Este es el corazón de Siberia.
Si se para el coche
y tienes problemas te buscas la vida
porque aquí, en medio de la nada,
es que no hay nada.
Este pueblo, visto desde el baño...
¡Oooh!
¡Ay, coño!
Tiesos como un palo,
todo está tieso aquí.
Duros como una piedra.
Como los vascos... ¡Aaah!
Hay que alimentar a la naturaleza.
(Grita).
Subtitulado por Teletexto-iRTVE.
Siberia, al este de Rusia.
Es pleno invierno.
Quiero llegar al pueblo
más frío del mundo,
quiero conocer a sus habitantes.
Gente capaz de vivir
con temperaturas que rondan
los 50 grados bajo cero.
Sobrevuelo la República de Saja.
Mi destino esOymyakon, el pueblo
que tiene el récord mundial de frío:
71,2 grados bajo cero.
Casi cuatro veces más frío
que el congelador de mi casa.
¿Es posible vivir así?
Esto si que es frío
y lo demás son tonterías.
Ust-Nera, primeras sensaciones
con este frío intenso.
Lo primero la nariz,
se te queda congelada,
los pelillos de dentro la nariz
se quedan ahí pegados,
te cuesta respirar.
Se queda la garganta muy seca
porque la temperatura
es bajísima ahora mismo:
41 bajo cero.
Voy a seguir con el termómetro aquí
para saber hasta donde llego.
Hemos hecho
nuestra primera escala en Ust-Nera
y nos hemos tenido que quedar aquí,
que es el único hotel del pueblo,
en una habitación
que parece un zulo.
La cama un poquito dura,
la verdad que incómoda.
Y encima, desde que llegamos ayer
tenemos aquí a un oriental
que lleva 12 horas durmiendo,
no se ha movido;
esperemos que esté vivo.
Al final, el misterioso durmiente
resulta ser mi intérprete.
Se llama Sergei
y al parecer todavía le queda
algo de sueño en la recámara.
Mejor para él,
nos quedan más de doce horas
de viaje para llegar a Oymyakon.
Que calentito,
cómo se agradece el calorcito,
aunque sea por unos segundos.
Cualquiera la encuentra ahora.
¡Treinta y ocho!
La verdad es que no es
una temperatura demasiado baja,
está bien;
38 bajo cero se puede soportar.
Antes de volver a subir, Sergei
me explica una costumbre Saja.
Para que la naturaleza,
que es lo que prima aquí en Siberia,
nos cuide en este viaje
hasta llegar a Oymyakon,
me ha dicho Serguei
que tenemos que alimentarla.
Naturaleza, por favor cuídanos
en este largo y peligroso viaje
que tenemos hasta Oymyakon.
Un poco de pastel de verdura
y un poco de vodka ruso.
Perfecto, ya veis.
El conductor tiene cara de cansado,
no sabemos cómo va a ir el viaje.
Esperemos que controle la carretera
porque está completamente helada.
Que no se nos duerma por el camino.
Para mayor tranquilidad mía,
Seymon, el guía y copiloto,
se toma un chupito de vodka
tamaño familiar.
Esta es una carretera helada
y el conductor va...,
en España iríamos a 2 km por hora,
¡aquí van a 80!
Espero que controle, ¿controla?
Este es el corazón
de Siberia, de Yakutia,
un territorio salvaje, virgen, puro,
aquí se respira
una tranquilidad increíble,
esto es una gozada.
Esta es la autopista de Kolima,
también conocida
como la "carretera de los huesos".
Dicen que aquí, cada cinco pasos,
hay un cuerpo enterrado:
los cuerpos
de los prisioneros siberianos
que la construyeron
bajo durísimas condiciones de frío.
Vamos hacia Oymyakon
y me acaba de decir Sergei
que ayer estuvieron a 60 bajo cero.
A ver lo que nos encontramos.
Aquí fuera, ahora mismo:
45,7 grados bajo cero.
A medida que avanza el viaje
descubro dos cosas.
Una: que Siberia es preciosa.
Y dos: que a Boris, el conductor,
no le importa escuchar
la misma canción durante horas.
Nuestro conductor
y nuestro intérprete Sergei
son de lo más eficiente
a la hora de dormirse.
Dicen:
"vamos a descansar 15 minutos",
se quedan ahí tirados,
sobados en segundos, míralos...
Lo malo es
que el motor de la furgoneta
también decide echarse una siesta.
Si se te para el coche
y tienes problemas,
ya te puedes buscar la vida
porque aquí, en medio de la nada,
no hay nada.
¡Sergei, arráncalo!
¡Sergei, arráncalo!
Hace tres días
que salimos de Madrid,
pero después de cuatro vuelos,
8.000 kilómetros,
y cientos de miles de baches,
finalmente, llegamos a Oymyakon.
Como en el pueblo no hay hoteles,
nos instalaremos
en la casa de una familia.
Estamos contentos de estar aquí
después de tantas horas de viaje.
Tiene buena pinta, very good.
Buen provecho, buen provecho.
Hacía falta
algo caliente para el cuerpo
después del palizón de viaje
que nos hemos pegado, ¿verdad?.
Está concentrado con la sopa.
La señora está ahí seria mirándonos
a ver si nos gusta la sopa.
Está muy buena.
Me sorprende
el gran contraste de temperatura
dentro y fuera de casa.
El frío es tan extremo
que congela las pompas de jabón.
Mira, mira.
Aquí las casas están
muy bien acondicionadas, la verdad,
pero una de las incomodidades
es que para ir al baño
tienes que salir fuera, a la calle,
porque las tuberías se congelan
y no hay agua corriente en la casa.
Voy a ir al baño.
Que le voy a hacer,
hay que salir fuera,
y eso que hoy aquí en Oymyakon
hace un día excepcional
porque estamos
a unos 37 grados bajo cero,
para ellos es como si fuera
una ola de calor.
Me ha dicho la señora
que el baño está por aquí fuera,
en una de las casetas.
Ahí está, ya lo he visto.
Este es el baño.
¿Hello?
Como podéis ver
se trata ni más ni menos
que de un agujero en el suelo.
Casi se puede contar por días:
lunes, martes, miércoles, jueves,
lo que ha caido.
Oh, que frío.
El olor es insoportable
y eso que estamos a 37 bajo cero.
No me quiero ni imaginar
lo que supone venir aquí al baño
en pleno mes de agosto,
cuando llegan hasta los 40 grados.
Oh, Dios mío.
No podéis ni imaginaros
lo que supone ir al baño aquí.
Primero porque te tienes que bajar
los pantalones, como todo el mundo,
pero también porque el papel
que hay en el baño está congelado.
Me han dicho
que la mejor forma de tener
una buena panorámica de Oymyakon
es subirme a esta torre,
que yo creo que no ha subido nadie
desde hace tiempo.
De hecho se ve bastante desgastada
y hecha polvo.
Incluso en el ayuntamiento
me han hecho firmar este documento
que dice
que no se hacen responsables
de lo que pueda pasar
si subo a la torre.
Pero voy a subir
porque tengo ganas de ver Oymyakon
desde arriba y enseñároslo.
Está además congelada.
Es más fácil subir que bajar.
Bueno pues ya estoy llegando arriba,
queda poco.
El problema
es que el suelo se mueve.
Esto es el fondo del valle.
¿Qué ocurre?
Que cuando el aire frío
de lo alto de las montañas
baja por su propio peso hasta aquí,
acaba aquí, en el fondo,
donde está Oymyakon
y aquí se queda
durante días y días enfriándose.
Además aquí no hace
prácticamente nada de viento
y eso hace que el aire no se mezcle,
porque cuando se mezcla,
se enfría menos.
Pero como está aquí abajo,
se enfría días y días,
al final la temperatura más baja
la tenemos aquí,
justo en el fondo del valle,
que es donde está Oymyakon.
Quedo para hablar con Valery,
el hombre del tiempo de Oymyakon,
aunque no sé si su vehículo
es el más cómodo
para mantener una charla
de meteorólogo a meteorólogo.
¡Dice que suba,
no se cómo lo voy a hacer!
¡Nos vamos a matar!
Valery, no puedo.
¿Lo vas a llevar tu? ¿Yo? ¿Cómo?
Yo te aguanto, venga.
¡Aaah!
¡Me voy con Valery!
¡Ay coño!
El buey pesa 700 kg
y, curiosamente,
se llama Miguel, como mi hijo.
63 bajo cero,
la más baja que ha medido,
aunque aquí el record
está en 71,2 bajo cero.
Se adaptaría,
pero aquí en verano solo hay un mes.
Nueve meses de invierno,
un mes de verano,
y dos de...,
sí, dos de entre medias.
¿Qué pasa tío?
Quiere ser el protagonista.
Valery quiere enseñarme
su garita meteorológica.
Y aquí están los termómetros
que lo registran todo.
Máxima, mínima, temperatura actual.
Sólo hay termómetros.
La variable meteorológica
aquí estrella es la temperatura,
porque no hay
ni barómetro ni hidrómetro,
solamente temperatura.
Ahora aquí no cae nada,
por lo tanto, el pluviómetro
está totalmente vacío.
Lo máximo que han tenido aquí
de nieve son 45 cm.
Como es un sitio tan seco,
tampoco es que aquí
haya nevadas muy copiosas.
Según el..., como se llame,
el "falómetro", el palo de Valery,
hay 20 cm de nieve.
Me contaba Serguei que aquí,
en las casas de Oymyakon,
cuando la gente se queda sin agua,
agua líquida por supuesto,
ponen estas banderitas rojas
a las afueras,
para que el camión cisterna pase
y les abastezca de agua.
Esta casa se ha quedado sin agua
y por esto tiene su bandera roja.
En este gélido lugar,
la única forma de sudar
es jugar el típico partido
de solteros contra casados.
No tengo ni idea
en qué equipo estoy jugando.
Lo único que sé
es que soy el primer español
que juega con ellos.
(Hablan en otro idioma).
Una vieja creencia local dice
que quien se baña
en el río Indigirka
purifica el alma.
Lo suyo es hacerlo en verano,
cuando la temperatura llega
a los 20 grados, que no es el caso.
Lo malo es que ahí fuera
hay 43 grados bajo cero
y que el río Indigirka,
aunque no está congelado
porque tiene aguas termales,
está a dos grados centígrados.
Vamos a ir allá.
Esto desde luego, una y nunca más.
Un chapuzón y nada más, ¿eh?
¡Aaah!
(Grita).
¡Yo creo que más que purificar
se me ha congelado el alma!
¿Con que purificar, eh?
Yo creo que se me ha quedado
el alma en el Indigirka.
No es tanto el chapuzón en sí
sino cuando sales,
que a 43 grados bajo cero,
se te queda todo...,
se te hiela la piel.
Cierro que hace mucho frío.
Estoy de suerte,
el joven alcalde ha organizado
un sarao en honor a Tamara,
mi anfitriona.
Le entrega un premio por su labor
de promoción de la cultura local.
Concretamente una tetera.
Al homenaje le sigue
una banda de pop saja
―con el alcalde a la guitarra-,
y otros destacados exponentes
de la escena musical local.
(Cantan en otro idioma).
(Cantan en otro idioma).
Aplausos
La familia Krivoshapkin
me abre las puertas de su casa
para ver cómo es el día a día
de un niño del pueblo.
Parece que a estos niños
no les importa el frío.
Y pensar que en España
cuatro copos de nieve
ya crean alarma
y muchas escuelas cierran.
Es la hora del recreo
en el colegio de Oymyakon
y como aquí hace
tanto frío en la calle,
pues están todos por aquí,
por el pasillo,
porque esto realmente se convierte
en el patio de los niños.
De hecho hay zonas como esta
que están un poco más acondicionadas
con un jardincito,
donde los niños también
pueden pasar un rato
y sentirse como en un jardín.
Ya veis que hacen
los 100 metros libres por el pasillo
por eso son tan largos.
Incluso, vais a ver
que aquí en el suelo,
sobretodo para las niñas,
porque este es un juego
más de niñas,
tienen pintadas las rallas
y aquí están jugando
como harían normalmente en España
los niños en el patio
fuera del colegio.
Acercaros, acercaros,
venid, mirad, venid.
(Cantan en su idioma).
Bravo.
Nos hemos metido aquí dentro,
en la calefacción de Oymyakon,
y al que acabáis de ver ahí
echando carbón se llama Afanasi,
que, por cierto, está aquí
24 horas al día.
Si Afanasi no trabaja
y nadie mete carbón aquí dentro,
no habría ni colegio,
ni podrían ir al centro cultural,
ni tampoco al gimnasio.
O sea,
que el trabajo de Afanasi es vital
para que Oymyakon
se mantenga caliente.
Ya huele mejor.
Una colada, no es que se sude mucho
en Oymyakon, porque hace frío,
pero en algún momento
tenía que lavarme
algunas prendas íntimas.
Lo que suelen hacer es tender
la ropa para airearla un poco
y luego cuando se ha aireado un poco
la meten dentro de casa.
Por cierto, me hace gracia,
porque las pinzas en cada país...,
aquí son pequeñitas y cortas.
Y los calcetines que empezaban
ya a cantar un poquito.
Esta de aquí es la casa de Tamara,
en la que nos hemos hospedado
aquí en Oymyakon estos días.
Esta es la parte de fuera.
Lo primero que te encuentras
cuando entras en una casa como esta
es lo que nosotros,
los que hemos venido de España,
llamamos la zona de transición.
Estamos a unos 10 grados bajo cero
donde uno entra,
para que el frío luego
no se meta en la casa de golpe.
Voy para adentro que ya va haciendo
un poquito de frío.
La verdad es que las casas aquí
son muy agradables
porque la temperatura dentro
está entorno los 20 grados,
o sea que se está bien.
Estos son pequeños depósitos
y es un simple mecanismo
para que vaya cayendo el agua
como un cuentagotas,
porque aquí el agua
no abunda dentro de las casas
y tienes que cuidar mucho
la cantidad.
Aquí también te lavas los dientes,
te peinas, haces todo aquí.
Tamara,
que es una experta documentalista
en temas de la región,
siempre habla mucho
de la temperatura, del récord,
y aquí nada más entrar
tienes plasmado el récord.
Los reyes, Santa Claus,
el símbolo del Polo del Frío
y este es como un Santa Claus ruso.
Vamos a entrar al salón.
Aquí está nuestro
super traductor-intérprete Sergei.
Nuestro guía de la zona,
que es Simon,
que creo que ayer
se pasó un poco con el vodka
y sigue ahí tumbado en el sofá
durmiendo un poco.
Está feliz el hombre ahí tirado.
Esta es nuestra habitación.
Aquí hemos pasado ya
varios días durmiendo, en Oymyakon.
Es nuestro pequeño fortín
donde tenemos montado
por una parte el equipo,
para ir visionando
y viendo lo que hemos grabado.
Y las tres camas,
de los tres cerditos...
Una cosa curiosa de las cocinas,
si os fijáis,
es que aquí no hay nevera,
porque la nevera está fuera.
Tampoco hay grandes comodidades:
no tienen microondas,
ni lavavajillas, no tienen lavadora.
Aquí es todo muy sencillito
pero desde luego muy acogedor
porque esta cocina
es un sitio estupendo.
Aquí la calefacción
funciona constantemente
porque si no las tuberías,
incluso las de dentro de casa,
acabarían congeladas.
Esta es una zona donde
ellos calientan su comida
y este que veis aquí
es el depósito de agua,
que van llenando o bien con hielo
o con agua que trae
un camión del río
y de esta agua se van abasteciendo
para cocinar, para lavarse,
para cualquier cosa
que haya que hacer dentro,
menos el cuarto de baño
que se utiliza fuera.
Me había dicho Tamara que la dejara
ventilando unos minutos
pero no he tardado más de cinco,
cinco minutos...,
mira como se me han quedado
los calcetines, tiesos como un palo,
todo está tieso aquí.
¿Pero esto qué es?
Mi toalla, parece una tabla
de planchar más que una toalla.
De todas formas,
aunque la hubiera dejado aquí fuera
la ropa se hubiera secado
porque eventualmente,
aunque se congele,
pasa de estado sólido
a estado gaseoso directamente.
Estos son mis calzoncillos térmicos,
seguramente, en menos
de cinco minutos ya estaban así.
Los voy a tener que secar
un poco dentro de casa
porque si no,
me parece que me voy a quedar
sin calzoncillos.
Cuando los retoños
de la familia Krivoshapkin
vuelven del cole,
la madre los espera
con la típica merendola saja.
Las niñas están tomando
una energética sopita de reno,
que es una de las cosas
que se comen aquí mucho.
Y Victoria ha preparado
muchas otras cosas para comer:
unas galletas estupendas,
una ensalada de zanahoria o de col.
Un mes al año, que es bastante,
estas niñas se quedan en casa
porque la temperatura está
por debajo de los 52 bajo cero,
o sea que son muchos días
sin colegio por la temperatura.
Por lo visto, no pasan frío,
dicen ellas,
cuando van al colegio
y están acostumbradas
a temperaturas muy bajas.
Hace una temperatura horrible
para una actividad al aire libre,
pero Sergei organiza
una salida de pesca
con su amigo Egor.
Se ve que es un crack con la red.
O sea que la técnica de hoy consiste,
por lo que me ha contado Egor,
en hacer dos agujeros,
que es lo que hemos hecho,
y pasar una red por debajo del hielo
que es la que vamos
a utilizar para pescar.
Ahora sólo hace falta
que caigan los peces.
Que lo haga con la mano,
prefiero usar la pala
porque con la mano, un poco de frío.
El hombre está ahí,
metiendo las manos dentro del agua
que está ya casi congelada.
Míralo ahí, feliz, riendo,
sacando el pescado tranquilamente.
Nuestra primera pesca, ¡bien!
No llega para todos ¿eh?
Creo que es para el aperitivo.
Este es enorme.
No se si se oye,
pero están duros como una piedra.
Hace diez minutos
que los hemos pescado.
Bueno, 17 pescaditos para la cena
de esta noche no está nada mal.
Venga Egor, vamos allá.
Olev, el marido de Tamara,
convierte nuestras capturas
en una especie de sushi siberiano.
Acaba de hacer
un brindis por nosotros.
¿De un trago?
¡Aaah pescao, pescao!
Mamá, esta señora es como tú,
no para de cocinar.
La única palabra que he aprendido
desde que he llegado es "tomtuc",
que es que no puedo más
de lo lleno que estoy.
(Habla en otro idioma).
Va entrando cada vez mejor esto,
está más suave ya.
¡Toing!
¡Toing!
49 bajo cero, ¡joder!
Llevo varios días
comiendo como un ceporro
estas superenergéticas comidas
que nos da Tamara
y hoy me he levantado
con ganas de salir a pegar un trote,
aunque a 49 bajo cero
como estoy ahora mismo
me temo mucho
que la carrera va a ser cortita.
¡Jolín, que frío!
¡Oh, que frío,
se me congelan los mocos!
Las pestañas...
Me vuelvo a casa.
La carrera ha durado 33 segundos,
ha sido el récord mundial
de Oymyakon a 49 bajo cero.
Nos vamos a ver
cómo los chavales del pueblo
juegan a uno de sus d...,
¡ay que frío!,
uno de sus deportes favoritos.
¡No puedo ni hablar
del frío que hace!.
Hoy es sábado
y la gente aprovecha para reunirse
a practicar su deporte estrella,
que resulta ser
bastante más sensato que mi footing.
¡Vaya paliza
que me está dando el chino!
Se me van todas las bolas.
Muy bien,
me ha dejado a cero no, a dos.
No puedo ni respirar,
me ha dejado hecho polvo.
Después de dejar
el pabellón español bien alto,
voy a conocer a Mikhail,
criador de caballos
y uno de los hombres
más ricos del pueblo.
(Habla en otro idioma).
¿Cómo?
O sea que esto es
un desodorante nato,
se lo mete debajo el sobaco,
absorbe ahí el sudor,
y te quedas limpio.
Esto sí son guantes
y lo demás son tonterías.
¿De qué están hechos?
¡De perro, vaya!
Lo difícil con estos guantes
es coger las riendas,
es un poco complicado.
En Oymyakon el caballo
es el mejor amigo del hombre;
es un buen animal de carga,
un medio de transporte barato
y, siento decirlo,
al final acaba convirtiéndose
en los mejores bistecs de la zona.
Se me ha quedado enganchada la bota.
Muy bien, ¿eh?
Muy bien, muy bien,
te has portado muy bien, pobrecito.
Esto es un dulce típico
de la región de Saja,
Está congelado,
pero es leche helada;
como no,
no podía estar de otra forma.
Aquí empieza a atardecer
y esta noche va a ser
otra vez muy fría en Oymyakon.
Lo que pasa es que a estas horas
la temperatura es bastante agradable
aunque estamos
a 41 grados bajo cero.
Como podéis ver, todas las chimeneas
de las casas ahora mismo funcionando
y no paran
las 24 horas prácticamente.
Hello.
(Habla en su idioma).
Las nietas de Tamara vienen a casa
por lo menos una vez a la semana,
a veces dos y días festivos
y ella se encarga de enseñarles
lo que es la cultura de Oymyakon,
cosas de la zona
tanto de naturaleza,
como de historia, de cultura,
música y otras cosas.
A la nieta pequeña de Tamara,
Eina,
está claro
que le gustan los caballos.
Caballo.
"Cabaillo".
Lo curioso es que ocurren en verano,
utilizan muchos más colores,
porque si tuvieran que pintar
el invierno sería siempre blanco,
no usarían más que un color.
O sea que dibujos de verano
con caballos
pero siempre con motivos
más veraniegos que invernales.
Ahora mismo hay
35,7 grados bajo cero, ¡es frío!
¡Qué frío!
Cuando miras la temperatura
te quedas más congelado todavía.
No es una temperatura
que moleste tanto aquí
porque las temperaturas
llegan a valores mucho más bajos,
por esto queríamos
aprovechar esta noche
para dar un paseo por el pueblo
y vamos a ver lo que pasa
porque aunque es un pueblo pequeño,
de 900 habitantes,
algo tendrá que mostrarnos.
Música
El sábado por la noche
el centro cultural
se disfraza de discoteca.
Aquí, en las horas extra
haciendo de fotógrafo
en Oymyakon con los locales
y ahora mismo me bajo
porque voy a echar unos bailes
con las mozas del pueblo.
Según me cuentan,
en el pueblo se tienen tan vistos
que es imposible ligar.
Los romances suelen surgir
en los festivales de verano,
a los que viene gente
de toda la región.
Por suerte, se encienden las luces
y se organiza un juego
de chicos contra chicas.
(Habla en su idioma).
La versión etílica
de piedra, papel y tijera
me convence
de que es hora de retirarse.
En mi penúltimo día en el pueblo
Valery, el meteorólogo, me ha pedido
que le acompañe a por hielo.
Su moto tiene 28 años y,
a juzgar por la emisión de gases,
Valery no es muy partidario
de las ITV.
¡Oooh!
¡Oh!
Creo que nunca he pasado tanto frío
como en este momento
porque aparte de los 49 bajo cero
que hace, íbamos rápido en la moto.
El frío más intenso
que he vivido en mi vida.
Tengo las manos congeladas.
¡Oooh!
No puedo más.
No noto los pies, no noto las manos;
esto es mortal.
Todo sea por un pedazo de hielo.
Antes de ir a por hielo,
que lo vamos a hacer en un momento,
Valery ha venido al río Indigirka
porque él es el que se encarga
de controlar la capa de hielo
que tiene el río,
para controlar
el volumen también.
Más o menos aquí hay
como medio metro de hielo.
Ha estado picando fuerte.
Lo engancha ahí,
tiene forma de baño.
Aquí sí que iría yo al baño,
tiene forma de retrete.
¡Como los vascos!
Como aquí no hay agua corriente,
Valery tiene que hacer esto
cada semana.
Aunque, con lo que hemos cogido
y sufrido hoy,
por lo menos tiene agua para lavarse
y cocinar durante diez días.
Esta es la entrada de la casa
y además es importante
que la calefacción esté aquí,
la leña,
porque cuando abres la puerta,
ya ves lo que entra por aquí,
parece que hayamos abierto
la nevera de casa
y es que fuera
la temperatura es mucho más baja.
No es la parte de fuera
del todo de la casa,
pero esa zona de transición
estará a 10 grados bajo cero,
o sea que cuando sales de aquí
enseguida notas el frío
y cuando entras,
está la calefacción,
que es una gozada tenerla
porque los pies los traes congelados
y lo primero que he hecho
es ponerlos aquí para calentarlos
porque los tengo
tiesos como un palo.
Qué bueno, ¿esto que es?
Helado de mora.
Lo más curioso es que Valery
ha salido fuera para traérmelo.
¿Con leche? Lo hacen con leche
y aquí con el frío que hace
en pleno invierno, comiendo helado.
Está bueno,
tiene moras locales,
algún pelillo pegado,
pero está buenísimo.
Para la última cena me acerco
a la única tienda del pueblo.
Quiero comprar unas botellas
del mejor anticongelante ruso.
Ya sabía yo que habría
como ocho tipos de vodka
y el experto Sergei me ha dicho
que el mejor de los vodkas
que venden aquí se llama "Monarchy",
"Monarquía",
el vodka de los monarcas.
Aparte de vodka y pepinillos
aquí puedes comprar cebollas,
y hasta puedes comprarte
el traje de comunión;
todo en la misma tienda.
Esto es como un gran almacén
pero en miniatura.
Como despedida, el alcalde
nos organiza un homenaje
con hechicera incluida.
Aplausos
(Habla en otro idioma).
Mario Picasso.
He aquí el certificado de que hemos
llegado al Polo del Frío, Oymyakon.
Los primeros españoles
que llegamos aquí
y los primeros
que ponemos pie en Oymyakon,
en este Polo del Frío.
Gracias.
Y como colofón, el Joselito ruso.
(Canta en su idioma).
Después de varios días
de frío intenso,
y de no ducharnos
porque la verdad es que ya sabéis
que aquí en las casas de Oymyakon
no hay agua corriente
y uno no puede ducharse,
pues ha llegado el momento
de disfrutar de una "baña"
que es lo equivalente
en Rusia a una sauna.
O sea que yo voy a disfrutar,
lavarme un poco...
me meto dentro,
que aquí hace un frío que pela.
90 grados dentro de la sauna,
de la "baña" rusa que se llama.
Aquí tenemos unos cuencos
donde echamos agua caliente
y una de las tradiciones en Rusia
que a mi me llama la atención
es que el que está en la sauna
físicamente se flagela
con estas hojas de chopo
que de alguna forma
te masajean, te limpian,
que es lo que está haciendo
ahora Sergio.
A ver Sergio...,
te flagela y te salpica, vamos.
Fuera hay 43 grados bajo cero
y lo normal es salir
para que los poros se contraigan,
dicen que es muy sano
para la circulación
salir y tirarse en la nieve.
O sea que , en un minuto,
vamos a salir fuera de la sauna,
yo por lo menos,
voy a experimentar este contraste
de 133 grados centígrados.
Es el cambio de temperatura
más brusco que puedas tener,
creo que
en cualquier sitio del mundo.
(Grita): ¡Oymyakon!
Una vez y no más, por favor.
Pero Uri, el cámara
-y en teoría un buen amigo-,
me obliga a repetirlo por si acaso.
Sospecho que le está
cogiendo el gusto
a esto de verme sufrir.
(Grita).
(Grita): ¡Dios mío!
Cena de despedida
con los amigotes de Oymyakon.
Como en todas las ceremonias
aquí en Oymyakon,
antes de comer,
antes de hacer nada,
hay que alimentar a la naturaleza
y alimentar al fuego.
Ahí va el pastelito y ahí va vodka.
¡No me he quedado
sin pestañas de milagro!
Esto que veis aquí es vodka,
que no puede faltar en la mesa.
Esto es hígado de caballo...
¡Sorry!
Aquí hay una especie de pastelitos
que están hechos de harina,
infusión de moras
que dicen que es muy afrodisíaca,
grasa de caballo
que se come tal cual.
Una mesa de lo más completa
y todo hombres,
porque ni una mujer,
aquí invitada hoy al festín, en fin.
Hombres, vodka y afrodisíaco,
desde luego no parece
una buena combinación.
¡Salud!
Y van dos.
Son especialmente caseras
y cuidan mucho a sus hombres.
Salud.
Tres.
(Todos): Salud.
Salud.
Muy bien, lo han aprendido ya.
Cuatro..., cinco.
Estoy sobado ya.
No sé cuál es el límite de alcohol
permitido para manipular ballestas,
pero Ivan nos da una clase práctica
de cómo cazar conejos.
Estamos en el punto
más emblemático de Oymyakon,
el lugar donde los pocos
que llegamos aquí al Polo del Frío,
a este extremo del frío,
venimos a hacernos la foto de rigor.
Enhorabuena, Sergei.
¡Che, nazdarobia!
Acaba mi viaje,
pero no quiero irme del pueblo
sin despedirme
de alguien muy especial.
Se trata de Chiyskaahn,
el Señor del Frío.
Dice la leyenda
que el invierno nace en sus manos.
Luego se lo pasa a Papa Noel,
que lo hace llegar a toda Europa.
Por fin he encontrado
al auténtico Polo del Frío.
Chiyskaahn ¿cómo estás?
¿Sabías que somos
los primeros españoles
que hemos llegado aquí?
Oye, por cierto,
¿no tienes calor
con toda esa ropa?
¿No te pesan los cuernos?
¿Me entiendes, no?