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El pueblo totonaco nos abre las puertas de su aldea

  • Un santuario de la cultura indígena
  • En cada casa de la aldea se cultiva un arte distinto

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Españoles en el mundo - Una auténtica aldea totonaca

La aldea Totonaca se encuentra en la Reserva Ecológica Xanath, con una extensión de 30 hectáreas y en una situación cercana a la propia ciudad de Papantla. Constituye el espacio de selva más septentrional del mundo y, técnicamente, se llama selva mediana subperennifolia. Con el paso de los años, este lugar se ha convertido en un santuario de la cultura indígena.

Esta reserva es el último reducto donde las orquídeas de la vainilla crecen entre la vegetación propia y los árboles que le dieron origen, además, solo aquí su polinización es natural, llevada a cabo por los abejorros. Es un santuario de la vainilla, autóctona de Papantla, y hasta hace pocas décadas tan solo se producía aquí. Su aroma y su sabor son incomparables.

La organización de la aldea

La casa principal de la aldea totonaca es la de los abuelos, conocida como "La casa de la sabiduría" y, rodeándola, se disponen el resto de los hogares.

En cada una de estas casas se cultiva un arte diferente, ya que este pueblo se preocupa por preservar sus tradiciones. Los mayores enseñan a los más pequeños de la aldea el arte de la cestería, la poesía, la sanación espiritual y física, la conservación de la vainilla, la producción del algodón, la alfarería totonaca, la medicina tradicional, la danza, la música, el teatro, la cocina y la pintura.

Otra de las "herencias" que pasa de padres a hijos es la propia lengua totonaca, una familia de siete lenguas mesoamericanas.

La magia del número 13

Para la cultura totonaca, a diferencia de otras, el número 13 es el de la suerte. Lo toman como referencia en muchos de sus rituales y tradiciones. El ritual de "Los Voladores de Papantla", conocidos como los "hombres pájaro" es un claro ejemplo de ello.

El ritual de estos "hombres pájaro" se trata de una ceremonia religiosa cuyos orígenes se remontan hasta la época prehispánica. Actualmente, se practica en los pueblos nahuas y totonacos de Puebla y Veracruz. Su importancia es tal que ha sido nombrado Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco.

En la Plaza del Volador, al ritmo de tambores y flautas, cuatro danzantes hacen 13 giros antes de tocar el piso que simula atravesar los 13 cielos que hay desde el Dios Sol. Si multiplicamos 13 por los 4 voladores que lo llevan a cabo obtenemos la cifra 52, que es el ciclo del calendario indígena.