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Bélgica cumple un año sin gobierno marcado por las disputas entre flamencos y francófonos

  • El país celebró el 13 de junio de 2010 unas elecciones generales anticipadas
  • Ningún mediador ha sido capaz de alcanzar un consenso político

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Se cumple un año de las elecciones legislativas en Bélgica y aún no hay gobierno

Hace exactamente un año Bélgica celebraba unas elecciones generales anticipadas que daban la victoria a dos partidos políticos antagónicos: los soberanistas flamencos de la N-VA en el norte y los socialistas francófonos del PS en el sur.

El resultado no sorprendía a un país acostumbrado a gobiernos de coalición y a negociaciones interminables debido a su enrevesado planteamiento institucional pero lo que nadie parecía imaginarse es que las diferencias entre ambas secciones terminarían arrastrándose hasta el punto de no poder formar ni ese "típico" gobierno de coalición.

Los puntos clave

El principal motivo de este aniversario son las diferencias entre las dos principales comunidades lingüísticas de Bélgica, los flamencos del norte (Flandes) y los francófonos del sur (Valonia), que no hacen sino alejar sine díe el fin de la grave crisis política que vive el país.

El encargado de formar Gobierno y probable futuro primer ministro, el socialista francófono Elio Di Rupo, considera "indispensable" una reforma en profundidad de Bélgica, pero dice no poder aceptar ciertas peticiones "muy peligrosas" de los partidos flamencos, ya que supondrían el desmantelamiento del país, según ha manifestado durante una entrevista con Efe este sábado.

El líder de la N-VA, Bart De Wever, interrogado acerca de su pretensión de separar Flandes de Bélgica, punto número uno de su programa electoral, aclaró, en una entrevista con "La Libre Belgique" publicada este fin de semana, que se trata de una evolución a largo plazo y sostuvo que en el fondo ninguno de los líderes políticos de Bélgica cree realmente en el futuro del país.

Los comicios de junio pasado fueron convocados por la caída del anterior Gobierno, precisamente debido al enfrentamiento por el régimen lingüístico que se aplica en la periferia de Bruselas, donde residen unos 150.000 francófonos que cuentan con "facilidades administrativas" en seis municipios flamencos.

"Pueden casarse en francés, educar a sus hijos en francés hasta los 12 años, responder ante las autoridades judiciales en su idioma y votar a políticos francófonos si lo desean", ha explicado esta semana a la agencia Efe el flamenco Christian Andries, alcalde de una de esas localidades, Wemmel (al norte de Bruselas).

Dos ideas distintas

Andries reconoce que cuando se autorizó este régimen en la década de los sesenta muchos belgas del sur del país se trasladaron a estos municipios y hoy de los 15.000 habitantes de Wemmel, alrededor del 70% son francófonos.

En las calles de la localidad, francófonos y flamencos conviven en paz, aunque con tensiones ocasionales.

Hilde Van Dingenen regenta desde hace 25 años un negocio familiar de catering en Wemmel, y aunque su lengua materna es el flamenco habla francés y atiende a sus clientes indistintamente en los dos idiomas, aunque se queja de que los francófonos en general no quieren hacer el esfuerzo de hablar flamenco.

Darimont Claude, gerente de una inmobiliaria y de origen valón, explica que en los cuatro años que lleva en Wemmel jamás ha vivido un enfrentamiento por la lengua y asegura que aunque su primer idioma es el francés habla constantemente neerlandés (aprendido de su esposa) con sus clientes.

El desinterés francófono por el neerlandés es taxativamente negado desde el PS, mientras que el N-VA insiste en que solo los flamencos se han molestado en aprender francés.

Los reproches mutuos no han hecho más que encender los ánimos de flamencos y francófonos. Los últimos sondeos de intención de voto, publicados este fin de semana, indican que tanto la N-VA como el PS saldrían reforzados si volviesen a convocarse elecciones.

La atención se concentra de momento en la propuesta que Di Rupo presentará a finales de mes sobre la reforma del Estado, ya que si es aceptada por los demás partidos podría suponer el principio del fin de la crisis en Bélgica.