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Un halcón peregrino se lanza, poderoso, desde el puño de un cetrero. Bate sus alas hasta llegar a una altura vertiginosa. Solo vuela. Solo observa. Da vueltas y se deja ver. Instantes después, a un simple gesto, acude fielmente a la mano que le da de comer. Es el puño de Jesús Rero, halconero mayor del aeropuerto de Barajas. La persona encargada de que ningún ave entorpezca el paso de los aviones por este recinto madrileño.