Joaquín Moreno es un aparejador ya jubilado que tras una serie de vivencias personales decide que su casa rehabilitada, donde él tenía el estudio de trabajo, se convirtiera en una casa de acogida. Su vida cambió por completo y siempre se apoyó en la idea de que lo que crees lo creas. Ya no podía recibir a los clientes en persona y el trabajo le tenía que llegar por teléfono. Lo pasó mal a veces pero siempre aparecía un nuevo cliente, in extremis incluso, para hacer frente a los gastos y poder llevar un sueldo a casa de su familia. Casado y con hijos, todos le apoyaron en su nuevo proyecto vital pero le advirtieron también del riesgo que suponía.
Pero se fueron superando las dificultades, también las que se vivían en la propia casa. Algunas terribles como el asesinato de un encargado que supuso un mazazo para todos, pero decidieron, a pesar de todo, continuar con la ayuda a las personas acogidas. Joaquín recuerda momentos maravillosos como el nacimiento de un bebé que él apadrinó en esa casa o cómo muchas personas han salido adelante gracias a esa acogida y apoyo incondicional.
Han pasado 30 años desde que Joaquín decidió dar un giro a su vida. Este hombre que ya es abuelo está jubilado pero sigue al pie del cañón atendiendo a las personas que viven en la casa y a los proyectos vinculados a ella. Ha aprendido sobre la marcha cómo adaptarse a esas realidades y a convivir con ellas. Pero ya no está solo y cuenta con profesionales que le acompañan en este camino. Cada día trabaja desde el pequeño despacho que tiene en la casa y busca fórmulas nuevas para mejorar la vida de las personas acogidas. Cada día saca una pizarra a la calle con un sueño escrito por ellos pero que invita a que quien quiera a escribir también sus ideas.
