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Una exposición en el Museo Sorolla refleja la fascinación del pintor por Granada

  • Granada en Sorolla muestra 24 cuadros de La Alhambra y Sierra Nevada
  • Las obras reflejan el lado más frío y melancólico del 'pintor de la luz'

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'Granada, 1909', pintado por Joaquín Sorolla en uno de sus cuatro viajes a la ciudad
'Granada, 1909', pintado por Joaquín Sorolla en uno de sus cuatro viajes a la ciudad

Un buen día el pintor de la luz y del color se enamoró de Granada. Sorolla llegó por primera vez a la ciudad en 1902. Fue una visita fugaz de apenas dos días, pero la fascinación que nació en el artista por Sierra Nevada, que en un principio le impresionó más que La Alhambra, le marcaría de por vida.

Por aquel entonces, los paisajes serranos representaban un territorio misterioso e inexpugnable, tan solo recorrido por los primeros viajeros románticos que acudían atraídos por “el embrujo del Sacromonte”. Las estampas de la sierra son una constante en la trayectoria del pintor; quizás su origen mediterráneo aumentó su atracción por este tipo de imágenes.

Granada, una obsesión

Esta primer impacto que provocó en Sorolla la visión de las montañas coronadas por la nieve (“No puedes imaginarte lo que siento que no vinieras conmigo, sobre todo por Granada, la impresión de Sierra Nevada es algo que nose olvida”

, escribió a su mujer), hizo que quisiera volver a toda costa para plasmarlas en sus cuadros.

Y así lo hizo, y viajó en tres ocasiones más (1909,1910 y 1917). El pintor reflejó la serranía y el sosegado encanto nazarí de La Alhambra en 46 obras, más numerosos bocetos que tomó por iniciativa propia como inspiración para crear el segundo jardín de su casa de la capital (actual Casa Museo).

La impresión de Sierra Nevada es algo que no se olvida (Sorolla)

24 de estas pinturas se pueden contemplar en la exposición “Granada en Sorolla”, hasta el 22 de febrero en el Museo Sorolla de Madrid, que pone a la disposición del público un punto de información turística para viajar a Granada y compartir las sensaciones, luz y perspectivas de la ciudad, que tanto cautivaron al valenciano.

La melancolía del pintor de la luz

“La llegada es de noche y lleva largo rato cuesta arriba por estos laberínticos jardines, produciendo igual efecto que si entraras con los ojos vendados… y si mañana hay sol es maravilloso el espectáculo, pues si como me dicen hay una gran nevada en esta estupenda sierra, entonces no dudo superará esta vez a la primera que vine con Pedro” (Fragmento de una carta desde Granada del pintor a su familia)

Lo cierto, es que el artista quedó cada vez más seducido por los rincones de La Alhambra, en un empeño que casi rayaba la obsesión (en total solo estuvo en Granada 30 días).

Las pinturas reflejan melancolía e introversión

Pintó numerosas obras de la ciudad andaluza para la gran exposición de 1911 en el Art Institute de Chicago, reforzando su éxito internacional, con tan mala suerte que el tiempo no le acompañó, y en los cuadros se reflejan imágenes frías y neblinosas, casi envueltas en una atmósfera onírica.

Las pinturas respiran melancolía e introversión. Una tendencia que contrasta profundamente con el Sorolla de los paisajes en la playa, sus obras más conocidas, que rebosan luz y alegría, frente a las de su “pasión helada” por Granada.