Aquí sentado frente a la ventana de mi casa, empiezo a darme cuenta de que nos ha tocado vivir algo insólito de lo que aún no hemos calibrado su dimensión. Hay quien lo compara con una guerra, pero me gusta más pensar en una crisis, grave pero una crisis, la diferencia es que en una guerra los hombres se matan entre ellos y en una pandemia no.Una crisis sirve para provocar a la imaginación, es como un frenazo en seco en mitad de un plan o de un calendario previsto y calculado, para encontrar el éxito del futuro inmediato o lejano. Un frenazo que nos deja noqueados, desorientados y frustrados.
La esencia de una crisis es lo inesperado, lo inevitable. Einsten dijo que en la resolución de una crisis la imaginación estaba por encima del conocimiento.
Imaginación y capacidad de adaptación, me atrevería a añadir, dos capacidades que tenemos y que muchas veces obviamos, dos armas con las que combatir lo inesperado y lo inevitable.
La peor crisis sería por lo tanto la que se llevara por delante la imaginación y la creatividad, esa que sufren artistas y escritores cuando creen que se les han acabado las ideas.
Pensamiento lateral le llaman los psicólogos, el primero en hablar de ello fue Edward de Bono en 1967, en su obra titulada precisamente ‘El uso del pensamiento lateral’ en la que definía este tipo de pensamiento como la capacidad para buscar soluciones a problemas que no siguen las pautas lógicas conocidas y precisamente de Bono coincide con Einstein en aplicar la creatividad, ante éstas situaciones.
Creatividad y capacidad de adaptación, recursos suficientes para el ejercicio de la supervivencia.
