No puede perdonar el infierno que hicieron pasar a su madre, Laura de Montignac.
El maestro rechaza la propuesta de Malasangre: no aspirará al trono de las Españas.
Hernán está eufórico desde que ha descubierto que es hijo del rey. Sus delirios de grandeza llevan a Lucrecia a pensar que ha perdido el juicio.