fue ejemplar
porque allí se crearon las primeras universidades,
antes que en muchos lugares de Europa
y las órdenes religiosas se empeñaron en una educación
que consiguió una transformación importante de toda aquella zona.
Con más o menos éxito.
Yo no digo que aquello fuera absolutamente ejemplar,
siempre, lo que digo,
es que España se esforzó en esto,
en llevar una cultura y atender
a las necesidades de los indígenas desde ese punto de vista.
Comparativamente con la civilización,
con la colonización anglosajona o con cualquier otra colonización,
pues hay una diferencia de entrada bastante importante,
que es que los demás no se preocuparon de mixtificar,
de establecer, de transportar ninguna clase de cultura,
sino que a las poblaciones que les molestaban,
donde ocupaban tierras que antes eran de los amerindios,
los mataban, sencillamente los eliminaban matándolos.
Esto es así de sencillo.
Y mataron a muchísimos, muchísimos cientos de miles de personas.
¿Cuántos han quedado en una parte y en otra de América?
¿De qué manera se han integrado
las viejas poblaciones en la civilización nueva?
Pues esta es la comparación que quedaba por hacer
y que yo he hecho en ese libro
"Civilizar o exterminar a los bárbaros".
Comparo a los que se empeñaron de buena voluntad,
con muchos errores y con muchas crueldades,
en civilizar,
y los que liquidaron este problema exterminando.
11 ensayos que recuerdan momentos esenciales de la formación
de algunas instituciones esenciales para el Estado
y que hoy solemos menospreciar o ningunear o vulgarizar.
E instituciones esenciales
que van desde porqué creemos en determinados ritos y mitos.
Tomemos como ejemplo por qué le dio a la civilización católica
en un determinado momento coleccionar reliquias.
Por ahí empieza el asunto.
¿Cuánto nos costó?
En segundo lugar,
es el segundo ensayo,
¿que no se torturara a la gente,
que no se le interrogarán en los juicios aplicando medios
absolutamente descomunales y crueles?
¿Cuánto nos costó que se proclamara
que el derecho a la felicidad o la felicidad es un derecho?
Y apareciera por primera vez
en una Constitución el derecho a la felicidad.
¿De dónde vienen las políticas medioambientales
que ahora los ocupan tanto, que nos preocupan tanto?
¿Cuándo nació la preocupación por la naturaleza, en qué consistió?
Para que no le demos tantos aires de novedad,
algo que lleva ya dos siglos en marcha, o tres.
Todas estas explicaciones son las que...
Los 11 ensayos, cada uno en lo suyo, procura hacer...
Vestigios de los momentos originarios
de cada una de las grandes instituciones
de que se vale el Estado.
Sí, eso fue Jefferson.
En la Declaración de Independencia americana,
donde se hace la Declaración de Derechos:
"Todos los hombres tienen derecho a la igualdad,
a la libertad y a la búsqueda,
la fórmula de la búsqueda de la felicidad".
¿De dónde venía eso?
Venía de la filosofía europea del siglo XVIII,
pero no ha sido explicitado nunca en una Constitución,
el derecho a la felicidad.
Buscar el derecho a la felicidad.
Los americanos,
el Estado americano resolvió eso de una determinada manera,
protegiendo a los ciudadanos para que ellos
buscaran por sí mismos la felicidad
y los Estados europeos los montaron de otras.
El Estado se hace cargo de promover la felicidad mediante instituciones
que ayudan a la salud, al descanso, aseguran la vejez, etcétera.
Nosotros creamos el estado de bienestar,
a partir de ese enunciado,
y los americanos han sido un poco menos valientes.
Allí estamos en la Academia esperando cuando quieran.
(Música)
Entrevistamos a Santiago Muñoz Machado, director de la RAE. Este jurista y ensayista acaba de publicar su último libro, “Vestigios”.
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