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Mongoumba: misión de frontera

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A hora y media de Mongoumba, selva adentro, está el poblado de los pigmeos-aka donde el equipo grabó algunas de sus danzas y cantos tradicionales después de visitar la escuela y los pozos.
A hora y media de Mongoumba, selva adentro, está el poblado de los pigmeos-aka donde el equipo grabó algunas de sus danzas y cantos tradicionales después de visitar la escuela y los pozos.

A lo largo de cien kilómetros, el Ubangui es la frontera natural entre tres países: República Centroafricana, Congo y República Democrática del Congo.

En el límite de los tres estados se encuentra la misión más remota y aislada de los misioneros combonianos en Centroáfrica. Después de dos horas y media para recorrer los 80 kilómetros que separan la capital del país de la misión, llegamos a Mongoumba. La posición estratégica y fronteriza de la localidad la convierten en una zona fuertemente militarizada. La población estimada en la subprefectura es de 23.000 habitantes, de los que la tercera parte, en torno a 8.000 viven en lo que podríamos llamar “la ciudad”.

Jesús Ruiz es el único misionero comboniano español en Centroáfrica. Es de Miranda de Ebro. Su primer destino, con 29 años, fue el Chad. Allí trabajó durante 15 años. Desde 2009 dedica toda su vida a esta complicada misión de Mongoumba en la República Centroafricana.

Refugiados

En 2009 estalló una guerra étnica en la República Democrática del Congo que empujó a 22.000 personas a cruzar el río Ubangui para refugiarse en la otra orilla, en la de la República Centroafricana. Pero las leyes internacionales no permiten un campo de refugiados a menos de veinte kilómetros de la frontera, de ahí que ACNUR habilitase éste de Batalimo. Pero de los 22.000 congoleños que vivían provisionalmente al otro lado del río, muy cerca de sus pueblos, sólo 7.000 vinieron aquí. En el campo de refugiados de Batalimó desembarcaron 14 organizaciones internacionales que ofrecían educación gratuita, sanidad gratuita, comida gratuita y una cantidad considerable de dinero que se perdía por el camino. Las raciones de comida para un mes apenas les alcanzaban para quince días. Las denuncias del Servicio Jesuita a Refugiados sólo sirvió para que el Gobierno expulsase del país a las dos monjas jesuitas que trabajaban con los desplazados.

ONG's

En la parroquia tienen la suerte de contar con dos misioneras combonianas laicas. Marcia y Elia llegaron hace dos años desde Portugal para echar una mano en tareas educativas y sanitarias. El espíritu de Daniel Comboni despertó en ellas el amor por África.

El desembarco de ongs con mucha buena voluntad y poco conocimiento de la realidad social está perjudicando el trabajo diario de los misioneros.

Estas organizaciones aparecen de repente y ofrecen un servicio sanitario gratuito. Pero igual que llegan, se van. Esto trae consigo que la gente se acostumbre a que todo se les dé gratis y a que no valoren el servicio. Cuando las ongs se marchan, los misioneros tienen que redoblar sus esfuerzos para mentalizar a la población con el fin de que vuelvan a usar el sistema público de salud. Aunque tengan que pagar una pequeña cantidad de dinero.

En Centroáfrica, la miseria material y la pobreza humana contrastan con la riqueza y variedad de enfermedades y peligros.

Desnutrición

El pequeño puesto de salud de la parroquia se ha convertido en un improvisado centro nutricional. La falta de alimentos está haciendo estragos en la población infantil. Su tasa de desnutrición es una de las más altas del mundo. Nada menos que el 45 por ciento de los niños sufren las consecuencias del hambre. Los síntomas se aprecian a simple vista. El pelo se decolora y pierde fortaleza, la expresión de la cara es de tristeza permanente acompañada de mucho llanto, la delgadez es extrema y son muy comunes las lesiones en la piel. Elia prepara cada día la papilla nutritiva con la que va alimentando a los pequeños. El seguimiento es personalizado. Cada vida es importante. No todos lograrán sobrevivir y, los que lo consigan, sufrirán graves secuelas en su desarrollo físico y mental. A pesar de su gravedad, la desnutrición sólo es uno de los riesgos que tienen que sortear los centroafricanos.

Pigmeos aka

Los pigmeos-áka son una de las etnias más antiguas de África y los pobladores originarios de esta región. Actualmente están presentes en Gabón, Camerún, los dos Congos y, sobre todo, en la República Centroafricana donde su población se estima en torno a 48.000 individuos. Son cazadores recolectores y los que mejor conocen la selva, que es su medio natural. Sin embargo, durante los últimos treinta años, se han quedado sin sus recursos tradicionales de subsistencia. Hoy los pigmeos-áka están gravemente amenazados. Han tenido que dejar sus tierras por la creación de parques nacionales, por la presión de las empresas madereras y por la explotación de la minería. Prácticamente en todos los países, los pigmeos-áka están al margen de los servicios de educación y salud de los gobiernos. Sin embargo, éstos utilizan su folclore para exportar cultura africana. La música de estos moradores del bosque difiere considerablemente de la música de sus vecinos. Aunque los pigmeos no tienen muchos instrumentos sí que utilizan tambores, silbatos e instrumentos de cuerda. En sus cantos utilizan sonidos más que palabras; normalmente hay un solista que es acompañado por el resto que hace los coros. El estilo del canto, como el de la danza, es inconfundible.