Miguel tiene 25 años y ya sabe bien lo doloroso que puede ser quedarse sin empleo. Lo aprendió de la anterior crisis, cuando ni siquiera tenía edad de firmar un contrato.
Se gana un sueldo en una pizzería, después de pasar un mes en ERTE. Sabe que podría aspirar a más, porque tiene un FP de grado superior, pero a corto plazo solo quiere conservar su empleo.
Su caso es el de numerosos jóvenes, los más expuestos a perder su trabajo cuando finalicen los ERTE, según el Instituto de la juventud.