Toma, ahí tienes eso.
Y es urgente.
Allá va el caballero
en su espléndida montura
camino de otra desigualdad.
No son los mejores tiempos
para la noble orden de caballería
sobre dos ruedas.
La tierra está tomada
por unos enemigos mortales,
torpes monstruos de hierro
que echan humo,
y no precisamente por la boca.
Lo ocupan todo, lo arrasan todo
y han llegado incluso a devorar
vivos a los honrados ciudadanos.
Desde luego algo de Quijano
deben de tener
los que se atreven en esta jungla
a confiar su físico a la pericia
y a un artefacto tan simple.
Pero no todo es sufrir,
cuando se cruzan dos esforzados
caballeros el reto surge inevitable.
Es el momento de poner,
de igual a igual,
la destreza del arrojo
pero, sobre todo,
de divertirse
compartiendo las emociones
que solo sobre sus monturas
pueden alcanzar.
Desde que pisan el asfalto,
se están midiendo
con estos brutos de cuatro ruedas.
A la prepotencia de las válvulas
oponen únicamente imaginación
y habilidad.
Claro que no todos
sus novedosos adictos
han velado las armas
como estos auténticos caballeros,
hay quien sólo la usa
para comprar el periódico
los domingos
y jamás sale al campo
donde sería, sin duda,
atacado por la víbora hocicuda.
Los animosos caballeros
en cambio buscan la exploración,
las cotas inexpugnables,
la aventura.
Las miradas de los transeúntes
translucen un sentimiento parecido
al que debió experimentar
el bueno de Sancho
cuando su señor Quijano
galopaba al encuentro de los molinos
que él creía gigantes.
Quizá sean ellos
la última esperanza
de movernos
por nuestra propia energía
en el más amplio sentido, es decir,
de acuerdo
con nuestra verdadera voluntad.
Lo cierto es que hay más dragones
en la calle de los que podría lidiar
incluso los alegres muchachos
de la Tabla Redonda.
Por tanto, se impone una estrategia
que burle a estos pesados egoístas
incapaces de compartir
un centímetro de asfalto.
Para los adictos a lo cercano,
la ciudad es cada vez más
un tedioso paréntesis
por momentos interminable
entre dos destinos.
Pero un poco de imaginación
que mate la pereza
nos descubrirá mil recovecos
en el macizo hormigón.
Estos atajos creados de improvisto
en el mismo momento de cruzarlos
permiten huir del atasco
tan limpia como ágilmente.
Pero sobre todo hacen sentir
la sangre circulando por las venas,
esta sí, a toda velocidad.
La excelente visibilidad
que ofrece la posición conduciendo,
su cambio de amplio gama
y la robustez de su montura
les permiten lidiar
los estorbos con enorme soltura.
Pero a pesar de todo el brío
de las cabalgaduras
y la intrepidez de sus jinetes,
lo cierto es que la ciudad
se ha convertido en un pardo vial,
que solo incita a la huida.
Esto no hay quien lo aguante,
vámonos.
-¿Y a dónde?
-Fuera de aquí.
Para casi todos
que quedaron en la urbe,
Juan y Juanma deben de ser
una especie rara.
Puede que no anden muy descaminados
y es que quizá no es una casualidad
que un veterinario escocés
inventara la cámara de aire.
El invento acabó
con las burdas rudas macizas
ligadas a la bicicleta
y a sus alocados dueños.
Más adelante el lujoso "bulldozer"
de dos ruedas llamado Excensio,
orgullo de sus colegas,
los carteros americanos en los 30,
puede considerarse
el antepasado directo
de esta herramienta
maravillosamente versátil y capaz.
El camino recorrido hasta llegar
a esta perfecta máquina todo terreno
ha sido muy largo y tortuoso,
tanto como el del propio hombre.
Ambos llevan más de un siglo
creciendo juntos.
No resultaría difícil
recordar cómo cada uno
adquirimos la sorprendente habilidad
de sostenernos
y avanzar sobre dos ruedas.
Y no es tan complicado
porque esa hazaña viaja
por nuestro cerebro
con la ligereza de los juegos,
nuestra primera bicicleta
fue, sin duda, el mejor juguete.
A pesar de rozar
los albores del siglo XXI,
en medio de este mundo
ruidoso y robotizado,
podemos ver cómo la bicicleta
sigue siendo el juguete preferido
de chicos y grandes.
Las razones pueden ser muchas
y variadas, es un vehículo autónomo,
un transporte ecológico
con el que moverse más rápido
que andando con similar energía
y, sobre todo,
un gran compañero de aventuras.
La conclusión puede ser que,
afortunadamente,
a cada uno nos satisface
por razones diferentes y una común:
jamás decepciona.
Pero lograr un vehículo
tan polivalente como este,
capaz de subir y superar
prácticamente todos los obstáculos,
no fue fácil.
Hubo un largo periodo de divorcio
entre la bicicleta
y el común de los mortales.
Mientras en países
como en la República Popular China
la bicicleta seguía siendo
masivamente utilizada,
los años 70 vieron nacer
unos velocípedos de ensueño
y precios de pesadilla,
pero solo servían para asfaltos
perfectos y cuerpos atómicos
que ansiaban mayores colorines.
Se acababa el juego
y empezaba la procesión.
Al menos en apariencia
porque los irreductibles rebeldes,
fieles a la noble
orden de la caballería
a pedales se refugiaron
en las bicicletas de trial o el BMX.
A sus lomos abrieron nuevos
y divertidos horizontes.
Tarde o temprano tenía que nacer
una bici tan robusta como una BMX
y tan versátil
como una de ciclo turismo.
Las playas de California vieron
los primeros engendros tan pesados
como sólidos rodando entre cuerpos
espléndidamente diseñados.
Inventando llegamos a hoy
cuando millones de pedales
giran en todo el mundo
contra lo imposible.
La conducción
de una bicicleta de montaña
puede ser
el mejor deporte del mundo,
ofrece una infinita
gama de posibilidades
en cuanto a desafíos
físicos y mentales.
Ellos se combinan con la posibilidad
de aprender y adquirir experiencia
en pistas, montes
o cualquier tipo de terreno.
Es la primera
que vive sin fronteras.
Se ha integrado profundamente
en la sociedad y más que un medio
de transporte, se ha erigido
una verdadera forma de vida.
Las sensaciones que recibimos
a bordo de una de estas máquinas
son tan gratas y diversas
como electrizantes.
Es necesario leer el terreno,
aprovechar el impulso
y el propio peso.
Equilibrar fuerzas,
acariciar los frenos,
hay que flotar sobre el obstáculo.
La forma en que cada persona
conduce su bicicleta
está en función del temperamento
del propio individuo y del entorno.
Todo depende del motor,
es decir, de nosotros mismos.
Si queremos ir más rápido o más alto
solo tenemos que hacer
un esfuerzo mayor.
Pero eso supone que los pulmones
no puedan coger más aire,
que los músculos se endurezcan
como piedras y duelan.
Pero la sensación de dolor
es algo que puede ser
controlado y contenido.
A cambio,
podemos superar la montaña.
El sabor de la progresión,
de conocer hasta donde
puedes llegar
te endulza el sudor
y el ardor de las piedras.
La bicicleta es un vehículo mágico
que nos permite movernos
con gran rapidez,
pero toda su energía
proviene única y exclusivamente
de nuestras piernas y brazos
y de nuestra mente.
Ello nos proporciona una sensación
de autonomía muy reconfortante.
Para el neófito
puede resultar asombroso
ver como trepan rápidamente
por estas abruptas cuestas,
casi interminables
y con tanta facilidad.
Tal capacidad reside
en una buena forma física
y una sabia dosificación
del esfuerzo.
Pero, sobre todo,
depende de la destreza en su manejo.
Ese dominio es producto de años
de entrenamiento,
es algo que deben tener
muy en cuenta
los que se sientan tentados
de subir al Everest,
o bajar las cataratas del Niágara,
nada más salir de la tienda
con su bicicleta.
También puede ocurrir
que la pájara nos sobrevuele,
el pedaleo se agote
y no nos quede más energía.
Lo único que se puede hacer
es descansar y comer,
el resultado llega a ser milagroso.
Nada, aquí la bici al hombro.
El Sáhara, las cumbres del Montblanc
o el Kilimanjaro,
han visto estas bicicletas.
Los mismos compañeros de "Al filo"
ayudaron en su día a un muchacho
algo tronado a subir su bici
hasta la cima del Aconcagua.
Pretendía bajar desde allí
montado en ella.
La bicicleta llegó perfecta,
al menos, algo mejor
que su magullado jinete.
Con ella podemos descubrir
parajes, empaparnos de naturaleza.
Es cuando descubrimos
cómo con una maquina sencilla
que se adapta a un entorno natural
y que erosiona menos que un caballo,
llegamos a cualquier lugar.
Eso siempre que quien la dirige
sea consciente de dónde está,
y el cuidado y el respeto
que se merece
para que esas experiencias
no tengan final.
Toma.
¿No tendrás algo de comer?
Estoy muerto de hambre.
-Esto.
-¿Solo esto?
-Tenía que haber entregado esto.
Era urgente,
vámonos que me echan, seguro.
Las bajadas son un asunto aparte,
la bicicleta es capaz de descender
tan solo con unas cuantas dedicadas
sugerencias
sobre la ruta
que pretende seguir el piloto.
Pero el ciclista inconsciente
rinde poco, por norma.
Se divierte poco y tiene poca vida
social como no sea en un hospital.
Invertir en seguridad evita ingresar
en ese poco recomendable club.
Una buena visión,
un estilo de conducción relajado
y un montón de experiencia,
harán del descenso algo inigualable.
Estos provocan excitación y miedo,
júbilo, agotamiento, poder,
en definitiva,
la búsqueda de los propios límites.
Esa búsqueda nos lleva a jugar
con la gravedad,
ella nos obliga a pasar
por esa curva un poco más rápido,
desafiando el umbral
de la adherencia.
Nos incita a vaciarnos
en el esfuerzo.
Si la pendiente es suficiente,
podemos llegar a velocidades
de vértigo
y se disfruta más
cuánto más complicadas son.
Requiere toda la atención
y concentración.
Hay que leer cada trazada
de una curva.
Decidir en centésimas de segundo,
buscar ese resalte del terreno
que te permita apoyarte en él.
A veces ocurre
que a estas velocidades
se pierda la noción de rapidez.
Por ello, alguna curva abierta
y poco complicada,
yendo no muy rápido,
se convierte
en un embudo cerrado y difícil
que requiere el tanteo delicado
y firme de los frenos.
El golpe de adrenalina es tan fuerte
que nos volvemos algo locos.
Pero también alcanzamos
una percepción más afinada.
Es como si nos volviésemos
hipersensibles
y capaces de controlar
cualquier situación.
Saltamos o evitamos
todos los baches, las piedras,
las raíces,
a velocidades que pueden alcanzar
los 70 kilómetros por hora.
Esta sensación de control
supone una felicidad instantánea,
los problemas se desvanecen
y los malos tragos vuelan
con el viento.
La terapia de la bicicleta
surte efecto siempre.
Ella se convierte
en una amiga inestimable,
por eso la queremos tanto.
La ciudad les espera ahí delante,
el obligado regreso
al caos oscuro y macilento,
se endulza con el sueño
de poder volver a la naturaleza.
Y también con la evidencia
de que mientras eso ocurre
no estarán prisioneros.
Su estupenda herramienta
es útil también aquí.
Nos vemos otro día.
-Hasta luego.
-Hola, buenas.
-Buenas tardes.
¿Pero esto qué es?
-Un sobre.
-Eso me parecía a mí.
-Hasta luego.
-Adiós, buenas tardes.
Por cierto, ¿Por qué no te compras
un coche?
-Porque esta me quiere más.
Allá va el caballero dispuesto
a seguir desafiando entuertos
y rendir monstruos de hierro.
Porque las aspas de los molinos
te pueden tirar al suelo
pero también lanzarte
a las estrellas.
Añadir comentario ↓
Los ciclistas son Juanma Montero y Juan Ochoa. El mountain bike es un deporte que con la gran afición que existe en españa, pocas cosas se retransmiten por televisión. Estaría muy bien algún programa sobre rutas, consejos, competiciones de copa del mundo... etc. En las bicicletas solo se retransmiten las las grandes vueltas de carretera. La bicicleta de montaña está más olvidada, y es una pena. Pd: copio enlaces de las fuentes: Dbiker Store de su facebook que lo compartieron: https://www.facebook.com/dbikerstore.es/posts/511473209225249?__tn__=-R. Un saludo.
Hola. ¿Alguien puede decirme como se llaman los ciclistas? Gracias.