Rojo como la sangre de los gladiadores; azul como el cielo de Roma, blanco como la nieve invernal de las colinas cercanas; negro como el futuro que esperaba a los cristianos que luchaban contra las fieras y sombras verdes como la esperanza que es lo último que se pierde. Son los colores del Coliseo que un grupo de arqueólogos y restauradores han sacado a la luz en la tercera planta, a 30 metros sobre el suelo. Siempre se ha sabido que el mármol blanco era el color predominante del edificio. Ahora se ha descubierto un zócalo de color bermellón de un metro y sesenta centímetros de altura en el que también hay incrustaciones negras y trozos de yeso pintados de azul. Los frescos suponen, en general, una alabanza a los gladiadores. Pero no solo, los expertos entienden también que muchos de estos ornamentos se utilizaron para conjurar la mala suerte antes de que los luchadores saltaran a la arena. Así, se ven coronas, flechas, lanzas que hacen alusión a los combates. Hay espacio también para las alusiones eróticas: han parecido dos grandes penes con sus testículos que suponen una alegoría al valor de los guerreros. Los expertos aseguran que se trata de un descubrimiento de excepcional importancia que permite restituir la policromía que decoraba el edificio y ofrecen un viaje a la historia del monumento. Las pinturas datan de los siglo II o III de nuestra era. En cualquier caso, los restauradores indican que son posteriores al incendio del año 217 d.C. Las labores de restauración de esta área comenzaron en octubre. Se trata de una galería que jamás se ha abierto al público. Si las labores de recuperación van según lo planeado, el verano que viene se podrá visitar esta galería policromada.
