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El misterio sin resolver de la muerte de los miembros de la Expedición Franklin

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En el siglo XIX, en 1848, dos barcos ingleses, el HMS Terror y el Erebus quedaron atrapados en el hielo del Ártico Canadiense.

Durante 20 meses, las tripulaciones esperaron pacientemente el deshielo, pero no llegaba. Así que un buen día, decidieron emprender a pie el camino hacia algún lugar habitado en busca de comida. Nadie lo consiguió. Murieron todos. Por qué fallecieron es aún hoy un misterio.

La expedición de fatídico final se conoce como Expedición Franklin. Es una de las que más pasiones despiertan por lo misterioso. Sucedió hace siglos, pero aún hay investigaciones para esclarecer el motivo de la muerte de todos los marinos.

Dicen que salieron en busca de comida pero la realidad es que nada indica que las provisiones se hubieran terminado o que estuvieran especialmente hambrientos.

¿Envenenados?

Una de las teorías más extendidas es que la tripulación murió por envenenamiento por plomo. Es posible que las latas de comida estuvieran contaminadas o que el aparato de filtrado del agua marina liberara plomo.

El caso es que ésta es una teorías más coherentes, pero más difícil de probar porque por aquellas, en la época victoriana, era habitual tener altos niveles de plomo y es difícil discernir en los cuerpos hallados si realmente tenían un nivel superior al normal.

Simon Mays es especialista en el análisis de huesos humanos, de la Universidad de Southampton. Cuando era un niño leyó la historia de la expedición Franklin y le cautivó.

Una de las teorías más extendidas es que la tripulación murió por envenenamiento por plomo

Siempre ha estado atento a las novedades, a las investigaciones al respecto. Él mismo está contribuyendo a aclarar el misterio y acaba de publicar un estudio, en el Journal of Archaeological Science, sobre uno de los cuerpos recuperados hace un siglo.

Fue unos 25 años después de la tragedia, un grupo de exploradores fue en busca de los cadáveres. Un guía inuit sabía dónde había uno. Les llevó a unos 200 kilómetros del lugar donde se supone que los barcos habían quedado atrapados. Había una tumba con un esqueleto completo.

Llevaron el esqueleto a Reino Unido, lo analizó un prestigiosísimo biólogo, Thomas Huxley, y lo identificó como el Teniente Henry Le Vesconte.

Diagnósticos enfrentados

El diagnóstico fue muerte por escorbuto, que se produce por la falta de vitamina C por no consumir alimentos frescos en estos viajes.

Se enterró en el Franklin Memorial de Greenwich y ahora se ha vuelto a analizar, lo han desenterrado, y Mays lo ha analizado. Ha concluido que no pertenece al teniente, sino al médico y científico de la expedición, Harry Goodsir. Y el diagnóstico tampoco concuerda con el escorbuto.

Mays dice que algo raro debió pasar. Algo que les desconcertó y a lo que no sabían cómo enfrentarse y por eso huyeron.

El hecho de que el cadáver estuviera enterrado con mimo, en una tumba, indica que el resto de la tripulación aún estaba en forma, es decir, no tenían hambre y/o su enfermedad aún no era grave.

Además, las marcas que se hallaron en los huesos pertenecen a mordiscos de zorro ártico y no de cuchillo, como se ha especulado alguna vez, haciendo intuir que se lo querían comer.

Las marcas de los huesos pertenecen a mordiscos de zorro ártico y no de cuchillo

Así que Mays no deja a un lado la teoría de la intoxicación por plomo y ahora examina otros esqueletos victorianos bien conservados para establecer el nivel mínimo de plomo que debía tener por aquellas la población.

Pretende compararlos con los registrados en otros huesos que se han hallado dispersos a lo largo de la ruta por tierra que hizo la tripulación y que pertenecen a los que iban muriendo poco a poco hasta que no quedó ninguno.