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La exposición más amplia realizada en Europa sobre Edward Hopper llega al Thyssen-Bornemisza

  • Reúne 73 obras muchas de ellas procedentes de museos estadounidenses
  • El Thyssen alberga la colección más amplia fuera de EE.UU
  • El comisario Llorens nos guía por la obra de un pintor popular pero complejo

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La pintura de Hopper expuesta en el Museo Thyssen de Madrid

Madrid y París son dos ciudades importantes a la hora de seguir la obra del pintor estadounidense Edward Hopper (Nyack, 1882-Nueva York, 1967). La capital española porque alberga -en el Thyssen-Bornemisza- la colección más importante de la obra de Hopper fuera de los Estados Unidos. La francesa porque París y la pintura francesa de principios del XX fueron referencias fundamentales en los inicios del pintor estadounidense.

Ahora el Museo Thyssen-Bornemisza y la Unión de museos nacionales de Francia presentan la selección más amplia y ambiciosa de la obra de Hopper que se haya mostrado hasta el momento en Europa. Una muestra bajo el sencillo título de 'Hopper' que puede verse en Madrid, desde este martes 12 de junio, y hasta el 16 de septiembre, y que después viajará a París.

Junto a Tomás Llorens, director honorario del museo Thyssen-Bornemisza, y comisario por parte española de esta muestra, recorremos las salas del Museo donde aún se están colocando los cuadros, en total 73. Algunos todavía no han llegado (una foto ocupa su lugar) pero los más importantes ya están aquí.

Faltan por colocar aún las fichas identificativas pero nos hacemos ya una idea de la importancia de una muestra que quizás no volvamos a ver nunca más en Europa, ya que no es fácil conseguir los préstamos que aqui se han logrado. Y porque Hopper, pintor reflexivo que creaba lentamente (en la época de madurez produjo a razón de cuatro por año, en total un centenar) no dejó una obra muy extensa. Un legado, eso sí, repleto de de una visión singular y trascendente de la realidad, que en en muchos casos, va más allá del realismo del siglo XX.

Los extensos inicios de un pintor

Tenía 43 años Edward Hopper cuando conoció por fin un éxito largamente deseado. Por eso lo que conocemos como inicios o años de formación ocupan un espacio muy amplio en su carrera que abarca cerca de 30 años durante los cuales tuvo que vivir de sus trabajos como ilustrador, ignorado por el público y la crítica.

Preguntamos a Tomás Llorens porque en sus textos el Museo habla de la "complejidad" de la obra de un pintor que se ha hecho tan popular que puede parecer falsamente accesible. Sin dudar, me acompaña hasta un óleo de la primera parte de la muestra (Inicios).

En un café de París, no podría ser otro el lugar viendo las característica "carafe" para servir el agua, varias personas, aparecen sentadas a una mesa, y en el centro un enigmático "clown"; es el propio Hopper. A su izquierda, junto al poste, con barba, Van Gogh. Al fondo, un cielo azul y oscuro. Quizás sea ésta el azul místico que junto al rosa forman, como decía Baudelaire en Las flores del mal, la noche. El título del cuadro Soir Bleu.

Cuenta Llorens como este cuadro fechado en los primeros años nos remite sin duda a las Tullerías. Que Hopper puso muchas esperanzas en él, llegando a exponerlo en el Armory Show de 1913 y que creía que podría constituir "el inicio de su carrera". Sin embargo esta hermosa y extraña obra, que tiene mucho de simbolista y que coloca al autor en posición de "mirón" (algo que se repetirá muchas veces) fue vendida pero tildada por la crítica del momento (que buscaba que el arte estadounidense se emancipara de Europa) de "afrancesada".

Tras el fracaso, Hopper abandonaría por un tiempo una pintura de la que aún no podía subsistir.

El pintor se despide en su último cuadro

"Nunca más Hopper pintó a un clown, bueno tan sólo una vez más", cuenta Llorens. Se gira y justo en la pared perpendicular a la de 'Soir bleu' me indica otro cuadro. Saltando el orden cronológico, Llorens ha colocado muy cerca del simbolista y parisino Soir bleu, esta otra pintura que nos muestra a un Pierrot que junto a su compañera parecen despedirse del público desde un rincón del escenario. Dos cómicos (1966).

Ella es como todas las mujeres de los cuadros de Hopper, Josephine (Jo), su esposa . "Es algo normal que la utilizara como modelo porque ella también era pintora", afirma Llorens, quien no considera que haya que darle más trascendencia al dato. Sí le parecen relevantes el diario común que ambos redactaron durante años sobre la obra pictórica de Hopper.

Este fue el último cuadro que pintó Hopper. "El había regresado del hospital, ella también estaba enferma; en el cuadro no hay mucha ternura entre ellos", destaca Llorens. Una especie de aislamiento, de falta de contacto entre los personajes que advertiremos en muchas otras obras de Hopper.

'América, el nuevo Edén, es el tema'

Aunque parece haberse detenido entre estas imágenes tan impactantes, el tiempo apremia. Esperan al comisario para grabar un vídeo institucional. Pide que le dejen 5 minutos. Quiere mostrarme algunos ejemplos del espacio denominado 'Madurez' que abarca desde 1925 hasta su muerte en Nueva York, en 1967.

"El paisaje, un paisaje de alta calidad y arraigado en el gusto americano" es el gran tema, afirma convencido el historiador del arte Tomás LLorens. Una América que se nos presenta como "una tierra virgen, un nuevo edén para los inmigrantes". Y un paisaje tocado por la mano del hombre que se proyecta en subtemas como "las casas, la ingeniería o la circulación".

Junto a la famosa Casa junto a la vía del tren (1925), Llorens confirma que Hitchcock se inspiró en esta inquietante mansión para la casa principal de Psicosis. La perspectiva en contrapicado es sorprendente parece que como espectadores estuviéramos tumbados en la propia vía del tren. El cuadro, comprado por el coleccionista Stephen Clark fue la primera obra que se cedió al MOMA en 1925.

Y al final...un mar nunca visto

No olvida, orgulloso, enseñarme al fondo de la sala principal, el cuadro de Degas 'Despacho de algodón en Nueva Orleans' en el que Degas, obsesionado por la fotografía corta las piernas de un caballero en primer plano, como si de una instantánea se tratara. Es uno de los cuadros no firmado por Hopper, que se han incluido en la muestra para mostrar su época e influencias.

Junto a Habitacion de hotel, el comisario me sugiere: "Acuesta a esta mujer en la cama". Sorprendido, no sé que contestar, él lo hace replicándose a sí mismo: "No cabe".

Luego me aleja varias metros para comprobar que sí parece caber en la cama visto a otra distancia. "No es ningún truco para sorprender sino para conseguir una visión trascendente de la realidad, para que la realidad se imponga como una epifanía". Por eso, asegura las reproducciones no valen para nada, sobre todo con Hopper, hay que verlo ante el lienzo, y no desde cualquier lugar.

No quiere dejar de enseñarnos con otros ejemplos "el valor que daba al peso", como vemos en muchas figuras femeninas, o esos mares "como bloques de hormigón" que protagonizan varias telas llenas de luz matinal y tantos azules que llenarían de vida cualquier habitación. Tomas Llorens nos ha llevado a pensar que Hopper llegó, si es posible decirlo, idealizar la realidad con el único propósito de ahondar en ella.