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Las borracheras ocasionales alteran los circuitos cerebrales de los adolescentes

  • Las alteraciones pueden provocar alteraciones en la atención
  • También han observado dificultades de velocidad de procesamiento
  • Cuanto más temprano sea el inicio del consumo, mayor podría ser el daño

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Jóvenes que consumían alcohol en las calles de Madrid en 2010.
Jóvenes que consumían alcohol en las calles de Madrid en 2010.

Las borracheras que ocasionalmente viven los adolescentes, como los botellones, afectan a sus conexiones cerebrales. Así lo revela un estudio pionero en el que participan dos universidades españolas y el Centro de Tecnología Biomédica de Madrid.

La investigación, publicada en la revista International Journal of Neural Systems, recoge que estas alteraciones podrían provocar dificultades en la atención y velocidad del procesamiento, problemas de memoria y conductas impulsivas en los jóvenes, ha informado la UCM.

Hasta ahora, diferentes estudios han demostrado que las personas que tienen problemas con el alcohol presentan alteraciones cerebrales, en comparación con quienes no consumen.

Por primera vez, un equipo de investigadores con participación de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) y la Universidad de Santiago ha analizado cómo es la conectividad neuronal en jóvenes que toman bebidas alcohólicas en exceso pero en ocasiones puntuales.

“Nuestro estudio prueba una diferente configuración de ciertos circuitos cerebrales en adolescentes y jóvenes que consumen alcohol de manera excesiva comparados con los que no lo hacen”, afirma Luis Miguel García-Moreno, investigador del departamento de Psicobiología de la UCM y coautor del trabajo.

Análisis de 73 universitarios

Para llegar a esta conclusión, los autores analizaron la actividad cerebral de 73 estudiantes que acaban de empezar en la universidad mediante magnetoencefalografías.

35 de ellos (17 chicos y 18 chicas) admitieron tener borracheras ocasionales y 38 (21 chicos y 17 chicas), apenas bebían. Se considera un consumo excesivo de alcohol cuando se llega a los 60/40 gramos de alcohol concentrados en una única sesión.

Los jóvenes no pudieron beber nada alcohólico las 24 horas antes de realizarse la prueba cerebral. Las diferencias registradas en cuanto a conectividad neuronal entre uno y otro grupo tuvieron lugar en estado de reposo, sin que los participantes realizarán ninguna tarea cognitiva.

“Cuanto más temprano sea el inicio del consumo, más probabilidades hay de que el daño sea mayor”, alerta el científico.

Avance de resultados

Aunque falta por procesar gran parte de los datos obtenidos para saber cómo afectan estas alteraciones a los jóvenes, los autores avanzan algunos resultados.

“A nivel conductual y cognitivo hemos observado algunas dificultades en atención y velocidad de procesamiento, problemas de memoria o perfiles de conducta caracterizados por la impulsividad”, avanza el investigador.

También destacan la búsqueda de sensaciones o la atracción por el riesgo, aunque los científicos desconocen si el alcohol en este caso es causa o más bien efecto de estos perfiles.

“Podríamos asistir a un desarrollo anómalo de las conexiones cerebrales durante el desarrollo, con consecuencias neurocognitivas futuras”, sugiere García-Moreno, quien recalca que resulta complicado establecer vinculaciones precisas, a falta de más investigaciones.