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Fred Astaire, el nombre es el estilo

  • Se cumplen 30 años de la muerte del genial coreógrafo, bailarín y actor
  • Repasamos su carrera primero como bailarín y luego como estrella de Hollywood

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30 años sin Fred Astaire

Hay veces que el destino es caprichoso y dota del mayor talento a quien no lo anda buscando. Fred Astaire estaba destinado a ser el hermano pequeño de una estrella del baile. Y en realidad eso fue durante toda su vida. Pero ése era un papel demasiado insignificante para este nuevo habitante del Olimpo que había nacido con alas en los pies. Por eso, inspirado por las acrobacias de su hermana pero, sobre todo, por su amor propio y su inabarcable talento, Fred Astaire fue la estrella que brilló con más intensidad.

Hijo de emigrantes austriaco y alemana, el pequeño Frederick Austerlitz solía acompañar a su hermana Adele a las clases de baile porque su madre no tenía con quién dejarlo. Y un buen día, con seis años, se calzó unas zapatillas de ballet que encontró en un pasillo y comenzó a hacer piruetas llamando la atención de un visionario profesor. Desde entonces, como si se tratara de su propia versión de Las zapatillas rojas de Andersen, Freddy nunca dejó de bailar.

Comenzó junto a Adele una exitosa trayectoria por los teatros de Broadway, pero también de Londres. Junto a su hermana recibió la primera oferta para ponerse delante de una cámara pero el proyecto no llegó a prosperar. Aunque treinta años después, la película tomaría forma junto a Audrey Hepburn, la Funny Face del título que aquí conocimos como Una cara con ángel. Cuando su media naranja artística conoció a un Lord inglés y decidió casarse, Astaire se quedó solo y desconcertado. Pero su talento era demasiado grande para dejarse avasallar por las dudas. A pesar de ciertas leyendas que aluden a las suspicacias que su aspecto físico suscitaba en algunos mandamases de los estudios, Fred Astaire llegó a Hollywood y pisó fuerte. Tanto que su huella aún permanece.

Pareja junto a Ginger Rogers

Tras su debut haciendo de sí mismo en Alma de bailarina, se obró el milagro y Astaire se topó con una nueva compañera de baile que lo completaba y enriquecía. Junto a Ginger Rogers, el hombre que puso cuerpo y rostro a la ingravidez, consiguió formar una pareja encantadora y eterna en la que, según Katharine Hepburn, él aportaba la clase y ella el sexo. Más allá de la complicidad entre los dos y de sus habilidades coreográficas, si algo sobresale en las películas que protagonizaron juntos es el sentimiento de evasión total mientras asistimos a sus acrobacias. Cuando Astaire y Rogers están juntos en la pantalla, los problemas del mundo real desaparecen.

Esa en realidad es una constante que ha acompañado al bailarín durante toda su trayectoria musical, conseguir que el público se evada de su propia vida. Cuando Fred Astaire baila, no hay hipoteca que pagar, problemas en el trabajo, enfados con la familia o crisis en la política, la economía o la sociedad. Todos necesitamos que nos cuenten un cuento, y Astaire lo hace, con palabras, sí, cuando canta a Irving Berlin, Cole Porter o Jerome Kern, pero también con sus piernas, con sus pies, con su sonrisa, con la mirada… Todo en él desprende ritmo, todo en él es mágico y encantador. Si Fred Astaire está cerca, nada puede salir mal.

Pero además, hay otro factor que lo hace aún mucho más grande: la aparente facilidad con la cual maneja el cuerpo y sus movimientos. Viéndole cualquiera diría que es posible hacer lo que él hace sin demasiada dificultad. Por eso, en la segunda entrega del especial sobre el musical americano que Días de Cine emitió hace cinco años, el capítulo dedicado a él llevaba por nombre "Bailar es fácil". Pocas expresiones más adecuadas para definir el sentimiento que Fred Astaire transmite cuando baila.

Días de cine - 'El músical americano' (2)

Las mejores páginas del musical

Perfeccionista obsesivo, poseedor de una desbordante imaginación que funcionaba como su mejor aliada cuando ideaba cómo no repetirse, Fred Astaire protagonizó algunas de las mejores páginas del musical. Basta con repasar su filmografía para que inmediatamente nos brote una sonrisa. Odiaba bailar con actrices que no fueran bailarinas profesionales y, sabiendo que casi todas llegaban intimidadas ante la perspectiva de compartir coreografía con un titán, era el más encantador de los compañeros, el más animoso, pero también el más exigente. Después de Ginger Rogers, Ryta Hayworth, Cyd Charisse, Vera-Ellen, Audrey Hepburn, Jane Powell, Judy Garland o Ann Miller, fueron algunas de sus más grandiosas compañeras de viaje. Y no podía faltar Gene Kelly, el otro rey de la danza y uno de sus más rendidos admiradores. Juntos nos deleitaron en Ziegfield Follies y, años después, en los tres capítulos de That’s Entertainment.

Treinta años después de su muerte, la magia de Fred Astaire sigue siendo un misterio. El hombre que, irónicamente, odiaba bailar con frac y chistera (porque le parecía la vestimenta más incómoda para la danza), se mantiene como el gran referente del género… con permiso de Gene Kelly (quien, por otro lado, suscribiría sin pestañear esta afirmación).

Por eso en Días de Cine volvemos de nuevo la mirada hacia una figura que nos parece inabarcable, un hombre capaz de dotar de vida a los objetos y convertirlos en parejas de baile. Contando con un guía experto, Chema Marín, bailarín, coreógrafo y profesor de claqué, hemos querido aproximarnos a un genio inimitable, un maestro de la danza que fusionó claqué, bailes de salón y ballet clásico para crear un estilo que sólo él dominó: el estilo Fred Aistaire.