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El día a día de Lampedusa sacude con un golpe de realidad a la Berlinale

  • El drama de los refugiados lo cuenta Gianfranco Rosi en Fuocoammare
  • La película está a medio camino entre el documental y la ficción
  • Isabelle Huppert luce en la Berlinale con L'Avénir, de Mia Hansen-Love

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El director italiano Gianfranco Rosi y el actor Pietro Bartolo en la rueda de prensa de la película 'Fuocoammare', presentada en la Berlinale
El director italiano Gianfranco Rosi y el actor Pietro Bartolo en la rueda de prensa de la película 'Fuocoammare', presentada en la Berlinale

El día a día de Lampedusa, la isla italiana cuyas costas han visto llegar a 400.000 refugiados, vivos o muertos, ha sacudido con un golpe de realidad a la Berlinale, en una jornada que, en lo cinematográfico, estaba diseñada para el lucimiento de Isabelle Huppert.

Dos mundos paralelos -el de los barcos de la Marina que a veces rescatan cadáveres y otras consiguen salvar vidas, más el de la población de esa isla de apenas 20 kilómetros cuadrados- constituyen el núcleo de Fuocoammare, dirigida por el italiano Gianfranco Rosi.

"No pretendo dar un acento político a mi película, nunca lo hago. Solo reflejo una tragedia que se desarrolla a diario ante nuestros ojos", afirmó Rosi, quien además de la dirección asumió las labores de cámara y sonido para un filme cuyo rodaje le ha llevado dos años.

Se trata de la "mayor tragedia que vive la humanidad desde el Holocausto", añadió el cineasta, quien inicialmente se planteó hacer un breve documental, para darse cuenta a medida que avanzaba de que el tema era "demasiado complicado" para comprimirlo en ese formato.

El resultado es un filme a medio camino entre el documental y la ficción -con los riesgos que eso entraña-, en el que las imágenes de los cuerpos que la Marina rescata del Mediterráneo conviven con los habitantes de la isla, como el niño Samuele, empeñado en cazar pájaros con su tirachinas.

Rosi sumerge al espectador en una tragedia que se desarrolla a ritmo tedioso, como la vida en la isla, y con la perspectiva de que ese niño o el pescador submarinista en busca de erizos acabarán topándose con esa realidad paralela del refugiado, vivo o muerto.

Reflejo de la vida y de la muerte

La cámara de Rosi salta de las ecografías a una embarazada -de gemelos- que sí llega con vida, a las imágenes de subsaharianos deshidratados agonizando sobre la borda del barco de la Marina.

Son imágenes reales, africanos que mueren ante esa cámara o se salvan y unos días después juegan a fútbol en su campamento, de acuerdo a la dinámica que relataba hoy ante los medios de la Berlinale el doctor de Lampedusa Pietro Bartolo.

"Estoy ahí desde 1990, vi llegar el primer barco, he seguido viendo todos estos años a los que van llegando. He visto de todo. Niños muertos, embarazadas... He sido entrevistado por todo tipo de equipos de televisión. Y cada vez que hablo de ello me duele", contó Bartolo en Berlín.

Esos africanos, sirios o eritreos anónimos de la película son reales; el niño hipocondríaco que se autodiagnostica ante el doctor alivia el conjunto y arranca alguna sonrisa, en una película acogida con una fuerte ovación, pero también algún abucheo.

No es un producto a gusto de todos, no solo por lo que refleja, sino por cómo funciona cinematográficamente, y se agradece que Rosi opte por no cargar tintas, consciente de que con su retrato basta y sobra.

Rosi, ganador en 2013 del León de Oro de Venecia con otro documental Sacro Gra, entró así a competición con un filme que viene como anillo al dedo a una Berlinale decidida a brindar su gran pantalla a la tragedia de los refugiados.

L'Avénir,  de Mia Hansen-Love

El contrapunto de la jornada a concurso lo ofreció Isabelle Huppert con "L'Avénir", la película que la directora Mia Hansen-Love parece haberle hecho a medida, donde todo gira alrededor de una profesora de filosofía convencida de que "la respuesta a todo lo que le ocurre tiene que venir de su interior", en palabras de la actriz.

Más estirada y delgada que nunca, Huppert no se desprendió ante los medios de la carga de hostilidad que desprende en pantalla.

"Eso no es cosa suya", atajó a una primera pregunta sobre si compartía las experiencias o sentimientos del personaje, una mujer desengañada del marido, agobiaba por una madre que la somete a la extorsión sentimental constante, que no quiere ataduras ni de un gato y que tantea el flirteo con su alumno preferido.

"Algunos de esos sentimientos son cercanos a mí", concedió a continuación, tal vez consciente de que había exagerado el tono de su respuesta, para extenderse en las múltiples rupturas que asaltan a la mujer que interpreta, aún atractiva, intelectual y físicamente.

La directora de Tout est pardonné regresa con L'Avénir a la fórmula del retrato de un personaje o de personajes determinados, esta vez para lucimiento casi exclusivo de Huppert, quien responde de acuerdo a sus capacidades interpretativas: con absoluta perfección.