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En Turquía, el primer ministro Erdogan quiere prohibir que chicos y chicas vivan juntos en pisos de estudiantes o residencias universitarias. La oposición le acusa de islamizar el país.

En una imagen nunca antes vista en la Turquía laica, varias diputadas del partido en el gobierno han ido al Parlamento cubiertas con el pañuelo islámico. Hace sólo unas semanas que el gobierno levantó la prohibición de usarlo en edificios públicos.

En la ciudad turca de Estambul se ha inaugurado el túnel ferroviario que une Asia y Europa por debajo del estrecho del Bósforo, una obra con una importante participación de empresas españolas y con la que Turquía conmemora sus 90 años como república. El túnel Marmaray, de 13,6 kilómetros de longitud, de los que 1.400 metros discurren por debajo del mar, supone la primera conexión ferroviaria entre Europa y Asia al sur de Rusia y que enlaza directamente con el Lejano Oriente a través de Irán. La constructora española OHL lidera el consorcio que logró el contrato para desarrollar la conexión de las líneas férreas.

Lo que ocurre en Siria se sigue con especial atención en Estados Unidos y también en Oriente Medio donde la extensión del conflicto preocupa a su vecinos, Israel y Turquia. El Secretario de Estado de Defensa, Chuck Hagel, dice que Estados Unidos sólo actuará dentro de un marco legal y de acuerdo con la comunidad internacional.

El exjefe del Estado mayor turco Ilker Basbug ha sido condenado a cadena perpetua como cabecilla de la trama golpista Ergenekon, definida como "terrorista" por el tribunal, que ha dictado penas muy graves para numerosos "cómplices". Durante la primera sesión de lectura de las sentencias, el tribunal ha absuelto a 21 encausados y condenado a cadena perpetua a 19, entre ellos el propio Basbug, así como seis generales retirados, cuatro excoroneles y varios políticos, periodistas y abogados.

En el proceso denominado Ergenekon, que se remonta a 2007, estaban acusadas 275 personas, incluidos destacados exmilitares, políticos o periodistas de planes golpistas para derrocar al gobierno islamista.

Desde la fundación del moderno Estado turco, el Ejército se considera protector de la República y su laicidad y ha protagonizado varios golpes. No obstante, este proceso ha sido criticado por distintos sectores dentro y fuera del país y llega en un momento en el Turquía atrae la atención internacional tras una reciente revuelta popular.