Música sefardí para comenzar: "La muerte de Absalón" por la Capella de Ministrers y "Secretos quiero descubrir" por Olafssdottir/Jáuregui. El exilio de los israelitas como arquetipo. Desafortunadamente, los exilios ha producido mucha belleza musical. El exilio es una "disonancia del alma" que la música intenta conjurar. Scarlatti en España mira hacia Nápoles y Sicilia en su Sonata 513. Boccherini también evoca "zampognari" en su Cuarteto "Le cornamuse". Pero le época de los exiliados forzosos es la primera mitad del siglo XX. Hindemith escapando de los nazis: el "Melancólico" de sus Cuatro Temperamentos. Bartók también escapa del horror nazi: Cuadros Húngaros y la "Elegía" de su Concierto para Orquesta, en que desarrolla su tópico del "lago de lágrimas" y de transfiguración. Ligeti huyendo del horror bolchevique: su Música Ricercata, por Noelia Rodiles. Rachmaninov también huyó de los bolcheviques: su útima grandeza en las Danzas Sinfónicas. El exilio de... ¡¡Schoenberg!!... Albéniz también se exilió porque su "ingrata Morena" no lo apreciaba: Triana. El exilio de William Walton para buscar el sol italiano. Y acabamos con el arquetipo del exiliado: Chopin. Su Impromptu 3 por Javier Otero Neira. Chopin, exiliado de Polonia, de los brazos maternos, del paraíso perdido y del mundo... Todos somos exiliados. Su canción "Desvanecido y descolorido".
