El Ejército del Aire logró reducir su huella de carbono en 90 millones de toneladas, gracias al cuidado de las masas forestales a cargo de los aviadores españoles. El componente aéreo de las Fuerzas Armadas produce unas emanaciones de dióxido de carbono de 1331 millones, según cuantifica el Informe 2018 sobre la Responsabilidad Social corporativa del Ministerio de Defensa. Además se encuentra en un proceso de sustitución de las calderas de gasóleo-C por otras alimentadas por biomasa. Asimismo está implantando minigeneradores eólicos y fotovoltáicos, con el objetivo "utópico" de llegar a autoabastecerse sin concurso externo. Sobre este "frente de combate", la contaminación, hemos conversado con el General de División Jesús Hortal Castaño, Director de Ingeniería e Infraestructuras del Mando de Apoyo Logístico, y máximo responsable de la gestión medioambiental del Ejército del Aire. Un diálogo en el que también ha participado el coronel Adolfo Redondo Muñoz, jefe de la Sección de Protección Medioambiental de ese departamento.
El Ejército del Aire es el único organismo de la administración pública española cuya gestión medioambiental ha sido certificada por la norma internacional ISO 14001, que tiene en cuenta tanto la prevención de riesgos como la protección del medioambiente. También es el único ejército de la OTAN que posee esa certificación internacional por sus sistema de gestión medioambiental único para todas sus bases y emplazamientos. Y para mitigar el ruido de los reactores, aviones y helicópteros, todas las bases del EA reducen al mínimo los depegues, aterrizajes y movimientos nocturnos durante esas horas de descanso. Asimismo, por voluntaad propia, mantiene al día un mapa de impacto sónico en las zonas urbanas que circundan sus bases, independientemente de que el número de movimientos de sus aeronaves sea inferior a 40.000, umbral a partir del cual se lo exige la ley a los aeropuertos tanto civiles como militares.
