Viena, 1900

El imperio austro húngaro era a principios del siglo XX una anomalía histórica. El emperador Francisco José pertenecía a una dinastía milenaria, los Habsburgo, y los territorios sobre los que gobernaba constituían una amalgama imposible de nacionalidades, culturas y religiones. La Gran Guerra se encargaría de hacer saltar por los aires esa precaria unión política. Sin embargo, antes del final la capital del imperio, Viena, se resistió a dejar de brillar en el panorama cultural europeo y produjo un capital artístico de primer orden que esta tarde hemos presentado de manera sucinta a través de una selección musical de carácter abierto y con vocación de sorpresa.